Capítulo 18

Los días posteriores al regreso de Ollie, nadie de la casa quería preguntar por cómo estaban ni por cómo se las apañaban Sam y Michael en la isla de Oahu. Pero cada una de aquellas mujeres se moría por saber qué estaba pasando allí. Ollie se lo puso difícil. Si querían saber que preguntaran y ella estaría encantada de contestar.

Ollie decidió imprimir las fotos que había hecho durante las vacaciones, y después de recogerlas se divirtió con su amiga Sira revisándolas. Como ya se imaginaba Ollie, cuando Sira vio a su padre y a su tío se quedó impactada. Los señores trajeados que había conocido durante años, se habían transformado en dos atractivos y sexys hombres.

Aquella misma tarde, cuando llegó a casa, se guardó las fotos en el bolsillo de la camisa vaquera que llevaba. Pero se aseguró de que su abuela y su hermana Cat se fijaran en como asomaba la publicidad de la tienda de fotos. La primera en preguntar fue Cat, que después de la cena se dirigió al cuarto de su hermana y llamó a la puerta pidiendo permiso para entrar.

—¿Qué haces? —preguntó Cat, al entrar en la habitación.

Recogiéndose el pelo en una coleta alta Ollie respondió:

—Iba a conectarme a Internet para hablar con papá. ¿Quieres hablar tú con él? Estoy segura de que le encantaría.

Se moría por hablar con su padre y su tío. Les añoraba muchísimo. Pero su propia cabezonería le impedía reconocerlo delante de los demás, así que respondió:

—No, déjalo no me apetece. Pero… pero dale recuerdos de mi parte.

—Ok. Tú te lo pierdes. Pero es una pena que no quieras hablar con él, se pondría muy contento —y mirándola fijamente le preguntó—: ¿Por qué eres así con papá? Él nunca te ha tratado mal. Al revés, te adora.

Cat se sentía confundida, pero quiso dejar clara su postura.

—Se ha portado como un cabrón con mamá y con nosotras. Nos ha abandonado para vivir con su nueva familia y…

—No estoy de acuerdo contigo —cortó Ollie—. Efectivamente, con mamá no se ha portado bien y eso nunca se lo perdonaré. Lo que me molesta que mamá no le insulte y tú, en cambio no dejes de insultarle cada vez que te refieres a él. Y sobre eso que dices que nos ha abandonado… No. No. Y no. Papá no nos ha dejado y te aseguro que su decisión le duele a él más que a nosotras. Pero claro, hay que ser un poco adulta para entender que tú y yo tenemos una madre, una abuela y una tía que nos cuidan y esos niños no tenían a nadie excepto a su padre. ¿Qué esperabas que hiciera papá? ¿Que los abandonara? ¿Que pasara de ellos como si no existieran? Oh, Cat… qué poco conoces a papá. Y respecto a Sasha y Tommy eres una idiota por no querer conocerlos. Son unos niños maravillosos y lo que más me joroba es saber que si les conocieras te gustarían y…

—Tú qué sabrás si me gustarían o no —cortó malhumorada.

—Claro que lo sé —respondió al ver a su hermana a punto de llorar—. Te conozco y sé que lo estás pasando mal por todo lo que ha pasado. Quiero que sepas que yo también le echo de menos, y mamá, la abuela, e incluso la tía Terry —sonrió al nombrarla—. Pero las cosas han salido así y tenemos que asumirlo. ¿Acaso crees que yo no me enfadé con él cuando pasó todo? ¡Pues claro que me enfadé! Se lo dije y hablamos. Pero tú huiste del problema como sueles hacer siempre. Yo no soy como tú. Yo no huyo. Yo me quedo y afronto el problema e intento resolverlo. Y aunque no me gustó la determinación que ellos tomaron, la acepté porque era lo que ellos habían decidido. Y antes de que digas alguno de tus borderíos, quiero que sepas que me niego a creer que porque papá y el tío decidieran cuidar a esos pequeños no me quieran a mí. Sé que me quieren y me lo han demostrado siempre. Incluidos estos días que he estado con ellos en Oahu o ahora que he vuelto a casa.

Tras aquella parrafada, Cat se secó las lágrimas. Sabía que su hermana tenía razón y que con su cabezonería lo único que conseguía era cerrarse puertas. Así que, por primera vez en varios meses, se sinceró.

—Eres mi hermana pequeña pero, por lo madura que eres, pareces mayor que yo. A veces me avergüenzo de ser tan… tan horrorosa.

—Solo soy más pequeña que tú por dos años —bromeó mirándola, y aprovechando aquel momento añadió—: Cat, lo que ha pasado ha sido terrible y todos, incluido papá, lo sabemos. Pero ¿de verdad que nunca te has parado a pensar en por qué mamá reaccionó así? Quizá entre ellos han pasado más cosas de las que sabemos y…

—Mamá sigue aquí con nosotras, Ollie. Ella no se ha ido.

—Lo sé, pero había dos niños pequeños que necesitaban que alguien se ocupara de ellos. Escúchame bien, cabezona. Tienes que hablar con papá y arreglar las cosas. Tú le echas de menos y él a ti. Si hablaras con él le harías el hombre más feliz del mundo. Y sinceramente Cat, creo que se lo merece.

Cat fue a responder, pero la emoción le hizo contraer la cara y en apenas un hilo de voz logró murmurar:

—No sé cómo acercarme a él. Me da vergüenza y no sé qué decirle.

Ollie, al ver que su hermana por fin había cedido, continuó:

—Eso lo arreglamos rápido. Esta noche le daremos una sorpresa cuando le digamos que quien está conectada eres tú. ¿Vale?

—De acuerdo —asintió Cat.

Ollie estaba feliz por haber conseguido que por fin su hermana entendiera que, en la vida, no todo era blanco o negro.

—¿Quieres ver las fotos que me hice allí con ellos? —le preguntó con ojos picaruelos.

—Me muero por verlas —admitió Cat.

Sin perder un segundo cogió el sobre donde tenía las fotos y se las pasó ansiosa por ver su reacción.

—¡Madre mía! —gritó—. No me lo puedo creer. ¿Este es papá?

—Sí —respondió Ollie sonriendo. En aquella foto su padre estaba guapísimo con su traje de neopreno naranja y azul y su tabla de surf bajo el brazo—. Cat, fue increíble. Nunca lo había pasado tan bien con ellos. Han sido unas vacaciones geniales, las mejores de mi vida diría yo, y pienso repetirlas siempre que pueda.

—¿Papá está aprendiendo surf?

—Papá y el tío son dos maestros del surf —apostilló con orgullo—. Todo lo que contaban no era broma. ¡Era cierto, Cat! Incluso me están enseñando a mí y seguiré con las clases cuando vuelva.

En la siguiente foto aparecían los niños junto a Ollie sentados en la arena sonriendo.

—Estos son Sasha y Tommy. Son tan lindos que es difícil no quererles. Son cariñosos, dulces… sería incapaz de decirte algo malo de ellos. Papá y el tío Michael están haciendo una labor estupenda, como hicieron con nosotras.

Emocionada, Cat sonrió al ver a la niña tan rubia como Ollie. Y cuando miró a Tommy y le vio sonreír con aquellos ojos achinados no pudo evitar comentar:

—¡Cómo se parece a papá!

—Es igualito, Cat… aunque creo que va a ser tan bromista como el tío Michael.

Al pasar de nuevo la foto, esta volvió a pegar otro chillido.

—¡Dios santo! ¡Pero qué guapísimo está el tío Michael!

—¿Verdad? —rio Ollie al ver la foto de su tío con la gorra al revés, las bermudas vaqueras medio rotas y una camiseta roja desteñida—. Está guapísimo. Aquí estaba haciendo croquetas. No veas cómo cocina.

De pronto se oyó el pequeño timbre que indicaba el inicio del chat.

—Oye, dejamos las fotos para luego. Papá acaba de entrar en el chat. Es tu oportunidad. Ánimo.

Cat se presentó a su padre con el nick de «Catwoman». En un principio no la conoció, pero cuando realmente se dio cuenta de quién era, solo le faltó dar saltos de alegría. Sam estaba nerviosísimo. Llevaba meses sin hablar con su hija, y era tanta la necesidad de comunicación entre ambos que las explicaciones pasaron a un segundo plano. Estuvieron hablando cerca de una hora y Ollie, al final, tuvo que pedirle a su hermana que le dijera que ella hablaría otro día.

—¿A que papá no te lo ha puesto difícil?

Encantada por haber sido capaz de razonar y dar el paso Cat admitió:

—Qué razón tenías. Gracias por ponerme en mi sitio Ollie. Si no fuera por ti, muchas veces no sabría cómo solucionar los problemas. Por supuesto que no ha sido difícil, papá nunca me lo pondría difícil. ¿Por qué seré yo así y no puedo ser más racional como tú?

—Pues porque cada una es como es, con sus virtudes y sus defectos. —Y cogiendo las fotos con una sonrisa dijo—: ¿Quieres ver más?

Dos segundos después la habitación volvió a llenarse de carcajadas.

Aquella noche cuando Terry entró en la casa fue directamente a la cocina para tomarse un vaso de leche. Estaba agotada. El día había sido difícil. Se lo bebió de un trago y metió el vaso en el lavavajillas. Camino de su habitación, pasó por la de Ollie y oyó risas, así que decidió abrir la puerta para ver lo que ocurría.

—Chicas ¿puedo unirme a la fiesta?

Cat, al ver aparecer a su tía, dijo:

—Si vieras las fotos de papá y el tío Michael, estarías igual que nosotras.

Aquello despertó totalmente su interés.

—¿En serio? —Y acercándose a ellas susurró—: ¿Puedo verlas?

Pero Ollie, que era una pequeña brujilla, preguntó:

—¿Para qué quieres verlas? Aquí solo aparecen, según tú, unos cabrones malnacidos.

—¡Ollie! —gritó Terry, asombrada—. ¡Esa lengua! ¿Por qué dices eso?

—Porque te lo oí decir el día que mamá te contó que el tío se marchaba a vivir con papá a Oahu —admitió mirándola con interés.

Avergonzada, Terry asintió.

—Es cierto lo dije —suspiró—. Pero lo dije en un mal momento y luego me arrepentí. Ya no pienso así y tu madre lo sabe.

Después de lo que su hermana le había relatado aquel día en la comida sobre el aborto y cómo se había comportado Sam, se dio cuenta que había juzgado la situación sin conocer todos los detalles. Y aunque lo que su excuñado había hecho no estaba bien, relajó su actitud respecto a él. Sin embargo, la marcha de Michael, sin despedirse de ella le había dolido y mucho. Había desaparecido de su vida sin volver a dar ni una sola señal.

—¿Y qué te hizo cambiar de opinión? —preguntó Ollie curiosa.

Terry la miró y sonrió. No pensaba contar nada de lo que sabía.

—Soy impulsiva y simplemente me dejé llevar por mi furia. Luego pasa el tiempo y cuando te serenas te das cuenta que no deberías haber actuado así. Simplemente pasó eso, Ollie.

Cat al ver a su tía decaída y falta de energía, algo raro en ella, preguntó:

—¿Qué te pasa tía? Te veo triste.

Ladeando la cabeza sonrió.

—Hoy vengo harta de mi trabajo. En días así pienso que un cambio me vendría muy bien.

—Pues da un cambio como papá y el tío —sonrió Cat al mirar a su hermana—. Ellos sí que han sabido cambiar, ¿verdad?

Ollie asintió y dispuesta a saber si su tía sentía lo que sospechaba que sentía por su tío sonrió.

—Vamos a ver —protestó Terry mirándolas—. ¿Me enseñáis las fotos para que vea ese cambio de una vez o preferís que os las arranque de las manos?

Tras ordenar las fotos, Ollie se las entregó atenta a su gesto.

—Toma y compruébalo por ti misma.

Dos segundos después, la cara y la boca abierta de Terry lo decían todo.

—Pero bueno… —susurró al ver a Michael.

—Están guapísimos —asintió Cat—. ¿Verdad, tía?

Se había quedado sin palabras, tan solo asentía. Ante ella tenía momentos del pasado que volvían de nuevo a sus ojos. Y cuando llegó a la foto de Michael en bermudas y con la espumadera en la mano, tragó saliva y dijo en un hilo de voz.

—Está fantástico…

—Sí y no veas cómo les persiguen las mujeres al tío y a papá. Todas quieren hablar con ellos. Todas quieren que ellos les enseñen a hacer surf —se guaseó Ollie atrayendo la mirada de su tía.

—¿Las ha visto tu madre? —Preguntó Terry molesta.

—No, todavía no, mañana se las enseñaré —y extendiendo las manos dijo—. Tía estoy cansada, ¿me devuelves las fotos?

Como si le quemaran en la mano, Terry se las entregó mientras Cat se marchaba a su habitación.

—Por supuesto. Toma, cariño, hasta mañana.

Cuando Ollie se quedó sola en su cuarto sonrió. Aquella noche, sin proponérselo, había conseguido que su hermana hablara con su padre y que su tía Terry se quedaba sin palabras. De pronto la puerta se volvió a abrir y apareció su tía de nuevo.

—¿Pasa algo? —preguntó Ollie.

Terry confundida y aún boquiabierta por las imágenes preguntó:

—¿Esas fotos son de ahora?

—Pero bueno tía, pues claro que son de ahora ¿No ves que salgo yo? —contestó Ollie tocándose el pelo.

Atontada y sintiéndose boba no, lo siguiente, Terry se disculpó.

—Qué tonta soy, tienes razón también sales tú.

—Te entiendo tía, cuando yo les vi me pasó lo mismo. Pero el sol de Oahu les ha sentado de maravilla —y con malicia repitió—. Y no veas el éxito que tienen con las chicas.

—Claro, es lógico —resopló confundida—. Tienen que vivir la vida. Hasta mañana, cariño.

Cuando cerró la puerta, Ollie se tapó la boca con un almohadón para reir sin que la oyeran. Su plan podía funcionar. Y antes de apagar la luz miró la foto de su tío y dijo riendo.

—Primer empujoncito, tío Michael. Primer empujoncito.