Los primeros minutos el ambiente que reinaba en torno a la mesa de la cocina resultó un poco tenso. Sin embargo, no tardaron en superar el nerviosismo y pudieron hablar con su hermano alegremente y en un tono distendido. Anna aún parecía algo conmocionada por la noticia, pero observaba fascinada a Göran, que estaba sentado justo enfrente de ella.
–¿No te preguntaste jamás por tus padres biológicos? –quiso saber Erica, que cogió un caramelo Dumle del cuenco que había llenado de golosinas.
–Sí, claro, a veces –respondió Göran–. Pero al mismo tiempo… para mí mis padres, o sea, Wilhelm y Märta, siempre fueron… suficientes. Aunque claro, en alguna ocasión, de vez en cuando, pensaba en ello y me preguntaba por qué me habrían dado en adopción y esas cosas. –Vaciló un instante–. Bueno, ya sé que sus circunstancias eran muy difíciles.
–Pues sí –convino Erica mirando de reojo a Anna. Le había costado decidir cuánto le contaría a su hermana pequeña, a la que siempre sobreprotegía. Pero al final comprendió que Anna había sobrevivido a situaciones mucho más duras que ella, de modo que acabó contándoselo todo, incluido lo de los diarios. Anna lo encajó con serenidad y allí estaban ahora, reunidos en casa de Erica y Patrik. Tres hermanos. Dos hermanas y un hermano. Era una sensación extraña pero, curiosamente, les parecía también natural. Tal vez fuese cierto el dicho según el cual la sangre es más espesa que el agua.
–Bueno, supongo que es tarde para empezar a inmiscuirme en vuestros novios y esas cosas –rio Göran señalando a Patrik y a Dan–. Me temo que es una etapa que, por desgracia, me he perdido.
–Sí, me temo que sí –sonrió Erica cogiendo otro Dumle.
–Por cierto, he oído que han atrapado al asesino, el hermano –dijo Göran, ya con expresión grave.
Patrik asintió.
–Cierto, estaba esperando en el aeropuerto. Curioso, porque habría podido huir, si hubiera querido, y jamás lo habríamos localizado. Pero, según mis colegas, se mostró muy solícito.
–Pero ¿por qué mató a su hermano? –se interesó Dan, rodeando con el brazo los hombros de Anna.
–Aún lo están interrogando, así que no lo sé con certeza –admitió Patrik dándole un trozo de chocolate a Maja, que estaba a su lado, en el suelo, jugando con la muñeca que le había regalado la madre de Göran.
–Me pregunto por qué el hermano, es decir, el asesinado, le dio dinero a mi padre durante tantos años. Por lo que he sabido, él no era mi padre, sino un noruego. ¿O estoy confundido? –preguntó Göran dirigiéndose a Erica.
–No, estás en lo cierto. Según los diarios de mamá, tu padre se llama Hans Olavsen. O, bueno, en realidad, Hans Wolf. Erik y mamá no tuvieron nunca ningún tipo de relación romántica. De modo que no sé… –Erica se mordía el labio inferior, en actitud reflexiva–. Seguro que sale a relucir cuando conozcamos lo que tenga que decir Axel Frankel.
–Sí, seguro –convino Patrik.
En ese momento, Dan emitió un leve carraspeo y todas las miradas se volvieron interrogantes hacia él. Intercambió una mirada cómplice con Anna, que, finalmente, tomó la palabra:
–Bueno, veréis, resulta que tenemos una noticia que daros…
–¿El qué? –preguntó Erica llena de curiosidad, metiéndose otro Dumle en la boca.
–Pues sí… –Anna no se decidía, pero al final lo soltó rápidamente–: que vamos a tener un niño. Para la primavera.
–¡Vayaaaa! ¡Qué alegría! –gritó Erica rodeando rápida la mesa para abrazar a su hermana y a Dan. Cuando volvió a sentarse, le brillaban los ojos.
–¿Y cómo te encuentras? ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? –Erica iba lanzando las preguntas como una salva, y Anna se echó a reír.
–Pues verás, me encuentro fatal, mareadísima. Pero igual que con Adrian. Y además, tengo permanentemente unas ganas horribles de comer bastones de caramelo.
–¡Jajajaja! Bastones de caramelo, ¿no podía ser otra cosa? –rio Erica–. Bueno, no diré nada, yo no paraba de comer Dumles cuando estaba embarazada de… –Erica se interrumpió en mitad de la frase, con la vista clavada en el montón de envoltorios que había en la mesa. Miró a Patrik, que, a juzgar por su expresión, ya se había dado cuenta. Empezó a pensar febrilmente. ¿Cuándo le tocaba tener la regla? Se había centrado tanto en la investigación del pasado de su madre que no había reparado… ¡Hacía dos semanas! Hacía dos semanas que debería haber tenido la regla. Se quedó mirando la montaña de envoltorios con expresión bobalicona. Hasta que oyó que Anna estallaba en una sonora carcajada.