Sam y Michael alquilaron finalmente un pequeño local en Honolulu donde abrieron su propio despacho de abogados y, desde un principio, funcionó bien. Contrataron a Honey, la hija de la señora Talula, para que les echara una mano en la casa y con los niños, y la vida comenzó a funcionar.
Un día, sonó el teléfono del despacho y al cogerlo Michael sonrío al reconocer la voz de Ollie. Habló con ella durante un rato y se la pasó a su padre.
—Hola, princesa —saludó Sam con alegría.
—Hola papá, ¿qué tal todo?
—Estupendamente ¿y tú qué tal tesoro?
—Bien, aunque aburrida. Estoy harta de estudiar para los exámenes, menos mal que solo me quedan dos para terminarlos.
Sam, levantándose para mirar por la gran ventana dijo mientras hablaba:
—Venga, que tú puedes con eso y con más. ¿A qué se debe esta agradable llamada?
—Pues…
—Cariño ¿pasa algo? —preguntó preocupado.
—No, papá tranquilo, es solo que he estado pensando que cuando termine los exámenes me gustaría muchísimo ir a ver tu casa y conocer a esos niños. ¿Puedo ir?
Sam enmudeció. Llevaba meses esperando aquel momento.
—Pues claro que puedes venir, tesoro. Mi casa es tu casa —sonrió feliz—. Cuando quieras, como quieras y el tiempo que quieras, ¿tu hermana vendrá contigo?
Durante aquellos meses Cat no había querido hablar ni una sola vez con su padre. Pero Sam, a pesar de todo, siempre lo intentaba. Era su niña y tarde o temprano volvería a él.
—No se lo he comentado, papá. Si se anima que se venga. Pero vamos… yo sí que quiero ir aunque ella no quiera.
Al otro lado del teléfono Sam sonrió feliz.
—Sin ningún problema, ¿cuándo terminas los exámenes?
—La semana que viene. El jueves es el último.
—Pues si quieres el viernes o el sábado te coges un avión y yo te espero en el aeropuerto de Honolulu y… —pero se detuvo al pensar en Kate y preguntó—. ¿Se lo has dicho a mamá?
Ollie sonrió. En aquellos meses había tenido muchas conversaciones con su madre y sabía lo que pensaba al respecto, así que contestó:
—No. Pero sé que no pondrá ninguna objeción.
Sam se moría de ganas de preguntarle por Kate. Nunca había estado tanto tiempo sin hablar con ella y menos aún sin verla. Pero no debía levantar falsos anhelos y prefirió callar.
—Tienes razón, cariño. Pero coméntaselo y luego me llamas y te organizo el viaje. ¿Te parece bien?
—De acuerdo, papá —aplaudió la muchacha—. Ahora te dejo que voy a seguir estudiando. En cuanto venga mamá se lo comento y te llamo. ¿Vale?
—Por supuesto, cariño. Esperaré tu llamada.
Cuando colgó el teléfono, Sam sonrío al pensar que sus hijas, o por lo menos Ollie, vendrían a su casa y conocerían a sus hermanos. Seguro que los más pequeños iban a estar encantados de tener más gente a la que querer.
Aquella noche, Ollie le llamó y le confirmó que Kate no había puesto ninguna objeción, pero que Cat no quería ir. Sam se apenó al oír lo de su hija mayor, pero su alegría retornó cuando Ollie empezó preguntarle sobre qué debía llevar para estar una semana con ellos.
Aquella misma noche cuando Sam se conectó a Internet, buscó a Lana, su amiga internauta, para contarle que su hija vendría a verle y Lana se alegró. Sam estuvo hablando con ella durante horas sobre lo que sentía por sus hijas y por su exmujer, sin saber que a quien le estaba contando todo aquello era precisamente la mujer maravillosa de la que él hablaba. Kate no pudo evitar llorar al leer todo lo que Sam escribía. Le conocía bien y podía entrever en sus palabras y en su manera de expresarse la gran soledad que le invadía.
El sábado a las once de la mañana Sam estaba en el aeropuerto de Honolulu esperando a su hija con la mejor de sus sonrisas. En un principio pensó en ir con los niños al aeropuerto, pero tras comentarlo con Michael decidieron que sería mejor que fuera solo Sam. De esa manera podría estar tranquilamente con Ollie durante un rato mientras llegaban a casa. Cuando se abrieron las puertas de salida de viajeros, Sam divisó a su hija. Estaba preciosa. Y sonrió al ver su cara después de varios meses. Ambos corrieron a abrazarse con todo el amor que les fue posible.
—¡Aloha papá! —Y, tras besarle, dijo con admiración mientras este le ponía un Lei de flores alrededor del cuello—: Pero papá qué guapo y qué moreno que estás.
—Aloha princesa, tú sí que estás guapa —contestó abrazándola de nuevo.
Pero Ollie apenas podía creer que aquel hombre maduro y guapetón fuera su padre.
—Pero papá, ¡si es que no pareces tú! Tienes el pelo más largo, estás moreno y terriblemente sexy y seductor con esa ropa.
Sam sonrió. Realmente su vida y su manera de vestir habían cambiado desde que había llegado allí. En Nueva York era un ejecutivo que llevaba el pelo muy corto y vestía trajes caros y corbata de diseño todos los días. Pero allí, en Hawái, todo era diferente. No hacía falta llevar un buen traje de marca para demostrar que eras un buen abogado. A veces, tanto Michael como él, atendían a los clientes en bermudas y camisa de manga corta o polo. Aunque cuando tenían un juicio sí se ponían un traje por respeto al Tribunal. Con una encantadora sonrisa al ver el efecto causado en su hija contestó:
—Pues espera a ver a tu tío Michael, es todo un guaperas por esta zona.
—Ya lo era en Nueva York —comentó su hija riéndose.
En el camino hacia casa, Sam le fue contando cómo era su vida allí. Le habló de su trabajo y de la casa, y respondió a todo lo que ella le quiso preguntar.
—Oye papá ¿qué opinan ellos de que yo venga a verles? —quiso saber de pronto.
—No les he dicho nada. No quería inquietarles. Pero conozco a Sasha y te puedo asegurar que le vas a encantar. Eso sí… prepárate porque es doña preguntas. Y tesoro, conociéndote a ti, sé que ellos te van a encantar. Son buenos niños, ya lo verás.
Continuaron hablando hasta que llegaron a la casa. Aparcaron el coche en el porche de la entrada, Sam cogió la maleta de su hija y la invitó a seguirle. Una vez dentro, Ollie miró su alrededor con curiosidad. La casa era preciosa y muy acogedora. De pronto apareció Michael y sonriéndole se acercó a ella para abrazarla.
—¡Pero si ya ha llegado mi niña! —gritó encantado. Y la besó con cariño—. ¡Estás preciosa!
Ollie al ver a su tío, volvió a quedarse sin habla.
—Pero… pero… tío Michael ¿eres tú?
—Claro, princesa —sonrió sin entenderla.
—Madre mía —susurró sentándose—. Estas más guapo y joven que antes.
Michael se estiró y se quedó mirándola divertido.
—Te lo dije, cielo —sonrió Sam observándola—. Está hecho todo un guaperas.
—Pero ¿cómo habéis podido cambiar tanto en tan poco tiempo? ¡Parecéis unos surfistas! Anda… Pero si lleváis hasta coleta —dijo asombrada ante el monumental cambio de ambos.
—Te gusta, ¿eh? Somos unos rebeldes maduritos —se carcajeó al ver a su sobrina tan alucinada—. Pero en lo esencial somos los mismos. Lo único es que ya no llevamos aquellos incómodos trajes de marca, ni tenemos que pasar por la peluquería cada mes. Ahora llevamos bermudas y camisetas de colores, nos hemos dejado crecer el pelo y hemos vuelto a practicar el surf. Simplemente volvemos a ser los dos rebeldes que éramos hace años, pero con unos años más a nuestras espaldas y más responsabilidades.
—¿Pero de verdad hacéis surf? —preguntó incrédula Ollie—. Cuando lo comentabais con mamá yo siempre pensé que era una broma.
—Pues no, no era broma —contestó Sam—. Al tío Michael y a mí nos encantaba hacer surf así que cuando regresamos, tras algunos revolcones, comenzamos a practicarlo de nuevo. En el fondo es como montar en bici, nunca se olvida.
Ollie les observaba con los ojos muy abiertos. Le encantaba verlos así.
—Tu madre también sabía hacer surf —recordó Michael, aunque al ver los ojos de su hermano se arrepintió.
—¿Mamá? Entonces iba en serio, ¿mamá sabía?
—Pues claro que era en serio, señorita —respondió Sam con tristeza—. Ella aprendió y tú, si quieres, también puedes aprender. Aunque en una semana lo veo difícil.
—Para mi chica no hay nada imposible ¿verdad princesa? —rio Michael.
—Por supuesto. Si mamá pudo, yo también.
En ese momento, Sasha entró en bañador llorando porque Tommy se había caído. Michael y Sam salieron como dos flechas en busca del niño seguidos por Sasha y por Ollie, que miraba con curiosidad a la niña. Sam llegó primero y le cogió en brazos. Tommy lloraba con la boca y la cara llena de arena. Cuando comprobaron que no había sido nada, Michael se disculpó ante Sam por haberlos dejado solos cuando oyó llegar el coche. Sam sonrió divertido y le dijo que no pasaba nada.
Mientras tanto Sasha y Ollie les miraban desde la entrada trasera de la casa. Sasha, al ver que su hermano había dejado de llorar, se tranquilizó y, por primera vez, se dio cuenta que tras ella había una chica.
—Hola me llamo Sasha, ¿y tú? —dijo volviéndose hacia ella.
—Yo soy Olivia, pero todos me llaman Ollie —contestó mientras se agachaba y se ponía frente a la niña—. No te preocupes, a Tommy no le pasa nada.
—¿Cómo sabes el nombre de mi hermanito?
—Ven, te voy a contar una cosa.
Ollie cogió a la niña de la mano, la llevó hasta un balancín y la sentó sobre su regazo. De pronto se quedó bloqueada y sin saber qué decir, hasta que se fijó en la cara y en los ojazos de Sasha.
—Pues mira. Tú te llamas Sasha Malcovich ¿a que sí? —la niña asintió—. Pues yo me llamo Olivia Malcovich. Y ese que está allí con Tommy es tu papá ¿verdad? —la niña asintió de nuevo—, pues resulta que también es el mío.
—¿Mi papá es tu papá?
Ollie, con una sonrisa, asintió, y la pequeña con cara de alucinada exclamó.
—Alaaaaaaaaaaaaaa… ¡qué bien!
—Sí. ¡Genial! —rio Ollie.
—¿Y mi tío Michael es tu tío también? —volvió a preguntar la cría.
—Sí.
—¡¡¡Que guayyyyyyyyyy!!!
Ollie encantada con la niña deseó besuquearla. Era para comérsela de lo dulce y cariñosa que parecía.
—¿Tú tienes mamá? —preguntó Sasha cogiéndola de improviso.
—Sí —respondió Ollie con toda naturalidad que pudo—. Se llama Kate y está en Nueva York trabajando. Quizá algún día la conozcas.
—Mi mamá está en el cielo —aclaró la niña con el dedito hacia arriba—. Y por eso no la vas a conocer. Pero mi papi dice que era muy buena y que nos quería mucho, aunque yo casi no me acuerdo de ella.
—Pero siempre estará en tu corazón —susurró Ollie—. Seguro que ella desde el cielo te sigue queriendo tanto como cuando estaba aquí.
—Sí, eso dice papi.
Para intentar desviar el tema, ya que no era algo agradable recordar, Ollie le dijo a la niña:
—Se me está ocurriendo una idea…
—¿Cuál? —preguntó la niña.
Ollie haciéndose la interesante arrugó el entrecejo mientras murmuraba para sí.
—Bueno… no sé… a lo mejor no te gusta.
—¿Qué idea? Dímela… dímela —insistía Sasha, muerta de curiosidad.
Cuando ya la tenía donde quería, clavó sus ojos en ella.
—La verdad es que me gustaría tener una hermanita y un hermanito pequeños y estaba pensando preguntarte si os gustaría a Tommy y a ti ser mis hermanos.
La pequeña, que aún era incapaz de darle sentido a las cosas, con una gran sonrisa respondió:
—Sííííí… Así podrás defenderme cuando Rachel me quiere pegar en el cole. ¿Me defenderás?
—Claro que sí, bonita —sonrió Ollie sintiendo el abrazo de la pequeña—. Por supuesto que te defenderé. Ahora soy tu hermana mayor.
—Qué biennnnnnnn… —susurró mirándola con verdadera adoración—. Otra chica… ¡Qué bien! Aquí solo hay chicos —dijo señalando a su padre, a Michael y a Tommy, que venían hacia ellas y las miraban con curiosidad.
—Pero quiero que sepas que yo tengo una hermana, que es mayor que yo y se llama Cat —comentó Ollie—. ¿Quieres que ella también sea tu hermana? Así seremos más chicas.
—Sííííí… —aplaudió mientras veía a su padre acercarse—. Se lo voy a contar a mi papi y a mi tío Michael.
Ollie, muy seria asintió. Era importante pedir opinión.
—Estoy de acuerdo contigo. Creo que es imprescindible que a ellos les parezca bien.
Ollie mirando a su padre se llevó un dedo a la boca indicándose que se callara y esperara.
—Papi, tío Michael, quiero que Ollie sea mi hermana y la de Tommy ¿nos dejáis? Así será mi hermana mayor y me podrá defender de Rachel. —Ambos se quedaron atónitos.
Sam se quedó sin habla, así que Michael murmuró dudoso:
—Pues no sé. Otra chica uf… no sé… aunque eso de que te defienda de Rachel me parece una buena idea ¿tú qué opinas Sam? —preguntó dándole un golpe en la espalda para que reaccionara.
Cuando Sam logró reaccionar tuvo que contener la emoción para poder hablar.
—A mí me parece una idea excelente que seáis hermanos, creo que es la mejor idea del mundo.
—¡Qué bien! —saltó emocionada Ollie para disfrute de su tío. Era una payasa.
—Ah… una cosa más —añadió Sasha encantada al ver que Ollie había sido aceptada—. Ollie me ha contado que tiene una hermanita que se llama Cat. ¿Puede ser ella también mi hermana y venir aquí?
Sam miró a sus hijos con adoración y tras lanzarle un beso a Ollie por la maravillosa mano izquierda que tenía para todo contestó acercándose a ella:
—Eso me parece aún mejor idea —dijo mientras la abrazaba—. Te quiero cariño, eres la mejor…
Michael cogió a la pequeña en brazos para que no viese lo emocionado que estaba su padre.
—¿Otra chica más? —la niña asintió y le puso ojitos—. Entonces, ahora voy a tener cuatro sobrinos. Tres chicas y un chico… vaya… no sé si podré con tantos sobrinos. Eso va a ser mucha responsabilidad.
—Claro que podrás, tío bonito. Tú puedes con todo —le contestó Sasha encantada por haber conseguido ella sola aumentar la familia.