1 de Enero, 1992
Querido amigo,
Son ahora las cuatro de la madrugada, que es ya el año nuevo aunque sea todavía 31 de diciembre, es decir, hasta que la gente se duerma. No puedo dormir. Todos los demás están o durmiendo o acostándose con alguien. Yo he estado mirando televisión por cable y comiendo gelatina. Y viendo cómo se mueven las cosas. Quería hablarte de Sam y Patrick y Craig y Brad y Bob y todos, pero ahora mismo no me acuerdo de qué quería contar.
Fuera está tranquilo. Eso sí que lo sé. Y antes conduje hasta el Big Boy. Y vi a Sam y Patrick. Y estaban con Brad y Craig. Y me puso muy triste porque quería estar solo con ellos. Esto no había ocurrido antes.
Las cosas se pusieron peor hace una hora, y me quedé mirando un árbol aunque era un dragón y luego un árbol, y recordé aquel bonito día en el que hizo un tiempo precioso y formé parte del aire. Y recordé que aquel día había cortado el césped para ganarme la paga, igual que ahora me gano la paga quitando la nieve del camino de entrada. Así que empecé a quitar paletadas de nieve de la entrada de la casa de Bob, que es algo bastante chocante en una fiesta de Nochevieja.
Las mejillas se me pusieron rojas de frío, igual que la cara del profesor Z. cuando bebe y sus zapatos negros y su voz diciendo que cuando una oruga entra en el capullo, sufre un gran tormento, y cómo se tarda siete años en digerir un chicle. Y Mark, el chico de la fiesta que me dio aquella cosa, salió de la nada y levantó la vista al cielo y me dijo que mirara las estrellas. Así que miré hacia arriba y estábamos bajo una cúpula gigante como una bola de cristal de esas con nieve artificial, y Mark dijo que aquellas increíbles estrellas blancas en realidad eran solo agujeros en el cristal negro de la cúpula, y que cuando ibas al cielo, el cristal se rompía, y lo único que había era un manto blanco de estrellas, que es más brillante que nada pero no te hace daño en los ojos. Era un espacio vasto y abierto y de un silencio frágil, y me sentí muy pequeño.
A veces miro afuera y pienso que un montón de gente ha visto antes esta misma nieve. Igual que pienso que un montón de gente ha leído antes los mismos libros. Y escuchado las mismas canciones.
Me pregunto cómo se sienten esta noche.
No sé bien lo que estoy diciendo. Probablemente no debería escribir porque sigo viendo cómo se mueven las cosas. Quiero que dejen de moverse, pero no lo van a hacer durante unas cuantas horas. Es lo que dijo Bob antes de que se fuera a su dormitorio con Jill, una chica que no conozco.
Supongo que lo que estoy diciendo es que todo esto resulta demasiado familiar. Pero no familiar para mí. Solo sé que otro chico ha sentido esto. El momento en que fuera todo está tranquilo y ves cómo se mueven las cosas, y no quieres, y todo el mundo está dormido. Y todos los libros que has leído los ha leído también otra gente. Y todas las canciones que te han encantado las ha oído otra gente. Y esa chica que te parece guapa es guapa también para otra gente. Y sabes que si hubieras tenido esto en cuenta cuando eras feliz, te habrías sentido genial porque estás describiendo la «unidad».
Es como cuando estás loco por una chica y ves a una pareja de la mano, y te alegras mucho por ellos. Y otras veces ves a la misma pareja y te saca de quicio. Y te gustaría alegrarte siempre por ellos, porque sabes que, si lo haces, significa que tú también eres feliz.
Acabo de recordar lo que me ha hecho pensar en todo esto. Voy a escribirlo porque a lo mejor si lo hago ya no tengo que pensar en ello. Y no me alteraré. Pero el caso es que puedo oír a Sam y a Craig haciéndolo y, por primera vez en mi vida, entiendo el final de ese poema.
Y nunca quise entenderlo. Tienes que creerme.
Con mucho cariño,
Charlie