Teresa le pasó a Thomas un cuchillo muy largo, casi una espada. No se imaginaba dónde podía haber estado escondiendo la chica aquellas cosas, pero ella misma llevaba ahora un puñal además de su lanza.
Mientras los gigantes iluminados se acercaban, Minho y Harriet hablaban con sus respectivos grupos, los desplazaban, los posicionaban, pero el viento se llevó sus gritos y órdenes antes de que Thomas pudiera oír nada. Se atrevió a apartar los ojos de los monstruos el tiempo suficiente para mirar al cielo. Unos brotes de luz se bifurcaron y arquearon por debajo de las oscuras nubes, que parecían colgar a tan sólo tres metros por encima de sus cabezas. El olor acre de la electricidad impregnaba el aire.
Thomas volvió a bajar la vista y se concentró en la criatura que estaba más cerca de él. Minho y Harriet habían conseguido que sus grupos permanecieran juntos, formando un círculo semiperfecto, mirando hacia fuera. Teresa estaba al lado de Thomas y él le habría dicho algo de habérsele ocurrido. Se había quedado sin habla.
Las últimas abominaciones de CRUEL estaban a tan sólo diez metros de distancia.
Teresa le dio un codazo en las costillas. Miró para ver que estaba señalando a una de las criaturas. Le decía a Thomas —se aseguraba de que lo supiera— que había elegido a su adversario. El muchacho asintió y luego hizo un gesto hacia aquel en el que había estado pensando todo el rato.
Seis metros.
A Thomas de repente se le ocurrió que era un error esperarlos, que necesitaban dispersarse más. Minho debió de tener la misma idea.
—¡Ahora! —gritó su líder, un rugido distante por los ruidos de la tormenta—. ¡A por ellos!
Un montón de ideas dieron vueltas en la cabeza de Thomas en aquel instante. Estaba preocupado por Teresa, a pesar de los cambios entre ellos. Estaba preocupado por Brenda, que se hallaba estoicamente a tan sólo unas personas de él en la misma fila, y lamentaba no haber hablado apenas con ella desde que volvieron a encontrarse. Se la imaginaba, después de haber hecho todo ese camino, muerta a manos de una feroz criatura. Pensó en los laceradores y en cuando Chuck, Teresa y él volvieron al Laberinto para llegar al Precipicio y al Agujero, mientras los clarianos luchaban y morían por ellos, para que pudieran introducir el código que lo paraba todo.
Pensó en todo por lo que habían pasado para llegar hasta allí y de nuevo enfrentarse a un ejército biotecnológico enviado por CRUEL. Se preguntó qué significaba todo aquello, si merecía la pena seguir intentando sobrevivir. La imagen de Chuck recibiendo en su lugar aquella puñalada le vino a la mente. Y eso fue determinante, le sacó de los nanosegundos de miedo y duda bloqueada. Gritando con los pulmones llenos, empuñó el enorme cuchillo con ambas manos por encima de su cabeza y echó a correr, directo al monstruo.
A su izquierda y derecha, los demás también arremetieron, pero él los ignoró. Tuvo que hacerlo, se obligó a sí mismo. Si no podía encargarse de su propia tarea, preocuparse por los otros no significaría nada.
Se acercó. Cuatro metros. Tres metros. Un metro y medio. La criatura había dejado de caminar y colocaba sus piernas en posición de ataque, con las manos extendidas y las hojas apuntando directamente a Thomas. Aquellas resplandecientes luces naranjas eran ahora intermitentes, brillaban y se apagaban, brillaban y se apagaban, como si de verdad aquella cosa horrible tuviera un corazón allí dentro. Era perturbador ver que el monstruo no tenía cara, pero a Thomas le ayudaba a pensar que sólo era una máquina. Nada más que un arma creada por el hombre que quería matarle.
Justo antes de que llegara a la criatura, Thomas tomó una decisión. Se deslizó sobre sus rodillas y espinillas, y describió un arco con aquella arma similar a una espada para clavársela al monstruo en la pierna izquierda, con un poderoso golpe mientras la sujetaba con las dos manos. El cuchillo penetró un par de centímetros en la piel, pero después topó con algo lo bastante duro para enviar una sacudida a ambos brazos de Thomas.
La criatura no se movió, no se retrajo, no emitió ningún tipo de sonido, humano o inhumano. En su lugar, dio un golpe con sus dos manos tachonadas de hojas hacia donde Thomas estaba arrodillado, con la espada incrustada en la carne del monstruo. Thomas se soltó y retrocedió justo cuando las dos hojas chocaron donde había estado su cabeza. Cayó de espaldas y se apartó rápidamente de la criatura cuando esta avanzó dos pasos, dando patadas con los cuchillos de los pies, casi rozando a Thomas.
El monstruo dejó escapar un rugido —un sonido casi exacto a los gemidos angustiosos de los laceradores— y se tiró al suelo, sacudiendo los brazos para intentar atravesar con ellos a Thomas. El chico giró y rodó tres veces mientras oía unas puntas de metal arañando el suelo de tierra. Al final se arriesgó y se puso en pie de un salto. Al instante se apartó, corriendo varios metros antes de darse la vuelta con la espada en las manos. La criatura se estaba levantando y cortaba el aire con sus dedos pequeños y gruesos, llenos de cuchillos.
Thomas tomaba enormes bocanadas de aire y veía de reojo combatir a los otros. Minho golpeaba y apuñalaba con los cuchillos que sujetaba en ambas manos y el monstruo retrocedía para apartase de él. Newt gateaba por el suelo y la criatura contra la que luchaba avanzaba pesadamente hacia él, sin duda, herida. Despacio. Teresa era la que estaba más cerca; saltaba, esquivaba y le daba a su adversario con la parte trasera de su lanza. ¿Por qué hacía eso? Su monstruo también parecía estar malherido.
Thomas se concentró en su propia batalla. El movimiento de una mancha plateada le hizo agacharse, una brizna de viento rozó su pelo a causa del golpe asestado por el brazo de la criatura. Thomas giró, se pegó al suelo y acuchilló todo lo que pudo mientras el monstruo le perseguía, casi alcanzándole en sus siguientes ataques. Thomas entró en contacto con uno de los bultos naranjas y lo aplastó, produciendo un fogonazo de chispas; la luz se apagó al instante. Como sabía que no le duraría mucho la suerte, se tiró al suelo y rodó de nuevo hasta que se puso en pie de un salto, unos metros más allá.
La criatura se había detenido, al menos mientras Thomas hacía su movimiento de fuga, pero ahora volvía a perseguirle. A Thomas se le ocurrió una idea, que se hizo más clara cuando miró otra vez cómo luchaba Teresa, cuya criatura ahora atacaba con lentitud, sin ánimo. La chica iba directa a por las bombillas, estallándolas; al reventar, parecían fuegos artificiales. Había destruido al menos tres cuartas partes de las extrañas protuberancias.
Las bombillas. Lo único que tenía que hacer era romper las bombillas. Debían de estar relacionadas de alguna forma con la energía, la vida o la fuerza de la criatura. ¿Era posible que fuese tan fácil?
Un vistazo rápido al resto del campo de batalla le mostró que a otros también se les había ocurrido aquella idea, pero no a la mayoría, que luchaba con gran desesperación por cortarles las extremidades, los músculos, la piel, olvidándose por completo de las bombillas. Dos personas yacían en el suelo, cubiertas de heridas, sin vida. Un chico. Una chica.
Thomas cambió del todo su método. En vez de atacar temerariamente, saltó e intentó darle a una de las bombillas que el monstruo tenía en el pecho. Falló y cortó la piel arrugada y amarillenta. La criatura intentó alcanzarle, pero se retiró hacia atrás justo cuando las puntas de los cuchillos hicieron agujeros irregulares en su camisa. Entonces dio otra estocada para intentar darle a la misma bombilla. Esta vez entró en contacto, la hizo estallar y de ella salió una lluvia de chispas. La criatura se detuvo un segundo y después retrocedió a una postura de ataque.
Thomas rodeó a la criatura, saltando y retrocediendo, golpeándola, pinchándola y dándole estocadas.
Plaf, plaf, plaf.
Uno de los cuchillos del monstruo le hizo un corte en el antebrazo, dejándole una larga línea de un rojo intenso. Thomas volvió a atacar. Una y otra vez. Otra vez.
Plaf, plaf, plaf Las chispas volaban. La criatura se estremecía y se sacudía cada vez que le rompía una bombilla.
La pausa se hacía un poco más larga cuando conseguía asestar una puñalada con éxito. Thomas notó unos cuantos cortes y arañazos más, pero nada serio. Continuó atacando aquellas esferas naranjas.
Plaf plaf plaf
Cada pequeña victoria minaba la energía de la criatura y poco a poco empezó a desplomarse visiblemente, aunque no dejaba de intentar hacer pedazos a Thomas. Bombilla a bombilla, cada vez más fácil que la anterior, Thomas atacaba, implacable. Ojalá pudiera terminar enseguida, matarlo. Entonces podría correr a ayudar al resto. Acabar con aquella situación de una vez por…
Una luz cegadora brilló desde detrás y un fuerte ruido, como si estallara el universo, cortó su breve instante de júbilo y esperanza. Una onda de energía invisible le tiró al suelo y cayó sobre su estómago mientras su espada repiqueteaba lejos de él. La criatura también se cayó y un olor a quemado chamuscó el aire. Thomas rodó sobre un lado para mirar y vio el enorme agujero negro en el suelo, carbonizado y echando humo. En el borde del agujero había una mano y un pie con cuchillos de uno de los monstruos. Ni rastro del resto del cuerpo.
Había sido un rayo. Justo detrás de él. La tormenta por fin había estallado.
Mientras lo pensaba, miró hacia arriba para ver gruesos fragmentos de calor blanco empezando a caer desde las nubes negras sobre sus cabezas.