Introducción

Calmados los horrores de la guerra, los monstruos de Cthulhu se atrevieron a salir de nuevo, tímidamente, a la superficie. Derleth y Wandrei empezaron a reeditar los cuentos de Lovecraft. Después de Hiroshima y Nagasaki, la gente sintonizó mejor que antes con las pesadillas apocalípticas de los Mitos. Pero Lovecraft había muerto. Sin embargo, había dejado una serie de papeles —el llamado Commonplace Book— donde tenia anotada una serie de argumentos que pensaba desarrollar más adelante. Derleth inició entonces una colaboración póstuma con su maestro, de la que habrían de resultar numerosas nuevas adiciones a los Mitos. Todas estas adiciones se han publicado indefectiblemente, como colaboración entre Lovecraft y Derleth. Como muestra, incluyo aquí La Hoya de las Brujas, íntegramente redactada por Derleth, quien, según su costumbre, hace de nuevo hincapié en la eterna lucha del Bien y del Mal.

Pero Derleth no necesitaba argumentos esbozados por Lovecraft. Él mismo —que ha sido calificado de «gran imitador»— ya había mimetizado el estilo y los temas de su maestro y, una vez muerto éste, se convirtió en Gran Mantenedor de los Mitos. Sin embargo, Derleth es, en el fondo, Derleth, y sus Mitos no son exactamente como los de Lovecraft. Aparte su tendencia al maniqueísmo, en El Sello de R’lyeh hace aparecer, por primera vez en los Mitos, una figura sexual femenina, que en este caso actúa como ánima —según diría Jung—, es decir, como mediadora entre el hombre (lo consciente) y las fuerzas más negras del abismo, a las que con rigor pertenece ella. Este relato, por otra parte, es una continuación del Innsmouth lovecraftiano, tratado, sin embargo, de modo muy diverso. El mar, por ejemplo, que es un elemento ominoso en Lovecraft, en Derleth resulta decididamente gozoso.

La Sombra que huyó del Chapitel, de Robert Bloch, es una contrarréplica a Lovecraft. En efecto, se trata de una continuación de «El Morador de las Tinieblas», de Lovecraft, que, a su vez, continuaba «El Vampiro Estelar» de Bloch. En esta sombra observa claramente la influencia de la guerra: Nyarlathotep anda mezclado en explosiones atómicas, se habla de conspiraciones para destruir el mundo, etc. El cuentecillo es una extraña requisitoria contra la energía nuclear. En este relato es también interesante señalar la astucia con que Bloch utiliza la leyenda de Lovecraft en provecho de la verosimilitud de los Mitos. Pero, a pesar de todo, en él se aprecia claramente la decadencia del ciclo de Cthulhu.

En este último periodo de los Mitos, que he denominado póstumo porque en él figuran sólo relatos publicados tras la muerte del Profeta, se aprecia una evidente decadencia, una involución —muy natural y lógica— de la Mitología de Cthulhu. Sin embargo —acaso como canto de cisne— ha aparecido un chaval inglés de diecisiete años, J. Ramsey Campbell, que ha tomado la antorcha en sus manos juveniles. En la vieja Inglaterra —Temphill-Camside-Severnford— ha recreado el triángulo mítico Arkham-Dunwich-Innsmouth, ha reinventado parajes, monolitos y tradiciones e incluso ha añadido algún título a la bibliografía canónica de los Mitos. La Iglesia de High Street me parece el mejor de sus cuentos.

Mención aparte merece nuestro Juan Perucho, con quien los Mitos de Cthulhu han alcanzado el penúltimo escalón de su destino. Todos los mitos —y los de Cthulhu no iban a ser excepción— pasan por cinco estadios: horror numinoso - leyenda folklórica - arte fantástico o terrorífico - humorismo - bufonada. Perucho, en plena decadencia de los Mitos como arte terrorífico, ha sabido transmutarlos en poesía y humor, elevándolos, pues, a un nivel inédito hasta ahora. Su relato Con la técnica de Lovecraft constituye una transposición de los Mitos en dicho plano pero, entre bromas y veras, les añade un nuevo ser abominable —el Thoulú—, un nuevo árabe loco —Al-Buruyu— y un nuevo libro profético —Els que vigilen.