Los días pasaron a gran velocidad. Kate comprobó que su cambio de imagen había sido positivo. Todo el mundo se sorprendía al verla y le felicitaba por su nuevo look. Se miraba en el espejo y, a veces, ni siquiera se reconocía, incluso cuando se ponía los mismos trajes y la misma ropa que los días anteriores, la imagen que reflejaba era diferente. Se veía más joven y atrevida. También los hombres la miraban de forma diferente. Ya no parecían intimidados, sino más bien interesados. Por las tardes, cuando paseaba con sus hijas o con Terry se enfundada aquellos pantalones vaqueros y se sentía joven y eso sensación le gustaba. Le encantaba.
Cuando por las noches se desnudaba sola en su habitación pensaba en Sam. ¿Qué pensaría él de su nueva imagen? Kate estaba segura de que le gustaría. Lo que ahora reflejaba fue lo que en tiempos pasados enamoró a Sam. Dinámica y fresca. Ahora tenía unos años más, pero su cuerpo, a pesar de los embarazos, no había cambiado en exceso. Al contrario quizá ahora se veía más sexy que nunca.
Fueron muchas las noches en las que se conectaba a Internet para charlar un rato con él. Era increíble la conexión que se había creado entre ellos. Incluso este le dijo que cuando viajara a Nueva York iría a visitarla. Un día Sam le habló de un programa llamado Skype que avisaba cuando estaban conectados y donde podrían hablar sin necesidad de conectarse a ningún chat. Kate se lo instaló pero le advirtió que ella no utilizaría la webcam. Solo escribiría.
Llegó el sábado. Cat y Ollie esperaban ansiosas conocer a aquellos hombres que la tonta de su madre y su tía creían que eran supermodelos. Kate y Terry se arreglaban nerviosas. Kate, en su habitación, intentaba elegir indumentaria. Llevaba años sin tener una cita y no sabía qué ponerse. En ese momento entró Terry sin llamar a la puerta. Estaba fantástica con un vestido azul eléctrico.
—¿Qué tal este vestido? —preguntó Terry plantándose frente a ella.
—Estás impresionante.
—Vale, vale, ¿qué me hago en el pelo, me lo recojo o lo dejo suelto? —preguntó mecánicamente.
—Yo creo que deberías dejártelo suelto, así como lo llevas se ve fantástico.
En ese momento Terry se detuvo y se fijó en ella.
—Pero Kate, ¿qué haces todavía así?
—No sé qué ponerme. No tengo nada tan bonito como ese vestido azul que te has puesto. Todo lo que tengo es tan serio, tan formal, que no encuentro nada apropiado —respondió desesperada e indecisa.
—Vamos a ver —Terry se metió en el vestidor y eligió un vestido negro—. Vamos a ver, pruébate este.
—¿Este vestido?
—Tú pruébatelo y veré qué puedo hacer —propuso Terry.
Era un vestido negro, cuello de cisne, mangas anchas y una sobrefalda de tul por encima.
—Sinceramente hermanita es el vestido más feo que he visto en mi vida aunque sea de la carísima Valset. Veamos qué podemos hacer —dijo Terry mirándolo—. De momento vamos a quitar el tul que nos estorba.
—Es horroroso. No creo que puedas hacer mucho por mejorarlo —y sonriendo preguntó—. ¿En qué estaría yo pensando para comprarme algo tan horrible?
—Sinceramente no lo sé. Ahora quítatelo y tráeme unas tijeras.
Después de quitárselo, Kate vio con espanto como Terry empezaba a descoser el vestido. Le quitó la sobrefalda de tul. Descosió las mangas y finalmente cortó la tela. Sin decir nada más, se levantó y fue a la máquina de coser de su madre. Poco tiempo después, estaba frente a Kate tendiéndole el vestido.
—Póntelo.
Boquiabierta al ver el trapo que le tendía protestó.
—¿Qué me ponga esto?
—Sí.
—Terry, si antes era horrible, ahora será peor.
—He dicho que te lo pongas —exigió Terry—. Necesito ver si tengo que hacerte algún arreglo más.
Kate resopló y empezó a ponerse el vestido que ahora era más ligero y fácil de poner. Cuando se miró en el espejo casi se cae para atrás. El horroroso vestido se había convertido en uno precioso y sexy que le quedaba genial.
—Madre mía —silbó su hermana—. Te queda de muerte. Hoy arrasas.
—Pero Terry —dijo Kate sin creérselo—, ¿qué le has hecho que parece otro?
—Ha sido fácil. Le he quitado las mangas para dejar al descubierto tus brazos y, en especial, esos hombros que tienes tan bonitos. He eliminado esa horrorosa faldita de tul que llevaba, y he dejado a la vista un insinuante y ajustado vestido negro. Y finalmente te he hecho una raja en el lateral derecho de la falda para que puedas caminar mejor y, sobre todo, para que enseñes esas piernazas que tienes.
Kate se miraba en el espejo. Se veía estupenda.
—¿No voy muy escandalosa? —preguntó:
—Espera, falta un detalle —se apresuró Terry y abrió un cajón de la cómoda—. Toma, ponte esto.
Sin rechistar, Kate se puso unos guantes de seda hasta los codos.
—Pero esto es genial, me siento como Gilda —rio divertida—. Pero ¿cuándo has aprendido a hacer estas cosas? No paras de sorprenderme.
—Durante el tiempo en que has estado sumergida en tu vida, digamos trabajo, marido, hijas, yo he aprendido cosas que me gustan. Hace tiempo me apunté a un curso de restauración de muebles antiguos, otro de diseño por ordenador y el último fue uno de corte y confección. Me encanta trabajar con las telas y diseñar ropa. Estás fantástica hermanita. Ahora maquíllate un poquito y ya lo habremos rematado del todo. Espera y veras las caras de tus niñas cuando te vean así.
—Uf… verás mamá —murmuró Kate—, a ver cómo se toma esto.
Terry sonrió y sabiendo que su madre sería la primera en aplaudirla añadió:
—Que se lo tome como le dé la gana. Es nuestra vida. Ella tuvo la suya y nosotras tenemos que vivir la nuestra como queramos. Por cierto, ricura —comentó con una sonrisa—. Recuérdame que vayamos de compras porque tienes un armario lleno de ropa, pero no hay nada que te sirva.
Una hora después se oyó el timbre de la puerta. Terry entró en busca de su hermana.
—Venga, bajemos antes de que se desmayen —apremió esta—, o de que se les tiren al cuello.
El efecto que causó la presencia de ambas a todos los asistentes fue increíble. Cat y Ollie se quedaron boquiabiertas, sin habla cuando llegaron los hombres a quienes su madre y su tía esperaban: efectivamente eran Gary, Jack y Paul. Estos ya estaban acostumbrados a que su presencia turbara a las jovencitas y que les observaran como si hubieran visto a un fantasma. Pero lo que terminó de alucinar a las chicas fue cuando aparecieron su madre y su tía. Era la primera vez que veían a su madre así. ¿De dónde había sacado aquel vestido tan precioso?
—Mamá, qué guapa estás. Pareces otra —comentó Ollie.
—Gracias, tesoro, eso quiero parecer, otra —asintió mirándola.
En ese momento llegó Serena hasta ellas y al verlas aplaudió.
—Chicas, estáis bellísimas. Quiero que lo paséis estupendamente esta noche y que mañana todo Nueva York hable de lo estupendas que estabais —luego volviéndose hacia los tres modelos dijo señalándoles con el dedo—: y vosotros, a ver dónde lleváis a mis hijas y mucho cuidadito con ellas. Pasadlo bien y conducid con cuidado.
—¡Mamá! —Exclamaron ambas al unísono.
Ellos sonrieron y Jack con galantería dijo:
—No se preocupe señora. Iremos en limusina y así no habrá problemas con la bebida. Y le doy mi palabra de que sus hijas lo pasaran bien esta noche y que las tendrá de vuelta dentro de unas horas.
Dicho esto salieron de la casa acompañadas por tres estupendos hombres a cuál más guapo. Se montaron en una limusina color blanco y se marcharon dejando a Cat y a Ollie mudas por la impresión de haber hablado con aquellos hombres.
Aquella noche, Ollie se conectó a Internet desde su habitación para hablar con su padre.
TALABUKI› ¿Todo bien por casa?
SUGAR› Sí y no.
TALABUKI› Cuéntame cariño…
SUGAR› Mamá y la tía se han ido, tenían una cita esta noche.
TALABUKI› Tanto mamá como la tía son mujeres libres y pueden hacer lo que les dé la gana.
SUGAR› Sí papá, pero es que se han ido con Gary Smacks, Tom Birmingans y Paul Baston.
TALABUKI› ¿Y esos quiénes son? Ollie, te llamo por teléfono y así hablamos mejor, ¿ok?
SUGAR› ok.
Ollie sonrió divertida. Su padre había picado el anzuelo. Confirmado, aún le importaba su madre. Segundos después sonó el teléfono y lo cogió.
—Ollie, hola cariño, cuéntame qué pasa —preguntó ansioso. Saber que su Kate tenía una cita no le hacía ninguna gracia.
—Papá, no es nada —sonrió con malicia—. Es que estoy increíblemente sorprendida. Esta noche han venido esos pedazos de hombretones a buscarlas para irse con ellas a cenar y a tomar copas por ahí.
Sam se atragantó, ¿hombretones?, ¿qué hombretones?
—Ollie —preguntó con curiosidad—. ¿Quiénes son esos tipos?
En ese momento Ollie sonrió y como si aquellos fueran las máximas estrellas de Hollywood chilló dejando sordo a Sam al otro lado del teléfono.
—Papá, ¿no los conoces? Por Dios, papá qué anticuado estás —dijo con exagerado énfasis—. Pues ni más ni menos son tres top models que están muy de moda. Son guapos, altos, simpáticos… Oh… papá, y lo más alucinante era lo guapas que estaban mamá y la tía, ellas sí que parecían unas verdaderas modelos.
Sam resopló al otro lado del teléfono.
—¿Pero desde cuándo conocen tu madre y la tía a esos hombretones? —preguntó levantándose de su asiento.
—No lo sé, papá. Pero si te contara como están cambiado las cosas por aquí ¡fliparías! —la cría sonrió de nuevo—. Resulta que el otro día salieron la tía y mamá a la peluquería y de compras. Luego se fueron a tomar algo por ahí y las invitaron y quedaron con ellas para cenar hoy.
—No me lo puedo creer —comentó Sam incrédulo. ¿Hablaban de la misma Kate?
Intentaba asimilar lo que su hija le estaba contando. Kate saliendo con unos desconocidos, no era propio de ella. En ese momento entró Michael y al ver su cara le miró desconcertado, justo en el momento que Sam dijo:
—¿Y qué quieres decir con eso de que están cambiado los cosas por allí?
—Papá, solo te diré que mamá ha cambiado de imagen y está preciosa. Bueno, si la vieras no la reconocerías, ni a la tía tampoco —comentó esperanzada de que Michael estuviera cerca y se percatara de que Terry también estaba metida en todo aquel lío.
Sus palabras no tardaron en causar efecto en Michael cuando oyó preguntar a Sam.
—¿Que tu madre y la tía han cambiado de imagen? —preguntó Sam sonriendo. No se imaginaba a Kate haciendo un cambio drástico en su vida. Nunca lo había hecho.
Michael que le estaba escuchando, se acercó y empezó a decirle que preguntara por Terry.
—No creo que hayan cambiado mucho, sobre todo tu madre.
—Papá, estas muy equivocado. Mira, para que veas lo equivocado que estás te diré que mamá se ha cortado su elegante melena y se ha dejado el pelo corto y despeinado, al estilo Meg Ryan. Se ha puesto mechones más rubios, casi blancos y si la hubieras visto con los vaqueros rotos no la habrías reconocido.
—¿Tu madre con vaqueros y encima rotos? —bufó Sam casi chillando al tiempo que se le caía la cerveza que tenía en las manos—. ¿Que se ha cortado el pelo? Pero si nunca se ha cortado el pelo en los veinte años que hace que la conozco.
Michael le increpó para que de nuevo preguntara por Terry.
—Oye ¿tu tía qué se ha hecho? ¿Se ha puesto el pelo verde?
«Esto marcha», pensó Ollie.
—Oh, la tía,… se ha rizado el pelo y se lo ha puesto rojo. Esta guapísima y si la hubieras visto con el peto vaquero que se compró, hubieras flipado.
—Vaya —repitió Sam para que Michael le escuchara—. Tu tía utiliza petos vaqueros, se ha rizado el pelo y ahora está preciosa con su pelo pelirrojo. Te creo, hija, la tía es muy guapa.
Michael se sentó y Sam hizo esfuerzos por no reír cuando este cómicamente se tocó el corazón.
—¿Y dónde han ido? —preguntó Sam como el que no quiere la cosa.
Ollie rio. Su padre era muy inocente en esos temas.
—Pues no lo sé, papá, estoy deseando que llegue mañana para que me cuenten donde fueron. Jack, Gary y Paul vinieron a recogerlas en una limusina blanca y se marcharon. Oh… papá qué emoción. Iban guapísimas.
—Me lo puedo imaginar —espetó celoso—. Bueno cariño debe ser tarde para ti, ¿por qué no te vas a dormir y mañana hablamos de nuevo?
—De acuerdo, papá —sonrió Ollie—. Oye, papá espera que Cat quiere decirte hola.
De aquella manera Sam tuvo que volver a escuchar todo lo que Ollie le había contado sobre su madre y su tía. Además Cat era más exagerada que Ollie contando las cosas y daba más lujo de detalles. Estaba claro que si a su padre y al tío Michael les importaban aquellas mujeres, esa noche no iban a dormir tranquilos.
Ya en la cama, Ollie, antes de apagar la luz de su lamparita se dijo divertida:
—Segundo empujoncito.
A los pocos minutos se durmió con una sonrisa en los labios.
Mientras, en Oahu, Sam y Michael no paraban de hablar sobre el tema.
—¿Que se han ido con quién? —volvió a preguntar Michael.
—Con un tal Gary Smacks, Jack Birmingans y Paul no sé qué.
—¿Y esos tipos quiénes son? —preguntó Michael.
—Según mis dos hijas, unos top model muy cotizados.
—Espera —pidió Michael. Y tras teclear en su portátil aquellos nombres dijo—. Aquí están. Vaya… sí que son unos guaperas.
Sam se acercó para mirar y tras asentir respondió despectivamente.
—Tampoco es para tanto.
—Seguro que son gays —afirmó Michael—. Fíjate qué bien peinaditos que van.
—A Kate nunca le ha gustado ese tipo de hombre.
—Joder, macho, pero si llevan las cejitas depiladas —se mofó Michael—. Donde esté un macho que se quiten estas nenazas.
—No lo dudes, hermano —asintió convencido.
—No lo dudo.
—Pues eso —sonrió Sam. Y cerrando el portátil añadió—. Sin problemas con el tema.
Diez minutos después, Michael volvió a entrar en el salón y encontró a Sam mirando de nuevo la página de aquellos modelos y antes de que dijera algo aclaró.
—Son libres de hacer lo que les dé la gana, con quien les dé la gana.
—Tienes razón —apostilló Michael y dándose la vuelta añadió—. Hasta mañana Sam.
Michael se marchó. Pero Sam no podía dejar de darle vueltas al tema. ¿Verdaderamente su relación había acabado? ¿Por qué se sentía tan mal cada día que pasaba sin ver a Kate? ¿Ella sería feliz sin él? ¿Por qué Kate habría cambiado de imagen? ¿Estaría guapa? Sí… no lo dudaba. Esas y más preguntas rondaban por su cabeza y no encontraban respuesta.
Michael, tumbado sobre la cama de su habitación, observaba el broche que tenía en sus manos. Aquello era lo único que tenía de su madre. Aquel broche junto a una nota firmada por una mujer llamada Thalia era el único recuerdo que tenía sobre su pasado. Pero no era en ello en lo que estaba pensando, aquello era un tema olvidado. Ahora mismo tenía la mente ocupada únicamente con Terry. ¿Por qué ahora, precisamente, no podía quitársela de la cabeza? Aquellos ojos verdes, aquella mirada insinuante le habían vuelto loco desde la primera vez que la vio… Adoraba a Terry y olvidarla iba a ser un gran reto, pero lo iba a conseguir.