Cuando entraron en el hospital se toparon de frente con la doctora Amanda Newton quien, al reconocer a Michael, le dedicó una sexy y cautivadora sonrisa que no pasó desapercibida para Serena.
—Aloha, Michael.
—Aloha, Amanda —saludó él—. ¿Qué tal el día de hoy?
—Como siempre… liada.
Al ver como todos le miraban, en especial Serena, Michael incómodo se volvió hacia ellos.
—Te presento a Sam, mi hermano. Serena, una amiga y Sasha, mi sobrina. Venimos a quitarle esos puntos de la frente a la pequeña.
La doctora al ver como la niña se escondía tras la pierna de Michael se agachó y le dijo para tranquilizarla.
—No te preocupes, no duele nada.
Con voz baja y la mano metida en la boca la niña murmuró.
—Tengo susto.
—¿Por qué preciosa?
—Porque va a doler ¿verdad?
—Noooooo… eso no duele —afirmó la doctora.
—¿Me lo prometes?
—Te lo prometo —y tendiéndole la mano dijo—. Si vienes conmigo, yo misma te los quitaré.
La pequeña no se movió. No conocía a aquella doctora de nada y Sam, agachándose, miró a su pequeña a los ojos.
—Venga, princesa. Ve con ella.
—Tengo susto, papi.
Conmovido por el miedo que veía en sus ojos Sam trató de tranquilizarla.
—Escucha, Sasha. Esta doctora es amiga del tío Michael, puedes ir tranquila con ella. Todos nosotros te esperamos aquí.
—Ven conmigo, cielo —insistió la doctora—. Te prometo que además de no hacerte daño te daré un regalito. ¿Qué te parece?
La niña, asustada, volvió a mirar a su padre.
—Yo creo que es una buena oferta.
Serena, que observaba la situación, tocó la cabeza de la pequeña e insistió.
—Papá tiene razón, cariño. Ve con la doctora.
La niña les miró a todos y, soltándose de la pierna de su tío, se agarró a la mano de la doctora. Y Michael, tocándole la cabeza con orgullo, aplaudió.
—Esta es mi princesa. Mi niña es la más valiente del mundo.
Amanda, la doctora, agarró a la niña de la mano.
—Esperadme en la sala que está al fondo de este pasillo. En diez minutos os devuelvo a esta preciosidad.
Cuando la doctora se alejó, Michael se dirigió al ascensor.
—Mientras esperamos subiré a visitar a Vaitere —les dijo a su hermano y a Serena—. Cuando terminéis me dais un toque al móvil o si queréis subir os la presento.
Serena asintió y cuando se quedaron solos Sam murmuró:
—Espero que Sasha esté tranquila.
—No te preocupes, muchachote —le tranquilizó Serena—. Seguro que esa doctora tan simpática la trata muy bien ¿La conocéis de hace mucho?
Sam negó con la cabeza y aclaró con una sonrisa.
—Es la primera vez en mi vida que la veo, pero tranquila, Michael solo tiene ojos para Terry.
Serena se dio cuenta que le había entendido perfectamente.
—¿Tú has visto como le miraba? Si lo estaba desnudando con la mirada —dijo al tiempo que se sentaba en uno de los butacones de la sala de espera.
Sam estalló en una carcajada.
—Pero Serena, ¿y esos comentarios?
La mujer al darse cuento de lo ridículo que sonaban sus palabras musitó.
—Tienes razón soy una exagerada.
—¡Mucho!
—Ainss, hijo es que me ha parecido que se ponía un poco tontorrona al hablar con Michael.
—Serena, es que Michael está soltero y sin compromiso.
—Oh, Sam —protestó—. Tú ya me entiendes.
—Vale… te entiendo, pero que conste que solo a medias —se rio.
Sin querer escuchar las mofas de aquel, cambió de tema.
—¿Cómo crees que les iría anoche a él y a mi hija?
—Según Michael lo pasaron bien.
—Ya pero a mí lo que me gustaría saber… —insistió la mujer—… es si entre ellos hubo algo.
Sam la miró boquiabierto y exclamó burlón.
—¡Serás cotilla!
—¿Tú has hablado con él?
—No.
—¿Seguro?
—Sí, y si lo hubiera hecho, no lo contaría. —Y al ver que ella sonreía añadió—: Pero tranquila, solo con ver la sonrisa de Michael y su buen humor, el resto ya te lo puedes imaginar.
—Esa parejita me hace mucha ilusión —cuchicheó Serena encantada de la vida.
—Ya veo… ya.
—Hijo, he sido testigo directo de cómo se miraban durante años y ahora al ver que parece que comienzan a entenderse ¡me encanta! —y clavando sus ojos en él añadió—. Como también me encantaría que otra parejita a la que yo quiero mucho se volviera a unir.
A Sam se le borró la sonrisa de la cara.
—Serena no líes las cosas.
—Uisss… ¡Dios me libre!
Sam era incapaz de no reírse ante aquella expresión.
—La vida es como es y…
En ese momento se oyó un grito.
—¡Papi! ¡Abuelita!
Sasha apareció por el fondo del pasillo corriendo seguido de la doctora y con una enorme piruleta de colores en las manos.
—¡La doctora tenía razón! ¡No me ha dolido!
Serena aplaudió y la pequeña al no ver a su tío preguntó:
—¿Dónde está el tío?
—Ahora viene, cielo —respondió Serena.
—Pero yo quiero enseñarle mi piruleta —insistió.
Sam al verla tan feliz no pudo evitarlo.
—¿Quieres tomar algo fresquito? —preguntó.
—Sí papi. Quiero una naranjada.
—¿Quieres tomar algo con nosotros en la cafetería del hospital? —preguntó Sam volviéndose hacia la doctora.
Amanda, se retiró con sensualidad su rubio pelo de la cara, al tiempo que respondía.
—Gracias, pero tengo pacientes que me esperan —y tras estrecharles la mano añadió—. Ha sido un placer conocerles. —Y desapareció por el pasillo.
—Esa mujer es una descarada —murmuró Serena.
Sam sonrió pero, olvidándose de todo, se centró en su hija.
—Venga diablillo. Vamos a tomar algo a la cafetería. Le mandaré un mensaje al tío Michael y le diré que le esperamos allí.
Mientras, en la habitación 605, Michael visitaba a Vaitere.
—Te recuperas día a día.
La mujer, a pesar de que aún tenía un pésimo, aspecto asintió.
—La verdad es que me encuentro muchísimo mejor. Pero me siento muy inútil sin poder valerme por mí misma todavía.
—Tienes que darle tiempo al tiempo. Todavía es pronto. —La animó Michael—. Tú ahora aprovecha y todo lo que necesites solo tienes que pedirlo.
—Eres muy amable —respondió azorada por la atención de Michael, pero no entendía por qué estaba allí—. ¿Qué haces aquí un sábado por la mañana?
—He venido al hospital con mi hermano y mi sobrina para que le quitaran unos puntos de la frente. Por cierto, ¿no está Thais contigo?
—Esta con mamá. Dentro de un rato vendrán.
—Si quieres me quedo contigo hasta que lleguen.
—Te lo agradezco, pero no puedo aceptar tu ofrecimiento —respondió a cada instante más turbada y sin entender por qué estaba allí.
—¿Por qué?
Vaitere se veía incapaz de seguir con aquella inquietud, así que respondió.
—Perdona si soy sincera y algo brusca, pero no te conozco de nada y no entiendo por qué tienes que acompañarme cuando estoy sola. Comprendo y agradezco que nos ayudes en temas legales pero no entiendo tu postura en este instante.
Michael la miró. Le encantaría confesarle el porqué de aquella visita y hacerle mil preguntas. Pero no era momento ni lugar.
—Mi postura se llama amistad sin más. —Y antes de que ella dijera algo, añadió dirigiéndose hacia la puerta—: Yo a mis amigos intento cuidarles. Pero quizá tengas razón y esté siendo pesado e impertinente con mis visitas.
Vaitere se sintió fatal. Aquellos ojos oscuros como los de ella y miles de polinesios, le indicaban que era sincero y real. Incluso parecía como si quisieran decirle algo que ella no entendía. Así que, molesta por haber sido tan desagradecida murmuró.
—Por favor, Michael no he querido decir eso.
—Tranquila. No pasa nada —sonrió—. Sé lo que has querido decir.
—Escúchame, por favor —insistió la mujer—. Nunca he tenido muchos amigos que se preocupasen por mí del modo que tú lo haces y por lo que me ha tocado vivir soy algo desconfiada. Pero te puedo asegurar que tanto mi madre, como mi hija o yo estamos encantadas de conocerte y de que nos ayudes.
Michael comprendió sus palabras, asintió y acercándose a la cama murmuró.
—Me ha encantado tu sinceridad y, sobre todo, ver que estás mejor. Y tranquila, yo no busco en ti nada que no sea una sana amistad. Mañana llamaré por teléfono para ver qué tal te encuentras.
—Si vienes a visitarnos nos alegraremos de verte —dijo Vaitiere agarrándole de la mano.
—Entonces, seguro que volveré.