SE cuenta también que un sultán tenía una hija cuyo corazón se había prendado de un esclavo negro. Éste le arrebató la virginidad. La muchacha se volvió hasta tal punto ávida del placer de la carne que no podía pasar ni una hora sin tener relaciones. Contó lo que le ocurría a una de las nodrizas, quien le contestó: «No hay animal más potente que el mono». Un amaestrador de monos pasó debajo de su ventana llevando uno enorme. Ella se desveló la cara y miró al mono haciéndole un guiño. El animal rompió sus cadenas y corrió a su lado. Ella lo ocultó en un rincón de su habitación y le dio de comer de noche y de día ayuntándose con él. Su padre lo descubrió y quiso matarla.
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche trescientas cincuenta y seis, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que la muchacha se enteró, se disfrazó de mameluco, montó a caballo, tomó consigo una mula a la que cargó de oro, metales preciosos, ropas, riquezas indescriptibles y se llevó al mono con ella dirigiéndose a El Cairo. Se instaló en una casa sita en un lugar despoblado y todos los días compraba la carne a un joven carnicero. Siempre llegaba después del mediodía, pálida, con el rostro descompuesto. El joven se dijo: «No cabe duda de que a este mameluco le pasa algo extraordinario». Cierta vez, en que como de costumbre fue por la carne, el mozo la siguió sin que le viera. Refiere:
«No paré de ir en pos de ella, sin que me descubriera, de un sitio a otro hasta que llegó a un lugar situado en descampado. Entró y yo la observé desde un rincón. Vi que se instalaba en aquel sitio, encendía fuego, cocía la carne y comía hasta hartarse, dando el resto a un mono que estaba con ella. El animal comió también hasta saciarse. Después ella se quitó los vestidos que llevaba y se puso un traje de mujer preciosísimo. Entonces descubrí que era una hembra. A continuación sacó el vino, bebió y escanció al mono. Éste la cubrió y la poseyó una decena de veces, hasta que se desmayó. El animal la cubrió con un tapiz de seda y se retiró a su rincón. Yo corrí al lugar; el mono me descubrió y quiso despedazarme, pero yo, rápido, con el cuchillo que llevaba le abrí el vientre. La joven, sobresaltada y aterrada volvió en sí y vio al mono malparado. Dio un alarido enorme que casi le costó la vida y cayó desmayada. Al reponerse me dijo: “¿Qué te ha movido a hacer tal cosa? ¡Por Dios! ¡Has de hacer lo mismo conmigo!” Yo la traté afablemente y le aseguré que era capaz de ayuntarme tantas veces como el mono y así la serené y me casé con ella. Pero me fue imposible cumplirlo, pues no resistía. Expliqué mi caso a una vieja diciéndola lo que ocurría a mi mujer. La anciana se comprometió a arreglarlo y me dijo: “Es necesario que me traigas una cazuela llena de vinagre virgen y otra con un ratl de madera de pelitre”. Le entregué estas cosas y las colocó en un caldero que puso al fuego e hizo hervir mucho. Luego me mandó que me ayuntase con mi mujer. Yo la poseí hasta que cayó desmayada. La vieja la cogió, sin que ella se diese cuenta, y sentándola sobre el caldero hizo que el humo entrase por sus partes. De éstas cayó algo: eran dos gusanos. El uno era negro y el otro amarillo. La vieja explicó: “El primero se ha engendrado de las cópulas con el negro y el segundo con las del mono”.
»Al volver en sí del desmayo permaneció cierto tiempo a mi lado sin pedirme el débito, porque Dios la había curado de su ninfomanía. Yo me quedé maravillado…»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche trescientas cincuenta y siete, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el joven prosiguió:] «… y le expliqué toda la historia.»
El joven vivió con ella la vida más dulce y feliz y adoptó a la vieja como madre. Permanecieron juntos marido, mujer y vieja en la vida más tranquila y feliz, hasta que se presentó el Destructor de las dulzuras y el separador de los amigos. ¡Loado sea el Viviente que nunca muere! ¡En su mano están el poderío y el reino!