Estaba tan preocupado con este nuevo y regocijante problema, que llegó con veinte minutos de retraso a la reunión del Comité de Educación y, cuando él entraba, Mr. Dobble salía ya con el proyector y el aire de un hombre que ha cumplido con su deber metiendo al gato en el palomar.
—No es culpa mía, Mr. Wilt —dijo al ver a Wilt poner mala cara—. Yo sólo estoy aquí para…
Wilt le ignoró y entró en la habitación para encontrar al comité acomodándose alrededor de una larga mesa. En el fondo, visiblemente, habían colocado una solitaria silla y, como Wilt había previsto, estaban todos allí; el director, el subdirector, el consejero Blighte-Smythe, Mrs. Chatterway, Mr. Squidley y el delegado de Educación.
—Ah, Wilt —dijo el director a modo de saludo totalmente falto de entusiasmo—. Tome asiento.
Wilt hizo un esfuerzo por evitar la silla solitaria y se sentó junto al delegado de Educación.
—Creo que querían ustedes verme acerca de la película antipornográfica que ha realizado un miembro del departamento de Estudios Liberales —dijo, tratando de tomar la iniciativa.
El comité le miró con ferocidad.
—Para empezar, puede usted prescindir del anti —dijo el consejero Blighte-Smithe—. Lo que acabamos de ver sodomiza… ejem… sintetiza lo que es una película pornográfica.
—Supongo que debe de serlo para alguien que tenga fetichismo con los cocodrilos —dijo Wilt—. Personalmente, como no he tenido la oportunidad de ver la película, no puedo decir en qué medida me afectaría a mí.
—Pero usted afirmó que era antipornográfica —dijo Mrs. Chatterway, cuyas opiniones progresistas siempre la enfrentaban con el consejero y Mr. Squidley—, y como director de los Estudios Liberales debe haberla autorizado. Estoy segura de que al comité le gustaría oír sus razones.
Wilt sonrió torvamente.
—Creo que el título de director de departamento requiere una explicación, Mrs. Chatterway —comenzó, para ser inmediatamente interrumpido por Blighte-Smythe.
—Y lo mismo sucede con este jo… sucio film que acabamos de ver. No nos desviemos de la cuestión —saltó.
—Da la casualidad de que ésta es la cuestión —dijo Wilt—. El mero hecho de que se me nombre director de Estudios Liberales no significa que tenga la posibilidad de controlar lo que hacen los miembros de mi personal, por llamarlo de alguna manera.
—Ya estamos enterados de lo que hacen —dijo Mr. Squidley— y si cualquiera de mis empleados comenzase a hacer lo que acabamos de ver le despediría de inmediato.
—Bueno, en la enseñanza es bastante diferente —dijo Wilt—. Yo no puedo explicarle las directrices de la política educativa, pero creo que el director estará de acuerdo en que ningún director de departamento puede echar a la calle a un profesor porque no siga esas directrices.
Wilt miró al director en busca de confirmación. Este se la concedió a regañadientes. El director hubiera echado a Wilt a la calle hace años con gran placer.
—Cierto —murmuró.
—¿Quiere usted decir que no puede quitarse de encima al pervertido que hizo esa película? —preguntó Blighte-Smythe.
—No, a menos que no asista a sus clases de manera continuada, esté borracho habitualmente o cohabite abiertamente con los alumnos —dijo Wilt.
—¿Es eso cierto? —preguntó Mr. Squidley al delegado de Educación.
—Me temo que sí. A menos que se pueda probar una flagrante incompetencia o inmoralidad sexual en relación con algún alumno, no hay manera de expulsar a un profesor con dedicación exclusiva.
—Si inducir a un alumno a sodomizar un cocodrilo no es inmoralidad sexual, ya me dirán qué es inmoral —dijo el consejero Blighte-Smythe.
—Si he entendido bien, el objeto en cuestión no era propiamente un cocodrilo, y no hubo acto sexual efectivo —dijo Wilt—. Y en cualquier caso el profesor se limitó a filmar el hecho. No participó en el mismo.
—Hubiera sido encarcelado si lo hubiera hecho —dijo Mr. Squidley—. Es un milagro que no hayan linchado a ese cretino.
—¿No estamos desviándonos del tema central de esta reunión? —preguntó el director—. Creo que Mr. Ranlon tiene otras preguntas que hacer.
El delegado de Educación consultó sus notas.
—Me gustaría preguntar al señor Wilt cuáles son sus directrices con respecto a los Estudios Liberales. Puede que tenga alguna relación con el número de quejas que estamos recibiendo del público.
Miró furioso a Wilt y esperó.
—Quizá me sirviera de ayuda saber cuáles son esas quejas —dijo Wilt para ganar tiempo.
Pero Mrs. Chatterway intervino.
—El propósito de los Estudios Liberales ha sido siempre inculcar un cierto sentido de responsabilidad social y preocupación por los demás en los jóvenes que están a nuestro cuidado, muchos de los cuales se han visto privados de una educación progresista.
—Depravados, sería la palabra adecuada, si desean saber mi opinión —dijo el consejero Blighte-Smythe.
—Nadie se la ha preguntado —ladró Mrs. Chatterway—. Todos conocemos perfectamente sus opiniones.
—Quizá si escucháramos cuáles son las de Mr. Wilt… —sugirió el delegado de Educación.
—Bien, en el pasado los Estudios Liberales consistían sobre todo en mantener tranquilos durante una hora a los aprendices ociosos poniéndoles a leer libros —dijo Wilt—. En mi opinión, no aprendían nada, y el sistema entero era una pérdida de tiempo.
Se detuvo con la esperanza de que el consejero dijese algo que enfureciese a Mrs. Chatterway. Mr. Squidley ahogó esa esperanza mostrándose de acuerdo con él.
—Siempre lo ha sido y siempre lo será. Ya lo he dicho antes y lo diré de nuevo. Estarían mucho mejor empleados en una verdadera jornada de trabajo, en lugar de malgastar el dinero de los contribuyentes holgazaneando en clase.
—Bien, al menos en alguna medida estamos de acuerdo —dijo el director, pacíficamente—. Tal como yo lo entiendo, la línea de acción de Mr. Wilt ha sido de tipo más práctico. ¿No es así, Wilt?
—La política del departamento ha sido enseñar a los aprendices a hacer cosas. Yo creo que interesándoles en…
—¿Cocodrilos? —inquirió el consejero Blighte-Smythe.
—No —dijo Wilt.
El delegado de Educación consultó la lista que tenía frente a él.
—Veo aquí que su concepto de educación práctica incluye la fabricación doméstica de cerveza.
Wilt asintió.
—¿Puedo preguntar por qué? A mí no se me habría ocurrido que animar a los adolescentes a convertirse en alcohólicos sirviera a ningún propósito educativo.
—Para empezar sirve para mantenerles alejados de los pubs —dijo Wilt—. Y en cualquier caso, los Ingenieros del Gas IV no son adolescentes. La mitad de ellos son hombres casados y con hijos.
—¿Y este curso sobre la fabricación de cerveza se amplía a la fabricación de alambiques ilegales?
—¿Alambiques? —dijo Wilt.
—Para fabricar alcohol.
—No creo que nadie de mi departamento tuviera la suficiente habilidad. En cuanto a la bebida que fabrican, es…
—Según los de Consumo, prácticamente alcohol puro —dijo el delegado de Educación—. Desde luego, el bidón de ciento ochenta litros que desenterraron del edificio de Ingenieros tuvo que ser quemado. Según dijo uno de los funcionarios de Consumo, se podría haber hecho funcionar un coche con esa porquería.
—Quizá eso es lo que intentaban hacer —dijo Wilt.
—En ese caso —continuó el delegado—, no parece lo más adecuado haber etiquetado varias botellas como Chateau Tech VSOP.
El director miró hacia el techo y rezó, pero el delegado de Educación no parecía haber terminado.
—¿Le importaría decirnos algo de la clase que ha organizado usted para los Proveedores sobre Avituallamiento Autónomo?
—Bien, de hecho se llama Vivir de la Tierra —dijo Wilt.
—Exactamente. La tierra en cuestión es la de Lord Podnorton.
—Nunca he oído hablar de él.
—Él sí ha oído hablar de esta institución. Su guardabosques sorprendió a dos aprendices de cocina cuando decapitaban a un faisán con la ayuda de un tubo de plástico de tres metros de largo, a través del cual se había anudado un cable de cuerda de piano robada del departamento de Música, lo que probablemente explica el hecho de que catorce pianos hayan tenido que ser encordados de nuevo en los dos trimestres pasados.
—Dios mío, y yo que creía que habían sido unos vándalos —murmuró el director.
—Lord Podnorton también sufrió la misma equivocación acerca de sus invernaderos, cuatro cristaleras, una caja de pasas de Corinto…
—Bien, todo lo que puedo decir —interrumpió Wilt— es que irrumpir en los invernaderos no forma parte del programa de Vivir de la Tierra. Puedo asegurárselo. Saqué la idea de mi esposa, que es muy aficionada a fabricar estiércol…
—Estoy convencido de que también fue ella quien le dio la idea para otro curso. Tengo aquí una carta de Mrs. Tothingford quejándose de que impartimos clases de karate para niñeras. Quizá le gustaría explicarnos esto.
—Tenemos un curso de Defensa Antiviolación para enfermeras puericultoras. Pensamos que sería prudente, a la luz de la creciente ola de violencia.
—Muy adecuado —dijo Mrs. Chatterway—. Lo apruebo de todo corazón.
—Quizá usted lo apruebe —dijo el delegado, mirándola críticamente por encima de sus gafas—, pero Mrs. Tothingford no. Su carta la envía desde el hospital en el que está siendo tratada por una clavícula rota, una luxación en la nuez y lesiones internas que le infligió su enfermera el sábado pasado por la noche. No irá usted a decirme que la señora Tothingford es una violadora.
—Podría serlo —dijo Wilt—. ¿Le ha preguntado usted si es lesbiana? Se conoce el caso de…
—Mrs. Tothingford es madre de cinco hijos y esposa de… —consultó la carta.
—¿De tres? —preguntó Wilt.
—Del juez Tothingford, Wilt —ladró el delegado de Educación—. Y si está usted sugiriendo que la esposa de un juez es lesbiana le recordaré que existen cosas como la difamación.
—También existen cosas como una lesbiana casada —dijo Wilt—. Una vez conocí a una. Vivía en nuestra…
—No estamos aquí para hablar de sus deplorables conocidos.
—Yo creía que sí. Después de todo, usted me ha hecho venir aquí para hablar de una película filmada por un profesor de mi departamento; y aunque no le llamaría amigo, tengo una vaga relación con él…
Pero un puntapié del vicedirector por debajo de la mesa le hizo callar de golpe…
—¿Es ése el último de los incidentes de la lista? —preguntó el director esperanzado.
—Podría continuar casi indefinidamente, pero no lo haré —dijo el delegado de Educación—. La conclusión que podemos sacar de esto es que el departamento de Estudios Liberales no sólo está fracasando en su supuesta función de inculcar un cierto sentido de la responsabilidad social en los aprendices en formación, sino que está favoreciendo activamente una conducta antisocial…
—Eso no es culpa mía —dijo Wilt encolerizado.
—Usted es el responsable de la manera en que se lleva el departamento, y por ello debe dar cuentas a la Autoridad Local.
Wilt resopló.
—¡Qué Autoridad Local ni qué narices! Si yo tuviera la menor autoridad, esa película nunca se habría hecho. En lugar de eso, estoy cargado de profesores que yo no contraté y que no puedo expulsar, la mitad de los cuales son revolucionarios delirantes o anarquistas, y la otra mitad no podrían mantener el orden aunque los estudiantes tuvieran puestas camisas de fuerza, y usted espera que yo me haga responsable de todo lo que ocurra.
Wilt miró a los miembros del comité y sacudió la cabeza. Incluso el delegado de Educación parecía un poco desinflado.
—Está claro que el problema es muy complicado —dijo Mrs. Chatterway, que se había pasado a la defensa de Wilt desde que le oyó hablar sobre el Curso Antiviolación para enfermeras puericultoras—. Creo que puedo hablar en nombre de todo el comité si digo que valoramos las dificultades con las que se enfrenta Mr. Wilt.
—No importan las dificultades a las que se enfrente Wilt —intervino Blighte-Smythe—. Nosotros somos los que tendremos que enfrentarnos con algunas si la cosa llega a hacerse pública. Si la prensa llega a saber de algo de esta historia.
Mrs. Chatterway palideció ante la perspectiva, mientras el director se tapaba los ojos. Wilt observó sus reacciones con interés.
—No sé —dijo Wilt animadamente—. Yo estoy completamente a favor de los debates públicos sobre temas de importancia educativa. Los padres tienen que saber la manera en que se está educando a sus hijos. Yo mismo tengo cuatro hijas y…
—Wilt —dijo el director violentamente—, el comité ha acordado generosamente que no se le puede considerar a usted totalmente responsable de estos deplorables incidentes. Creo que no es necesario que le retengamos más.
Pero Wilt permaneció sentado y aprovechó su ventaja.
—Entiendo, por lo tanto, que ustedes no quieren que este lamentable asunto llegue a conocimiento de la prensa. Bien, ésa es su decisión…
—Escuche Wilt —ladró el delegado de Educación—, si una palabra de esto llega a la prensa o es mencionado en público del modo que sea, me encargaré de… Bien, no me gustaría estar en su pellejo.
Wilt se puso de pie.
—No me gusta estar en él en este momento —dijo—. Ustedes me convocan aquí y me someten a un interrogatorio acerca de algo que no puedo impedir porque ustedes se niegan a darme ninguna autoridad real y luego, cuando propongo hacer un caso público de este desgraciado asunto, comienzan a amenazarme. Me dan ganas de quejarme al sindicato.
Y tras lanzar esta terrible amenaza, se dirigió hacia la puerta.
—Wilt —gritó el director—. Todavía no hemos terminado.
—Ni yo tampoco —dijo Wilt, y abrió la puerta—. Encuentro todo este intento de tapar un asunto de interés público de lo más censurable.
—Dios —dijo Mrs. Chatterway, que no acostumbraba pedir la guía divina—. No creerán ustedes que lo dice en serio, ¿verdad?
—Hace mucho tiempo que he renunciado a intentar comprender lo que piensa Wilt —dijo el director con abatimiento—. De lo único que estoy seguro es de que ojalá nunca le hubiéramos contratado.