Capítulo 36

Al día siguiente, sobre las once y media sonó el teléfono en casa de Michael y Sam. Era Thais que preguntaba por Michael, y Sam entró en su habitación a despertarle.

—Buenos días, ¿ocurre algo? —respondió somnoliento.

—Perdona Michael por despertarte —se disculpó la muchacha—. Pero me acaban de llamar de la compañía de seguros donde mi padre tenía dado de alta el coche y dicen que tengo que abonar una cantidad de dinero y… Oh, Dios, Michael… yo no tengo ese dinero ¿cómo vamos a poder pagar todo eso? —susurró agobiada—. No sabía a quién acudir y…

—No te preocupes. Has hecho lo que tenías hacer —dijo desperezándose—. ¿Has dicho que te han llamado de la compañía de seguros? —preguntó sentándose en la cama.

—Sí, pero me he puesto tan nerviosa que casi ni me he enterado de lo que me decían. Ellos me han dejado un número de teléfono para hablar con un tal Stephen Mawnster.

En ese momento Sam volvió a entrar para entregarle un café. Michael asintió agradecido.

—Vamos a hacer una cosa Thais. A la una te veo en mi despacho y desde allí llamamos a la compañía de seguros. ¿Te parece?

—Vale, Allí estaré —Thais sonrió aliviada al otro lado del teléfono y agradecida asintió—. Gracias Michael.

Cuando la conversación se acabó, Sam le interrogó con la mirada.

—Le han llamado de la compañía de seguros exigiéndole el pago de algo —explicó Michael.

Sam suspiró.

—Sabíamos que esto pasaría. Ya sabes cómo son de buitres algunas compañías.

Michael, de un trago, se bebió el café y le entregó la taza vacía mientras se levantaba.

—Voy a darme una ducha a ver si me termino de despertar.

Pero antes de marchar, Sam le preguntó:

—Oye, ¿tienes algo que contarme?

Michael le entendió perfectamente y divertido se apoyó en el quicio de la puerta.

—¿Y esa pregunta de portera neoyorquina?

Sam, se rio a carcajadas.

—No hemos hablado de la llegada de una tal… Terry ¿Por ejemplo?

Con un gesto que desconcertó a Sam, Michael apoyó su mano en el hombro.

—En primer lugar, eres un mal hermano por no decirme que esa fiera había llegado con Kate. ¡Eso no te lo perdonaré nunca! Y lo segundo tengo una cita esta noche.

—En cuanto a lo de Terry…

—No —cortó Michael sorprendiéndole—. Sobre eso no quiero ni hablar. Pero lo que sí quiero es que no cuentes conmigo para llevarme a toda la familia por ahí. ¿Entendido?

—¿Me estás diciendo que pasas de mí y de todas las que han llegado de Nueva York?

—¡Exacto! ¡Paso! Tengo cosas más importantes que hacer que sacar de paseo a todas tus mujeres.

—Joder, Michael, no me hagas esto.

—Lo siento, hermano, pero no quiero saber nada.

Confundido por aquella negatividad, frunció el ceño.

—¿Tienes una cita? —preguntó:

—Sí.

—¡¿Con quién?!

Michael estaba dispuesto a hacerle rabiar.

—Con una precioso bombón.

—¿Es la doctora de la que anoche hablaba Samantha?

—No.

—¿Entonces quién? —Y al ver que no pensaba soltar prenda murmuró—. Vale. Lo siento. Siento no haberte dicho que Terry llegaba con Kate. Pero pensé que sería una sorpresa para ti y…

—¡Sorpresa! —exclamó desconcertándole—. Vaya si lo fue.

Sam, sin entender aquel gesto de su hermano, cuchicheó para que nadie pudiera oírle.

—Entonces si fue una sorpresa que ella viniera a la isla, me puedes explicar por qué justamente ahora vas a tener una cita con otra mujer.

—Soy así de masoquista —se mofó Michael.

—Pero así nunca conseguirás lo que quieres de ella.

Michael se acercó a su hermano y lo cogió fraternalmente de los hombros.

—Sam, me parece estupendo que Terry esté aquí —dijo—. Pero yo tengo una cita esta noche y no pienso dejarla por nadie.

—Haz lo que quieras —espetó molesto mientras se alejaba—. Pero luego no me vengas con lamentos.

Mientras veía a Sam alejarse sonrió para sí al imaginar la cara que pondría cuando viera con quien tenía la cita.

Michael se duchó. Se puso una camisa blanca y unos pantalones de pinzas azules, cogió el casco y se dirigió a su moto. Al salir por la puerta vio acercarse a Serena junto a Kate, Terry y las chicas y se detuvo ante ellas.

—¿Dónde va tanta belleza junta? —preguntó:

Ay Dios… si es que eres una monada, pensó Terry con disimulo.

—A la playa —respondió Serena—. ¿Están dentro Sam y los niños?

Poniéndose el casco se montó en su moto.

—Ahí dejé unos cachitos —bromeó sin mirar ni un segundo a Terry y tras arrancar la moto se despidió—. Bueno, chicas me voy. Hasta luego.

Terry sonrió y se le quedó mirando mientras se alejaba en la moto, hasta que notó que alguien la daba en el brazo.

—Quita esa cara de tonta que te lo van a notar —susurró Kate.

En ese momento escuchó a las niñas que decían.

—Qué guapo que es el tío —suspiró Ollie mirando a Cat, que asintió.

Serena añadió mirando a sus hijas.

—Además de guapo, el muchachote tiene un encanto especial ¿verdad?

Terry las miró de mala gana. Su hermana se lo estaba pasando bomba.

—Mamá —intervino Kate—. Michael siempre ha sido muy simpático.

En un tono indiferente Terry señaló.

—Fíate de los simpáticos y sal corriendo. —Y tras decir esto pasó delante de ellas que la miraron perplejas.

Diez minutos después estaban disfrutando del sol y la brisa, mientras se bañaban en la maravillosa playa que tenían frente a la casa.