Capítulo 24

Los días pasaron y en Nueva York todo volvió a tomar su ritmo. Una tarde, Jack, el modelazo, apareció por la casa de Kate sin previo aviso. Serena se sorprendió gratamente al verle. Aquel joven tan agradable se sentó junto a ella y respondió a todas las preguntas que esta le hacía en referencia a la prensa de corazón.

—¿Leslie Prats se va a divorciar de Howard Resgial?

—Sí.

—Pero si parecen una pareja ideal —apuntó Serena mirándole fijamente.

Este, con una encantadora sonrisa, se acercó a ella y cuchicheó divertido:

—No son tan ideales. Y siento comunicarte que su matrimonio es de conveniencia porque sus preferencias sexuales no son ni mucho menos las que imaginas.

La mujer se tapó la boca con las manos y logró murmurar:

—¿Qué me estás diciendo? No me lo puedo creer.

—¡Ay Serena! —rio—. Si yo te contara…

—Me has dejado helada —contestó encantada con su compañía—. Él parece tan masculino y ella es tan bonita que me resulta imposible creer lo que me estás contando.

—En este mundo de fiestas y ríos de champán, cuanto más perfecto parece uno, más es lo que esconde —y con una cautivadora mirada le preguntó—: ¿A que cuando nos conociste a Paul, Gary y a mí pensaste que éramos gays?

Azorada, Serena agitó la cabeza sin saber qué responder y este divertido apuntó:

—Tranquila, Serena. No pasa nada porque me digas lo que pensaste. Por norma, a los modelos masculinos casi siempre se nos cataloga de gays. Pero en mi profesión hay de todo, como en cualquier otra. Hay quienes lo son, y quienes no. Y te puedo asegurar —dijo con una sonrisa increíblemente seductora—, que a mí me encantan las mujeres, al igual que a Gary y a Paul.

Avergonzada, Serena respondió con una sonrisa.

—Hijo, por Dios, qué cosas dices.

En ese instante se abrió la puerta de la cocina y por ella entraron Cat y Ollie que regresaban del instituto. Al encontrarle allí se sorprendieron. Cat se quedó como atontada. Jack era perfecto. Pero Ollie, aunque le caía muy bien, se inquietó. Su presencia solo podía causar problemas en su plan.

Cat, pestañeando de una manera que hizo sonreír a su hermana y a su abuela, preguntó:

—¿Cómo tú por aquí? ¿Has quedado con mamá?

—No exactamente. No he venido por ella, sino por vosotras. Aunque antes he de comentarlo con vuestra madre —respondió este levantándose para saludarlas.

—¿Por nosotras? ¿A qué te refieres? Cuéntanoslooooooooooo. —Le apremió Cat.

—¡Cat! ¡Por el amor de Dios! —increpó su abuela—. No seas descarada.

—Lo siento, preciosa, pero hasta que no llegue tu madre y lo hable con ella, no sabrás nada. No me gustaría que se enfadara conmigo.

—Harás bien —susurró Ollie—. Mejor que no se enfade.

Veinte minutos después apareció Kate. Al verla, Jack se levantó rápidamente y dirigiéndose hacia ella le dio un pulcro beso en la mejilla. Algo que Kate agradeció. Ante las niñas, demostraciones de afecto, las justas.

—Pero bueno Jack, ¿no me digas que habíamos quedado y lo he olvidado?

Con una espectacular sonrisa que hizo suspirar a Cat, este respondió:

—No, tranquila. No habíamos quedado.

—Mamá, Jack quiere preguntarte algo. Por lo visto nos concierne a nosotras —dijo Cat que ya no podía aguantar más la incógnita.

—Bueno, pues tú dirás —le indicó invitándole a sentarse junto a ella.

—Vamos a hacer un desfile benéfico para recaudar fondos a favor de la educación de los niños de Brasil. En el desfile participaremos algunos modelos conocidos, pero queremos invitar a algunos amigos no famosos, y yo había pensado que, si a ti no te importa, todas vosotras podríais participar —finalizó dejándolas boquiabiertas—. Como te he dicho es benéfico y no se paga a nadie, pero es por una buena causa.

—¡Mamá! —chilló Cat exaltada—. Como digas que no, no te lo perdonaré en la vida.

—¡Cat! —la regañó Serena.

Encantada con la propuesta, Kate se dirigió a su emocionada hija.

—Cariño, por supuesto que no voy a decir que no. Únicamente diré que no a mi participación. No es lo mío, pero vosotras sí queréis, ¡adelante!

—¿Cómo que no es lo tuyo? —la animó Jack—. Es facilísimo y yo te enseñaré las cuatro reglas de oro.

Pero Kate no daba su brazo a torcer.

—Gracias, pero no —concretó mirándole—. Si las niñas quieren hacerlo que lo hagan, pero yo ni hablar. Me moriría de vergüenza.

—Seguro que lo harías fenomenal. Hazle caso a Jack, no puede ser tan difícil —intervino Serena.

Al oír aquello, el modelazo se volvió hacia ella y le invitó.

—Serena, tú también puedes desfilar.

—¿Yo? —gritó descompuesta al ver las caras de sus nietas—. Ni loca. Qué horror, qué vergüenza.

—Mamá. No puede ser tan difícil. Hazle caso a Jack —dijo Kate en tono burlón.

Su madre la miró riendo con complicidad, mientras Cat gritaba emocionada.

—Yo sí quiero, mamá. ¡Oh, qué biennnnnnn! ¡Voy a desfilar!

Ollie, que había permanecido callada y observando la situación, pensó en que aquello podría serle de gran ayuda para su plan.

—Yo también quiero participar. Seguro que será divertido —intervino ésta mirando a su madre.

Kate sonrió y, tras asentir, añadió.

—Tenéis mi consentimiento. Ahora llamad a vuestro padre y pedidle el suyo. Sois menores y ambos decidimos aún por vosotras.

Sin tiempo que perder las niñas corrieron hacia el teléfono pero cuando llegaron a él, Cat mirando a su hermana dijo.

—Habla tú con él Ollie. Tienes más palabrería que yo y en el caso de que a papá no le parezca buena idea seguro que sabes cómo convencerle.

—De acuerdo. Anda vete y ahora te digo qué dice.

Una vez a solas, Ollie marcó el teléfono de su padre y, tras saludarle, le contó, a su manera, la propuesta de Jack, el modelazo guapísimo y simpatiquísimo, el amigo especial de su madre. Ollie le dijo a su padre que estaban como locas por participar en aquel acto benéfico, pero que solo aceptarían si él y el tío Michael acudían a aplaudirlas, pues era importante para ellas que estuvieran allí. Sam resopló. Estar en la misma sala donde estaría su exmujer y su actual acompañante no era lo que más le apetecía, pero no le pudo decir que no a su hija, así que se lo prometió.

Tras la conversación, Ollie volvió silbando al jardín y Cat, al intuir lo que aquello quería decir, gritó emocionada de alegría. Y mientras su hermana hablaba con su madre, su abuela y Jack sobre el desfile, Ollie sonreía por la maravillosa oportunidad que se le había presentado de juntar en Nueva York a las cuatro personas que ella quería reunir. «Otro empujoncito más».