Capítulo 31

Después de los acontecimientos de la noche pasada, al día siguiente amaneció un precioso día. Tras una mañana playera, a la hora de la comida todos estaban en casa. Cat sentada cómodamente en el sillón con una bandeja de comida y los demás alrededor de la mesa.

—¿Qué tal está la madre de la niña? —preguntó Serena.

Agotado por toda la noche que se había pasado en el hospital Michael la miró e indicó.

—Dentro de la gravedad está bastante bien. Tiene que estar en el hospital por lo menos dos o tres semanas. Ese malnacido le dio una buena paliza a la pobre. Tiene dos costillas rotas y un brazo fracturado, varias contusiones en la cabeza y cuchilladas en la pierna y en uno de sus brazos.

Todos se quedaron horrorizados.

—Pobrecita —comentó Ollie.

—¡Es terrible! —susurró Serena.

—Menudo cabrón el marido —señaló Sam—. No me extraña que Thais diga que no le da pena que su padre haya muerto.

—Qué situación más terrible —volvió a repetir Serena—. ¿Y esa niña qué va a hacer ahora?

Michael, tras dar un trago de agua respondió.

—De momento se quedará con Dick y Samantha hasta que su madre salga o la abuela llegue de Lanai. Luego ya veremos qué podemos hacer por ellas.

En ese momento una callada Cat pidió.

—Papá, dame un calmante que esto me está comenzando a doler.

Sam se levantó en el acto. Cogió el calmante, un vaso de agua y se acercó cariñosamente a ella.

—Pronto se te pasará princesa —susurró acariciándole el pelo—. ¿Quieres que te acompañe a mi cama y allí descansas un rato?

—Sí, será mejor papá.

Con cuidado, la ayudó a levantarse y la llevó hasta la cama. Al regresar al salón, Ollie, se había marchado con Sasha y Tommy a jugar a la playa.

—Sam —dijo Serena—. Le estaba comentado a Michael que habría que llamar a Kate y decirle lo que ha pasado con Cat.

Mirándose el reloj, aquel asintió.

—Sí. Lo pensé anoche. Esperaremos a que se levante y la llamaré.

—Muy bien hijo, así me gusta —asintió Serena.

Aquella tarde, cuando Sam creía que nadie le escuchaba decidió llamar a Kate. Lo que no sabía era que Serena, junto a sus nietas, acechaba aquel momento y que habían trazado un plan. Con las manos temblorosas Sam marcó el número de teléfono que durante muchos años había sido el suyo. Tras dos timbrazos el teléfono fue descolgado.

—¿Dígame?

—Hola Terry, soy Sam.

Extrañada por aquella repentina llamada respondió.

—Hola Sam ¿qué tal?

Al notar en su voz la tranquilidad Sam sonrió. Apreciaba mucho a Terry y a veces echaba en falta su maravilloso sentido del humor.

—Bien. ¿Y tú qué tal estas?

Esta, sentándose para hablar con él, contestó escuetamente.

—Preparando un viaje.

—¿Te vas de viaje? Eso es estupendo. ¿Dónde vas?

Extrañada porque su madre no hubiera dicho nada la joven aclaró.

—Nos vamos a Europa con unos amigos, Kate, Shalma y yo.

Sam asintió y aunque pesaroso porque su ex se fuera con personas que no conocía susurró.

—Vaya, espero que lo paséis bien.

—Eso esperamos nosotras también —y acelerando la conversación preguntó—. ¿Qué querías?

—Quería hablar con Kate, ¿se puede poner?

—Espera un momento, voy a buscarla. Creo que está en su habitación preparando la maleta.

—Gracias Terry, esperaré.

Terry con el teléfono en las manos corrió escaleras arriba en busca de su hermana. Al entrar esta estaba liada con la maleta y tapando el auricular murmuró.

—Adivina quién está al teléfono.

Kate con guasa la miró y respondió.

—Por tu cara por lo menos George Clooney.

La joven negó con la cabeza y cuchicheando para que no la oyera susurró.

—Es Sam.

Kate se quedó paralizada al oír pronunciar aquel nombre.

—¿Ha pasado algo? —preguntó:

De pronto Terry se percató de aquello y con gesto de preocupación respondió.

—Ay Dios… no se lo he preguntado.

Sin perder un segundo le arrebató el teléfono de las manos.

—Sam.

Nervioso al escuchar su voz consiguió contestar.

—Hola Kate ¿cómo estás?

Pero ella no quería hablar, quería saber.

—Bien, pero dime ¿ha pasado algo?

Él suspiró y Kate llevándose las manos a la boca dijo ante la cara de su hermana Terry.

—¿Qué ha pasado Sam? Dímelo ahora mismo.

Sin querer alarmarla en exceso Sam se sentó en una silla e indicó mientras tres pares de ojos le observaban tras la puerta.

—Ayer Cat se cayó. Se hizo una pequeña fisura en una costilla. Tiene que estar unos días de reposo, pero está bien no te preocupes.

Alarmada a Kate se le llenaron los ojos de lágrimas.

—Mi niña… ¿Pero ella está bien?

—Sí. No te preocupes. Está bien. Pero pensé que deberías saberlo.

De pronto Sam notó una presencia y al volverse vio que Cat se acercaba a él.

—¿Hablas con mamá? —su padre asintió—. Pásamela. Quiero hablar con ella.

—Kate, para que veas que está bien, te la paso al teléfono —dijo Sam con una sonrisa en los labios.

Aloha, mamá —saludó Cat al coger el auricular—. Estoy viva. Por lo tanto, tranquila.

Al escuchar su voz Kate respiró aliviada.

—¿Cariño estás bien? ¿Te duele?

—Mamá, me duele porque me tiene que doler —sonrió—. Pero estoy bien, aunque si estuvieras aquí seguro que me curaba antes.

Sorprendido, Sam la miró, pero permaneció callado mientras Kate desde el otro lado hablaba.

—Me tranquiliza hablar contigo mi niña. ¿Qué tal lo estáis pasando?

—Muy bien mamá… ¡Genial! Es todo tan diferente, tan alucinante, que a veces parece que estemos viviendo en otro mundo —y aniñando la voz susurró—. Pero te echo de menos y estoy deseando verte mamita.

Cat tosió y el dolor la dobló. Alarmado Sam se acercó ella, la sentó en una silla y preguntó preocupado.

—Cat… Cat ¿Estás bien, cariño?

—Sí, papá —susurró muy bajito—. Ha sido al toser cuando me ha dolido.

Desde el otro lado del teléfono Kate gritaba asustada.

—¡Cat! ¡Cat! ¡Sam! ¿Me oye alguien?

Quitándole de las manos el teléfono Sam respondió.

—Kate. No te preocupes, está bien. Pero al toser las costillas se le han resentido y…

Sin dejarle terminar Kate lo tuvo claro y dejando a su hermana Terry con la boca abierta dijo.

—Sam. Mañana cojo un vuelvo para Oahu. Tengo que ver a Cat.

Más boquiabierto todavía que Terry, Sam preguntó incrédulo.

—¡¿Cómo dices?!

—Que mañana cojo un vuelo. ¿Te importa?

Sorprendido, Sam consiguió reaccionar pronto y decir.

—No. No. Para nada. Encantado de que vengas. Es solo que no lo esperaba.

Cat sonrió con disimulo y guiñó un ojo a su abuela y hermana, que en silencio se abrazaban tras la puerta. Su plan había funcionado.

Kate, desde Nueva York, sin querer pensar en lo que acababa de decir señaló.

—Pues no se hable más. Cuando sepa el número de vuelo en el que voy te llamo y por favor, ¿serías tan amable de venir a recogerme al aeropuerto?

—Por supuesto —respondió Sam en las nubes.

Tras despedirse de Sam colgó el teléfono y se volvió hacia su boquiabierta hermana.

—Lo siento Terry pero no puedo ir a Europa. Cat ha tenido un accidente y quiero estar con ella.

Al decir la palabra accidente la joven se asustó y preguntó:

—¿Qué ha pasado?

—Por lo visto se ha caído y se ha fracturado una costilla, o eso dicen. Pero no sé si creerme que solo le ha pasado eso o tiene algo más.

Terry, desconcertada, no dijo una palabra y su hermana sin perder un segundo más preguntó:

—¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a Europa o te vienes conmigo?

Sin pensárselo dos veces Terry respondió.

—Si dices que la niña está bien, yo me voy a Europa. No pinto nada en Oahu.

Kate se sentó en el sillón para valorar lo que acababa de hacer y miró a su hermana…

—Necesito que te vengas conmigo —suplicó con ojos lastimeros.

—Ni hablar, Kate. Ni hablar.

—Por favorrrrrrrrrr —susurró agarrándole de la mano—. Necesito tu apoyo para estar allí con Sam y las niñas. Shalma seguro que entiende que no vayamos a Europa.

—No, Kate. A mí en Oahu no se me ha perdido nada.

—Por favor… por favorrrrrrrrrrr —insistió Kate.

—Vamos a ver —siseó enfadada la pelirroja—. Sabes que lo que me pides es muy difícil para mí. No quiero verle y…

—Lo sé, pero es que te necesito allí conmigo.

Las súplicas de su hermana, unidas a las ganas ocultas de ver a Michael, pudo con ella y, sentándose junto a ella murmuró.

—De acuerdo. Llamaré a Shalma —y señalando a su hermana dijo—. Pero que conste que me apetecía mucho ir a Venecia y conocer a un atractivo italiano que me dijera constantemente lo maravillosa que soy.

—No te hará falta un italiano —cuchicheó Kate a riesgo de que la matara—. Seguro que algún polinesio guapo te lo dice también.

Con fingida indiferencia negó con la cabeza.

—Espero que ese al que tú te refieres, no se acerque a mí o tendrá problemas conmigo —murmuró—. Oh sí… ¡los tendrá!

Dicho esto ambas sonrieron, mientras a muchos kilómetros de ellas, una sorprendida Serena preguntaba.

—¿Que mañana viene Kate?

Sam, con una tonta sonrisa en la cara asintió sin percatarse de nada.

—Sí. Cuando coja el vuelo me llamará y me dirá a qué hora voy a buscarla al aeropuerto.

Serena no entraba en su gozo. Su plan funcionaba. Su hija allí. Ahora solo faltaba que Kate arrastrara a Terry y todo saldría redondo.

—Vaya qué bien ¡viene mamá! —aplaudió Ollie mientras con gesto pícaro reía con su hermana—. Eso es estupendo. ¿Y la tía viene también?

Sam frunció el ceño y respondió.

—Pues no lo sé hija, no me dijo nada más.

—Bueno hijo —sonrió Serena, echándose en la tumbona de la playa—. Una más para Oahu. A este paso, al final nos juntaremos todos aquí.

Aprovecharon que Sam se dirigía de vuelta a la casa todavía en las nubes por la visita de Kate, para mirarse entre sí con mirada cómplice.

—Vaya, vaya, Cat. Eres una excelente actriz.

La joven sonrió.

—Esto más que un empujoncito ha sido un empujón en toda regla —añadió Ollie.

Tras aquello empezaron a reír. Cuando Michael llegó aquella noche y supo la noticia, se sorprendió primero, pero sin decir nada más, se alegró por él.