11 de Mayo, 1992

11 de Mayo, 1992

Querido amigo,

He estado pasando mucho tiempo con Patrick estos días. En realidad, no he hablado mucho. Más bien he escuchado y asentido, porque Patrick necesita hablar. Pero no es como con Mary Elizabeth. Es distinto.

Empezó el sábado por la mañana después del espectáculo. Estaba en la cama intentando descubrir por qué a veces te puedes despertar y volverte a dormir y otras veces no puedes. Entonces, mi madre llamó a la puerta.

—Tu amigo Patrick está al teléfono.

Así que me levanté y me quité el sueño de encima.

—Hola.

—Vístete. Voy de camino.

Clic. Eso fue todo. La verdad es que tenía mucho que hacer, ya que se estaba acercando el final de curso, pero parecía que íbamos a tener una especie de aventura, así que me vestí de todas formas.

Patrick aparcó el coche diez minutos más tarde. Llevaba puesta la misma ropa que la noche anterior. No se había duchado ni nada. Ni siquiera creo que se hubiera ido a la cama. Estaba completamente despierto gracias al café, los cigarrillos y las Mini Thins, que son esas pastillitas que puedes comprar en las gasolineras. ¡Te mantienen despierto! Tampoco son ilegales, pero te dan sed.

Así que me subí en el coche de Patrick, que estaba lleno de humo. Me ofreció un cigarrillo, pero dije que no delante de mi casa.

—¿Tus padres no saben que fumas?

—No. ¿Deberían?

—Supongo que no.

Entonces empezó a conducir… rápido.

Al principio, Patrick apenas habló. Solo escuchaba música en el radiocasete. Cuando empezó la segunda canción, le pregunté si era la cinta de varios que le había hecho por el Amigo Invisible en Navidad.

—He estado escuchándola toda la noche.

Patrick sonreía de oreja a oreja. Era una sonrisa enfermiza. Vidriosa y atontada. Subió el volumen. Y condujo más rápido.

—Te contaré algo, Charlie. Me siento bien. ¿Sabes a lo que me refiero? Realmente bien. Como si me hubiera liberado, o algo así. Como si no tuviera que fingir más. Me voy de aquí para ir a la universidad, ¿verdad? Allí todo será diferente. ¿Sabes a lo que me refiero?

—Sí —dije.

—He estado pensando toda la noche en qué tipo de pósteres quiero colgar en mi habitación de la residencia. Y si tendré una pared de ladrillo visto. Siempre he querido una pared de ladrillo visto, para poder pintarla. ¿Sabes a lo que me refiero?

Esta vez solamente asentí, porque él no estaba esperando realmente un «sí».

—Las cosas allí serán distintas. Tienen que serlo.

—Lo serán —dije.

—¿Lo crees de verdad?

—Sí.

—Gracias, Charlie.

Así fue más o menos todo el día. Fuimos a ver una película. Y comimos pizza. Y cada vez que Patrick empezaba a estar cansado, bebíamos café y él se tomaba una Mini Thin o dos. Cuando fuera empezó a oscurecer, me enseñó todos los lugares en los que él y Brad se encontraban. No me habló mucho de ellos. Solo los miraba.

Acabamos en el campo de golf.

Nos sentamos en el green del hoyo dieciocho, que estaba bastante alto en una colina, y contemplamos cómo desaparecía el sol. Patrick había comprado una botella de vino tinto con su carné de identidad falso, y nos la fuimos pasando. No hicimos más que hablar.

—¿Has oído la historia de Lily? —preguntó.

—¿Quién?

—Lily Miller. No sé cuál era su nombre real, pero la llamaban Lily. Estaba en su cuarto curso de instituto cuando yo estaba en segundo.

—Creo que no.

—Pensaba que tu hermano te la habría contado. Es un clásico.

—A lo mejor.

—Vale. Párame si ya la conoces.

—Vale.

—Pues Lily sube hasta aquí con un tío que era el protagonista de todas las obras de teatro.

—¿Parker?

—Exacto, Parker. ¿Cómo lo sabías?

—Mi hermana estaba colgada por él.

—¡Perfecto! —nos estábamos emborrachando bastante—. Pues Parker y Lily suben aquí una noche. ¡Y están tan enamorados! Él incluso le había regalado su pin de actor o algo así.

A estas alturas, de las carcajadas, Patrick estaba escupiendo vino entre frases.

—Incluso tenían una canción. Algo como Broken Wings, de ese grupo, Mr. Mister. Ni siquiera lo sé, pero espero que fuera Broken Wings, porque así la historia sería perfecta.

—Sigue —lo animé.

—Vale, vale —dio un trago—. Bueno, habían estado saliendo durante mucho tiempo, y creo que incluso se habían acostado ya, pero aquella iba a ser una noche especial. Ella había preparado un pequeño picnic, y él había traído un radiocasete para poner Broken Wings.

Lo de aquella canción fue superior a sus fuerzas. Se estuvo riendo durante diez minutos.

—Vale, vale. Lo siento. Así que hacen el picnic con sándwiches y todo. Empiezan a enrollarse. Suena la música, y están ya a punto de «hacerlo» cuando Parker se da cuenta de que ha olvidado los condones. Están los dos desnudos en este green. Los dos se desean. No hay condones. Así que, ¿tú qué crees que pasó?

—No lo sé.

—¡Lo hicieron a cuatro patas con una bolsa de plástico de sándwich!

—¡NO! —fue lo único que pude decir.

—¡SÍ! —fue la réplica de Patrick.

—¡DIOS! —fue mi contestación.

—¡SÍ! —fue la conclusión de Patrick.

Después de que se nos pasara la risa floja y de desperdiciar la mayoría del vino escupiendo de risa, se volvió hacia mí.

—¿Y quieres saber lo mejor?

—¿Qué?

—Que ella era la primera de la clase. ¡Y todos conocían esta historia cuando dio el discurso de graduación!

No hay nada como respirar hondo después de reírte tanto. Nada en el mundo como el dolor de estómago por una buena causa. Tan genial había sido.

Así que Patrick y yo compartimos todas las historias que pudimos recordar.

Había un chico llamado Barry que solía construir cometas en la clase de Arte. Luego, después de clase, ataba petardos a la cometa y la hacía volar y la explotaba. Ahora está estudiando para ser controlador aéreo.

Historia de Patrick, a través de Sam

Y también había un chico que se llamaba Chip que gastó todo su dinero de la paga y de Navidades y varios cumpleaños para comprar material para matar bichos y estuvo yendo de puerta en puerta preguntando si podía matar bichos gratis.

Historia mía, a través de mi hermana

Había un tío llamado Carl Burns al que todo el mundo llamaba C. B. Y un día C. B. se emborrachó tanto en una fiesta que intentó «tirarse» al perro del anfitrión.

Historia de Patrick

Y había un tío al que llamaban «Paja Jack» porque al parecer lo pillaron masturbándose en una fiesta donde todos estaban muy borrachos. Y cada vez que se reunían los alumnos para animar al equipo de fútbol, la gente aplaudía y cantaba: «¡Paja Jack… plas plas plas… Paja Jack!».

Historia mía, a través de mi hermano

Hubo otras historias y otros nombres. «Stacey Méteme Mano», que tenía pecho en cuarto de primaria y dejaba que algunos chicos se lo tocaran. Vincent, que tomó LSD e intentó tirar al váter un sofá. Sheila, que según cuentan se masturbó con un perrito caliente y tuvo que ir a urgencias. La lista seguía y seguía.

Cuando ya terminábamos, en lo único que podía pensar era en lo que esa gente debe de sentir cuando va a los encuentros de antiguos alumnos. Me pregunto si les dará vergüenza, y si ese es el pequeño precio que hay que pagar por ser una leyenda.

Después de que nos despejáramos un poco la borrachera con café y Mini Thins, Patrick me llevó en coche a casa. La cin­ta de varios que le hice tocó un montón de canciones de invierno. Y Patrick se volvió hacia mí.

—Gracias, Charlie.

—De nada.

—No. Me refiero a la cafetería.

—De nada.

Después de aquello, nos quedamos en silencio. Me condujo a casa y paró el coche en el camino de entrada. Nos dimos un abrazo de buenas noches y cuando estaba a punto de irme, me apretó un poco más fuerte. Y giró la cara hacia la mía. Y me besó. Un beso de verdad. Después, se separó con mucha lentitud.

—Lo siento.

—No. Está bien.

—En serio. Lo siento.

—No, de verdad. No te preocupes.

Entonces, dijo «gracias» y me volvió a abrazar. Y movió la cabeza para besarme otra vez. Y yo le dejé. No sé por qué. Nos quedamos en su coche durante un buen rato.

No hicimos nada más que besarnos. Y ni siquiera duró mucho. Al cabo de un rato, sus ojos perdieron el atontamiento vidrioso del vino o el café o del hecho de no haberse acostado la noche anterior. Después, empezó a llorar. Después, empezó a hablar sobre Brad.

Y yo le dejé. Porque para eso están los amigos.

Con mucho cariño,

Charlie