HISTORIA DEL CAMBISTA Y DEL LADRÓN

SE cuenta que un cambista llevaba una bolsa llena de oro. Pasó al lado de un grupo de ladrones y uno de los pícaros exclamó: «Yo soy capaz de robarle la bolsa». Sus colegas le preguntaron: «¿Cómo lo harás?» «Mirad», replicó. Le siguió hasta su casa. El cambista entró y arrojó la bolsa encima de una mesa. Como tenía ganas de evacuar una necesidad entró en el retrete para satisfacerla y llamó a su esclava diciendo: «¡Tráeme el aguamanil!» La esclava tomó el aguamanil y le siguió al retrete, dejando la puerta abierta. El ladrón entró, cogió la bolsa y se marchó a reunirse con sus compañeros a los que explicó lo ocurrido…

Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.

Cuando llegó la noche trescientas cuarenta y cinco, refirió:

—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [el ladrón les explicó a sus compañeros lo ocurrido] con él cambista. Le replicaron: «¡Por Dios! ¡Has dado un buen golpe! No todos podrían hacerlo. Pero ahora debe haber salido el cambista del retrete y al no encontrar la bolsa habrá empezado a pegar y a infligir un castigo doloroso a la esclava. Es como si hubieses hecho algo que no merezca reconocimiento. Si eres un verdadero pícaro sabrás librar a la esclava de los golpes y del castigo». Les replicó: «Si Dios (¡ensalzado sea!) lo quiere libraré a la esclava y me quedaré con la bolsa». El ladrón regresó a la casa del cambista y llegó cuando estaba castigando a la esclava por la desaparición de la bolsa. Llamó a la puerta y aquél preguntó: «¿Quién hay?» «Soy el criado de tu vecino en la alcaicería.» Le abrió y le preguntó: «¿Qué te pasa?» «Mi señor te saluda y te dice: “¿Es que has perdido la razón? ¿Cómo dejas una bolsa como ésta en la puerta de la tienda marchándote y dejándola abandonada? Si la hubiese encontrado un extraño la hubiese cogido y se la hubiese llevado”. Si mi dueño no la hubiese visto y guardado la habrías perdido.» A continuación sacó la bolsa y se la mostró. El cambista, al verla, dijo: «¡Ésta es mi misma bolsa!», y extendió la mano para cogerla. Pero el ladrón le dijo: «No te la entregaré hasta que hayas escrito un recibo para mi señor en que hagas constar que has recibido la bolsa por mediación mía, pues yo temo que él no me dé crédito cuando le diga que te la he entregado. Te la daré en seguida que hayas escrito y puesto tu sello en el recibo». El cambista entró a escribir el recibo de la bolsa de acuerdo con lo que le había dicho y entretanto el ladrón se marchó con el dinero dejando libre a la esclava de todo castigo.