No fue casualidad que Frans viese lo que sucedía. Había estado siguiendo a Elsy con la mirada todo el rato, quería verla hasta que desapareciese de su vista una vez pasara la cima de la pendiente. Por eso no pudo evitar ver el beso. Fue como si le hubiesen clavado un puñal en el corazón. Le hervía la sangre, al mismo tiempo que un frío gélido se apoderaba de sus articulaciones. Era tal el dolor que pensó que caería muerto allí mismo y en aquel preciso momento.
–Vaya, lo que hay que ver… –comentó Erik, que también veía a Hans y a Elsy–. Menuda… –Erik se echó a reír meneando la cabeza. El sonido de su risa hizo estallar una luz blanca en la cabeza de Frans. Necesitaba una válvula de escape para todo el dolor; se abalanzó sobre Erik y lo agarró del cuello.
–¡Cierra el pico, cierra el pico, cierra EL PICO, gilipollas de…! –Atenazó el cuello de Erik con más fuerza aún y lo vio debatiéndose por coger aire. Resultaba agradable ver el terror en sus ojos, reducía la comezón que siempre tenía en el estómago y que aquel beso había multiplicado por diez en un segundo.
–¿Qué haces? –chilló Britta mirando a los dos amigos, Erik boca arriba en el suelo y Frans encima de él. Sin pensarlo ni un segundo, se acercó corriendo y empezó a tirarle a Frans de la camisa, pero él le dio tal empellón para zafarse que Britta cayó hacia atrás.
–¡Para! ¡Para ya, Frans! –le gritó mientras se alejaba de él arrastrándose, con los ojos anegados en llanto. Algo en el tono de voz de Britta lo hizo tomar conciencia de lo que estaba haciendo. Se quedó mirando a Erik, que ya había empezado a adoptar un color extraño, y lo soltó enseguida.
–Perdón… –dijo con un susurro pasándose la mano por los ojos–. Perdón… yo…
Erik se incorporó y se quedó mirándolo con la mano en la garganta.
–¿Qué demonios hacías? ¿Qué mosca te ha picado? Joder, ¡por poco me estrangulas! ¿Es que estás loco o qué? –A Erik se le habían torcido un poco las gafas, y el muchacho se las encajó en su sitio.
Frans guardaba silencio, con la mirada perdida.
–Es que está enamorado de Elsy, ¿no lo ves? –declaró Britta con amargura, sin dejar de secarse las lágrimas, que aún le corrían por las mejillas, con el reverso de la mano–. Y seguramente se habrá creído que tenía alguna oportunidad. Pero si lo crees así, es que eres un tonto. Nunca te ha mirado siquiera. Y ahora se ha arrojado en brazos del noruego ese. Y mientras, yo… –Britta rompió a llorar desconsolada y empezó a bajarse de la roca. Frans contempló su partida con gesto inexpresivo, mientras Erik seguía mirándolo iracundo.
–Joder, Frans. Estás… ¿Es verdad eso? ¿Estás enamorado de Elsy? Bueno, en ese caso, entiendo que te hayas enfadado, claro, pero no puedes… –Erik se interrumpió y meneó la cabeza con gesto de reprobación.
Frans no le respondió. No podía. Tenía la mente completamente ocupada por la imagen de Hans inclinándose sobre Elsy para besarla. Y la de ella, que le devolvió el beso.