Capítulo 17

Todo fue maravilloso desde un principio. Ollie adoraba a los niños y los niños a ella. Al día siguiente de su llegada Michael y Sam comenzaron a darle clases de surf. Y aunque al principio tragó bastante agua, no se dio por vencida. Era tenaz como su madre y no se rendía a la primera. A final de la tarde, gritó como una loca cuando consiguió permanecer unos segundos de pie encima de la tabla antes de volver a caer.

Ollie se fijó en como las chicas jóvenes, y no tan jóvenes, miraban a su padre y a su tío e intentaban acercarse para hablar con ellos siempre que podían. ¡Qué descaradas! Sam no les hacía caso, pero el tío Michael sí. Aquel guapo soltero no pasaba por alto ninguna insinuación y eso la hacía reír. Y, aunque le molestara, entendía perfectamente porqué las mujeres no les obviaban. Estaban fantásticos, realmente el cambio de vida les había sentado a las mil maravillas. Divertida, pensó que dirían su madre y su tía Terry si les vieran y sonrió al imaginar sus caras cuando les enseñase las fotos que estaba haciendo.

Durante los días que pasó con ellos le mostraron la Isla de Oahu. Un sueño de lugar y un sitio maravilloso para vivir. Conoció a mamá Daula, que era tal y como su padre siempre le había descrito. Una tarde la llevaron al despacho que compartían en Honolulu y le encantó comprobar que su padre tenía en una estantería una foto de Cat, Ollie y Kate. En seguida se percató como el tío Michael escondía en el cajón de su escritorio una de Terry. Sonrió, pero no comentó nada. En aquella visita Ollie se sintió más adulta. Le encantaba cuando por la noche, después de acostar a Sasha y a Tommy, se quedaban hasta altas horas de la madrugada hablando, mirando las estrellas y riendo.

Desde Nueva York, Kate se conectaba por las noches al chat esperando que Sam lo hiciera. Pero no. Él no apareció. Su hija estaba con él y se dedicó a aprovechar al máximo el tiempo que estaba con ella.

Una tarde, mientras Sam jugaba en la orilla con Tommy y Sasha, Michael se sentó junto a Ollie en el porche para disfrutar del paisaje y de un mar azul increíble.

—Qué maravilla —sonrió él—. Aprovecha y respira este aire, cielo, que luego en Nueva York no lo tendrás.

—Esto es precioso tío —asintió encantada—. Sinceramente os envidio. Creo que este lugar de ensueño es un magnífico sitio para vivir.

Michael sonrió.

—¿Por qué crees que regresé aquí?

—Me imagino que porque te gusta.

Mirando el horizonte y su precioso mar asintió.

—Es mi tierra y ya sabes que yo soy un hombre de mar y playa como tu padre. Pero lo que pasó fue que cuando él decidió correr detrás de tu madre a Nueva York y montar el despacho, ambos me propusieron a mí y a la tía Shalma ir con ellos y accedimos. Para mí aquello fue un reto, una aventura. Pasé de vivir en una isla a vivir en una gran ciudad. Al principio me pareció fantástico e increíble pero, poco a poco, fue perdiendo su magia. Demasiadas prisas, atascos y problemas. Y lo creas o no, alguna vez le había hablado a tu padre de la posibilidad de dejarlo todo y de regresar de nuevo a mi isla. Pero él siempre conseguía que cambiara de idea o yo siempre tenía demasiadas cosas que hacer. Pero cuando pasó lo que ya sabes y tu padre decidió regresar, no me lo pensé dos veces e hice lo que tendría que haber hecho hace años.

Ollie bebió un trago de su Coca-Cola y clavó la mirada en su querido tío.

—¿Por qué crees que les pasó eso a mis padres?

Michael suspiró. Debía tener tacto con un tema tan peliagudo.

—No lo sé, cariño.

—Todo era tan perfecto. Teníamos una familia tan bonita que…

—¿Sabes Ollie? Pienso que casarte con la persona ideal es una lotería. A veces ganas y otras pierdes. Todo depende que tus números y los de tu pareja coincidan.

—Eso de la lotería ya lo he oído más veces —insistió—. Pero lo que no entiendo es cómo papá pudo fallarle así a mamá. Se querían tanto y todo era tan perfecto, que cuando se separaron nos quedamos todos descolocados. Es como si no encontráramos nuestro lugar y todo se hubiera acabado.

—¿Por qué dices eso? —preguntó Michael mirándola seriamente.

Ollie incorporándose de su silla explicó.

—¿A ti qué te parece? Porque mi casa ya no es lo que era. Para empezar mi padre, al que todos adorábamos, y que era el nexo de unión entre todos, y tú lo sabes —Michael asintió— ya no vive en casa; tú, tío Michael, ya no vas a desayunar con nosotras, ni a cenar, y echamos en falta tu buen humor y tus historias, que tanto nos hacían reír a todos; Cat está insoportable e irritada con el mundo entero; la tía Terry intenta darnos lo que teníamos pero incluso ella ha cambiado, a veces la veo muy pensativa y ya no sonríe tanto como antes; la abuela esta triste, y aunque intenta disimularlo no lo puede negar; y mamá es el fantasma andante de la casa. Come poco, intenta disimular su malestar pero no nos puede engañar. Y desde hace un tiempo cada noche se encierra en su habitación hasta altas horas con la luz encendida para trabajar. Solo trabaja y trabaja, y ha dejado de disfrutar de la vida. En definitiva, si entraras en casa notarías como la tristeza flota en el ambiente.

—Cariño lo siento. Tal y como lo describes tiene que resultar tremendamente melancólico.

—Es que lo es —y mirando a su padre en la orilla continuó—. Y lo peor de todo, tío Michael, es que yo sé que mamá está enamorada de papá y él de ella. Pero no quieren darse una nueva oportunidad.

—Son adultos Ollie y…

—Pero hay algo que no entiendo en esta historia —cortó la joven—. ¿Por qué mamá no fue más dura con papá? ¿Por qué esa aparente normalidad entre ellos? No sé, es que yo pienso que si el día de mañana me caso y de pronto me entero de que mi marido ha estado manteniendo una relación paralela a la mía y que encima ha tenido hijos con esa otra mujer… Te juro, tío Michael, que me enfadaría mucho y todo el mundo se daría cuenta.

Michael había pensado aquello mismo cientos de veces. Kate era una mujer con genio y nunca entendió que llevara aquella rocambolesca situación con esa aparente tranquilidad. Incluso que les comprara juguetes a los niños mientras los visitaba en el hospital. Pero no quiso hurgar más en la herida.

—Las personas, cariño, a veces reaccionamos haciendo simplemente nos dicta el corazón.

Negándose a darse por vencida la joven preguntó:

—¿Tú crees que papá se acuerda de ella?

Michael, mirando a su hermano jugar en la orilla con sus pequeños asintió.

—Más que creerlo lo sé. Me habla mucho de tu madre y de vosotras y sé que os añora muchísimo. Incluso un día que estaba buscando una cosa, al abrir uno de los cajones de su mesilla vi que tenía una foto de tu madre.

—Lo sabía —sonrió Ollie—. Tenemos que hacer algo, tío Michael.

Pero Michael no estaba en absoluto dispuesto a meterse en berenjenales.

—Perdona, tesoro. Pero a mí no me metas en líos. El problema es de tu padre y de tu madre y ellos ya son mayores para saber lo que quieren hacer.

—Ya sé que son mayores —insistió la muchacha—. Pero quizá necesiten un empujoncito para unirse de nuevo y da la casualidad que yo vivo con mamá y tú con papá.

—¡Lianta! —sonrió Michael—. Además, no olvides que también están Sasha y Tommy y…

—Nunca los olvidaría —prosiguió—. Son unos niños maravillosos que necesitan el cariño de una madre ¿y quién podría darles ese cariño mejor que mi madre? —su tío puso los ojos en blanco—. Además, yo sé que mamá adoraría a esos niños…

—Eres una auténtica bruja señorita… muymuy bruja.

—Y ya que damos un empujoncito —cuchicheó con picardía— si quieres puedo darle otro empujón a la tía Terry.

Michael se atragantó con su cerveza.

—Olivia Malcovich… lo de bruja se te queda pequeño. ¡Eres la reina de las brujas! Que no se te ocurra hacer nada. La insoportable de tu tía y yo no tenemos nada que ver ¿Vale? Pedazo de cotilla…

Ollie sonrió, y al ver el gesto ceñudo de su tío le preguntó acercándose más a él:

—Por cierto, hablando de cotillas, ¿qué buscabas en la mesilla de papá el día que encontraste la foto de mamá? ¿Algo que se te había acabado?

—La madre que te… —rio incrédulo al comprobar cuanto había crecido Ollie.

—¿Preservativos? —insistió—. ¿Buscabas eso…?

Michael se puso en pie de un saltó.

—Pero bueno, señorita. ¿A qué colegio de descaradas te lleva tu madre?

Muerta de la risa le pasó la mano por la barbilla.

—Pero, tío Michael… En el colegio tengo una clase de educación sexual y las chicas de mi edad ya hablamos de sexo. ¡Crecemos! —Y siguiendo con la broma le susurró—: Por cierto ¿mi padre tenía preservativos en la mesilla?

Negándose a contestar, Michael, sorprendido por aquel interrogatorio se alejó diciendo:

—Se acabó, no quiero hablar más de este tema contigo.

Ollie muerta de risa le miró de reojo. Estaba dispuesta a hacer algo por su padre y por su tío.

El día de su regreso a Nueva York fue un drama. Sasha lloraba desconsolada, no entendía por qué tenía que irse. Tuvieron que repetirle una y otra vez que Ollie volvería para conseguir que se calmara. Cuando llegó el momento de entrar por la puerta de embarque, Ollie besó a Tommy, luego a Sasha, después a su tío, que le hizo prometer que no tardaría en volver, y finalmente a su padre.

—Papá —murmuró abrazándole—. Ha sido maravilloso haber estado contigo estos días.

Sam, entristecido por tener que separarse de ella, intentó parecer fuerte.

—Para mí ha sido un sueño que espero que se haga realidad más veces.

—No lo dudes, incluso espero traer a Cat alguna de esas veces.

Aquello consiguió arrancarle una sonrisa y, besando el pelo de su hija, con amor murmuró:

—Conociéndote, no lo dudo.

Tras repartir besos de nuevo a todos, Ollie se encaminó hacia la puerta de embarque, no tenía ninguna gana de separarse de ellos.

—¡Eh!… ¡Tío Michael… tío Michael! —gritó justo antes de desparecer tras la puerta—. ¡No olvides el empujoncito!

—¿Qué ha querido decir? —preguntó Sam con curiosidad.

Sin querer revelarle el significado de esa palabra, Michael miró a su hermano y murmuró mientras se le escapaba una sonrisa.

—¿Eh? Nada, nada… es solo un baile que le enseñé el otro día. El Hula del empujoncito.