SE cuenta que cierto día el Emir de los creyentes al-Mamún se sentó en su palacio y mandó llamar a las principales figuras de su imperio, a todos los magnates de su reino; igualmente hizo comparecer a los poetas y a sus contertulios. Entre sus invitados figuraba uno llamado Muhammad al-Basrí. Al-Mamún se volvió hacia éste y le dijo: «¡Muhammad! Desearía que me contases ahora algo que jamás haya oído». «¡Emir de los creyentes! ¿Quieres que te cuente un relato que haya recogido con mis oídos o bien algo que haya presenciado con mi vista?» «Cuéntame, Muhammad, lo más prodigioso que sepas, sea oído o visto». Refirió:
«Sabe, Emir de los creyentes, que en días ya pasados vivía un hombre de posición desahogada cuya patria era el Yemen. Él se fue desde su país a esta ciudad de Bagdad. Le gustó la vida en ella y trasladó aquí a su familia, sus bienes y a sus parientes. Tenía seis esclavas que parecían lunas. La primera era blanca; la segunda, morena; la tercera, gruesa; la cuarta, delgada; la quinta, amarilla, y la sexta, negra. Todas tenían un rostro hermoso, eran muy educadas, dominaban el arte del canto y sabían tocar instrumentos musicales. Cierto día se le presentaron todas a la vez. El dueño pidió comida y vino. Comieron, bebieron, disfrutaron y se distrajeron. El señor, llenando la copa y empuñándola hizo gesto a la joven blanca diciéndole: “¡Luna en creciente! Haznos oír una canción deliciosa”. Ella tomó el laúd, lo templó, tocó unas melodías que hicieron bailar a la misma habitación y después, acompañándose con la música recitó estos versos:
Tengo un amigo cuya imagen está en pie ante mis ojos, cuyo nombre está escondido en mis entrañas.
Si pienso en él, todo mi cuerpo se transforma en corazón; si le contemplo, todo mi ser se convierte en ojos.
Mi censor me dice: “Distráete de su amor”. Contesto: “Lo que no ha de ser ¿cómo puede ser?
¡Censor! Aléjate de mí y déjame: no me pintes como cosa fácil lo que no lo es”.
»Su dueño se estremeció de emoción y bebió la copa; escanció a las esclavas y llenando de nuevo su vaso lo empuñó e hizo un gesto a la esclava morena. Le dijo: “¡Luz de la brasa! ¡Alegría de las almas! Haznos oír tu hermosa voz que embelesa a quien la escucha”. Tomó el laúd, lo templó, tocó unas melodías que hicieron bailar a la misma habitación y arrobando el corazón de todos recitó estos versos:
¡Por vida de tu rostro! No amaré a nadie más que a ti hasta que me llegue la muerte; no traicionaré tu amor.
¡Oh, luna llena perfecta, envuelta en tu propio resplandor! Todos los hermosos corren a alistarse bajo tu bandera.
Tú eres quien supera la belleza de todos los hermosos. ¡Que Dios, Señor de los mundos, te proteja siempre!
»Su dueño se estremeció de emoción y bebió la copa; escanció a las esclavas y llenando de nuevo su vaso lo empuñó e hizo un gesto a la esclava gruesa. Le mandó que cantase cambiando de tema. Tomó el laúd, inició una tonada que descifraba todos los pesares y recitó estos versos:
Si tú, que eres el deseado, estás satisfecho, nada me importa que todos los hombres se enfaden.
Si tú muestras tu bello rostro, nada me importa que todos los reyes de la tierra escondan el suyo.
De todo lo que el mundo ofrece yo sólo deseo complacerte, ¡oh, tú en quien tienen origen todas las bellezas!
»Su dueño se estremeció de emoción y bebió la copa; escanció a las jóvenes. Después llenó su vaso, lo empuñó e hizo un gesto a la esclava delgada. Le dijo: “¡Hurí del Paraíso! ¡Haznos oír tus hermosas palabras!” Tomó el laúd, lo templó e iniciando una tonada cantó este par de versos:
Lo que me has causado es posible sea el martirio en la senda de Dios: Te has apartado de mí cuando yo no puedo vivir sin ti.
¿Es que no existe un juez de amor que dirima nuestro pleito, que reconozca mi derecho y me rinda justicia ante ti?
»Su dueño se estremeció de emoción, bebió la copa y tomándola de nuevo en la mano hizo un gesto a la joven amarilla. Dijo: “¡Luz del día! ¡Haznos oír versos delicados!” Ella tomó el laúd, tocó una música exquisita y recitó estos versos:
Tengo un amigo. Cuando me presento ante él desenvaina la espada de cada una de sus pupilas.
¡Dios tome venganza de él por mí! Me tiraniza pues tiene mi vida en sus manos.
Cada vez que digo: “¡Corazón! ¡Déjale estar!” Mi corazón se inclina más hacia él.
Él constituye mi único deseo entre los hombres pero el ojo del Destino me lo envidia.
»Su dueño se estremeció de emoción, bebió la copa y escanció a las esclavas. Después llenó su vaso, lo empuñó e hizo un gesto a la esclava negra. Le dijo: “¡Niña de mis ojos! ¡Haznos oír algo! ¡Aunque sólo sean dos palabras!” La joven tomó el laúd, lo templó, tensó sus cuerdas y tocó unos cuantos aires. Después, volviendo al motivo inicial y acompañándose con la música recitó estos versos:
¡Ojos míos! ¡Sed generosos en las lágrimas! Mi pasión me ha hecho perder el conocimiento.
A pesar de que me injurie el envidioso, soporto todas las penas que me causa el amado.
Los censores me mantienen apartada de la rosa de su mejilla cuando tengo un corazón que anhela las rosas.
Aquí circularon copas de vino en medio de alegría, y música del laúd.
Vino el amado y enloquecí por él. Así brilló, con la fidelidad, la luz de los astros benéficos.
Sin culpa por mi parte, él se apartó de mí, ¿es que hay algo más amargo que la separación?
En su rostro se recoge la rosa. ¡Por Dios! ¡Qué rosas hay en las mejillas!
Si la xara permitiese la prosternación ante otro que no sea Dios, yo me prosternaría ante él.
»Después de esto las esclavas se pusieron de pie y besaron el suelo delante de su señor. Le dijeron: “Da tu juicio sobre nosotras, señor”. El dueño se fijó en su belleza, en su hermosura, en sus distintos colores y alabó y dio gracias a Dios (¡ensalzado sea!). Les dijo: “Todas vosotras habéis leído el Corán, conocéis la música y sabéis historias de los antepasados y habéis estudiado los hechos de las nociones del pretérito. Deseo que cada una de vosotras, señalando con el dedo a su rival, quiero decir: la blanca a la negra; la gruesa a la delgada y la rubia a la morena, se alabe a sí misma y vitupere a su rival. A continuación tomará la palabra su contrincante y hará lo mismo. Pero estas críticas deben basarse en el noble Corán, en historias y versos. Así me daré cuenta de vuestra instrucción y de vuestra bella dicción”. Replicaron: “Oír es obedecer”.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche trescientas treinta y cinco, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que «se puso de pie la primera de ellas, la blanca, y señalando a la negra le dijo: “¡Ay de ti, negra! Nos hemos enterado de que la blancura dijo: ‘Yo soy la luz resplandeciente, la luna que asciende. Mi color es claro, mi frente resplandece. Sobre mi hermosura ha dicho el poeta:
¡Una mujer blanca! Mejillas lisas, tersas como si fuese, por su belleza, una perla oculta.
Su talle es un Alif esbelto; su boca un Mim y sus cejas parecen un Nun invertido[113].
Parece que sus miradas sean dardos y que sus cejas sean los arcos que llevan aparejada la muerte.
Si se deja ver contemplar la mejilla y el talle: en su rostro se reúnen la rosa, el mirto, el arrayán y el escaramujo.
Se acostumbra plantar la rama en el jardín, pero la rama de su talle ¡cuántos jardines contiene!’
»”Mi color es como el del día, tranquilo; como el azahar recién cogido, como la estrella de color de perla. Dios (¡ensalzado sea!) ha dicho en su noble libro al profeta Moisés (¡sobre él sea la paz!): ‘Mete la mano en tu seno: saldrá blanca de lepra, sin daño’[114]. Dios (¡ensalzado sea!) ha dicho: ‘Aquellos cuyos rostros se blanqueen gozarán de la misericordia de Dios. Ellos permanecerán en ella eternamente’[115]. Mi color constituye un milagro, mi hermosura no tiene par, mi belleza es extremada. Son mis iguales quienes adornan a los vestidos; hacia ellas son atraídos los corazones. El blanco tiene numerosas virtudes. Entre ellas está la de que la nieve, al caer del cielo, sea blanca; es tradicional que de todos los colores el blanco es el más bello y que los musulmanes se engalanan poniéndose turbantes blancos. Si siguiese haciendo el panegírico del blanco me extendería más de la cuenta, pero poco y suficiente es mejor que mucho y malo. Ahora voy a empezar a vituperarte, negra. Tu color es el de la tinta; el del polvo del carbón del herrero; tienes el rostro del cuervo que augura la separación de los amantes. El poeta, alabando al blanco y vituperando al negro, ha dicho:
¿No te das cuenta de que la perla cuesta cara por su color y de que el negro del carbón va a dirhem por carga?
Los rostros blancos entrarán en el Paraíso y las caras negras rellenarán el Infierno.
»”Algunas tradiciones que reposan en la autoridad de los mejores dicen que Noé (¡sobre él sea la paz!) se quedó dormido cierto día. Sus dos hijos, Sem y Cam, estaban sentados en su cabecera. Una ráfaga de viento le levantó los vestidos y dejó al descubierto sus vergüenzas. Cam le contempló y se puso a reír. Sem se levantó y le tapó. El padre de ambos se despertó del sueño y se dio cuenta de lo que había ocurrido entre sus dos hijos: bendijo a Sem y maldijo a Cam; el rostro de Sem se volvió blanco y de él descienden los Profetas, los Califas ortodoxos y los reyes. La cara de Cam se volvió negra y tuvo que marcharse, huyendo, a Abisinia. Los negros son sus descendientes. Toda la gente está concorde en el poco entendimiento de éstos. En el proverbio se dice: ‘¿Cómo se puede encontrar un negro inteligente?’.”
»Su dueño le dijo: “Siéntate, pues con esto ya es suficiente y hasta te has excedido”. Hizo un signo a la negra. Ésta se incorporó, señaló con la mano a la blanca y empezó:
»“¿Es que no sabes que en el Corán revelado al Profeta de Dios dice Éste (¡ensalzado sea!): ‘¡Por la noche cuando se extiende! ¡Por el día cuando brilla!’[116]? Si la noche no fuese lo mejor Dios no hubiese jurado por ella poniéndola por delante del día. En ello están concordes todos los expertos y los sabios. ¿Es que no sabes que lo negro constituye el adorno de la juventud? Cuando aparecen las canas desaparecen las dulzuras y se aproxima el momento de la muerte. Si lo negro no fuese la mejor de todas las cosas, Dios no lo hubiese colocado ni en el centro del corazón ni en el de los ojos. ¡Qué bellas son estas palabras del poeta!:
Amo a las negras, pues tienen en propiedad el color de la juventud, el del interior del corazón y el de la pupila.
No me he separado por error del blanco de las blancas sino porque me asusto ante las canas y el sudario.
»”Otro ha dicho:
Prefiero y son más dignas de mi amor las negras que las blancas.
Las negras tienen los labios carmesíes mientras que los de las blancas tienen el color de la harina.
»”Otro ha dicho:
Negra pero blanca en sus acciones, parecida a los ojos que brillan con la luz.
Si busco su amor no os maravilléis: el origen de la locura está en la bilis negra.
Parece como si mi color fuese el de las tinieblas: sin él la luna no daría su luz.
»”Por otra parte la mejor hora para la reunión de los amantes es la de la noche. Con esta cualidad y virtud ya te basta: sólo la negrura de las tinieblas protege a los amantes de los censores y de los maldicientes y lo que más les hace temer el verse descubiertos es la claridad del día. ¡Cuántas son las virtudes del color negro y qué hermosas son las palabras del poeta!:
Los visito mientras el negro de la noche es mi intercesor y me despido cuando la claridad del día me amenaza.
»”Otro ha dicho:
¡Cuántas noches ha sido el amigo mi contertulio! Las trenzas de las tinieblas nos encubrían.
La luz de la aurora, al aparecer, me asustó. Le dije: ‘Los mazdeos son unos embusteros’.
»”Otro ha dicho:
Me visitó oculto en la camisa de la noche, acelerando el paso por temor y por precaución.
Tapicé con mis mejillas su camino, como muestra de humildad, mientras arrastraba los faldones sobre mis pasos.
Pero apareció la luz del creciente, como si fuese el recorte de una uña, y poco nos faltó para ser descubiertos.
Pasó lo que pasó; no quiero recordarlo. Piensa bien y no pidas detalles.
»”Otro ha dicho:
Reúnete únicamente por la noche con quien amas: el sol es un charlatán y la noche una alcahueta.
»”Otro ha dicho:
No amo a la blanca rellena de grasa, pero me enamoro de la morena esbelta.
Soy un hombre que, el día de la carrera, monto el potro ligero; otros montan el elefante.
»”Otro ha dicho:
Mi amado me visitó de noche y nos abrazamos.
Pasamos la noche juntos, pero la aurora despuntó muy pronto.
Ruego a Dios, a mi Dios, que vuelva a reunimos.
Y que Él haga durar la noche tanto como yo permanezca al lado de mi amado.
»”Si siguiese haciendo el panegírico del negro me extendería más de la cuenta, pero poco y suficiente es mejor que mucho y malo.
»”En cuanto a ti, blanca, he de decirte que tu color es el de la lepra y que tu abrazo es sofocante. Refieren los tradicioneros que el frío y el hielo son, en el infierno, los tormentos de los malvados. Entre las virtudes del negro está la de ser el color de la tinta con la cual se han escrito las palabras de Dios; si no fuesen negros el almizcle y el ámbar no se llevarían como perfumes a los negros ni se hablaría de ellos. ¡Cuántos timbres de gloria tiene el negro! ¡Cuán hermosas son estas palabras del poeta!:
¿No te das cuenta de que el almizcle tiene un gran precio mientras la carga de blanco de cal cuesta un dinar?
El ojo claro afea al joven mientras que la negra pupila arroja sus flechas.”
»Su dueño le dijo: “Siéntate, pues esto ya es suficiente”. La joven se sentó y el señor hizo un gesto a la gruesa. Ésta se levantó…»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche trescientas treinta y seis, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que «apuntó con la mano a la delgada; puso al descubierto sus piernas y las muñecas y se destapó el vientre dejando a la luz los pliegues y el círculo del ombligo. Después, se tapó con una ligera camisa que dejaba transparentar todo su cuerpo y dijo:
»“¡Loado sea Dios que me ha creado y me ha dado un buen aspecto, me ha hecho gorda, me ha concedido hermosa figura, multiplicando así mis atractivos y mis encantos! ¡Loado sea Él que me ha puesto en un lugar preeminente y me ha ennoblecido! ya que en su respetable libro Dios (¡ensalzado sea!) dice: ‘Y trajo un ternero gordo’![117] Me ha creado como si fuese un jardín que tiene melocotones y granadas. Los habitantes de la ciudad prefieren las aves gordas y se las comen, pero, en cambio, no aprecian a las aves delgadas. Los hijos de Adán prefieren la carne grasa y se la comen. ¡Cuántos son los títulos de gloria del gordo y qué certeras son las palabras del poeta!:
Di adiós a tu amado pues la caravana parte. ¡Oh, hombre! ¿Puedes soportar la despedida?
Parece que su marcha hacia la tienda del vecino sea la de la mujer gorda: no tiene defecto ni muestra fastidio.
»”Jamás he visto a nadie que vaya al carnicero sin pedirle carne. Los sabios dicen: ‘Las delicias se encuentran en tres cosas: en comer carne, en cabalgar la carne y en meter la carne en la carne’. Tú, delgada, tienes unas pantorrillas que parecen ser las patas del gorrión o el asador del homo; eres como una cruz de madera y un pedazo de carne en mal estado: nada hay en ti que pueda alegrar el pensamiento. Eres, como dijo el poeta:
¡Busco refugio en Dios frente a cosas como la de tumbarme junto a una mujer cuyo contacto es como el de frotarse con fibra de palma!
Cada miembro constituye una punta que me atraviesa durante el sueño y me despierta con el cuerpo agujereado.”
»El dueño le dijo: “¡Siéntate! Con esto basta”. La gorda se sentó y aquél hizo un gesto a la delgada. Ésta se levantó como si fuese una rama de sauce o una caña de bambú o un ramito de arrayán. Dijo: “¡Loado sea Dios que me ha creado y me ha hecho hermosa al disponer que mi cintura fuese la meta del deseo, al hacerme semejante a la rama que inclina hacia sí los corazones. Si me pongo en pie lo hago sin esfuerzo y si me siento lo hago de modo elegante; mi temperamento es agudo en la broma, de buen humor en la alegría. Jamás he visto a nadie que describa a su amado diciendo: ‘Mi amado tiene montaña de largo y de ancho’. Siempre se dice: ‘Mi amado es esbelto y tiene la cintura delgada’. Con poca comida me basta y con agua escasa me sacio; mis juegos son suaves, mis caricias, agradables. Soy más ligera que el gorrión, más rápida en los movimientos que el estornino. La unión conmigo constituye el deseo del amante, la delicia del ansioso. Tengo una estatura adecuada, sonrisa agradable y me asemejo a la rama de sauce o a una caña de bambú o a un ramito de arrayán. No hay quien pueda comparárseme en hermosura y sobre esto ha dicho el poeta:
Tu cintura se parece al junco y he hecho, de tu figura, signo de buen augurio.
Voy en pos de ti loco de amor, temiendo siempre la presencia del indiscreto.
»”Los amantes enloquecen presa de pasión, por mis iguales. Si mi amado me atrae hacia sí, yo me echo en sus brazos; si se me acerca, me inclino hacia él y no le aplasto.
»”Pero tú, mujer de cuerpo gordo, si comes, comes como el elefante y no te sacias ni con poco ni con mucho. En el momento de la unión, el amigo no halla ni paz ni descanso ya que lo gordo de tu vientre le impide reunirse contigo y cuando consigue llegar a tus partes el grosor de tus muslos le rechaza. ¿Qué cosa de bueno o de dulce hay en tu gordura? La carne grasa sólo es buena para ser sacrificada y carece de todo lo que pueda ser sujeto de elogio. Si alguien te gasta bromas, te encolerizas; si juega, te entristeces; si duermes, roncas; si andas, te fatigas; si comes, nunca te sacias. Eres más pesada que una cordillera de montes; más repugnante que la deformidad y la corrupción. Careces de agilidad, no tienes ninguna bendición y no aguantas más trabajo que el de comer y dormir. Si orinas eres un aguacero; si haces de vientre te vacías como si fueses un odre descosido o un elefante desollado. Si vas al retrete necesitas a alguien para que te lave las partes y separe los pelos que las cubren y esto representa la máxima pereza y es indicio de enfermedad. En resumen: no tienes nada de lo que puedas alabarte y de ti ha dicho el poeta:
Es pesada como la vejiga repleta de orina; sus nalgas son como montañas sostenidas por columnas.
Si marcha con sus pies en dirección del país de Occidente, sus tripas se bambolean hacia Oriente”.
»Su dueño le dijo: “¡Siéntate! Con esto basta”. La joven se sentó y él hizo un gesto a la rubia. Ésta se puso de pie, alabó a Dios y le glorificó; invocó la bendición y la salud sobre la mejor de las criaturas, Mahoma, y a continuación, señalando a la morena empezó…»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche trescientas treinta y siete, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que [la rubia] «empezó a decirle:
»“Yo soy aquella que está citada en él Corán y cuyo color ha sido descrito por el Misericordioso, contando su superioridad por encima de todos los colores al decir (¡ensalzado sea!) en su explícito libro: ‘Amarillo puro, color que da alegría a quien lo contempla’[118]. Mi color constituye un prodigio, mi hermosura no tiene par y mi belleza es incomparable, ya que mi color es el de los dinares de oro, el de los astros, el de las lunas y el de las manzanas. Mi forma es la propia de las bellas; mi color, el del azafrán que supera a todos los demás; mi forma es prodigiosa, mi color maravilloso; mi cuerpo es terso, mi precio alto y en mí encierro todas las bellas cualidades. Mi color es de por sí tan valioso como el del oro puro. ¡Cuántos méritos tengo! De alguien parecida a mí ha dicho el poeta:
Tiene un color amarillento como el del sol que reluce, como el de los dinares que tan agradables son de ver.
El azafrán sólo se puede comparar con una parte de su belleza, pues su aspecto supera al de la luna.
»”Ahora empezaré a criticarte, morena. Tienes el color del búfalo y la gente, cuando te ve, se desespera. Si tu color presenta alguna alteración eres criticada; si un alimento se presenta pardo, es que está envenenado; es el color propio de las moscas y se considera detestables a los perros que lo tienen. Al presentarse entre los colores deja perplejo y constituye uno de los símbolos del luto. Jamás he oído decir que el oro, las perlas o las gemas sean pardas. Cuando vas al retrete cambias de color, y cuando sales añades porquería a tu suciedad. No eres negra para poder ser reconocida ni blanca para ser descrita. Careces de toda nobleza tal como dice el poeta:
Tiene el color de los granos de polvo, igual que la tierra que pisan los pies de los caminantes.
Cada vez que le dirijo la mirada aumenta mi pena y mi preocupación.”
»Su dueño le dijo: “¡Siéntate! Con esto basta”. La joven se sentó y él hizo un gesto a la morena, que era muy hermosa, bella, esbelta, bien proporcionada y para colmo de perfecciones tenía un cuerpo terso y cabello como el carbón; estatura proporcionada, mejillas sonrosadas, ojos que parecían tintos de colirios y pómulos redondos y planos; era de rostro hermoso, de lengua elocuente, cintura delgada y caderas opulentas. Empezó: “¡Loado sea Dios que no me ha hecho gorda y criticada ni delgada y despreciada ni blanca como la lepra, ni rubia como el cólico ni negra como el polvo! Al contrario, ha hecho que mi color sea el preferido de las personas dotadas de entendimiento. Todos los poetas y en todas las lenguas hacen el panegírico de las morenas y alaban su color por encima de todos los demás. Dicen que quienes de color moreno merece todos los elogios, ¡Dios bendiga a quien dice!:
En las morenas hay un significado que si supieras descubrirlo tus ojos no volverían a mirar ni a blancas ni a rubias.
La elegancia en el hablar, la coquetería de las miradas serían suficientes para enseñar a Harut[119] la magia y los exorcismos.
»”Otro ha dicho:
¿Quién me dará un moreno de elegante talle cuyos pardos y morenos dardos son iguales a las cañas de Samhar?
Párpados lánguidos y bozo de seda tiene siempre lugar en el corazón del lacerado de su amante.
»”Otro ha dicho:
¡Por vida mía! Rescataría un punto de su color que deja al blanco competir con las lunas.
Si él tomase igual cantidad de blancura, su belleza se transformaría en fealdad.
No me he embriagado con su zumo. Pero sus palillos emborrachan a los hombres.
Sus bellezas se envidian unas a otras, pero todas desearían ser su bozo.
»”Otro ha dicho:
¿Por qué no inclinarte ante el bozo que aparece en la faz del moreno como si fuese una lanza morena?
Da igual que los poetas canten sólo la belleza de las hormigas sobre el trébol.
He visto que todos los amantes se conmueven ante un lunar debajo de una pupila negra.
¿Es que me van a criticar los censores por un joven que es todo él un lunar? En ese caso ¡libradme de los estúpidos!
»”Mi forma es agradable, mi cintura apropiada, mi color es el que solicitan los reyes, ricos y pobres de él se enamoran. Soy graciosa, ligera, hermosa y elegante; mi cuerpo es terso, mi precio, elevado. Mi hermosura, mi cultura y mi elocuencia son perfectas; mis modos y mi lengua distinguidos; mis bromas, agradables, y mis juegos, placenteros.
»”Pero tú pareces una malva descolorida de Bab al-Luq[120]; eres amarilla y se te transparentan las venas; eres un puchero de olla, orín de cobre, un mochuelo y un fruto del árbol Zaqqum[121]; quien duerme contigo siente angustia y se encuentra encerrado en la tumba; nada hay en ti que sea bello, y acerca de una igual que tú, ha dicho el poeta:
Tiene una palidez siempre creciente, sin llegar a estar enferma; me acongoja el pecho y me da jaqueca.
Si mi ser no se arrepiente he de humillarlo haciéndole que bese su cara y luego le clavaré mis muelas.”
»Cuando terminó de recitar estos versos su dueño le dijo: “¡Siéntate! Con esto basta”.»
Sahrazad se dio cuenta de que amanecía e interrumpió el relato para el cual le habían dado permiso.
Cuando llegó la noche trescientas treinta y ocho, refirió:
—Me he enterado, ¡oh rey feliz!, de que «después reconcilió a las muchachas entre sí, les dio vestidos preciosos, les ofreció las joyas más costosas, de tierra o de mar. Jamás, en ningún lugar, en ningún tiempo, he visto, Emir de los creyentes, nada más hermoso que estas estupendas jóvenes.»
Al-Mamún, una vez hubo oído el relato de Muhammad al-Basrí, acercó a éste hacia sí y le preguntó: «¡Muhammad! ¿Es que conoces el lugar en que viven esas jóvenes con su dueño? ¿Te sería posible comprárselas?» «¡Emir de los creyentes! Sé que su dueño las ama con locura y que no le será posible separarse de ellas.» «Lleva a su dueño diez mil dinares como precio de cada una de ellas, es decir, un total de sesenta mil dinares; lleva esta suma, vete a su casa y cómpraselas.» Muhammad al-Basrí tomó el dinero y se marchó. Al llegar ante el dueño de las esclavas le explicó que el Emir de los creyentes quería comprárselas por el precio citado. Aceptó el venderlas para complacer al Califa. A continuación se las envió. Cuando el Emir de los creyentes tuvo ante sí a las esclavas les mandó preparar un bello departamento y empezó a visitarlas y a invitarlas a comer, pues estaba maravillado de su belleza, de su hermosura, de la variedad de sus colores y de su modo de hablar. Así continuaron las cosas durante un cierto tiempo al cabo del cual, el primer dueño, el que las había vendido, no pudo soportar el seguir separado de ellas. Por ello escribió un memorial al Emir de los creyentes exponiéndole lo mucho que amaba a esas mujeres. Entre el contenido de la carta figuraban estos versos:
Me han aprisionado seis hermosas bellezas; a las seis preciosidades envío mi saludo.
Ellas constituyen mi oído, mi vista, mi vida, mi bebida, mis delicias y mi alimento.
No puedo olvidar lo bello que era su abrazo; después de haberlas perdido mi sueño es intranquilo.
¡Ah! ¡Qué grande es mi tristeza! ¡Qué abundantes son mis lágrimas! ¡Ojalá jamás hubiese sido creado como hombre!
Con unos ojos, adornados por cejas como arco, me han asaeteado con sus flechas.
Cuando el Emir de los creyentes, al-Mamún, recibió esta carta vistió a las seis esclavas con los trajes más preciosos, les regaló sesenta mil dinares y las devolvió a su dueño. Éste, al verlas, se alegró muchísimo, y todavía más al saber que le llevaban dinero. Vivió en su compañía la más dulce y muelle vida hasta que se les presentó el destructor de las dulzuras y el separador de las amistades.