SE cuenta que vivía en Bagdad un hombre muy poderoso; tenía riquezas y fincas y era un gran comerciante, pero Dios no le había dado la descendencia que deseaba. Transcurrió cierto lapso de tiempo sin que le naciese ni una niña; el comerciante fue entrando en años, sus fuerzas se fueron debilitando, se le curvó la espalda y se multiplicaban sus achaques y preocupaciones; temía perder sin fruto sus riquezas en el caso de no tener un hijo que le heredase y que conservase su nombre. Rezó humildemente a Dios (¡ensalzado sea!), ayunó durante el día, por la noche hizo votos a Dios (¡ensalzado sea!) el Vivo, el Inmutable; visitó a los santones y multiplicó sus actos de humildad ante Dios (¡ensalzado sea!). Éste aceptó su plegaria, se apiadó de sus súplicas y al cabo de pocos días, cuando cohabitó con una de sus mujeres, ésta quedó encinta en el mismo instante. Transcurridos los meses dio a luz un hijo varón que parecía un pedazo de luna. El padre cumplió los votos, dio gracias a Dios (¡loado y ensalzado sea!), hizo limosnas, vistió a viudas y huérfanos. La séptima noche, después del nacimiento, le dio el nombre de Abu-l-Husn. Las nodrizas le amamantaron, los mamelucos y los criados le llevaron en brazos hasta que hubo crecido, fue mayor y se hubo desarrollado. Estudió, entonces, el magnífico Corán, las prescripciones del Islam y la casuística de la verdadera religión; la escritura, la poesía, la aritmética, el tiro de flechas y llegó a ser único en su tiempo, el más hermoso de sus contemporáneos: bello rostro, lengua elocuente, andaba contoneándose; sus miradas enloquecían; tenía las mejillas sonrojadas, la frente brillante y el bozo floreciente, tal como dijo uno de sus descriptores:
La primavera del bozo ha despertado en su mejilla, pero la rosa ¿cómo puede perdurar después de la primavera?
¿Es que no ves las plantas que crecen encima de su aladar que parece una violeta que se muestra detrás de las hojas verdes?
Abu-l-Husn vivió algún tiempo con su padre, en la más completa felicidad mientras éste se sentía feliz y contento con él. Cuando llegó a la pubertad su padre le hizo sentar un día a su lado y le dijo: «¡Hijo mío! Mi plazo se va acercando y llega ya el momento de mi muerte: no me falta más que encontrar a Dios, poderoso y excelso. Te dejo en herencia lo que sería suficiente incluso para el hijo de tu hijo: dinero en metálico, aldeas, fincas y jardines. ¡Hijo mío! En la administración de lo que te lego, teme a Dios (¡ensalzado sea!) y no sigas más que aquel que te ayude». Al cabo de poco tiempo aquel hombre enfermó y murió. Su hijo dispuso un espléndido funeral, le enterró, regresó a su casa y pasó días y noches llorándole. Después acudieron sus amigos y le dijeron: «Quien deja un sucesor como tú no muere. Todo lo pasado, pasado está. El guardar luto es cosa propia de las muchachas y de las mujeres que llevan una vida separada». Insistieron sin parar hasta que se marchó al baño. Los amigos entraron con él…
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas treinta y siete, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [los amigos entraron con él] y pusieron fin a su dolor. Abu-l-Husn olvidó los consejos de su padre y estupefacto ante sus grandes bienes pensó que el destino le iba a dejar siempre en la misma situación, que sus riquezas jamás tendrían fin. Comió, bebió, disfrutó, se divirtió, hizo regalos y dones, dilapidó el oro, se aficionó a comer pollos, a descorchar botellas de buen vino, oía burbujear el alcohol al salir de las botellas y se entretenía con los cantores. Este estado de cosas duró hasta que el dinero empezó a faltar: su situación decayó, los que habían vivido a su lado se marcharon y se quedó solo. Después de haberse deshecho de lo que pudo, sólo le quedó una esclava que había pertenecido a la herencia que le había dejado su padre. Esta esclava no tenía igual: hermosa, bella, perfecta, esbelta, bien proporcionada; conocía las artes y las letras y tenía todas las cualidades que se admiran; descollaba por encima de todos sus contemporáneos y era más célebre que una bandera por su gracia. A la belleza se sumaba la teoría y la práctica; andaba cimbreándose y era de porte distinguido a pesar de que sólo medía cinco pies; llevaba en sí la buena suerte y sus sienes parecían ser dos lunas del mes de saaban en creciente; sus cejas eran un par de arcos y sus ojos se parecían a los de las gacelas; la nariz era el filo de una espada; sus mejillas un par de anémonas; la boca, el sello de Salomón; los dientes, collares de perlas y el ombligo podía contener una onza de aceite de moringa; su cintura era más delgada que el cuerpo de un amante extenuado por la pasión al que el silencio hubiera hecho enfermar y sus nalgas eran más pesadas que dos dunas. En resumen: por su hermosura y su belleza merecía las palabras del poeta:
Si se acerca seduce con la belleza de sus formas; si se aleja mata por el dolor de la separación.
Se parece al sol, a la luna y a las ramas; la dureza y el coqueteo no entran en sus maneras.
Los jardines del Edén se encuentran debajo del seno de su camisa y la luna situada en el cielo aparece por encima de sus collares.
Parecía ser la luna cuando surge por el horizonte, la gacela que pace, una muchachita de nueve más cinco años capaz de avergonzar a la luna y al sol, tal como dijo el elocuente y hábil poeta:
Se parece a la luna llena cuando ésta tiene cinco y cinco y cuatro días[162].
No es culpa mía si me ha transformado en lo que ella era la noche del novilunio.
Tenía una piel pura y un aliento que parecía ser el céfiro; parecía haber sido creada de la luz y formada de cristal; sus mejillas eran sonrojadas, y tenía proporciones justas. Tal como dijo uno de sus descriptores:
Aparece entre el amarillo del azafrán, el blanco de la plata, sonrosada, despidiendo perfume de sándalo.
Es una flor en un jardín o una perla en una montura de oro o un ídolo en el templo.
Es esbelta; si su estatura le dice: «¡Crece!», sus caderas le objetan: «¡Quédate quieta y no te muevas!»
Cuando le pido la unión, su belleza responde: «¡Acepto!», pero su coquetería aconseja: «¡No lo hagas!»
¡Gloria a Aquel que la hizo bella y que hace ir a su amante en las historias de los censores!
Embobaba a quien la veía con su belleza y hermosura, con la suavidad de su sonrisa; con las miradas de sus ojos que lanzaban flechas, le hería. A pesar de todo esto era elocuente al hablar y sabía componer versos.
Cuando el dueño hubo agotado todos sus bienes, y se dio cuenta de la mala situación en que se encontraba y que no le quedaba más que esta esclava, se quedó tres días sin probar bocado ni descansar durmiendo. La esclava le dijo: «¡Señor mío! Condúceme ante el Emir de los creyentes, Harún al-Rasid…»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas treinta y ocho, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [la esclava dijo: «Condúceme a Harún al-Rasid,] el quinto de los califas abbasíes, y pídele por mí diez mil dinares. Si encuentra que soy muy cara, dile: “Emir de los creyentes, mi esclava vale mucho más de esto. Examínala y su valor aumentará ante tus ojos, ya que no tiene igual y sólo puede convenir a una persona como tú”». La esclava prosiguió: «¡Señor mío! No me vendas por menos de lo que te he dicho, pues es muy poco para una mujer como yo». Su dueño no sabía cuál era su valor ni que era una mujer única en su tiempo. La condujo ante el Emir de los creyentes, Harún al-Rasid, y se la ofreció, diciendo lo que le había dicho. El Califa preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» «Tawaddud.» «¡Tawaddud! ¿Qué ciencias sabes?» «¡Señor mío! La gramática, la poesía, el derecho canónico, la interpretación del Corán, la filología; conozco la música, la ciencia de partición de herencias, la aritmética, la geometría, la topografía y las antiguas tradiciones; conozco de memoria el magnífico Corán y sé leerlo según las siete, las diez y las catorce lecturas; conozco el número de sus azoras, de sus versículos, de sus partes, mitades, cuartos, octavos y décimos; el número de prosternaciones que exige su lectura y el de sus letras; sé lo que hay en él de abrogado y sus letras; cuáles son sus azoras mediníes y mequíes y las causas que motivaron su revelación; domino las tradiciones proféticas por estudio y tradición, sé cuáles arrancan de los compañeros del Profeta y cuáles proceden de la generación siguiente. He estudiado las ciencias exactas, la geometría, la filosofía, la medicina, la lógica, la retórica y la composición; he aprendido de memoria muchos textos científicos, me he preocupado de la poesía y sé tocar el laúd; sé acompañarme con él en el canto, conozco la técnica de tocar y arreglar las cuerdas y si canto y bailo, seduzco; si me arreglo y me perfumo, mato. En resumen: he llegado a un punto que sólo alcanzan “quienes están enraizados en la ciencia”[163].»
El Califa Harún al-Rasid, al oír tales palabras en muchacha tan joven, se admiró mucho de la elocuencia que demostraba poseer su lengua y volviéndose a su dueño le dijo: «Voy a hacer venir a quienes la van a examinar de todo lo que pretende saber. Si contesta te pagaré su importe y aun más. Si no contesta puedes quedarte con ella». El dueño contestó: «¡De mil amores, Emir de los creyentes!» El Califa escribió al Emir de Basora ordenándole que le enviase a Ibrahim b. Sayyar, el poeta, que era la persona más versada, de su tiempo, en dialéctica, elocuencia, poesía y lógica; le ordenó que convocase a los lectores del Corán, a los sabios, médicos, astrólogos, científicos, geómetras y filósofos. Ibrahim era más sabio que todos.
Al cabo de poco tiempo se presentaron todos en el palacio del Califa sin saber lo que ocurría. El Emir de los creyentes los llamó a su audiencia y les ordenó que se sentasen.
Se sentaron. Después mandó que compareciese la esclava Tawaddud. Ésta entró, se quitó el velo y se mostró como si fuese una estrella refulgente. Le ofrecieron una silla de oro. Saludó a todos y dijo con lengua elocuente: «¡Emir de los creyentes! Ordena que los sabios, los lectores del Corán, los médicos, los astrólogos, los científicos, los geómetras y los filósofos aquí presentes discutan conmigo». El Califa dijo: «Os pido que discutáis con esta joven en materia de religión y que rechacéis sus argumentos». Contestaron: «Hemos oído y obedecemos a Dios y a ti, Emir de los creyentes». La joven inclinó la cabeza y preguntó: «¿Quién de vosotros es el alfaquí, el recitador del Corán, el tradicionero?» Uno de ellos contestó: «Yo soy el hombre que buscas.» «¡Pregúntame lo que quieras!» «¿Has leído el libro de Dios, el Todopoderoso, y conoces lo abrogante y lo abrogado? ¿Has meditado sobre sus versículos y sus letras?» «¡Sí!» «Te interrogaré entonces sobre los deberes religiosos estrictos y las normas inmutables. Dime, esclava, esto: ¿Quién es tu Señor? ¿Quién es tu Profeta? ¿Quién es tu imán? ¿Cuál es tu alquibla? ¿Quiénes son tus hermanos? ¿Cuál es tu norma de vida? ¿Cuál es tu senda?» Tawaddud contestó: «Dios es mi Señor; Mahoma (¡Él le bendiga y le salve!), mi Profeta; el Corán, mi imán; la Kaaba, mi alquibla; los creyentes, mis hermanos; el bien, mi norma de vida, y la azuna, mi senda». El Califa se admiró al oír unas palabras tan elocuentes en una muchacha tan joven. Le preguntó: «¡Esclava! Dime con qué conoces a Dios (¡ensalzado sea!)». «¡Con el entendimiento!» «¿Qué es el entendimiento?» «El entendimiento es de dos clases: el donado y el adquirido.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas treinta y nueve, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [la esclava prosiguió:] «El entendimiento donado es el que Dios, Todopoderoso y excelso, concede a las criaturas según le place, y el adquirido es aquel que consigue el hombre gracias a la educación y al recto conocimiento.» «¡Estupendo! Pero ahora dime ¿dónde reside el entendimiento?» «Dios lo ha colocado en el corazón y ha hecho ascender sus rayos hasta el cerebro, en el cual tienen su sede.» «¡Magnífico! Dime ¿cómo conoces al Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!)?» «Por la lectura del libro de Dios (¡ensalzado sea!), por las aleyas, por los argumentos, las pruebas y los milagros.» «Muy bien; dime ¿cuáles son las obligaciones religiosas estrictas y las normas inmutables?» «Las obligaciones religiosas estrictas son cinco: Dar testimonio de que no hay más dios que el Dios único, que carece de asociados y que Mahoma es su esclavo y su enviado; realizar la oración; pagar el azaque; guardar el ayuno de Ramadán y peregrinar al templo sagrado de Dios, si se tienen medios para ello; las normas inmutables son cuatro: la noche y el día, el sol y la luna; en ellos se basan la vida y la esperanza y el hombre no sabe si al fin de los tiempos serán destruidas.» «Perfectamente. Dime ¿cuáles son las prácticas de la fe?» «Las prácticas de la fe son: la oración, el azaque, el ayuno, la peregrinación, la guerra santa y evitar las cosas prohibidas.» «Perfectamente, pero dime ¿por qué estás de pie al principio de la oración?» «Para manifestar el deseo de servir a Dios y declarar que él es mi dueño.» «Dime: ¿cuántas son las obligaciones que Dios ha impuesto para antes de empezar la oración?» «La pureza ritual, cubrir las vergüenzas, quitarse los vestidos sucios, ponerse erguido en un lugar puro, orientarse en dirección a la alquibla, mantenerse en posición de firmes, tener propósito, pronunciar la fórmula “Dios es grande” y proceder a la sacralización.» «¡Magnífico! Pero dime: ¿cómo sales de tu casa para dirigirte a la oración?» «Con la intención de tomar parte en el culto.» «¿Con qué intención entras en la mezquita?» «Con la de servir a Dios.» «¿Por qué te vuelves de cara a la alquibla?» «Por tres mandamientos divinos y uno de la azuna.» «Muy bien. Dime ahora cuál es el inicio de la oración, cuál su fin y cuál su sacralización.» «La oración empieza con el estado de pureza legal, la sacralización con la fórmula “Dios es grande”, y su conclusión, con la expresión “Y la paz”, que la cierra.» «¿Qué debe pensarse del que omite la oración?» «En el Sahih hay una tradición que dice: “Quien abandona la oración intencionadamente, sin causa que lo justifique, no está dentro del Islam”.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el faquí prosiguió:] «¡Magnífico! Dime ¿qué es la oración?» «La oración es el nexo que existe entre el esclavo y su Señor. Tiene diez virtudes: ilumina el corazón, aclara el rostro, satisface al Misericordioso, pone rabioso a Satanás, aleja las dificultades, libra de las asechanzas del enemigo, aumenta la misericordia, pone a cubierto de la venganza divina, acerca al esclavo a su Señor e impide las acciones torpes y reprobables. La oración es una de las obligaciones de precepto y constituye la pilastra de la fe.» «Muy bien. Ahora dime, ¿cuál es la llave de la oración?» «Las abluciones.» «¿Cuál es la llave de las abluciones?» «La invocación del nombre de Dios.» «¿Cuál es la llave de la invocación?» «La certeza.» «¿Cuál es la llave de la certeza?» «La confianza en Dios.» «¿Cuál es la llave de la confianza en Dios?» «La esperanza.» «¿Cuál es la llave de la esperanza?» «La obediencia.» «¿Cuál es la llave de la obediencia?» «El reconocimiento de la unidad de Dios (¡ensalzado sea!) y la aceptación de su cualidad de Señor.» «¡Magnífico! Dime ¿cuáles son las normas para practicar la oración?» «Según la escuela del imán al-Safií, Muhammad b. Idris (¡Dios esté satisfecho de él!), son seis: la intención de lavarse la cara, lavarse las dos manos hasta el codo, pasar la mano lavada por la cabeza, lavarse los dos pies hasta los tobillos y hacerlo todo en este orden. Según la azuna son necesarias diez cosas: invocar el nombre de Dios, lavarse las palmas de las manos antes de meterlas en el recipiente, enjuagarse la boca, aspirar agua por la nariz, lavarse toda la cabeza, lavarse los dos oídos por fuera y por dentro con agua limpia, pasarse los dedos por la barba, lavarse los dedos de las manos y de los pies uno por uno, dar preferencia a la diestra sobre la siniestra y hacer todas estas purificaciones por tres veces consecutivas. Una vez terminadas las abluciones se dice: “Atestiguo que no hay sino el Dios único, sin asociados. Atestiguo que Mahoma es su esclavo y enviado. ¡Dios mío! ¡Haz que sea uno de los que se arrepienten! ¡Haz que sea uno de los que se purifican! ¡Gloria a ti, Señor mío! ¡Al loarte doy testimonio de que no hay más Dios que Tú! ¡Te pido perdón y ante Ti me arrepiento!” En una noble tradición se refiere que el Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!) dijo: “Quien pronuncie esta plegaria después de cada ablución verá que se le abren las ocho puertas del Paraíso y entrará por la que quiera”.» «¡Magnífico! Cuando un hombre quiere realizar la ablución ¿qué ángeles y demonios están a su lado?» «Cuando alguien se prepara para la ablución corren los ángeles a su lado derecho y los demonios al izquierdo. En el momento en que al principio de las abluciones cita a Dios (¡ensalzado sea!), los demonios emprenden la huida y los ángeles le recubren con una tienda de luz a la que sostienen cuatro cuerdas, cada una de las cuales va a terminar en un ángel que canta las alabanzas a Dios (¡ensalzado sea!) y le pide perdón mientras aquél está en silencio o invoca el nombre de Dios. Si no menciona este último, todopoderoso y excelso, al principio de las abluciones y no guarda silencio, los demonios se apoderan de él en el mismo momento en que se alejan los ángeles; los demonios empiezan a tentarle hasta que le llenan de dudas y le hacen cometer faltas en la ablución. El Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!) ha dicho: “Las abluciones bien hechas alejan al demonio y ponen a cubierto de la tiranía del sultán”. También ha dicho que “aquel al que sorprende una desgracia cuando aún no ha realizado las abluciones, él es el único responsable”.» «¡Muy bien! Dime, ¿qué debe hacer una persona cuando se despierta?» «Una persona, al despertarse de dormir, debe lavarse las manos por tres veces antes de meterlas en el recipiente.» «¡Muy bien! Dime algo sobre las prescripciones del baño.» «Las prescripciones del baño son las siguientes: tener intención, meter todo el cuerpo en el agua, la cual debe llegar a todos los pelos y a toda la piel. Se recomienda que le precedan las abluciones, frotar el cuerpo, separar los cabellos y dejar para lo último el lavado de los pies.» «Bien.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y una, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el faquí prosiguió:] «Dime cuáles son los motivos que permiten hacer las abluciones con tierra en vez de agua, cuáles son sus preceptos y cuáles sus recomendaciones.» «Los motivos son siete: falta de agua, temor de que pase la hora de la oración, necesidad de economizar el agua, haberse extraviado en el camino, enfermedad, tener fracturas en los huesos, estar herido. Las recomendaciones son cuatro: propósito, disponer de tierra, pasarla por la cara y por las manos. Se recomienda: invocar el nombre de Dios y dar preferencia al lado derecho sobre el izquierdo.» «¡Estupendo! Dime cuáles son las condiciones de la oración, sus columnas y sus recomendaciones.» «Las condiciones de la oración son cinco: pureza de los miembros, cubrir las desnudeces, realizarla en las horas fijadas, bien sea por conocerlas, bien sea por conjetura; orientarse en dirección de la alquibla y situarse en un lugar puro. Las columnas son: tener propósito, pronunciar la fórmula “Dios es el más grande”, la sacralización y quedarse de pie, si es posible, durante la recitación de la Fatiha y la pronunciación de la fórmula “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso” y de los versículos pertinentes según indica la escuela del imán al-Safií. Inclinarse, quedarse en esta posición; obrar con calma y sin premura, prosternarse, mantenerse unos instantes así y sentarse entre dos adoraciones. Recitar la última profesión de fe y sentarse. Rezar por el Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!) y pronunciar la primera fórmula del fin de la oración e intención de poner fin a ésta declarándola verbalmente. Las recomendaciones son las siguientes: la invitación a la plegaria por el almuédano; mantenerse de pie; levantar las manos en el momento de la sacralización, oración inicial, expresión de la fórmula “Busco refugio en Dios frente a Satanás, él lapidado”, decir “Amén”, recitar una azora después de la Fatiha, pronunciar la fórmula “Dios es el más grande” en el momento de pasar de una posición a otra y decir “Dios escucha a quien le loa. ¡Señor nuestro! ¡Escucha nuestra loa!” Rezar en voz alta los fragmentos en que así está establecido y en voz baja los demás. Recitar la profesión de fe por primera vez, sentarse en cuclillas e implorar la bendición sobre el Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!); implorar la bendición sobre su familia en la última profesión de fe y en la segunda salutación.» «¡Muy bien! Pero dime: ¿sobre qué cosas se impone la limosna?» «Sobre él oro, la plata, los camellos, las vacas, las ovejas, el granó, la cebada, mijo, habas, arroz, aceite y dátiles.» «¡Muy bien! Dime ¿cuál es el porcentaje del azaque sobre el oro?» «No se paga contribución si se posee menos de veinte mizcales; si llega a veinte, se paga medio mizcal, y cuando pasa de esta cantidad, según la proporción correspondiente.» «Dime ahora cuál es el porcentaje del azaque sobre la plata.» «No se paga cuando la cantidad es inferior a doscientos dirhemes. Si llega a los doscientos el impuesto es de cinco dirhemes y si excede se paga según esta proporción.» «¡Magnífico! ¿Cuál es el porcentaje del azaque sobre los camellos?» «Por cada cinco camellos, hasta veinticinco, una oveja; por veinticinco camellos una camella en estado.» «¡Perfecto! Pero ahora háblame del ayuno y de sus preceptos.» «Son preceptos para el ayuno: la intención, la abstención de todo alimento y bebida, de toda unión sexual y el evitar el vómito. Es obligatorio para toda persona que haya llegado a la pubertad y esté en pleno uso de sus facultades mentales, que no tenga la menstruación ni esté en el puerperio. Hay que observarlo desde la aparición del novilunio de Ramadán o desde el momento en que se tiene noticia de que éste se ha observado, noticia que ha de ser dada por persona digna de fe y que ha de ser aceptada como verdadera por quien la recibe. Es obligación del que ayuna manifestar su propósito de cumplir con esta prescripción, adelantar la hora del desayuno y retrasar la de la cena; no hablar, de no ser para decir algo bueno, mencionar a Dios o recitar el Corán.» «¡Bien! Dime cuáles son las cosas que invalidan el ayuno.» «La aplicación de ungüentos, de colirios, cubrirse del polvo del camino, tragar saliva, derramar semen en sueños o a la vista de una mujer extraña; la sangría y la aplicación de sanguijuelas. Todo esto invalida el ayuno.» «Perfectamente. Háblame de la oración que se celebra con motivo de las dos fiestas[164].» «Consiste en realizar dos arracas según dispone la suna sin previo aviso por el almuédano ni indicación de incorporarse. Pero dicen: “la oración reúne a los creyentes”. En la primera se pronuncia siete veces la fórmula “¡Dios es el más grande!”, sin contar la vez que se recita en el momento de la sacralización. En la segunda se pronuncia cinco veces sin tener en cuenta la vez que se pronuncia en el momento de incorporarse, según la escuela del imán al Safií (¡Dios, ensalzado sea, le tenga en su misericordia!).»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y dos, refiere:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el faquí prosiguió:] «¡Perfectamente! Explícame cómo se reza la oración propia de los eclipses de sol y de luna.» «Consta de dos arracas sin previa llamada del almuédano ni invitación a incorporarse. En cada arraca, el orante repetirá las incorporaciones, inclinaciones y prosternaciones por dos veces; se sentará, hará la profesión de fe y pronunciará la fórmula que sirve para impetrar la bendición.» «¡Muy bien! Infórmame ahora de la plegaria que se emplea para implorar la lluvia.» «Consta de dos arracas sin previa llamada del almuédano ni invitación a incorporarse. Se pronuncia la profesión de fe y la fórmula que sirve para impetrar la bendición. Después predicar en un sermón y se impetrará el perdón de Dios (¡ensalzado sea!) en lugar de la fórmula “Dios es el más grande” que se emplea con el motivo de las dos fiestas. A continuación se investirá el manto poniéndolo de abajo arriba, rezará y suplicará humildemente.» «¡Muy bien! Ahora háblame de la oración dispar.» «La menor implica una sola arraca y la mayor once.» «Perfecto. Háblame de la oración de la mañana.» «La oración menor de la mañana consta de dos arracas y la mayor de doce.» «Bien; háblame del retiro religioso.» «Es una práctica recomendada.» «¿Cuáles son sus condiciones?» «El tener propósito de realizarlo y que quien lo practique no salga de la mezquita a menos de que sea absolutamente necesario; que no tenga relación con las mujeres, que ayune y que no hable.» «Bueno; háblame de las condiciones en que es necesario realizar la peregrinación.» «Ser mayor de edad, tener entendimiento cabal, ser musulmán y tener medios para realizarlo. Es obligatorio una sola vez en la vida, antes de morir.» «¿Cuáles son las obligaciones del peregrino?» «El ponerse el vestido de peregrino, el permanecer de pie en el monte Arafa, dar las vueltas de ritual a la Kaaba, correr entre las colinas de Safa y Marwa y el cortar o afeitarse el cabello.» «¿Cuáles son las obligaciones del peregrino que visita la Meca fuera del período legal?» «El ponerse el vestido de peregrino, el dar las vueltas a la Kaaba y la carrera.» «¿Qué cosas debe hacer el que se pone el vestido de peregrino?» «Quitarse todas las prendas que estén cosidas, abstenerse de perfumes, no cortarse los pelos ni las uñas y renunciar a la caza y a las relaciones sexuales.» «¿Cuáles son las cosas que deben recomendarse en la peregrinación?» «Pronunciar la fórmula “¡Aquí estoy. Señor!” Dar las vueltas de ritual a la llegada y en el momento de marcharse, pasar la noche en Muzdalifa y en Mina y tirar las piedras.» «¡Estupendo! ¿En qué consiste la guerra santa? ¿Cuáles son sus fundamentos?» «Condiciones de la guerra santa son: ataque previo por parte de los infieles, asistencia a la misma de un imán, preparación adecuada y decisión al hacer frente al enemigo. Se recomienda que se incite al combate según las palabras de Dios (¡ensalzado sea!): “¡Profeta! ¡Incita a los creyentes al combate!”%4%» «¡Bien! Háblame ahora de las leyes y recomendaciones que existen sobre la compraventa.» «Son condiciones de la compraventa: la oferta y la aceptación; si lo que se vende es un esclavo del que se saca provecho hay que intentar convertirlo al Islam; hay que evitar el obtener un beneficio que tenga carácter de usura. Las recomendaciones son: el derecho a desdecirse y a mejorar la oferta antes de que se separen las dos partes tal y como ha dicho el Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!): “Comprador y vendedor tienen derecho a cambiar de opinión hasta el momento de separarse”.» «¡Perfecto! Dime cuáles son las cosas que no pueden venderse la una sin la otra.» «Recuerdo, sobre esto, una tradición auténtica que remonta a Nafí, quien oyó al Enviado de Dios (¡Él le bendiga y le salve!) prohibir que se vendiesen los dátiles frescos por otros secos; los higos frescos por otros secos; la carne seca por otra fresca, la manteca fresca por la pasada y, en fin, los productos alimenticios de la misma especie entre sí.» El faquí, al oír estas palabras, se dio cuenta de que la muchacha era inteligente, perspicaz, aguda y muy versada en derecho, tradición, comentarios al Corán y otras muchas cosas. Se dijo: «Es necesario que me invente algo para dejarla malparada ante la tertulia del Emir de los creyentes». Le dijo: «¡Muchacha! ¿Qué significa lexicológicamente la palabra “abluciones”?» «Ablución significa limpieza, falta de toda cosa impura.» «¿Qué significa lexicológicamente la palabra “oración”?» «¡Pedir el bien!» «¿Qué significa lexicológicamente “ablución completa”?» «Purificación.» «¿Y ayuno?» «Abstinencia.» «¿Y azaque?» «Aumento.» «¿Y peregrinación?» «Dirección a una meta.» «¿Y guerra santa?» «¡Defensa!» Aquí se terminaron las argucias del faquí…
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y tres, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [aquí se ter-minaron las argucias del faquí] quien se puso de pie y exclamó: «Da testimonio por mí, Emir de los creyentes, de que esta joven conoce el fiqh[165] mejor que yo».
La muchacha le dijo: «¿Puedo hacerte una pregunta a la cual me contestarás rápidamente si eres docto?» «¡Pregunta!» «¿Cuáles son las flechas de la religión?» «Son diez: La primera consiste en la profesión de fe que constituye la comunidad religiosa; la segunda, la oración o sea el espíritu religioso; la tercera, el azaque o sea la purificación; la cuarta el ayuno que constituye el Paraíso; la quinta, la peregrinación, que es la xara; la sexta, la guerra santa que es una condición cuyo cumplimiento por unos cuantos sirve para los demás; la séptima y la octava ordenar el bien y prohibir el mal y constituyen el celo; la novena, la comunidad musulmana que constituye el amor entre los correligionarios, y la décima, el estudio de la ciencia religiosa que constituye la senda loable.» La joven exclamó: «¡Perfectamente! Sólo te falta una pregunta: ¿cuáles son las raíces del Islam?» «¡Cuatro! La pureza de la fe; la buena intención; observancia de las prescripciones y la fidelidad a la palabra empeñada.» «Falta una pregunta: bien si la respondes; si no la contestas te quitaré el vestido.» «¡Pregunta, esclava!» «¿Cuáles son las ramas del Islam?» El sabio permaneció callado un rato sin decir nada. La joven le gritó: «¡Quítate tu traje y yo te las aclararé!» El Emir de los creyentes intervino: «Explícaselas y yo te daré los vestidos que lleva.» «Las ramas del Islam son veintidós: Atenerse al libro de Dios (¡ensalzado sea!); amoldarse a la conducta de su Enviado (¡Él le bendiga y le salve!); abstenerse de causar daño; comer los alimentos permitidos y evitar los prohibidos; restituir lo mal adquirido a su legítimo dueño; arrepentirse; conocer la ley religiosa; amar al Excelso; seguir la revelación coránica; creer en los Enviados; temer las innovaciones; estar preparado para pasar a la otra vida; tener la fe sólida; perdonar cuando se tiene poder; ayudar al débil; tener paciencia en el infortunio; conocer a Dios (¡ensalzado sea!); conocer lo que Él envió a su Profeta; resistir al maldito Iblis; resistir a las propias pasiones; ser constante frente a las tentaciones y sentir devoción ante Dios.»
El Emir de los creyentes, al oír esto, mandó al faquí que se despojase de sus vestidos y del taylasán[166]. El sabio se quitó ambos y se marchó confuso y avergonzado de la tertulia del Emir de los creyentes.
Otro hombre se irguió ante ella y le dijo: «¡Esclava! ¡Contéstame a unas pocas preguntas!» «¡Interroga!» «¿Cuáles son las condiciones para que la venta, con pago anticipado, sea válida?» «Que se conozca el importe, la calidad y el plazo de entrega.» «Perfecto, pero ¿cuáles son las prescripciones y las recomendaciones que se refieren a la comida?» «Son prescripciones el reconocer que Dios (¡ensalzado sea!) es Quien concede el alimento y la comida y estarle agradecido por ello.» «¿En qué consiste el agradecimiento?» «En el uso que la criatura hace de todas las cosas creadas por Dios y que Él le dona según el fin con que fueron creadas.» «¿Cuáles son las recomendaciones de comida?» «El pronunciar la fórmula: “En el nombre de Dios”, lavarse las manos, sentarse sobre el lado izquierdo, comer con los tres dedos y tomar de lo que está frente a nosotros.» «¡Bien! Háblame de cuál es el modo correcto de comer.» «Coger bocados pequeños y mirar poco al vecino.» «¡Perfecto!»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y cuatro, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el hombre prosiguió:] «Explícame ahora algo sobre los principios básicos del corazón y las consecuencias correlativas.» «Son tres y tres. El primer principio consiste en tener una fe sólida y su consecuencia consiste en rehuir la infidelidad; el segundo consiste en observar la azuna y en consecuencia implica rehuir de las innovaciones peligrosas; el tercero consiste en obedecer y tiene por consecuencia rehuir la rebelión.» «¡Perfecto! Háblame de las condiciones de la ablución ritual.» «Para realizarla es necesario ser musulmán, tener discernimiento, disponer de agua pura y carecer de impedimentos materiales y canónicos.» «Bien. Háblame de la fe.» «La fe se divide en nueve partes: fe en el ser Adorado; fe en las intenciones del que va a adorar; fe en los atributos de la divinidad; fe en las dos manotadas[167]; fe en la predestinación; fe en los versículos abrogantes; fe en los versículos abrogados; creer en Dios, en sus ángeles y en los textos por Él revelados y en sus Enviados; creer en la predestinación de lo bueno y de lo malo y de lo dulce y lo amargo.» «Perfectamente. Háblame de las tres cosas que excluyen a las otras tres.» «Sí; Sufyán al-Tawrí refiere que el Profeta dijo: “Hay tres cosas que excluyen a otras tres: el tener a menos a los píos excluye el Paraíso; el desprecio a los soberanos hace perder la vida y el no preocuparse por el ahorro hace desaparecer el dinero”.» «Muy bien. Explícame cuáles son las llaves de los cielos y cuántas puertas tienen éstos.» «Dios (¡ensalzado sea!), ha dicho: “se abrirá el cielo y será todo puertas”[168], y el Profeta (¡Él le bendiga y le salve!), ha dicho: “El número de puertas del cielo no lo sabe más que Aquel que ha creado el cielo; cada uno de los hijos de Adán tiene en el cielo dos puertas: una por la cual desciende su sustento y una por la cual ascienden sus obras. La puerta por la que se le baja el alimento no se cierra hasta que ha llegado su fin y la puerta por donde entran sus obras, hasta que no ha ascendido su espíritu”.» «Bien. Háblame ahora de una cosa, de media cosa y de ninguna cosa.» «La cosa es el creyente, la media cosa el hipócrita y ninguna cosa, el infiel.» «Bueno. Háblame de los corazones.» «Existe: el corazón sano, el enfermo, el arrepentido, el consagrado a Dios y el iluminado. El corazón sano es el del amigo de Dios, Abraham; él enfermo es el del infiel; el arrepentido es el de los temerosos de Dios; el consagrado a Él es el de nuestro señor, Mahoma, al que Dios bendiga y salve; el iluminado es el de sus fieles. Los corazones de los doctos son de tres clases: el pendiente del mundo, el pendiente de la última vida y el pendiente de su Señor. Se dice que hay tres clases de corazones: el dependiente que es el del infiel; el inexistente, que es el del hipócrita y el firme que es el del creyente. También se dice que el corazón del creyente es de tres clases: el henchido por la luz y por la fe, el herido por el temor de la separación y el que teme el abandono.» «Perfectamente.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y cinco, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que la joven dijo: «¡Emir de los creyentes! Me ha interrogado hasta cansarme. Ahora voy a hacerle dos preguntas y si me las contesta, pues bien; pero si no las responde le quitaré sus vestidos y se marchará en paz». El alfaquí le dijo: «¡Pregúntame lo que quieras!» «¿Qué dices de la fe?» «La fe hace hablar con la lengua, ser verídico con el corazón y hace actuar a los miembros. El Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!) ha dicho: “El hombre no tiene una fe completa hasta que consigue tener estas cinco cosas: confianza en Dios, abandono a Dios, conformidad con la voluntad de Dios, complacerse con sus órdenes y que todas sus cosas pertenezcan a Dios. Entonces es uno de los que aman a Dios y de los que dan o niegan por complacer a Dios, tiene una fe íntegra”.» «Háblame del deber de los deberes; del deber que está antes que cualquier otro deber; del deber que necesitan todos los deberes; del deber que comprende todos los otros deberes; de la azuna que entra en el deber y de la azuna con la cual se completa el deber.» El sabio calló, no contestó. El Emir de los creyentes mandó a la muchacha que lo explicase y ordenó al faquí que se quitase él vestido y se lo entregase. Entonces ella dijo: «¡Alfaquí! El deber de los deberes consiste en él conocimiento de Dios (¡ensalzado sea!); él deber que está antes que cualquier otro deber lo constituye la pronunciación de la fórmula “No hay dios sino el Dios y Mahoma es él enviado de Dios”; el deber que necesitan todos los otros deberes es el de la ablución; el deber que encierra todos los otros deberes lo constituye el baño completo; la azuna que entra en el deber es aquella que prescribe pasar los dedos abiertos por en medio de la barba espesa y la azuna con la cual se completa el deber es la circuncisión». Después de estas aclaraciones quedó de manifiesto la incapacidad del jurista. Éste se puso de pie y dijo: «¡Emir de los creyentes! Doy testimonio ante Dios de que esta joven conoce la jurisprudencia mejor que yo o que cualquier otra persona». Se quitó el vestido y se marchó avergonzado.
He aquí el relato de lo acaecido con el lector del Corán: la joven se dirigió hacia los restantes sabios que quedaban presentes y preguntó: «¿Quién de vosotros es el lector, el sabio que domina las siete lecturas canónicas, la gramática y la lexicografía?» El lector fue a sentarse delante de ella y le preguntó: «¿Has leído el libro de Dios (¡ensalzado sea!) y has estudiado sus aleyas, los versículos abrogantes y los abrogados, los puntos claros y oscuros, las azoras reveladas en la Meca y en Medina? ¿Has comprendido su interpretación y la conoces según las distintas cadenas de transmisores y según las distintas escuelas de lectura?» «Sí.» «Pues bien: háblame del número de azoras del Corán; cuántas décimas partes hay; dime el número de aleyas, letras y prosternaciones; cuántos son los profetas en él mencionados; cuántas son las azoras mediníes y cuántas las mequíes; ¿qué número de animales voladores recita en él?» «¡Señor mío! El Corán tiene ciento catorce azoras, de las cuales son mequíes setenta y mediníes cuarenta y cuatro; tiene seiscientas veintiuna décimas, seis mil doscientas treinta y seis aleyas, setenta y nueve mil cuatrocientas treinta y nueve palabras y trescientas veintitrés mil seiscientas setenta letras. El lector recibe diez favores por cada letra. Las prosternaciones son catorce.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cuál le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y seis, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [Tawaddud prosiguió:] «En el Corán se mencionan veinticinco profetas cuyos nombres son: Adán, Noé, Abraham, Ismael, Isaac, Jacob, José, Eliseo, Jonás, Lot, Salé, Hud, Suayb, David, Salomón, Du-l-Idris, Elías, Juan, Zacarías, Job, Moisés, Aarón, Jesús y Mahoma (¡Dios bendiga y salve a todos!). Se mencionan nueve animales voladores cuyos nombres son: el mosquito, la abeja, la mosca, la hormiga, la abubilla, el cuervo, la langosta, el ababil y el pájaro de Jesús (¡sobre éste sea la paz!) que es el murciélago.» «Muy bien. Dime cuál es la mejor azora del Corán.» «La de la vaca.» «¿Cuál es el versículo más sublime?» «El del trono[169], que consta de cincuenta palabras, cada una de las cuales lleva implícitas cincuenta bendiciones.» «¿Cuál es el versículo que contiene nueve milagros?» «Aquel en que Dios (¡ensalzado sea!) dice: “En la creación de los cielos y de la tierra; en la variación de las noches y los días; en el barquichuelo que se desliza por el mar llevando lo que es útil a los hombres (en el agua que Dios hace descender del cielo, con la que vivifica la tierra después de su muerte; en la distribución, por ella, de toda clase de bestias; en el cambio de los vientos y de las nubes sumisas entre el cielo y la tierra, eso son aleyas, milagros, para la gente que razona)”[170].» «¡Magníficamente! Dime ahora cuál es la aleya más justa.» «Cuando Dios (¡ensalzado sea!) dice: “Dios manda la justicia, la beneficencia y la caridad para con los allegados, y prohíbe la torpeza, lo reprobable y la injusticia”[171].» «¿Cuál es el versículo más ávido?» «“¿Cada hombre de ellos ambiciona el ser introducido en un Paraíso de ensueño?[172].”» «¿Cuál es el versículo que induce más a la esperanza?» «Aquel en que Dios dice: “¡Aquellos de mis siervos que fueron inicuos consigo mismos! ¡No desesperéis de la misericordia de Dios! Dios perdona todos los pecados. Él es el Indulgente, el Misericordioso”[173].» «Muy bien. Dime ¿según qué escuela de lectura recitas tú el Corán?» «Según la que siguen los habitantes del Paraíso, que es la de Nafi.» «¿En qué versículo los profetas son acusados de mentir?» «En el que Dios dice: “Le trajeron su camisa manchada con falsa sangre”[174], refiriéndose a los hermanos de José.» «¿En qué versículo los descreídos dicen la verdad?» «Aquel en que Dios dice: “Los judíos dicen: ‘Los cristianos no tienen ningún fundamento’. Los cristianos dicen: ‘Los judíos no tienen ningún fundamento’, pero todos ellos leen la Escritura”[175]. Aquí todos dicen la verdad.» «¿Cuál es el versículo en que Dios habla en persona?» «Cuando Él (¡ensalzado sea!) dice: “No he creado a los genios y a los humanos más que para que me adoren”[176].» «¿En qué versículo hay un discurso de los ángeles?» «Aquel en el que Dios dice: “nosotros cantamos tu loor y te glorificamos[177]”.» «Háblame del versículo: “busco refugio en Dios contra el Demonio lapidado[178]”.» «Buscar refugio en Él es un deber que Dios nos ha impuesto cumplir antes de iniciar la lectura del Corán; esto queda probado con sus propias palabras: “Cuando lees el Corán busca refugio en Dios contra el Demonio lapidado”.» «Dime en qué consiste la fórmula de buscar refugio y cuáles son sus variantes.» «Hay quienes buscan el refugio de Dios con las palabras “Busco refugio en Dios, el Oyente, el Omnisciente, frente al Demonio lapidado”. Otros dicen: “Busco refugio en Dios, el fuerte”. La mejor fórmula es la del magnífico Corán que recoge la azuna. El Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!) cuando empezaba la lectura del Corán decía: “Busco refugio en Dios frente al Demonio lapidado”. Se refiere, procedente de Nafi, quien lo sabía por su padre, que el Enviado de Dios (¡Él le bendiga y le salve!) cuando se levantaba a rezar por la noche decía: “Dios es el más grande; a Él sean dados todos los loores; ¡Gloria a Dios al amanecer y al atardecer!” Después añadía: “Busco refugio en Dios frente a Satanás, el lapidado y frente a las tentaciones e insinuaciones de los demonios”. Se refiere en una tradición que remonta a Ibn Abbas (¡Dios esté satisfecho de ambos!): “En la primera revelación que Gabriel llevó al Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!) enseñó a éste a buscar refugio diciéndole: ‘Di, Mahoma: Busco refugio en Dios el Oyente, el Omnisciente’. Después añade: ‘En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso’, y continúa: ‘¡Predica en el nombre de tu Señor, el que te ha creado! Ha creado al hombre de un coágulo’ ”[179].»
El lector del Corán al oír estas palabras quedó admirado de la bella dicción, de la elocuencia, de la sabiduría y de la superioridad de la joven. Le preguntó: «¡Muchacha! ¿Qué dices acerca de las palabras de Dios: “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”? ¿Constituyen un versículo del Corán?» «Sí; constituyen un versículo en la azora de la Hormiga[180]; también constituyen un versículo entre cada dos azoras, pero las discrepancias de los doctos sobre esto son muchas.» «¡Muy bien!»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y siete, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el lector del Corán prosiguió:] «Dime ¿por qué no se ha escrito “En el nombre de Dios, él Clemente, el Misericordioso” al principio de la azora “El Arrepentimiento”[181]?» «La azora “El Arrepentimiento” fue revelada para rescindir el pacto que existía entre el Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!) y los politeístas. El Profeta envió a Alí b. Talib (¡que Dios le ennoblezca el rostro!) a aquéllos, en un día en que celebraban una reunión, para que les recitase la azora de “El Arrepentimiento”, pero prescindiendo de la fórmula “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”.» «Explícame las virtudes que tiene la fórmula “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso” y los beneficios que reporta.» «Se refiere que el Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!), dijo: “Jamás he recitado la fórmula ‘En el nombre de Dios, él Clemente, el Misericordioso’ sin que me haya reportado una bendición”. También se le atribuyen estas palabras: “¡Juro por el Señor del poder y por su propio poder! Siempre que se pronuncien las palabras ‘En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso’ sobre un enfermo, éste curará, poco después, de su dolencia”. Se refiere que cuando Dios creó el Trono, éste se balanceó terriblemente. Entonces Dios escribió encima: “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”, e inmediatamente dejó de temblar. Cuando fue revelada al Enviado de Dios (¡Él le bendiga y le salve!) la fórmula “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”, exclamó: “Estoy a cubierto de tres cosas: del terremoto, de la metamorfosis y del anegamiento”. Las virtudes de esta fórmula son inmensas, numerosas sus bendiciones y su explanación sería muy larga. Una tradición del Enviado de Dios (¡Él le bendiga y le salve!) dice: “El día del juicio se presentará un hombre y se computarán sus buenas acciones: si no se le encuentra ni una se le enviará al fuego. El condenado dirá: ‘¡Dios mío! Tú no eres justo conmigo’. Dios —todopoderoso y excelso— preguntará: ‘¿Por qué?’ El hombre dirá: ‘¡Señor! Tú te has atribuido los epítetos de ‘el Clemente’ y ‘el Misericordioso’ y ahora quieres castigarme con el fuego’. Dios, todopoderoso y excelso, concluirá: ‘Yo me he dado los epítetos de ‘el Clemente’ y ‘el Misericordioso’ ¡Conducid a este siervo mío al Paraíso, pues soy el más misericordioso de los misericordiosos!’”» «Perfectamente. Dime cuál fue el inicio de la fórmula “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”.» «Cuando Dios (¡ensalzado sea!) reveló el Corán escribieron: “En tu nombre, Dios mío”. Pero Dios (¡ensalzado sea!) hizo descender este versículo: “Di: ‘¡Rogad a Dios o rogad al Clemente! Con cualquier palabra con que le invoquéis os escuchará. Él posee los nombres más hermosos’ ”[182]. Entonces escribieron: “En el nombre de Dios, el Misericordioso”. Cuando reveló el versículo: “Vuestro dios es un solo Dios. No hay Dios fuera de Él, el Clemente, el Misericordioso”[183], escribieron: “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”.» El lector del Corán al oír estas palabras bajó la cabeza y se dijo: «Esta chica es el prodigio de los prodigios. ¿Cómo puede esta joven discurrir acerca del origen de la fórmula “En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso”? Es necesario que me las ingenie para vencerla». En voz alta añadió: «¡Muchacha! ¿Dios ha revelado el Corán de una sola vez o por partes?» «Gabriel, el Seguro (¡sobre él sea la paz!), lo transportó a la tierra; lo bajó desde el lugar en que su Señor lo tenía y lo entregó a su Profeta, Mahoma, señor de los enviados y sello de los profetas, con los mandamientos y las prohibiciones, con las promesas y las amenazas, con las leyendas y los proverbios, en un plazo de veinte años. Le fue haciendo entrega de las aleyas por separado, según requerían los acontecimientos.» «Muy bien. Dime cuál fue la primera azora revelada al Enviado de Dios (¡que Él le bendiga y le salve!).» «Según Ibn Abbas fue la de “El Coágulo”[184]; según Chabir b. Abd Allah la de “El Arropado”[185]. Las demás azoras y aleyas fueron reveladas después.» «Dime cuál fue la última aleya revelada.» «El versículo[186] que trata de la usura, pero hay quien asegura que fue ésta: “Cuando llegue el auxilio de Dios y la victoria”[187].»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y ocho, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el lector del Corán prosiguió:] «Perfectamente: dime cuántos compañeros del Profeta recogieron el Corán en vida de Éste (¡que Dios le bendiga y le salve!).» «Cuatro: Ubayy b. Kaab, Zayd b. Tabit, Abu Ubayda Amir b. al-Charrah y Utman b. Affan (¡Dios se apiade de todos ellos!).» «Bien. Dime algo acerca de los fundadores de las escuelas de lectura del Corán.» «Son cuatro: Abd Allah b. Masud, Ubayy b. Kaab, Muad b. Chabal y Salim b. Abd Allah.» «¿Y qué dices de las palabras de Dios (¡ensalzado sea!): “y lo que fue sacrificado ante los ídolos”[188]?» «Se refiere a los ídolos que estaban erigidos y eran adorados prescindiendo de Dios (¡ensalzado sea!) y frente a los cuales hay que buscar refugio en Dios.» «¿Y qué dices de las palabras de Dios (¡ensalzado sea!): “Tú sabes lo que hay en mi alma, pero yo no sé lo que hay en tu alma”[189]?» «Significan “tú conoces mi verdad y lo que yo poseo, pero yo no conozco lo que tú tienes”. Prueba de ello son sus palabras: “Tú, tú conoces perfectamente lo oculto”[190]. También se dice que significan “Tú conoces mi esencia mientras yo no conozco la tuya”.» «¿Qué dices de las palabras de Dios (¡ensalzado sea!): “¡Oh, los que creéis! No se os prohíben los manjares que Dios os ha declarado lícitos”[191]?» «Me ha referido mi jeque (¡Dios tenga misericordia de él!), quien lo sabía por el tradicionero al-Dahhak, que estas palabras se dirigían a un grupo de musulmanes, los cuales habían dicho: “Despedacemos nuestros vestidos y pongámonos cilicios”. Este versículo fue revelado para ellos. Qutada dice en cambio que este versículo fue revelado haciendo alusión a algunos compañeros del Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!). Eran los tales Alí b. Abí Talib, Utman b. Musab y otros que decían: “Nos mutilaremos, nos pondremos vestidos de cerda y nos consagraremos al ascetismo”, y entonces fue revelado este versículo.» «¿Qué dices de las palabras de Dios (¡ensalzado sea!): “Dios tomó a Abraham por amigo”[192]?» «Amigo es el pobre necesitado; según otros es aquel que ama a Dios, que abandona todas las cosas de un modo irrevocable para dirigirse hacia Dios (¡ensalzado sea!).» El lector del Corán cuando se dio cuenta de que la muchacha pasaba de un raciocinio a otro con la ligereza de la nube que atraviesa el cielo, que no vacilaba ni un instante en la respuesta, se puso de pie y dijo: «¡Emir de los creyentes! Doy fe de que esta joven sabe más que yo acerca de la lectura del Corán». En el mismo momento la muchacha exclamó: «Yo te haré una sola pregunta: si la contestas, bien; si no lo consigues, te desposeeré de tus vestidos». El Emir de los creyentes dijo: «¡Interrógale!» La joven preguntó: «¿Qué me dices de un versículo que contiene veintitrés kaf?, ¿y del que contiene dieciséis mim?, ¿y del que contiene ciento cuarenta ayn? ¿Cuál es la sección del Corán en la que falta la fórmula de glorificación de Dios?» El lector fue incapaz de responder y la joven le dijo: «¡Quítate tus vestidos!» Se los quitó. La doncella añadió: «¡Emir de los creyentes! El versículo que contiene dieciséis mim se encuentra en la azora de Hud y es aquella en la que Dios dice: “Se le dijo: ‘¡Noé! Desembarca en paz y desciendan sobre ti las bendiciones’”[193], etc. El versículo que contiene veintitrés veces la letra kaf se encuentra en la azora de “La Vaca” y es el de la Fe[194]; el versículo que contiene cuarenta veces la letra ayn se encuentra en la azora “El Muro” y es aquel en que Dios (¡ensalzado sea!) dice: “Moisés escogió, entre sus gentes, a setenta hombres para venir a nuestra cita”[195]. Cada hombre tiene dos ojos. La sección del Corán que no contiene la fórmula de glorificación de Dios es “La Hora se acerca, la luna se hiende”[196] y la azora “El Clemente” y “El Acontecimiento”». El lector se despojó de sus vestidos y se fue avergonzado.
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cuarenta y nueve, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que se presentó ante ella un médico experto, quien le dijo: «Basta ya de las ciencias religiosas y tratemos un poco de las de los cuerpos. Háblame del hombre y cómo ha sido creado, ¿cuántas venas hay en su cuerpo?, ¿cuántos huesos?, ¿cuántas vértebras?, ¿dónde se encuentra la primera de las venas?, ¿por qué se llama a Adán, Adán?» Le contestó: «Se llama Adán por su udma, es decir, por el color moreno que tiene; también se dice que es por haber sido creado del barro de la tierra. Su pecho fue hecho con el polvo de la Kaaba; la cabeza, con el de oriente; los pies, con el de occidente. Dios le creó siete puertas en la cabeza. Son: dos ojos, dos oídos, dos narices y la boca. Además le hizo dos orificios: uno delante y otro detrás. En los dos ojos reside el sentido de la vista; en los dos oídos, el de la audición; en las dos narices, el del olfato, y en la boca, el del gusto. Ha hecho la lengua para que el hombre pueda manifestar sus ideas y le ha formado a partir de cuatro elementos que son: el agua, el polvo, el fuego y el aire. La bilis es amarilla y tiene la naturaleza del fuego: es caliente y seca; la atrabilis tiene la naturaleza de la tierra y es húmeda y seca; la flema tiene la naturaleza del agua y es fría y húmeda; la sangre tiene la naturaleza del aire y es cálida y húmeda. Dios ha puesto en el hombre trescientas sesenta venas, doscientos cuarenta huesos y tres espíritus: el animal, el racional y el natural, dando a cada uno de ellos unas propiedades específicas. Ha colocado, además, en él: un corazón, un bazo, dos pulmones, seis intestinos, un hígado, dos riñones, dos nalgas, el cerebro, la piel y los cinco sentidos: oído, vista, olfato, gusto y tacto. Ha puesto el corazón en el lado izquierdo del pecho y el estómago delante del corazón. Los pulmones son el abanico del corazón. El hígado se encuentra en el lado derecho, enfrente del corazón. Ha creado él diafragma y los intestinos, ha formado la caja torácica dándole la forma de una red gracias a las costillas». «¡Muy bien! Dime ahora cuántas cavidades hay en la cabeza del hombre.» «Hay tres cavidades que contienen cinco facultades que se llaman los sentidos internos. Son: el sentido común, la imaginación, el raciocinio, la percepción y la memoria.» «Bien. Háblame del sistema óseo.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cincuenta, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [Tawaddud prosiguió:] «Se compone de doscientos cuarenta huesos y se divide en tres partes: cabeza, tronco y extremidades. La cabeza se divide en cráneo y cara. El cráneo se compone de ocho huesos, a los cuales se añaden los cuatro del oído; la cara se divide en mandíbula superior y mandíbula inferior: la superior contiene once huesos y la inferior uno solo, pero a ella se añaden los dientes que son treinta y dos; hay además el hueso que tiene la forma de la letra lam. El tronco se divide en la espina dorsal, el pecho y el vientre. La espina dorsal se compone de veinticuatro huesos llamados vértebras; el pecho está constituido por el esternón y las costillas; éstas son en número de veinticuatro, a doce por cada lado. El vientre se compone de dos femorales, el sacro y el coxis. Las extremidades se dividen: en dos superiores y dos inferiores. Cada una de las superiores consta de una espalda integrada por el omóplato y la clavícula y en segundo lugar del brazo, formado por un solo hueso; tercero: el antebrazo, compuesto por dos huesos, el cubito y el radio, y en cuarto lugar la mano que se divide en: muñeca, metacarpo y dedos. La muñeca consta de ocho huesos dispuestos en dos filas, cada una de las cuales está compuesta por cuatro; el metacarpo se compone de cinco huesos y los dedos, que son en número de cinco. Cada uno de éstos está formado por tres huesos que se llaman falanges, excepción hecha del pulgar que sólo consta de dos. Cada extremidad inferior se divide: Primero: en muslo que está formado por un solo hueso; segundo: la pierna que está compuesta por tres: tibia, peroné y rótula; tercero: el pie que se divide, a semejanza de la mano, en tarso, metatarso y dedos. El tarso consta de ocho huesos alineados en dos filas: la primera de dos y la segunda de cinco; el metatarso tiene cinco huesos; los dedos son en número de cinco y cada uno de ellos está compuesto por tres falanges, excepción hecha del pulgar que sólo tiene dos.» «Bien. Háblame acerca de las raíces de las venas.» «El origen de la aorta, de la cual nacen todas las demás venas, es múltiple y su número sólo lo conoce el Creador. Se dice que hay trescientas sesenta venas como he dicho con anterioridad. Dios ha colocado la lengua como intérprete; los ojos, como antorcha, las narices como respiraderos, las manos como alas. El hígado es la sede de la compasión; el bazo, de la alegría, y los riñones, del engaño. Los pulmones son el ventilador del cuerpo; el estómago, su despensa, y el corazón su fundamento: cuando el corazón está sano, está sano todo el cuerpo; cuando enferma, enferma todo el cuerpo.» «Háblame de los síntomas e indicios manifiestos que denotan las enfermedades de los miembros externos y de los órganos internos.» «Ciertamente. Si el médico es experto, observa el estado del cuerpo y saca indicios tocando las manos que pueden estar duras, calientes, secas, frías, húmedas. El reconocimiento externo da noticias acerca de las enfermedades internas. Así: ojos amarillos indican la ictericia; la espalda doblada es síntoma de una enfermedad en los pulmones.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cincuenta y una, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el médico dijo:] «Perfectamente, pero ¿qué dices de los síntomas internos?» «La determinación de las enfermedades por medio de los síntomas internos reposa en seis reglas: Primero: en ver lo que hace el enfermo; segundo: examinar lo que saca del cuerpo; tercero: los dolores que sufre; cuarto: el punto doliente; quinto: los pies, y sexto: el sudor.» «Dime a qué son debidos los dolores de cabeza.» «A comer más de la cuenta antes de haber digerido lo primero, poniendo un hartón encima de otro: esto ha hecho desaparecer naciones enteras. Quien desee llegar a viejo debe comer temprano y no cenar tarde; tener pocas relaciones con mujeres; gastarse poco, esto es, no multiplicar ni las sangrías ni las ventosas; debe dividir el vientre en tres partes: una para la comida, otra para el agua y la tercera para respirar, ya que los intestinos del hombre miden dieciocho palmos y es necesario dedicar seis a la comida, seis a la bebida y seis al aire. Si el hombre anda con paso dulce esto le beneficiará, sentará mejor a su cuerpo y le completará conforme dice Dios (¡ensalzado sea!): “No recorras la tierra con insolencia”[197].» «Muy bien. Dime cuáles son los síntomas de la ictericia y qué se puede temer de ella.» «Se conoce por el color amarillo y por tener la boca amarga y seca; el apetito disminuye, el pulso aumenta. Quien tiene estos síntomas debe esperar fiebre alta, pleuritis, fístulas, ictericia, inflamaciones, úlceras intestinales y mucha sed. Todos éstos son los síntomas de la ictericia.» «Bien. Infórmame de los síntomas de la atrabilis y qué cabe esperar que ocurra a quien la padece si consigue apoderarse del cuerpo.» «Engendra falsos apetitos, multiplica las tentaciones, las inquietudes y las penas. En estos casos es necesario expulsar la bilis para que no genere la melancolía, la lepra, el cáncer, dolores en el bazo o úlceras intestinales.» «Bien; dime en cuántas partes se divide la medicina.» «Se divide en dos partes: una trata del diagnóstico de las enfermedades y la otra del modo de devolver la salud.» «Dime si hay una hora que sea más favorable que otras para tomar las medicinas.» «Cuando la savia corre por el leño, cuando el grano crece en el racimo y aparece la estrella Saad al-Suud[198] es el momento del día más favorable para tomar los medicamentos y expulsar la enfermedad.» «Dime a qué hora debe beber el hombre para que la bebida le complazca, le siente bien y perciba mejor su aroma penetrante.» «Si espera un rato después de comer. El poeta dice:
No te apresures a beber después de la comida, pues llevarías a tu cuerpo, por las bridas, a la enfermedad.
Después de haber comido espera un rato; así, hermano mío, podrás conseguir tu propósito.»
«Háblame del alimento que no produce molestias.» «Es aquel que se come cuando se tiene hambre, que cuando se ingiere no llena los flancos tal y como ha dicho el sabio Galeno: “Quien tenga ganas de comer hágalo poco a poco y no se perjudica”. Terminaremos con estas palabras del Profeta, el que Dios bendiga y salve: “El estómago es la casa de la enfermedad y el régimen constituye el principio de la salud”. Esto es así porque el origen de todas las enfermedades son las indigestiones.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche cuatrocientas cincuenta y dos, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el médico prosiguió:] «¿Qué dices del baño?» «Jamás hay que entrar cuando se está harto. El Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!) ha dicho: “¡Qué estupendo es el baño! Limpia el cuerpo y hace recordar al fuego”.» «¿Cuál es el mejor establecimiento de baños?» «El que tiene agua dulce, local espacioso y aire acondicionado para tener cuatro temperaturas: la de otoño, la de verano, la de invierno y la de primavera.» «¿Cuál es el mejor alimento?» «El que preparan las mujeres, el que requiere poca fatiga y que una vez comido se digiere fácilmente. La mejor comida es la sopa de caldo según dice el Profeta (¡Dios le bendiga y le salve!): “La superioridad de la sopa de caldo sobre los demás alimentos es comparable a la que existe entre Aisa y las demás mujeres”.» «¿Qué comida es la mejor?» «La carne, porque el Profeta (a quien Dios bendiga y salve), ha dicho: “La mejor de las comidas es Ta carne que reúne en sí las dulzuras de esta vida y las de la otra”.» «¿Cuál es la carne mejor?» «La de oveja. Prescinde de la carne curada que no es buena para nada.» «Háblame de las frutas.» «Cómelas cuando están en sazón y no las toques fuera de temporada.» «¿Qué dices del beber agua?» «No la bebas hasta saciarte ni de un trago, pues te causaría mareos y te produciría otras molestias. No la bebas recién salido del baño ni después del coito ni después de la comida. El joven debe esperar que hayan transcurrido quince minutos y el viejo, cuarenta; nunca hay que bebería en el momento de despertarse.» «Muy bien. Háblame acerca del beber vino.» «¿Es que no te basta con la reprobación que se encuentra en el libro de Dios (¡ensalzado sea!) cuando dice: “Ciertamente el vino, el juego de maysir, los ídolos y las flechas son abominaciones procedentes de la actividad de Satanás. ¡Evitadle! Tal vez seáis los bienaventurados”?[199] El Altísimo dice: “Te preguntan sobre el vino y el juego de maysir. Responde: ‘En ambas cosas hay gran pecado y utilidad para los hombres, pero su pecado es mayor que su utilidad’”[200]. El poeta ha dicho: