28 de Octubre, 1991

28 de Octubre, 1991

Querido amigo,

Siento no haberte escrito en un par de semanas, pero he estado intentando «implicarme», como dijo Bill. Es raro, porque a veces leo un libro y pienso que soy un personaje del libro. También, cuando escribo cartas, paso los dos días siguientes pensando en lo que llegué a comprender con ellas. No sé si esto es bueno o malo. De todas maneras, estoy intentando implicarme.

Por cierto, el libro que me dio Bill era Peter Pan, de J. M. Barrie. Sé lo que estás pensando. Los dibujos animados de Peter Pan con los niños perdidos. El libro en sí es muchísimo mejor. Es solo la historia de un chico que se niega a crecer y que, cuando Wendy se hace mayor, se siente muy traicionado. Por lo menos es lo que yo he sacado de la novela. Creo que Bill me la ha dado para enseñarme una lección de algún tipo.

Lo bueno es que la leí y, por su fantasía, no pude pretender estar dentro. De esa forma puedo implicarme en la vida y aun así leer.

En cuanto a mi implicación en las cosas, estoy intentando ir a los actos sociales que organiza el instituto. Es demasiado tarde para apuntarme a algún club o algo parecido, pero a pesar de ello intento ir a lo que puedo. Como el partido de fútbol y el baile de antiguos alumnos, aunque no tenga pareja.

Me cuesta creer que alguna vez vuelva al instituto para un partido de fútbol una vez que me haya marchado de aquí, pero la última vez que fui, fue divertido fingir que lo hacía. Encontré a Patrick y a Sam sentados en su sitio de siempre en las gradas, y empecé a hacer como si no los hubiera visto en un año, aunque lo había hecho aquella misma tarde durante la comida mientras me comía mi naranja y ellos fumaban.

—Patrick, ¿eres tú? Y Sam… Ha pasado tanto tiempo. ¿Quién está ganando? Madre mía, la universidad es una cruz. El catedrático me está obligando a leer veintisiete libros este fin de semana, y mi novia me necesita para pintar pancartas para su manifestación de este martes. Que la Administración sepa que vamos en serio. Mi padre está ocupado con su swing de golf, y mi madre solo tiene tiempo para el tenis. Tenemos que repetir esto otra vez. Me quedaría, pero tengo que recoger a mi hermana de su coaching de inteligencia emocional. Está haciendo auténticos progresos. Me alegro de veros.

Y entonces me alejé. Bajé al puesto de comida y compré tres bandejas de nachos y una Coca-Cola Light para Sam. Cuando volví, me senté y les di a Patrick y a Sam los nachos y a Sam su Coca-Cola Light. Y Sam sonrió. Lo mejor de Sam es que no cree que esté loco por fingir que hago cosas. Patrick tampoco, pero estaba demasiado ocupado viendo el partido y gritándole a Brad, el defensa.

Sam me dijo durante el partido que más tarde iban a ir a la casa de un amigo suyo que daba una fiesta. Luego me preguntó si quería acompañarlos, y le dije que sí porque nunca había estado en una fiesta. Había visto una en mi casa, sin embargo.

Mis padres se habían ido a Ohio al entierro o la boda, no recuerdo cuál, de un primo muy lejano. Y dejaron a mi hermano como encargado de la casa. En aquella época tenía dieciséis años. Mi hermano aprovechó la oportunidad para dar una gran fiesta con cerveza y todo. Me ordenaron que me quedara en mi habitación, lo que no estuvo mal porque era ahí donde to­dos dejaban sus abrigos y fue divertido ver lo que llevaban en los bolsillos. Cada diez minutos más o menos, una chica o un chico borracho entraba tambaleándose en mi cuarto para ver si podían enrollarse allí o algo. Entonces, me veían y se iban. Bueno, menos una pareja.

Esta pareja, que según supe luego, era muy popular y estaba muy enamorada, entró a trompicones en mi cuarto y me preguntó si me importaba que lo utilizaran. Les dije que mis hermanos me habían dicho que tenía que quedarme allí, y me preguntaron si podían usar la habitación de todas maneras conmigo dentro. Dije que no veía por qué no, así que cerraron la puerta y empezaron a besarse. A besarse desenfrenadamente. Después de unos minutos, la mano del chico trepó bajo la camisa de la chica, y ella empezó a protestar.

—Venga, Dave.

—¿Qué?

—El niño está aquí.

—No pasa nada.

Y el chico siguió subiéndole la camisa a la chica, y por mucho que ella dijera que no, él continuó. Después de unos minutos, ella dejó de protestar, y él le quitó la camisa, y ella llevaba un sujetador blanco de encaje. Sinceramente, llegados a este punto yo ya no sabía qué hacer. Enseguida él le quitó el sujetador y empezó a besarle el pecho. Y después le metió la mano dentro de los pantalones y ella empezó a gemir. Creo que ambos estaban muy borrachos. Él intentó quitarle los pantalones, pero ella empezó a llorar muy fuerte, así que fue a por los suyos. Se bajó los pantalones y los calzoncillos hasta las rodillas.

—Por favor. Dave. No.

Pero el chico le dijo suavemente lo guapa que estaba y cosas así, y ella le agarró el pene con las manos y empezó a moverlo. Ojalá pudiera describirlo un poco mejor sin usar palabras co­mo pene, pero es que en realidad fue así.

Unos minutos después, el chico empujó hacia abajo la cabeza de la chica, y ella empezó a besarle el pene. Todavía estaba llorando. Al final, paró de llorar porque él le metió el pene en la boca y no creo que puedas llorar en esa posición. Llegados a este punto, tuve que apartar la vista porque empecé a sentir náuseas, pero aquello continuó, y siguieron haciendo otras cosas, y ella siguió diciéndole que «no». Incluso cuando me tapé los oídos podía seguir oyéndole decir eso.

Finalmente, mi hermana entró para traerme un bol de patatas fritas, y cuando descubrió al chico y a la chica, ellos pararon. Mi hermana se quedó muy cortada, pero no tan cortada como la chica. El chico parecía algo engreído. No dijo demasiado. Después de que se fueran, mi hermana se volvió hacia mí.

—¿Sabían que estabas aquí?

—Sí, me preguntaron si podían usar la habitación.

—¿Por qué no se lo impediste?

—No sabía qué iban a hacer.

—Eres un pervertido —fue lo último que dijo mi hermana antes de abandonar la habitación, todavía con el bol de patatas fritas en la mano.

Se lo conté a Sam y a Patrick, y ambos se quedaron muy callados. Sam dijo que ella estuvo saliendo con Dave una temporada antes de meterse en la música punk y Patrick que había oído hablar de esa fiesta. No me sorprendió, porque se convirtió en una especie de leyenda. Al menos por lo que me han contado algunos cuando he dicho quién es mi hermano mayor.

Cuando llegó la policía, encontraron a mi hermano dormido en el tejado. Nadie sabe cómo llegó hasta allí. Mi hermana estaba enrollándose en el cuarto de la lavadora con uno de último curso de instituto. Ella estaba en su primer año en aquel tiempo. Muchos padres vinieron entonces a casa a recoger a sus hijos, y muchas de las chicas se fueron llorando y vomitando. A esas alturas, la mayoría de los chicos ya se habían escapado. Mi hermano se había metido en un buen lío, y mis padres tuvieron una «conversación seria» con mi hermana sobre las malas influencias. Y eso fue todo.

El tal Dave está en último curso ahora. Juega en el equipo de fútbol. Es receptor. Vi el final del partido cuando Dave atrapó la pelota que lanzó Brad para hacer un touchdown. Supuso la victoria del partido para nuestro instituto. Y la gente de las gradas se volvió loca porque habíamos ganado. Pero yo en lo único que podía pensar era en esa fiesta. Pensé en ello sin decir palabra durante un rato largo y después miré a Sam.

—La violó, ¿verdad?

Ella asintió. No sabría decir si estaba triste o es que sencillamente sabía más cosas que yo.

—Deberíamos decírselo a alguien, ¿no?

Sam esta vez se limitó a negar con la cabeza. Luego me explicó por todo lo que tendría que pasar la chica para demostrarlo, especialmente en el instituto, cuando el chico y la chica son populares y siguen todavía enamorados.

Al día siguiente, en el baile de antiguos alumnos, los vi bailando juntos. Dave y su chica. Y me puse hecho una furia. Hasta me asustó un poco lo furioso que me puse. Pensé en acercarme a Dave y hacerle daño de verdad, como quizá debería haberle hecho a Sean. Y creo que lo habría hecho, de no ser porque Sam me vio y me rodeó los hombros con el brazo como suele hacer. Me tranquilizó, y supongo que me alegro de que lo hiciera porque creo que me habría puesto todavía más furioso si hubiera empezado a pegar a Dave y su novia me hubiera hecho parar porque lo amaba. Creo que eso me habría enfurecido muchísimo más.

Así que decidí hacer la única otra cosa que se me ocurrió y desinflé las ruedas del coche de Dave. Sam sabía cuál era.

Ese viernes por la noche, después del partido, tuve un sentimiento que no sé si seré capaz de describir alguna vez, salvo por su calidez. Sam y Patrick me llevaron a la fiesta esa noche, y yo iba en el asiento del medio, en la camioneta de Sam. A Sam le encanta su camioneta porque dice que le recuerda a su padre. El sentimiento que tuve surgió cuando Sam le dijo a Patrick que buscara una emisora de radio. Y él no paró de encontrar anuncios. Y anuncios. Y una canción de amor malísima con la palabra «baby». Y después más anuncios. Y por fin encontró una canción verdaderamente increíble que trataba de un chico, y todos nos quedamos callados.

Sam seguía el ritmo con la mano en el volante. Patrick había sacado la mano fuera del coche y hacía ondas en el aire. Y yo simplemente estaba ahí sentado entre los dos. Cuando la canción terminó, dije algo:

—Me siento infinito.

Y Sam y Patrick me miraron como si hubiera dicho lo mejor que habían escuchado nunca. Porque la canción había sido buenísima y porque todos le habíamos prestado verdadera atención. Cinco minutos únicos en la vida que habíamos empleado de verdad, y nos sentíamos jóvenes en el mejor de los sentidos. Después compré el disco, y te diría cuál es, pero lo cierto es que no lo entenderías a no ser que estuvieras yendo en coche a tu primera fiesta de verdad, y fueras en el asiento del medio de una camioneta con dos buenas personas en el momento en el que empieza a llover.

Llegamos a la casa donde era la fiesta, y Patrick hizo su llamada secreta con los nudillos. Sería difícil describírtela sin hacer ruido. Se abrió una rendija en la puerta y un tío con el pelo encrespado nos miró.

—¿Patrick, alias Patty, alias Nada?

—Bob.

La puerta se abrió, y los viejos amigos se abrazaron. Luego, Sam y Bob se abrazaron. Luego, Sam habló:

—Te presento a nuestro amigo, Charlie.

Y no te lo vas a creer: ¡Bob me abrazó! Mientras estábamos colgando nuestros abrigos, Sam me dijo que Bob estaba «más fumado que un jodido salmón ahumado». No he podido evitar citarlo, aunque contenga un taco.

La fiesta era en el sótano de su casa. La habitación estaba bastante llena de humo, y los chicos eran mucho mayores. Había dos chicas enseñándose mutuamente sus tatuajes y los piercings que llevaban en el ombligo. De último curso, creo.

Un tío llamado Fritz algo se estaba poniendo morado de bollos rellenos de nata. La novia de Fritz le estaba hablando de los derechos de las mujeres, y él no paraba de decir:

—Que sí, nena, que sí.

Sam y Patrick empezaron a fumar cigarrillos. Bob subió a la cocina cuando oyó el timbre de la puerta. Cuando volvió, traía una lata de cerveza Milwaukee’s Best para cada uno y a dos nuevos invitados. Eran Maggie, que necesitaba usar el baño, y Brad, el defensa del equipo de fútbol del instituto. ¡En serio!

No sé por qué me emocionó tanto, pero supongo que cuando ves a alguien por los pasillos o en el campo de fútbol, es agradable saber que es una persona de verdad.

Todos fueron muy simpáticos conmigo y me preguntaron un montón de cosas sobre mí. Creo que porque era el más joven y no querían que me sintiera fuera de lugar, especialmente después de decir que no tomaría cerveza. Una vez me tomé una cerveza con mi hermano cuando tenía doce años y no me gustó. Para mí es así de sencillo.

Algunas de las preguntas que me hicieron eran en qué curso estaba y qué quería ser de mayor.

—Estoy en mi primer año de instituto y todavía no lo sé.

Miré a mi alrededor y vi que Sam y Patrick habían salido con Brad. Fue entonces cuando Bob empezó a ofrecer comida.

—¿Te apetece un brownie?

—Sí, gracias.

De hecho, estaba bastante hambriento porque normalmente Sam y Patrick me llevan al Big Boy después de los partidos de fútbol y supongo que ya me había acostumbrado a ello. Me comí el brownie, y sabía un poco raro, pero aun así era un brownie, así que me gustó. Pero no era un brownie normal. Co­mo eres mayor, supongo que sabes qué tipo de brownie era.

Después de treinta minutos, la habitación empezó a desvanecerse a mi alrededor. Estuve hablando con una de las chicas del piercing en el ombligo, y me pareció como si ella estuviera en una película. Empecé a parpadear un montón y a mirar a todas partes, y la música sonaba densa como el agua.

Sam bajó y cuando me vio se volvió hacia Bob.

—Pero, ¿a ti qué diablos te pasa?

—Venga, Sam. Le ha gustado. Pregúntale.

—¿Cómo te encuentras, Charlie?

—Ligero.

—¿Lo ves? —la verdad es que Bob parecía un poco nervioso. Después me dijeron que era paranoia.

Sam se sentó junto a mí y me tomó la mano, lo que fue genial.

—¿Ves algo, Charlie?

—Luz.

—¿Te sientes bien?

—Ajá.

—¿Tienes sed?

—Ajá.

—¿Qué te gustaría beber?

—Un batido.

Y todos en la habitación, excepto Sam, rompieron en carcajadas.

—Está colocado.

—¿Tienes hambre, Charlie?

—Ajá.

—¿Qué te gustaría comer?

—Un batido.

No creo que se hubieran reído más alto ni aunque lo que hubiera dicho fuera realmente gracioso. Entonces, Sam me agarró de la mano y me hizo ponerme de pie en el bamboleante suelo.

—Venga. Te conseguiré un batido.

Mientras salíamos, Sam se volvió hacia Bob:

—Sigo pensando que eres un gilipollas.

Bob no hizo otra cosa que reírse. Y Sam acabó al final por reírse también. Y yo me alegré de que todo el mundo estuviera tan contento como parecía.

Sam y yo subimos a la cocina y ella encendió la luz. ¡Guau! Era tan brillante que no me lo podía creer. Era como cuando ves una película en el cine de día y, cuando sales afuera, no puedes creer que haya todavía luz. Sam sacó un poco de helado y algo de leche y una batidora. Le pregunté dónde estaba el baño y señaló a la vuelta de la esquina casi como si fuera su casa. Creo que ella y Patrick habían pasado mucho tiempo ahí cuando Bob estaba todavía en el instituto.

Cuando salí del baño, oí un ruido en la habitación donde habíamos dejado nuestros abrigos. Abrí la puerta y vi a Patrick besando a Brad. Una especie de beso robado. Me oyeron en la puerta y se giraron. Patrick habló primero.

—¿Eres tú, Charlie?

—Sam me está haciendo un batido.

—¿Quién es este? —Brad parecía nervioso de verdad, no del mismo modo que Bob.

—Es un amigo mío. Tranquilízate.

Entonces Patrick me sacó de la habitación y cerró la puerta. Puso sus manos sobre mis hombros y me miró directamente a los ojos.

—Brad no quiere que nadie lo sepa.

—¿Por qué?

—Porque está asustado.

—¿Por qué?

—Porque es… espera… ¿estás colocado?

—En el piso de abajo dijeron que lo estaba. Sam me está haciendo un batido.

Patrick intentó no reírse.

—Escucha, Charlie. Brad no quiere que la gente lo sepa. Me tienes que prometer que no se lo dirás a nadie. Será nuestro pequeño secreto. ¿Vale?

—Vale.

—Gracias.

Dicho esto, Patrick se giró y volvió a entrar en la habitación. Oí voces amortiguadas, y Brad parecía enfadado, pero no me pareció que fuera de mi incumbencia, así que volví a la cocina.

Tengo que decir que fue el mejor batido que me he tomado en mi vida. Estaba tan delicioso que casi me asustó.

Antes de que nos fuéramos de la fiesta, Sam me puso algunas de sus canciones favoritas. Una se llamaba Blackbird. La otra MLK. Ambas eran muy bonitas. He mencionado los títulos porque seguían siendo buenas cuando las escuché sobrio.

Antes de que nos fuéramos, ocurrió otra cosa interesante en la fiesta. Patrick bajó al sótano. Supongo que Brad ya se había ido. Y Patrick sonreía. Y Bob empezó a burlarse de él diciendo que estaba colgado por el defensa. Y Patrick sonrió más todavía. No creo que haya visto nunca a Patrick sonreír tanto. Entonces, Patrick me señaló y le dijo algo a Bob.

—Es especial, ¿eh?

Bob asintió con la cabeza. Patrick entonces dijo algo que no creo que olvide nunca.

—Es marginal.

Y Bob asintió fuertemente con la cabeza. Y la habitación entera asintió con la cabeza. Y yo empecé a ponerme nervioso de la misma forma que Bob, pero Patrick no me dejó ponerme demasiado nervioso. Se sentó a mi lado.

—Tú ves cosas. Te las callas. Y las comprendes.

No sabía que los demás pensaran cosas de mí. No sabía que ellos miraran. Estaba sentado en el suelo de un sótano en mi primera fiesta de verdad entre Sam y Patrick, y recordé que Sam me había presentado a Bob como su amigo. Y recordé que Patrick había hecho lo mismo con Brad. Y empecé a llorar. Y nadie en esa habitación me miró raro por hacerlo. Y entonces empecé a llorar de verdad.

Bob alzó su bebida y le pidió a todo el mundo que hiciera lo mismo.

—Por Charlie.

Y el grupo entero dijo:

—Por Charlie.

No sabía por qué hacían eso, pero fue muy especial para mí que lo hicieran. Sobre todo Sam. Sobre todo ella.

Te contaría más sobre el baile de antiguos alumnos, pero ahora que pienso en ello, el haber desinflado las ruedas de Dave fue la mejor parte. Intenté bailar, como había sugerido Bill, pero normalmente las canciones que me gustan no se pueden bailar, así que no bailé demasiado. Sam estaba muy guapa con su vestido, pero yo estuve intentando no fijarme porque estoy intentando no pensar en ella de esa manera.

Sí me fijé en que Brad y Patrick no hablaron ni una sola vez durante todo el baile porque Brad estaba bailando por otro lado con una animadora llamada Nancy, que es su novia. Y me fijé en que mi hermana estaba bailando con el chico que no debía, aunque un chico diferente la había recogido en casa.

Después del baile nos fuimos en la camioneta de Sam. Patrick conducía esta vez. Cuando nos acercamos al túnel de Fort Pitt, Sam le pidió a Patrick que se saliera a la cuneta. Yo no sabía qué estaba pasando. Entonces Sam se subió a la parte trasera de la camioneta, sin llevar puesto nada más que su vestido de fiesta. Le dijo a Patrick que condujera, y él sonrió. Supongo que no era la primera vez que lo hacían.

En cualquier caso, Patrick empezó a conducir verdaderamente rápido y, justo antes de que llegáramos al túnel, Sam se levantó, y el viento convirtió su vestido en un océano de olas. Cuando entramos en el túnel, todo el sonido desapareció en el vacío y lo sustituyó una canción en el radiocasete. Una canción preciosa llamada Landslide. Cuando salimos del túnel, Sam soltó un grito de pura diversión y allí estaba: el centro de la ciudad. Luces sobre los edificios y todo lo que hace que te asombres. Sam se sentó y empezó a reír. Patrick empezó a reír. Yo empecé a reír.

Y, en ese momento, juro que éramos infinitos.

Con mucho cariño,

Charlie