Capítulo 5

—Ahora quiero que se relaje —me dijo el doctor Russell.

Los coloniales habían conducido a mi yo más joven hasta el otro nicho y estaban a punto de meterlo dentro. Aquella cosa, él o yo o lo que fuera, no ofreció ninguna resistencia: bien podrían haber estado manipulando a alguien en coma. O un cadáver. Yo estaba fascinado. Y horrorizado. Una vocecita en mi cerebro me decía que menos mal que había ido al baño antes de entrar, o de lo contrario me estaría meando por la pata abajo.

—¿Cómo…? —empecé a decir, y me atraganté. Mi boca estaba demasiado seca para hablar.

El doctor Russell se dirigió a uno de los coloniales, el cual se marchó y regresó con un vaso de agua. El doctor lo sostuvo mientras yo bebía, porque no creo que yo hubiera podido hacerlo solo. Me habló entretanto.

—«¿Cómo?» suele referirse a una de dos preguntas —dijo—. La primera es: ¿Cómo consiguieron hacer una versión más joven de mí? La respuesta es que hace diez años tomamos una muestra genética y la usamos para crear su nuevo cuerpo. —Retiró el vaso.

—Un clon —dije por fin.

—No. No exactamente. El ADN ha sido ampliamente modificado. Puede ver la diferencia más obvia: la nueva piel de su cuerpo.

Miré de nuevo y me di cuenta de que, con el choque de verme replicado, había pasado por alto una diferencia bastante obvia y chocante.

—Es verde —dije.

—Usted es verde, querrá decir —puntualizó el doctor Russell—. O lo será dentro de unos cinco minutos. Así que ésa es una de las repuestas. La segunda pregunta es: «¿Cómo van a meterme ahí dentro?» —Y señaló mi doble de piel verde—. La respuesta a eso es que vamos a transferir su conciencia.

—¿Cómo? —me repetí.

—Cogemos la representación de la actividad cerebral que producen sus sensores y la enviamos, junto con usted, allí —respondió el doctor Russell—. Hemos tomado la pauta de información cerebral que ha ido usted produciendo a lo largo del último par de días y la hemos usado para preparar su nuevo cerebro para su conciencia, así que, cuando le enviemos, usted no se sentirá extraño. Le estoy ofreciendo la versión simplificada, naturalmente: todo es mucho más complicado. Pero por el momento valdrá. Ahora, vamos a enchufarlo.

El doctor Russell extendió la mano y empezó a manipular el brazo del nido sobre mi cabeza. Yo traté de retirar la cabeza, así que se detuvo.

—No vamos a colocarle nada esta vez, señor Perry —dijo—. El casquete inyector ha sido sustituido por un amplificador de señales. No hay nada de qué preocuparse.

—Lo siento —me disculpé, y volví a colocar la cabeza en su sitio.

—No se preocupe —contestó el doctor Russell—. Se lo está tomando mejor que la mayoría de los reclutas. El tipo que iba antes que usted ha gritado como un cerdo y luego se ha desmayado. Hemos tenido que transferirlo inconsciente. Va a despertarse joven, verde y muy, muy alterado. Confíe en mí, es usted un encanto.

Sonreí, y miré al cuerpo que pronto sería yo.

—¿Dónde está su casquete? —pregunté.

—No lo necesita —respondió el doctor Russell, y empezó a teclear en su PDA—. Como decía, su cuerpo ha sido ampliamente modificado.

—Eso parece ominoso.

—Se sentirá muy distinto cuando esté dentro. —El doctor Russell terminó de juguetear con su PDA y se volvió hacia mí—. Muy bien, estamos preparados.

Déjeme que le cuente lo que va a suceder a continuación.

—Por favor —dije.

Le dio la vuelta al PDA.

—Cuando pulse este botón —indicó un botón en la pantalla—, sus sensores empezarán a transmitir su actividad cerebral al amplificador. Una vez haya sido suficientemente cartografiada, conectaré este nicho a un banco de ordenadores especializado. Al mismo tiempo, una conexión similar se abrirá en su nuevo cerebro de allí. Cuando las conexiones encajen, transferiremos su conciencia a su nuevo cerebro. En cuanto la actividad cerebral se asiente en su nuevo cerebro, cortaremos la conexión, y allí estará, en su nuevo cerebro y en su nuevo cuerpo. ¿Alguna pregunta?

—¿Falla alguna vez este procedimiento?

—Tenía que hacer esa pregunta —suspiró el doctor Russell—. La respuesta es sí. En raras ocasiones puede salir mal. Sin embargo, es extremadamente raro. Llevo haciendo esto veinte años, miles de transferencias, y sólo he perdido a alguien una vez. La mujer tuvo un colapso masivo durante el proceso de transferencia. Sus pautas cerebrales se volvieron caóticas y la conciencia no se transfirió. Todos los demás han salido bien.

—Así que, mientras no me muera, viviré —dije.

—Una forma interesante de expresarlo. Pero sí, es adecuada.

—¿Cómo saben cuándo se ha transferido la conciencia?

—Lo sabremos con esto. —El doctor Russell dio un golpecito a su PDA—. Y lo sabremos porque usted nos lo dirá. Confíe en mí, usted lo sabrá.

—¿Cómo lo sabe? —pregunté—. ¿Se lo han hecho alguna vez? ¿Ha sido transferido?

El doctor Russell sonrió.

—Pues la verdad es que sí —dijo—. Dos veces, en realidad.

—Pero no es usted verde.

—Esta es la segunda transferencia. No tendrá que ser verde eternamente —explicó, casi con tristeza. Entonces parpadeó y volvió a mirar su PDA—. Me temo que ahora tendremos que dejarnos de preguntas, señor Perry, ya que tengo varios reclutas más que atender después de usted. ¿Está preparado para empezar?

—Demonios, no, no estoy preparado. Estoy tan asustado que el vientre está a punto de soltárseme.

—Entonces déjeme que lo formule de otra forma —propuso el doctor Russell—: ¿está preparado para acabar?

—Dios, sí.

—Entonces hagámoslo —dijo, y pulsó la pantalla de su PDA.

El nicho emitió un leve thunk cuando algo se conectó físicamente en su interior. Miré al doctor Russell.

—El amplificador —me aclaró—. Esta parte durará un momentito.

Gruñí expresando mi acuerdo y miré mi nuevo yo. Estaba dentro de su nicho, inmóvil, como una figura de cera a la que alguien hubiera rociado con pintura verde durante el proceso de moldeado. Se parecía a mí hacía tanto tiempo… En realidad tenía mejor aspecto que yo, que nunca fui el joven más atlético del barrio. En cambio él parecía tener los músculos de un nadador olímpico. Y un montón de pelo en la cabeza.

Ni siquiera podía imaginarme en ese cuerpo.

—Estamos en plena resolución —dijo el doctor Russell—. Abriendo la conexión —tecleó en su PDA.

Hubo una leve sacudida, y de repente pareció como si se abriera un gran espacio resonante dentro de mi cerebro.

—¡Uau! —exclamé.

—¿Nota eco? —preguntó el doctor Russell. Yo asentí—. Son los ordenadores. Su conciencia está percibiendo el pequeño lapso temporal entre aquí y allí. Nada de lo que preocuparse. Muy bien, abriendo la conexión entre el nuevo cuerpo y el banco de datos de los ordenadores.

Otro tecleo en el PDA.

En su nicho, mi nuevo yo abrió los ojos.

—Lo conseguí —dijo el doctor Russell.

—Tiene ojos de gato —comenté.

Usted tiene ojos de gato. Ambas conexiones son claras y libres de interferencias. Voy a empezar la transferencia ahora. Va a sentirse un poco desorientado.

Un golpecito en el PDA…

… y caí al fooooooooooooooooooooooooooondo

(sentí como si me empujaran con fuerza a través de un fino somier)

y todos los recuerdos que tenía me golpearon en la cara como si fueran una pared de ladrillo un claro destello de estar de pie ante el altar

ver a Kathy caminando por el pasillo

advertir que su pie pisaba la parte delantera del vestido

una pequeña vacilación en su paso

luego se corrigió con gracia

y me sonrió como diciendo

«como si eso fuera a detenerme».

*otro destello de Kathy «dónde demonios he puesto la vainilla» y luego el golpe del cuenco contra el suelo de la cocina*.

(maldición Kathy)

Y luego ahí estoy yo otra vez, mirando la sala, sintiéndome mareado y viendo la cara del doctor Russell, y también su coronilla, y pensando para mí, «joder, qué buen truco», y parece que tengo ese pensamiento en estéreo.

Y entonces lo comprendo. Estoy en dos sitios a la vez.

Sonrío y veo al viejo yo y al nuevo yo sonreír simultáneamente.

—Estoy rompiendo las leyes de la física —le digo al doctor Russell desde dos bocas.

—Está dentro —me dice él.

Y entonces pulsa ese maldito PDA suyo. Y de nuevo hay un solo yo.

El otro yo. Lo sé, porque ya no estoy mirando al nuevo yo, estoy mirando al viejo.

Y él me mira como si supiera que algo verdaderamente extraño acaba de suceder.

Y entonces su mirada parece decir: «Ya no soy necesario». Y cierra los ojos.

* * *

—Señor Perry —oí llamarme al doctor Russell. Luego lo repitió, y después me dio una palmadita en la mejilla.

—Sí —contesté—. Estoy aquí. Lo siento.

—¿Cuál es su nombre completo, señor Perry?

Lo pensé durante un segundo.

—John Nicholas Perry.

—¿Cuándo es su cumpleaños?

—El diez de junio.

—¿Cómo se llamaba su maestra de segundo curso?

Miré directamente al doctor Russell.

—Joder, hombre. Ni siquiera podía acordarme de eso cuando estaba en mi cuerpo viejo.

El doctor Russell sonrió.

—Bienvenido a su nueva vida, señor Perry. Ha pasado con sobresaliente. —Quitó el cerrojo a la puerta del nido y abrió la puerta—. Salga, por favor.

Coloqué mis manos (mis manos verdes) junto a mis piernas y me impulsé hacia afuera. Avancé el pie derecho y me tambaleé un poco. El doctor Russell avanzó rápidamente, se colocó junto a mí y me sujetó.

—Con cuidado —me aconsejó—. Ha sido usted un anciano durante bastante tiempo. Le costará un poco recordar lo que es estar en un cuerpo joven.

—¿A qué se refiere?

—Bueno, para empezar, puede enderezarse.

Tenía razón. Estaba levemente encorvado (niños, tomad todos los días vuestra leche). Me enderecé, y di otro paso adelante. Y otro. Buena noticia, me acordaba de caminar. Mostré una sonrisa digna de un escolar mientras avanzaba por la sala.

—¿Cómo se siente? —preguntó el doctor Russell.

—Me siento joven —dije, sin pasarme de alegre.

—Así debería ser —comentó él—. Este cuerpo tiene una edad biológica de veinte años. En realidad es más joven, podemos hacerlos crecer más rápido hoy en día.

Di un salto de prueba y sentí como si hubiera recorrido la mitad de la distancia que me separaba de la Tierra.

—Ahora ni siquiera soy lo bastante mayor como para poder beber —dije.

—En su interior todavía tiene setenta y cinco años.

Y eso hizo que dejara de saltar y me acercara a mi antiguo cuerpo, que reposaba en el nicho. Parecía triste y arrugado, como un maletín viejo. Toqué mi antigua cara. Estaba cálida, y noté que respiraba. Retrocedí.

—Todavía está vivo —dije, dando un paso atrás.

—Muerte cerebral —explicó el doctor Russell rápidamente—. Todas sus funciones cognitivas se han transferido. Al acabar, he desconectado este cerebro. Ahora funciona en modo automático: respira y bombea sangre, pero nada más, y aun eso de manera provisional. Por sus propios medios, morirá dentro de unos días.

Me acerqué a mi antiguo cuerpo.

—¿Qué va a sucederle? —pregunté.

—De momento lo archivaremos —contestó él—. Señor Perry, odio meterle prisa, pero es hora de que regrese a su habitación para que yo pueda continuar mi trabajo con otros reclutas. Tenemos unos cuantos por delante hasta mediodía.

—Tengo algunas preguntas sobre este cuerpo.

—Hay un folleto —dijo él—. Haré que lo descarguen en su PDA.

—Vaya, gracias.

—De nada —respondió el doctor Russell, e hizo un gesto hacia los coloniales—. Estos hombres lo escoltarán de vuelta a su habitación. Enhorabuena de nuevo.

Me acerqué a los coloniales, y nos volvimos para marcharnos. Entonces me detuve.

—Espere —dije—. Me olvidaba de algo.

Me acerqué de nuevo a mi viejo cuerpo, todavía dentro del nicho. Miré al doctor Russell y señalé la puerta.

—Necesito abrirla.

El doctor Russell asintió. Quité el cerrojo, la abrí, y cogí la mano de mi antiguo cuerpo. En el dedo llevaba un sencillo anillo de oro. Se lo quité y me lo puse. Luego acaricié mi antiguo rostro con mis manos nuevas.

—Gracias —me dije—. Gracias por todo. Después, salí con los coloniales.

* * *

SU NUEVO YO

Una introducción a su nuevo cuerpo,

para reclutas de las Fuerzas de Defensa Coloniales

bajo el mando de Genética Colonial.

¡Dos siglos construyendo cuerpos mejores!

(Ésta era la portada del folleto que me esperaba en mi PDA. Tendrán que imaginarlo con la ilustración, que repetía el famoso estudio de Da Vinci sobre el cuerpo humano, sólo que con un hombre verde desnudo en vez del otro tipo. Pero continuemos).

A estas alturas, ha recibido usted ya su nuevo cuerpo de las Fuerzas de Defensa Coloniales. ¡Enhorabuena! Ese cuerpo es el resultado de décadas de refinamiento por parte de los científicos e ingenieros de Genética Colonial, y está optimizado para las rigurosas exigencias del servicio de las FDC. Este documento le servirá de breve introducción sobre las importantes características y funciones de su nuevo cuerpo, y proporcionará respuestas a algunas de las preguntas más comunes que los reclutas se hacen sobre sus nuevos cuerpos.

NO SÓLO UN NUEVO CUERPO: UN CUERPO MEJOR

Seguramente habrá advertido el color verde de su nuevo cuerpo. No es un asunto meramente cosmético. Su nueva piel (Kloraderm™) lleva clorofila para proporcionarle una fuente extra de energía y optimizar el uso de su cuerpo tanto con oxígeno como con dióxido de carbono. El resultado: se sentirá más fresco durante más tiempo… ¡y podrá llevar a cabo mejor sus deberes como soldado de las FDC! Esto es sólo el principio de las mejoras. Aquí hay algunas otras.

LA CONSTRUCCIÓN DE UN CUERPO MEJOR

Sin duda le sorprenderá cuántas cosas puede hacer su nuevo cuerpo. Pero ¿se ha preguntado cómo fue diseñado? Puede que le interese saber que su cuerpo es el último modelo de una serie de cuerpos avanzados y mejorados diseñados por Genética Colonial. A través de tecnología exclusiva, adaptamos la información genética de otras especies y lo último en tecnologías de miniaturización robótica para mejorar su nuevo cuerpo. ¡Es un trabajo difícil, pero se alegrará de que hayamos hecho el esfuerzo!

Desde nuestras primeras mejoras hace casi dos siglos, hemos ido avanzando progresivamente en nuestro trabajo. Para introducir cambios y mejoras, primero nos basamos en técnicas de modelado informático de vanguardia para simular en todo el sistema corporal los efectos de cada mejora propuesta. Las mejoras que pasan este proceso se prueban luego en modelos biológicos. Entonces y sólo entonces, se incorporan al diseño corporal final, integrado con el ADN «de arranque» que usted proporciona. ¡Descanse con la tranquilidad de que cada mejora corporal es segura y está testada y diseñada para crear un cuerpo mejor para usted!

PREGUNTAS COMUNES SOBRE SU NUEVO CUERPO

  1. ¿Tiene mi nuevo cuerpo un nombre de marca?

    ¡Sí! Su nuevo cuerpo es el conocido como Serie Defensa XII, modelo «Hércules». Técnicamente, Modelo CG/FDC 12, Revisión 1.2.11. Este modelo corporal es exclusivo de las Fuerzas de Defensa Coloniales. Cada cuerpo tiene su propio número de modelo por motivos de mantenimiento. Puede acceder a su número a través de su CerebroAmigo™. ¡No se preocupe, podrá seguir usando su nombre corriente para asuntos cotidianos!

  2. ¿Mi nuevo cuerpo envejece?

    El cuerpo de la Serie Defensa está diseñado para proporcionar a las FDC un rendimiento óptimo durante toda su vida activa. Para ello, se emplean técnicas regenerativas avanzadas a nivel genético de cara a reducir las tendencias entrópicas naturales. Con un régimen básico de mantenimiento, su nuevo cuerpo permanecerá en estado óptimo mientras usted lo ocupa. También descubrirá que las heridas y averías se corrigen rápidamente… ¡podrá estar de nuevo de pie y corriendo en un santiamén!

  3. ¿Puedo transmitir estas sorprendentes mejoras a mis hijos?

    No. Su cuerpo y sus sistemas biológicos y tecnológicos están patentados por Genética Colonial y no pueden ser transmitidos sin permiso. Además, debido a la naturaleza extensiva de las mejoras de la Serie Defensa, su ADN ya no es compatible con los humanos no modificados, y las pruebas de laboratorio indican que el apareamiento de la Serie Defensa crea incompatibilidades letales para el embrión. Por otra parte, las FDC consideran que la capacidad de transmisión de información genética no es esencial para la misión de los soldados; por tanto, cada modelo Defensa entregado es estéril, aunque otras capacidades funcionales relacionadas permanezcan intactas.

  4. Me preocupan las implicaciones teológicas de este cuerpo nuevo. ¿Qué debo hacer?

    Aunque ni Genética Colonial ni las FDC tienen una postura oficial respecto a las ramificaciones teológicas o psicológicas de la transferencia de conciencia de un cuerpo a otro, comprendemos que muchos reclutas puedan albergar preguntas o preocupaciones. Cada transporte de reclutas viene equipado con sacerdotes representantes de las principales religiones terrestres y un complemento adicional de terapeutas psicológicos. Les animamos a buscarlos y discutir sus dudas con ellos.

  5. ¿Cuánto tiempo permaneceré en mi nuevo cuerpo?

    Los cuerpos de la Serie Defensa están diseñados para ser usados en las FDC; mientras permanezcan en ellas, podrá usar y disfrutar las mejoras tecnológicas y biológicas de este nuevo cuerpo. Cuando deje las FDC, se le proporcionará un nuevo cuerpo humano sin alterar, basado en su ADN original.

¡Todo el personal de Genética Colonial le felicita por su nuevo cuerpo! Sabemos que le será útil durante su servicio en las Fuerzas de Defensa Coloniales. Gracias por su servicio a las colonias, y disfrute… de su nuevo cuerpo.

* * *

Solté el PDA, me dirigí al lavabo del camarote, y contemplé mi nuevo rostro en el espejo.

Era imposible ignorar los ojos. Mi antiguo cuerpo tenía ojos marrones: marrón oscuro, pero con interesantes motas doradas. Kathy solía decirme que había leído que las motitas de color en el iris no eran más que tejido graso adicional. Así que yo tenía unos ojos gordos.

Si aquellos ojos eran gordos, éstos eran decididamente obesos. Eran dorados desde la pupila hacia el borde, donde viraban hacia el verde. El final del iris era de un profundo esmeralda; punzadas de ese color corrían hacia las pupilas, que en sí eran hendidas, estrechadas en ese momento por la luz que procedía directamente del espejo. Apagué esa luz y también la luz del techo; la única iluminación de la habitación era la pequeña pantalla del PDA.

Mis antiguos ojos nunca habrían podido distinguirla. Mis nuevos ojos tardaron un momento en ajustarse. La habitación estaba innegablemente a oscuras, pero yo podía distinguir todos los objetos con claridad. Volví al espejo y miré: ahora tenía los ojos dilatados como si hubiera tomado belladona. Volví a encender la luz del lavabo y vi cómo mis pupilas se contraían a sorprendente velocidad.

Me quité la ropa y eché un primer vistazo real a mi nuevo cuerpo. Mi primera impresión resultó ser correcta: a falta de término mejor, estaba hecho un cachas. Me pasé la mano por el pecho y el estómago, liso como una tabla.

Nunca había sido así de atlético en toda mi vida. No tenía ni idea de cómo habían conseguido hacer que mi nuevo yo estuviera tan en forma. Me pregunté cuánto tiempo pasaría hasta volver a adquirir la forma regordeta que había tenido durante mis veintitantos años reales. Entonces me pregunté, dado lo mucho que habían trasteado con el ADN de mi cuerpo, si era posible siquiera engordar. Esperé que no. Me gustaba mi nuevo yo.

Oh, y era enteramente lampiño de pestañas para abajo.

Quiero decir lampiño de verdad: ni un pelo en ninguna parte. Brazos pelados, piernas peladas, espalda pelada (no es que yo no la tuviera pelada antes, ejem), partes privadas peladas. Me froté la barbilla para ver si había rastro de barba. Lisa como el culito de un bebé. O como mi propio culo, ahora. Me miré el paquete; para ser sincero, sin pelo parecía un poco mustio. El pelo de mi cabeza era tupido, pero de un castaño corriente. Eso no había cambiado mucho desde mi anterior encarnación.

Me coloqué la mano ante la cara para mirar el tono de piel. Era verde claro, no chillón, lo cual era bueno; no creo que hubiera podido soportar ser verde fosforito. La piel tenía un tono uniforme en todo el cuerpo, aunque mis pezones y la punta de mi pene eran ligeramente más oscuros. Básicamente, parecía tener el mismo contraste de colores que antes, sólo que en un tono distinto. Una cosa que sí advertí, sin embargo, es que se me notaban más las venas, que eran grisáceas. Sospecho que el color que tenga la SangreSabia™ (fuera lo que fuese eso en realidad), no era rojo sangre. Volví a vestirme.

Mi PDA sonó. Lo miré. Tenía un mensaje en espera.

Ahora tiene acceso a su sistema informático CerebroAmigo™ —decía—. ¿Le gustaría activarlo en este momento?

Había botones en la pantalla para SÍ y para NO. Elegí SÍ.

De repente, una voz rica, grave y tranquilizadora surgió de ninguna parte. Casi salí despedido de mi nueva piel verde.

:::¡Hola! —dijo—. ¡Estás interactuando con tu ordenador interno CerebroAmigo, con la Interfaz Adaptativa Asistencial! ¡No te alarmes! Gracias a la integración CerebroAmigo, la voz que ahora oyes está siendo generada directamente a los centros auditivos de tu cerebro.

«Magnífico —pensé—. Ahora tengo otra voz dentro de mi cabeza».

:::Después de esta breve sesión introductoria, puedes desconectar la voz en cualquier momento. Comenzaremos con algunas opciones que puedes elegir respondiendo «sí» o «no». En este punto, a tu CerebroAmigo le gustaría que dijeras «sí» y «no» cuando se te indique, para que así pueda aprender a reconocer esta respuesta. Así que, cuando estés preparado, di por favor la palabra «sí». Puedes decirla cuando quieras.

La voz se detuvo. Yo vacilé, un poco aturdido.

:::Por favor, di «sí» ahora —repitió la voz.

—¡Sí! —dije, un poco sobresaltado.

:::Gracias por decir «sí». Ahora, por favor, di «no».

—No —obedecí, y durante un instante me pregunté si el CerebroAmigo™ pensaría que estaba diciendo «no» a su petición, se enfadaría y freiría mi cerebro en sus propios jugos.

:::Gracias por decir «no» —expresó la voz, demostrando que era un poco literal—. A medida que progresemos, descubrirás que, con el tiempo no necesitarás verbalizar estas órdenes para que tu CerebroAmigo responda a ellas. En este momento tienes la opción de continuar en audio o bien de pasar a una interfaz de texto. ¿Preferirías pasar ahora a una interfaz de texto?

—Dios, sí —dije.

:::Ahora continuaremos con una interfaz de texto —y una línea de texto flotó directamente ante mi línea de visión. El texto quedaba perfectamente contrastado contra lo que yo estaba mirando. Moví la cabeza, y el texto permaneció justo en el centro, y su contraste cambió para que siguiera siendo perfectamente legible en todo momento. La leche.

»Se recomienda que, durante tu sesión inicial, permanezcas sentado para evitar hacerte daño —escribió el CerebroAmigo—. Por favor, siéntate ahora.

Me senté.

:::Durante tus sesiones iníciales con tu CerebroAmigo™, te resultará más fácil comunicarte verbalizando. Para ayudar al CerebroAmigo™ a comprender tus preguntas, le enseñaremos ahora a comprender tu voz mientras habla. Por favor, pronuncia los siguientes fonemas.

En mi campo de visión se desplegó una lista de fonemas. Los leí de derecha a izquierda. El CerebroAmigo me pidió pronunciar una serie de frases cortas. Lo hice.

:::Gracias —escribió el CerebroAmigo—. Tu CerebroAmigo™ podrá seguir ahora indicaciones por el sonido de tu voz. ¿Te gustaría personalizar ahora tu CerebroAmigo™?

—Sí —respondí.

:::Muchos usuarios de CerebroAmigo™ encuentran útil darle un nombre a su CerebroAmigo™ aparte de CerebroAmigo™. ¿Te gustaría ponerle un nombre a tu CerebroAmigo™ en este momento?

—Sí.

:::Por favor, pronuncia el nombre que te gustaría darle a tu CerebroAmigo™.

—«Gilipollas» —contesté.

:::Has seleccionado «Gilipollas» —escribió el CerebroAmigo, y hay que reconocerle que lo escribió correctamente—. Ten en cuenta que muchos reclutas han seleccionado ese nombre para su CerebroAmigo™. ¿Te gustaría elegir un nombre distinto?

—No —dije, y me enorgullecí de que muchos de mis compañeros reclutas también pensaran lo mismo sobre su CerebroAmigo.

:::Tu CerebroAmigo™ es ahora Gilipollas —escribió el CerebroAmigo—. Puedes cambiar este nombre en el futuro si quieres. Ahora debes elegir una frase de acceso para activar a Gilipollas. Por favor, escoge una frase corta. Gilipollas sugiere «Activa Gilipollas», pero puedes elegir otra. Por favor, di ahora tu frase de activación.

—«Hola, Gilipollas» —dije.

:::Has elegido «Hola, Gilipollas». Por favor, vuelve a decirlo para confirmarlo.

Lo hice. Entonces me pidió que eligiera una frase de desactivación. Elegí (naturalmente): «Lárgate, Gilipollas».

:::¿Te gustaría que Gilipollas se refiriera a sí mismo en primera persona?

—Por supuesto —confirmé.

:::Soy Gilipollas.

—Pues claro que lo eres.

:::Espero tu lista de órdenes o preguntas.

—¿Eres inteligente? —pregunté.

:::Estoy equipado con un procesador natural de lenguaje y otros sistemas para comprender preguntas y comentarios y proporcionar respuestas, lo cual da a menudo la apariencia de inteligencia, sobre todo cuando se conecta con grandes redes informáticas. Sin embargo, los sistemas CerebroAmigo™ no son en sí mismos inteligentes. Por ejemplo, esto es una respuesta automática a una pregunta que se formula a menudo.

—¿Cómo me comprendes?

:::En esta etapa estoy respondiendo a tu voz —escribió Gilipollas—. Mientras hablas estoy monitorizando tu cerebro y aprendiendo cómo se activa cuando deseas comunicarte conmigo. Con el tiempo, podré comprenderte sin que necesites hablar. Y, con el tiempo, tal vez tú aprendas a usarme sin pistas visuales o audibles conscientes.

—¿Qué haces? —pregunté.

:::Tengo una gama de habilidades. ¿Te gustaría ver una lista comprimida?

—Por favor.

Una enorme lista apareció ante mis ojos.

:::Para ver una lista de subcategorias, por favor selecciona una categoría superior y di «Expande [categoría]». Para realizar una acción, por favor di «Abre [categoría]».

Leí la lista. Al parecer, había muy poco que Gilipollas no pudiera hacer. Podía enviar mensajes a otros reclutas. Podía descargar informes. Podía reproducir música o vídeo. Podía proporcionar juegos. Podía recuperar cualquier documento de un sistema. Podía almacenar cantidades increíbles de datos. Podía realizar cálculos complejos. Podía diagnosticar males físicos y ofrecer sugerencias para curas. Podía crear una red local entre un grupo elegido de otros usuarios de CerebroAmigo. Podía facilitar traducciones instantáneas de cientos de lenguajes humanos y alienígenas. Podía incluso proporcionar información del campo de visión de cualquier otro usuario de CerebroAmigo. Conecté esta opción. Apenas me reconocía ya a mí mismo; dudaba poder reconocer a ninguno de los otros Vejestorios. En general, Gilipollas era algo bastante útil que tener dentro del cerebro.

Oí que llamaban a la puerta. Alcé la cabeza.

—Eh, Gilipollas —dije—. ¿Qué hora es?

:::Ahora son las 1200 —escribió. Me había pasado más de noventa minutos jugueteando con él. Bueno, ya había bastante; estaba listo para ver a gente real.

—Lárgate, Gilipollas —ordené.

:::Adiós —escribió él. El texto desapareció en cuanto lo leí.

Llamaron de nuevo a la puerta. Me acerqué a abrirla. Supuse que sería Harry, me pregunté que aspecto tendría.

Era una morenaza de impresión con piel verde (oliva) oscuro y unas piernas que llegaban al cielo.

—Tú no eres Harry —constaré, increíblemente estúpido. La morena me miró de arriba abajo.

—¿John? —preguntó al fin.

Me quedé en blanco mirando durante un segundo, y la reconocí entonces justo antes de que su identificación flotara como un espectro ante mis ojos.

—Jesse —dije.

Ella asintió. Yo seguí mirándola. Abrí la boca para decir algo, pero ella me agarró la cabeza y me besó con tal ímpetu que retrocedí hasta mi habitación. Jesse consiguió cerrar la puerta con el pie mientras caíamos al suelo. Estaba impresionado.

Había olvidado lo fácil que es para un hombre joven tener una erección.