14 de Octubre, 1991
Querido amigo,
¿Sabes lo que es la «masturbación»? Probablemente sí, porque eres mayor que yo. Pero por si acaso, te lo contaré. La masturbación es cuando te frotas los genitales hasta que tienes un orgasmo. ¡Guau!
He pensado que en esas películas y series de televisión en las que hablan de la pausa para el café, deberían tener también una pausa para la masturbación. Pero por otro lado, creo que bajaría la productividad.
No me hagas caso. Solo estaba bromeando. Quería hacerte sonreír. Aunque lo de «¡guau!» iba en serio.
Le dije a Sam que había soñado que ella y yo estábamos desnudos en el sofá, y me eché a llorar porque me sentía fatal, y ¿sabes qué hizo ella? Se puso a reír. Aunque no fue una risa cruel, sino una risa simpática y cálida. Dijo que le parecía muy tierno. Y dijo que no pasaba nada si había tenido un sueño con ella. Y dejé de llorar. Después Sam me preguntó si me parecía guapa, y le dije que me parecía «preciosa». Entonces Sam me miró fijamente a los ojos.
—¿Sabes que eres demasiado pequeño para mí, Charlie?
—Sí, lo sé.
—No quiero que pierdas el tiempo pensando en mí de esa manera.
—No lo haré. Ha sido solo un sueño.
Entonces Sam me dio un abrazo, y fue raro porque en mi familia no acostumbramos a abrazarnos demasiado, salvo mi tía Helen. Pero después de unos instantes, pude oler el perfume de Sam, y pude sentir su cuerpo contra el mío. Y di un paso atrás.
—Sam, estoy pensando en ti de esa manera.
Entonces me miró y sacudió la cabeza. Luego, me rodeó los hombros con el brazo y me llevó caminando por el pasillo. Nos encontramos con Patrick afuera porque a veces no les apetecía ir a clase. Preferían fumar.
—Charlie está «charliescamente» colgado por mí, Patrick.
—¿Ah, sí?
—Estoy intentando no estarlo —me excusé, con lo que solo les hice reír.
Patrick entonces le pidió a Sam que se fuera, cosa que hizo, y me dio algunas explicaciones para que supiera cómo comportarme con las demás chicas y no perder mi tiempo pensando en Sam de esa manera.
—Charlie, ¿alguien te ha contado cómo va esto?
—Creo que no.
—Bueno, pues hay que seguir algunas reglas, no porque tú quieras, sino porque tienes que hacerlo. ¿Lo pillas?
—Supongo que sí.
—Vale. Mira las chicas, por ejemplo. Copian a sus madres y las revistas y todo para saber cómo actuar delante de los chicos.
Pensé en las madres y en las revistas y en los todos, y la idea me puso nervioso, especialmente si incluía la televisión.
—Me refiero a que no es como en las películas, donde a las chicas les gustan los gilipollas, ni nada parecido. No es tan fácil. Lo que les gusta son los chicos que les pueda dar un propósito.
—¿Un propósito?
—Exacto. ¿Sabes? A las chicas les gusta que los tíos sean un reto. Les da una especie de molde en el que encajar su actuación. Como una madre. ¿Qué haría una madre si no pudiera preocuparse por ti y hacer que ordenes tu cuarto? ¿Y qué harías tú sin que ella se preocupe por ti y te obligue a ordenarlo? Todo el mundo necesita una madre. Y las madres lo saben. Y esto les da un propósito. ¿Lo pillas?
—Sí —dije, aunque no lo había pillado. Pero sí lo bastante como para decir que sí y no estar mintiendo.
—El caso es que algunas chicas piensan que pueden cambiar a los chicos. Y lo gracioso es que si consiguen cambiarlos, se aburren de ellos. El reto se ha acabado. Lo que tienes que hacer es darles a las chicas un tiempo para pensar en una forma nueva de hacer las cosas, y eso es todo. Algunas la descubrirán pronto. Algunas, algo más tarde. Algunas, nunca. Yo no me preocuparía demasiado por eso.
Pero creo que yo sí me he preocupado. He estado preocupándome sobre este tema desde que me lo dijo. Miro a la gente que va de la mano por los pasillos e intento pensar en cómo funciona todo. En los bailes del instituto me siento al fondo, marco el ritmo con el pie y me pregunto cuántas parejas bailarán «su canción». En los pasillos, veo a las chicas que llevan puestas las chaquetas de los chicos, y reflexiono sobre la idea de propiedad. Y me pregunto si alguien es realmente feliz. Espero que lo sean. De verdad.
Bill me vio mirando a la gente y, después de clase, me preguntó en qué estaba pensando, y se lo dije. Me escuchó y asintió con la cabeza e hizo ruidos «afirmativos». Cuando hube terminado, su cara se convirtió en «cara de tener una conversación seria».
—¿Siempre piensas tanto, Charlie?
—¿Es malo? —solo quería que alguien me dijera la verdad.
—No necesariamente. Es que a veces la gente utiliza el pensamiento para no implicarse en la vida.
—¿Eso es malo?
—Sí.
—Pero yo creo que me implico. ¿Usted no?
—Bueno, ¿bailas en esas fiestas?
—No bailo demasiado bien.
—¿Sales con alguien?
—Bueno, no tengo coche, e incluso si lo tuviera, no puedo conducir porque tengo quince años, y de todas formas, no he conocido a ninguna chica que me guste excepto Sam, pero soy demasiado joven para ella, y le tocaría conducir a ella siempre, lo que no me parece justo.
Bill sonrió y continuó haciéndome preguntas. Poco a poco, llegó a los «problemas en casa». Y le hablé de cuando el chico que hace cintas de varios pegó a mi hermana, porque mi hermana solo dijo que no se lo contara a mis padres, así que supuse que se lo podía contar a Bill. Después de contárselo, puso una cara muy seria y me dijo algo que no creo que olvide durante este semestre o jamás:
—Charlie, aceptamos el amor que creemos merecer.
Me quedé ahí de pie, en silencio. Bill me dio una palmadita en el hombro y un libro nuevo para leer. Me dijo que todo iría bien.
Normalmente vuelvo a casa caminando porque me hace sentir que me lo he ganado. Me refiero a que quiero poder decirles a mis hijos que iba andando al colegio igual que mis abuelos en «los viejos tiempos». Es raro estar planeando esto, teniendo en cuenta que nunca he salido con nadie, pero supongo que tiene sentido. Normalmente caminar me lleva una hora más que tomar el autobús, pero merece la pena cuando el tiempo es agradable y fresco como hoy.
Cuando por fin llegué a casa, mi hermana estaba sentada en una silla. Mi madre y mi padre estaban de pie delante de ella. Y supe que Bill había llamado a casa y se lo había contado. Y me sentí fatal. Había sido por mi culpa.
Mi hermana estaba llorando. Mi madre estaba muy, muy callada. Mi padre fue el único que habló. Dijo que mi hermana no podría volver a ver nunca más a ese chico que le pegaba, y que iba a tener una charla con los padres del chico esa noche. Entonces mi hermana dijo que la culpa había sido suya, que lo había estado provocando, pero mi padre dijo que aquello no era excusa.
—Pero ¡lo quiero! —nunca había visto a mi hermana llorar tanto.
—No, no lo quieres.
—¡Te odio!
—No, no me odias —mi padre a veces puede ser extremadamente tranquilo.
—Él lo es todo para mí.
—No vuelvas a decir eso de nadie nunca más. Ni siquiera de mí —esta vez habló mi madre.
Mi madre elige muy bien cuándo toma partido y, si hay algo que puedo decir sobre mi familia, es que cuando mi madre interviene, siempre se sale con la suya. Y esta vez no fue una excepción. Mi hermana paró de llorar inmediatamente.
Después de aquello, mi padre le dio a mi hermana un inesperado beso en la frente. Luego salió de la casa, se subió a su Oldsmobile y se alejó conduciendo. Pensé que probablemente fuera a hablar con los padres del chico. Y sentí mucha lástima por ellos. Por sus padres, quiero decir. Porque mi padre no pierde una batalla. Así de fácil.
Entonces mi madre se fue a la cocina para preparar el plato favorito de mi hermana, y mi hermana me miró.
—Te odio.
Lo dijo de forma distinta a como se lo había dicho a mi padre. A mí me lo decía en serio. Muy en serio.
—Te quiero —fue lo único que pude decir en respuesta.
—Eres un bicho raro, ¿lo sabes? Siempre has sido un bicho raro. Todo el mundo lo dice y lo ha dicho siempre.
—Estoy intentando no serlo.
Entonces me di la vuelta y me fui andando a mi cuarto y cerré la puerta y metí la cabeza bajo la almohada y dejé que el silencio volviera a poner las cosas en su sitio.
Por cierto, imagino que sentirás curiosidad sobre mi padre. ¿Nos pegaba cuando éramos niños o incluso ahora? He pensado que podrías sentir curiosidad porque Bill la tuvo, después de que le contara lo de ese chico y mi hermana. Pues, por si te lo preguntabas, no lo ha hecho. Nunca les ha levantado la mano a mis hermanos. Y la única vez que me dio una bofetada a mí fue cuando hice llorar a mi tía Helen. Y cuando todos nos tranquilizamos, se puso de rodillas delante de mí y me contó que su padrastro le había dado muchas palizas y que, en la universidad, cuando mi madre se quedó embarazada de mi hermano mayor, decidió que él nunca pegaría a sus hijos. Y se sentía fatal por haberlo hecho. Y lo sentía muchísimo. Y nunca me volvería a pegar de nuevo. Y no lo ha hecho.
Solo es severo, a veces.
Con mucho cariño,
Charlie