Capítulo 8

Tambaleándose a través del tenebroso bosque, Julián y Jorge se apresuraron tanto como les fue posible. Tim corría también, sabiendo que algo muy importante preocupaba a sus dos amigos. Ricardo les seguía casi llorando otra vez. Verdaderamente, se había llevado un susto de muerte.

—¡Dick! ¡Ana! ¿Dónde estáis?

Jorge se adelantó hacia el lugar en que había guardado la bicicleta. Busco a tientas el faro y lo encendió. Entonces la sacó al claro y la hizo girar para iluminar todo el valle. Allí estaba la bicicleta de Dick con todas las herramientas necesarias para arreglar el pinchazo esparcidas a su alrededor. Pero ni rastro de Dick ni de Ana. ¿Qué había ocurrido?

—¡Ana! —chilló Julián, alarmado—. ¡Dick! Venid aquí. Ya hemos vuelto.

Una vocecita temblorosa llegó desde lo alto de un árbol.

—¡Julián! ¡Julián! Estoy aquí.

—¡Es Ana! —gritó Julián. Su corazón palpitaba con fuerza a causa del alivio que sentía—. Ana, ¿dónde estás?

—Aquí arriba, en el árbol —contestó Ana en voz algo más alta—. ¡Oh, Julián! ¡He pasado tanto miedo! No me atrevía a bajar temiendo caerme. Dick…

—¿Qué le ha pasado a Dick? —preguntó Julián, alarmado de nuevo.

Oyó los sollozos de Ana.

—Dos hombres espantosos vinieron y se lo llevaron. Lo confundieron con Ricardo.

La voz de Ana se había convertido en un lamento. Julián pensó que debía bajarla inmediatamente del árbol. Quizás estando con ellos se consolaría un poco. Se dirigió a Jorge.

—Enfoca el faro hacia arriba —le ordenó.

Trepó por el árbol como un gato. En pocos minutos llegó a donde estaba Ana asida con todas sus fuerzas a una rama.

—Ana, te ayudaré a bajar. No tengas miedo. No puedes caerte, porque yo estoy debajo de ti para sujetarte. Guiaré tus pies hacia las ramas.

Ana suspiró aliviada por contar con una ayuda para bajar. Tenía frío y se sentía muy desgraciada. Ansiaba encontrarse abajo entre los demás. Descendió despacio, con la ayuda de Julián, que la cogió en sus brazos tan pronto como tocó el suelo. La niña se abrazó también a su hermano.

—Está bien, Ana, tranquilízate. Ahora estoy contigo. Y también Jorge y el viejo Tim.

—¿Quién es ése? —preguntó Ana de pronto, descubriendo la silueta de Ricardo en la oscuridad.

—Ricardo —respondió Julián, enfadado—. Se ha portado muy mal. Por causa de él y de su tonto comportamiento ha ocurrido todo esto. Ahora, Ana, por favor, cuéntanos despacio y con todo detalle lo que pasó.

Así lo hizo Ana, sin omitir ningún detalle. Tim permanecía a su lado, lamiéndole la mano sin parar. Para la pobre niña significaba un gran consuelo. Tim siempre se daba cuenta de cuándo a alguien le sucedía algo. Ana se encontró mejor al sentir el brazo de Julián abrazándola y a Tim lamiéndola.

—Está bastante claro lo que ocurrió —dijo su hermano cuando Ana terminó su alarmante relato—. Rooky reconoció a Ricardo y él y sus dos hombres le persiguieron, viendo la oportunidad de raptarlo y vengarse así de su padre. Rooky era el único que conocía a Ricardo y no fue él quien tropezó con Dick. Han sido los otros, y ellos no podían saber que no era Ricardo. Al oír que se llamaba Dick, llegaron a la conclusión de que estaban en lo cierto, puesto que es el diminutivo de Ricardo.

—Pero Dick les aseguró que él no era Ricardo Kent —protestó Ana con vehemencia.

—Claro que sí, pero es lógico que ellos pensaran que estaba mintiendo —objetó Julián—. Por lo tanto se lo llevaron. ¿Cómo has dicho que se llamaba el sitio adonde iban a llevarlo?

—Algo así como Owl's Dene —respondió Ana—. ¿Podríamos ir allí, Julián? Si les dices a los hombres que Dick es Dick y no Ricardo, le dejarán marchar, ¿verdad?

—Supongo que sí —repuso Julián—. De todos modos, tan pronto como el hombre llamado Rooky le vea les dirá que se han equivocado. Creo que podremos rescatarlo sano y salvo.

Una voz se oyó en la oscuridad.

—¿Y qué pasará conmigo? ¿Me acompañaréis hasta casa primero? No quiero de ningún modo encontrarme con Rooky otra vez.

—Puedes tener la seguridad de que no perderé mi tiempo en ir a tu casa —dijo Julián fríamente—. Si no fuera por ti y tus mentiras no estaríamos metidos en este lío. Así que tendrás que venir con nosotros. Primero debemos liberar a Dick.

—Pero no puedo ir con vosotros. ¡Le tengo miedo a Rooky! —se lamentó Ricardo.

—Bueno, pues entonces quédate aquí, a mí no me importa —replicó Julián, determinado a darle una buena lección.

Pero le pareció mucho peor a Ricardo. Comenzó a chillar.

—¡No me dejéis aquí! ¡No!

—Está bien. Ahora, entérate. Si vienes con nosotros, podremos dejarte en la primera casa que haya al borde del camino, o bien en un puesto de policía. Tú te encargarás después de que te lleven a casa de alguna manera —dijo Julián, exasperado—. Eres lo bastante mayor como para cuidarte de ti mismo. Ya estoy harto de ti.

Ana lo sentía por Ricardo, a pesar de que les había ocasionado todos aquellos disgustos. Sabía lo horrible que era estar asustado de verdad. Alargó una mano y la posó suavemente sobre su brazo.

—Ricardo, no seas crío. Julián se cuidará de tu seguridad. De momento está furioso contigo, pero pronto se le pasará.

—¡No lo asegures tanto! —contestó Julián, pretendiendo mostrarse más enfadado de lo que en realidad estaba—. Lo que Ricardo necesita es un buen escarmiento. Es mentiroso, falso y se comporta como un crío.

—Dame otra oportunidad —casi lloró el pobre Ricardo, a quien nadie había hablado jamás en aquel tono. Intentó odiar a Julián por decirle esas cosas a él, pero, cosa extraña, no logró hacerlo. Contra su voluntad, lo respetaba y admiraba cada vez más.

Julián decidió no reprender más a Ricardo. «Desde luego —pensó—, es un chico débil por demás». Resultaba un fastidio tener que cargar con él. No les serviría de ninguna ayuda y constituiría un verdadero estorbo.

—¿Qué vamos a hacer, Julián? —preguntó Jorge, que se había mantenido en silencio hasta entonces. Quería a Dick y estaba preocupada por él. ¿Dónde estaría Owl's Dene? ¿Cómo podrían localizar el lugar durante la noche? ¿Y qué había de aquellos hombres? ¿Cómo tratarían a Julián cuando aquél les exigiese la inmediata devolución de Dick?

Julián no conocía el miedo y era muy atrevido, pero Jorge pensaba que eso no les gustaría a los bandidos.

—Sí… ¿qué haremos? —dijo Julián, y se calló.

—No vale la pena pedir ayuda a la granja —añadió Jorge después de una pausa.

—En absoluto —respondió Julián—. Ese viejo no parece capaz de ayudar a nadie. Y además, como ya lo hemos comprobado, no tienen teléfono. No, la granja no nos sirve de nada. ¡Qué lástima!

—¿Dónde está el mapa? —preguntó Jorge, iluminada por una súbita idea repentina—. ¿Crees que Owl's Dene estará mencionado en él?

—No, si se trata de una casa —dijo Julián—. Sólo vienen reseñados los lugares geográficos y los poblados. Se necesitaría un mapa gigantesco si se hubiese de apuntar en él cada casa.

—Bueno, de todos modos, echemos un vistazo al mapa por si existen otras granjas o pueblos en la cercanía —propuso su prima, ansiosa por hacer algo aunque no fuese sino consultar el mapa.

Julián sacó el mapa y lo desdobló. Él y las chicas se inclinaron sobre él, alumbrados por el faro de la bicicleta. Ricardo se acercó a mirar por encima de sus hombros. Tim lo intentó asimismo, metiendo la cabeza por debajo de los brazos de los chicos.

—Fuera de aquí, Tim —ordenó Julián—. Mirad, aquí es donde estamos, Middlecombe Woods, ¿veis? ¡Dios mío! Pues sí que estamos aislados. No hay un solo pueblo en muchos kilómetros a la redonda.

En efecto, no figuraba ningún pueblo por allí. El campo se veía montañoso y cubierto por los bosques, con algún riachuelo de vez en cuando y algunos caminos de tercera categoría. Pero no se veía ni un pueblo, ni una iglesia, ni siquiera un puente.

De repente, Ana exclamó, señalando alrededor de una colina marcada en el mapa.

—¡Mirad! ¿Veis cómo se llama esta colina?

—Owl's Hill —leyó Julián en voz alta—. Sí, ya veo lo que quieres decir, Ana. Si una casa fuese construida en esta colina, podría llamarse Owl's Dene, tomando su nombre del de la colina. Y lo que es más, el mapa parece indicar que hay una casa. No lleva nombre. Podría ser una granja, unas ruinas o una gran mansión.

—Yo soy de la misma opinión —dijo Jorge—. Apuesto a que ésa es la casa que buscamos. Lo mejor es que cojamos las bicis y nos pongamos en camino.

Un profundo suspiro emitido por Ricardo atrajo su atención.

—Bueno, ¿qué te pasa ahora? —preguntó Julián.

—Nada, únicamente que tengo mucha hambre.

De repente, los demás también cayeron en la cuenta de que estaban terriblemente hambrientos. Había pasado mucho tiempo desde la merienda.

Julián se acordó de la comida que él y Jorge habían comprado en la granja. Podrían comer algo ahora o bien esperar a hacerlo por el camino hacia Owl's Dene.

—Mejor por el camino —resolvió Julián—. Cada minuto perdido supone un minuto más de angustia para Dick.

—Me pregunto lo que harán con él cuando Rooky lo vea y diga que no es el niño que buscaban —dijo de repente Ricardo.

—Yo creo que le dejarán en libertad —contestó Jorge—. Unos malvados como ellos le dejarían marchar aunque fuese en medio de un desierto y no se preocuparían en absoluto por si encuentra su camino o no. Tenemos que saber lo que pasa: si está en Owl's Dene o fuera de él.

—No puedo ir con vosotros —se lamentó Ricardo.

—¿Y por qué no? —le preguntó Julián.

—Porque no tengo mi bici —respondió Ricardo con tristeza—. La he abandonado por el camino, ¿no os acordáis? Dios sabe dónde está. Jamás volveré a encontrarla.

—Puedes coger la de Dick —propuso Ana—. Allí está, con el pinchazo ya arreglado.

—¡Oh, sí! —aceptó Ricardo, aliviado—. ¡Dios mío! Por un momento pensé que tendría que quedarme aquí.

En su fuero interno, Julián deseaba poder dejarlo atrás. Ricardo daba más trabajo de lo que valía.

—Está bien. Puedes coger la bici de Dick —dijo—, pero nada de tonterías con ella, nada de montar sin sujetarte al manillar ni trucos de esa índole. La bici es de Dick y no tuya.

Ricardo se calló. Julián siempre le regañaba. Supuso que se lo merecía; sin embargo, no le resultaba nada agradable. Al coger la máquina de Dick advirtió que le faltaba el faro. ¿Lo habría cogido Dick? Lo buscó y por fin lo encontró en el suelo. Sin duda Dick lo había dejado caer y se había apagado al chocar contra el suelo. Apretó el botón y se encendió. No estaba estropeado. ¡Estupendo!

—¡Adelante! —dijo Julián montando en su bicicleta—. Durante el trayecto os daré algo de comer. Tenemos que encontrar el camino hacia Owl's Hill lo antes posible.