Septiembre pasó. Llegó octubre y el buen tiempo continuaba en Madrid. Una tarde, cuando Marta llegó a su casa tenía un calor horroroso. Se duchó y poniéndose unos piratas y una camiseta de manga larga decidió salir a dar un paseo con Feo. En su camino se cruzó con varios conocidos y todos la miraron incrédulos al notar su incipiente embarazo, pero nadie dijo nada. Ni la más mínima mención.
«Vaya, los rumores crecen en el barrio y yo estoy llena de fertilizante» pensó divertida.
Cuando llegó a casa se encontró a Vanesa estudiando. La muchacha se había propuesto no dar ni un disgusto a su madre y lo estaba cumpliendo. Tras preparar la cena, ambas se tiraron en el sillón a la espera de relajarse y ver una película.
—Mami ¿Cuándo tenemos que ir al hospital para la ecografía?
—Pasado mañana a las cinco y media.
Vanesa agachándose hacia la tripa de su madre susurró:
—Eh… tú. Espero que seas bueno y nos dejes ver qué eres.
Con una sonrisa Marta miró a su hija, pero de pronto al ver el anuncio de la película que iban a poner quiso levantarse e irse.
—Qué bien —aplaudió Vanesa ajena a su dolor—. La peli que tanto nos gusta, mamá.
Disimulando su malestar Marta sonrió. La última vez que vio El día de la boda estaba con Philip en su casa. Los recuerdos la atormentaron pero continuó sentada. Siempre les había gustado aquella película y quería que siguiera siendo así. Pero lo que en otros momentos ocasionó carcajadas placenteras a Marta, en aquella ocasión solo le ocasionaba llantos e hipos.
Vanesa, sorprendida por ello, se levantó a por la caja de kleenex.
—Gracias, cariño —susurró Marta—. Esto de tener las hormonas descontroladas es una autentica lata.
—Ni que lo digas, mamá. Ni que lo digas.
Y así estuvieron durante la hora y media que duró la película. Aquella vez Marta no disfrutó de Dermot Mulroney, ni de sus increíbles frases. Al revés, solo pudo llorar como una tonta ante la mirada alucinada de su hija.
Una vez que la película acabó, Marta agotada y con la nariz como un tomate se levantó, besó a su hija y se fue a dormir. Vanesa se quedó sentada en el sillón dispuesta a estudiar, pero no podía dejar de pensar en su madre y en la tristeza que continuamente veía en sus ojos. Sabía que la había perdonado. Pero ella no. Su comportamiento a lo largo del año 2010 había sido deplorable, lo sabía y eso le martirizaba. Se levantó y fue a la cocina donde se preparó una taza de Cola Cao fresquito. Al cerrar la nevera y dejar la leche vio en el imán la primera ecografía de su futuro hermano o hermana y cogiéndola dijo con determinación:
—Creo que ha llegado el momento. Tú y yo vamos a hacer algo por mamá. Se lo merece, ¿verdad?
Una vez dejó la ecografía de nuevo en el imán de la nevera, fue hasta la habitación de su madre y se asomó. Estaba completamente dormida. Lo sabía por su forma de respirar. Con cuidado entró, cogió el móvil y salió. Una vez en el comedor cerró la puerta y después de marcar el número PIN de su madre, lo metió debajo de un cojín para que no sonara la musiquita que tenía a su encendido. Segundos después buscó en la agenda un teléfono pero no lo encontró. Miró en mensajes, pero tampoco. Su madre había borrado toda pista de Philip. Finalmente apagó el móvil y lo dejó donde estaba.
De nuevo en el comedor, encendió el ordenador y con rapidez escribió a su amiga Diana, la sobrina de Philip.
De: Kalipodefresavanesa@hotmail.com
A: Dianamalagana@hotmail.com
Diana, necesito un favor pero debe quedar entre tú y yo. Dime cuándo viene tu tío Philip a su casa de Madrid.
Aún no te puedo decir nada pero prometo en breve contártelo Un beso. Vanesa
Pdata.: Please guárdame el secreto. Es importante.
Una vez envió el mensaje, cerró su correo y apagó el ordenador. Tenía que estudiar para un examen.