Las memorias de Escipión se perdieron. Se desconoce el lugar o el modo en las que éstas desaparecieron, pero el incendio de parte de la Biblioteca de Alejandría provocado por el ataque sobre la flota egipcia de Ptolomeo XIII fue real. ¿Estaban allí esas memorias? Lo que no está claro es ni la cantidad exacta de rollos que ardieron en aquel desastre ni si el incendio afectó a la Biblioteca en sí o, como parece más probable, sólo a la parte del Museo más próxima a los muelles. De este modo, lo que nos ha llegado de la vida de Publio Cornelio Escipión hasta nuestros días se debe, en gran medida, al historiador griego Polibio.
Es posible que Polibio se desplazara a Alejandría en las fechas indicadas en La traición de Roma en una embajada de Grecia dirigida a entrevistarse con el faraón de Egipto, aunque otras fuentes aseguran que esta embajada se canceló por la muerte del faraón Ptolomeo V Epífanes, pero lo que sí es seguro es que, años más tarde, Polibio sería tomado como rehén por los romanos por luchar por la independencia de la Liga Aquea. Su elevada cultura, no obstante, le hizo acreedor de la confianza de Lucio Emilio Paulo, que lo empleó como tutor de sus dos hijos que, a la postre, serían Quinto Fabio Máximo Emiliano y Publio Cornelio Escipión Emiliano, como se explica a continuación. Con los años, Polibio se ganó el favor del círculo de los Escipiones y de esta forma, Polibio, arropado por Escipión Emiliano, tendría acceso a la biblioteca personal de Escipión el Africano, a sus escritos y, más aún, acceso directo a muchos de los tribunos y oficiales que combatieron con Publio Cornelio Escipión, Africanus, especialmente Lelio, para el que era un pasado aún muy reciente. Los textos de Polibio sobre la guerra de Iberia, sobre Aníbal y sobre Escipión son la base sobre la que tanto historiadores de la Roma Antigua como historiadores más modernos han construido las diferentes visiones que se nos han trasladado hasta nuestros días de aquel largo y épico enfrentamiento. Tito Livio, Apiano o Plutarco, entre otros, han complementado la información de Polibio con datos relevantes sobre el resto de grandes personajes involucrados en la gran historia de Escipión, eso sí, quizá con algo menos de objetividad que el griego Polibio.
Tiberio Sempronio Graco se constituyó en uno de los hombres fuertes de la república de Roma tras el exilio de Escipión. De hecho, a él se debe la pacificación temporal de Hispania, donde tras una exitosa campaña consiguió un acuerdo con las tribus celtíberas que significó paz para la región durante varios años y un triunfo para él en Roma. De nuevo se demostraba que la política de pactos llevaba a mayores éxitos en Hispania, como ya hiciera Escipión, en contraposición con la cruenta campaña de Catón.
Tres cosas se saben con bastante seguridad del matrimonio entre Tiberio Sempronio Graco y Cornelia menor: tuvo lugar, fue un matrimonio feliz y tuvieron numerosos hijos, se habla de hasta doce, pero muchos murieron en la infancia y sólo se conoce con certidumbre la vida de Tiberio Sempronio Graco, Cayo Sempronio Graco y Sempronia. Los dos hermanos Graco promovieron una revolución social sobre la base de una enorme reforma agraria en medio del siglo II a. C. en Roma. Una revolución social ésta, para la que las clases patricias no estaban en absoluto preparadas y que terminó en duros enfrentamientos en las calles de Roma con el resultado de que ambos hermanos fueron asesinados.
Pero la rama de los Escipiones continuó ejerciendo poder e influencia sobre Roma más allá de Africanus no sólo por la descendencia de Cornelia menor. Publio Cornelio Escipión hijo consiguió, con habilidad y esfuerzo, recuperar una fuerte posición de poder en el Senado para lo que, entre otras cosas, se valió de una estrategia genial: en una jugada maestra y, ante su imposibilidad de tener hijos, adoptó al hijo mayor de Lucio Emilio Paulo tras el prematuro fallecimiento del gran general. Lucio Emilio, héroe militar y tío de Escipión hijo, había tenido dos hijos, pero falleció pronto y Escipión hijo adoptó al primogénito en una maniobra que contribuía a afianzar la conexión entre los Escipiones y los Emilio-Paulos. El hijo adoptado pasó a llamarse Publio Cornelio Escipión Emiliano, combinando el nombre de la familia adoptante con su origen en el clan de la Emilio-Paulos y pasó así a convertirse en nieto adoptivo del legendario Publio Cornelio Escipión, Africanus, tal y como se ilustra en el árbol genealógico de la familia en los «Apéndices» de la novela. Los Fabios, en un intento por responder a esta maniobra de los Escipiones, adoptaron a su vez al hermano menor de Escipión Emiliano, que pasó a denominarse Quinto Fabio Máximo Emiliano. Ambos hermanos, pese a crecer en facciones opuestas en el mundo político romano, se respetaron siempre e incluso combatieron juntos con efectividad en el sur de Hispania. Y, si bien los dos resultaron buenas apuestas políticas y militares para los dos clanes adoptantes, fue, sin lugar a dudas, Escipión Emiliano el que destacó por encima de ningún otro general o político romano de su época. Ya fuera por el peso de llevar el nombre de Escipión o porque en sí mismo tenía la intuición de un gran estratega y político, Escipión Emiliano fue el artífice de dos de las conquistas claves de la época que siguió a la segunda guerra púnica. En primer lugar fue Escipión Emiliano quien fue designado por el Senado para cumplir la demanda que un anciano Marco Porcio Catón seguía exigiendo en el Senado casi a diario, tal y como nos cuenta Plutarco: Ceterum censeo Carthaginem esse delendam (Por otra parte opino que Cartago debe ser destruida). De esta forma Catón, si bien alcanzó al fin su objetivo de que se arrasara Cartago, tuvo que ver cómo esto se hacía con las legiones bajo el mando de un Escipión. Y aún más, años después, Roma debería recurrir de nuevo a Escipión Emiliano para resolver un pequeño problema que había terminado transformándose en un desafío que amenazaba con desestabilizar el poder de Roma en todo el mundo: Numantia. Y es que los numantinos, pese a estar en franca desigualdad con Roma, habían sido capaces de repeler en hasta cinco ocasiones los ataques de Roma, aniquilando legiones, destrozando ejércitos y humillando a una larga serie de cónsules y pretores. Se llegó a la vergonzosa situación de que nadie en Roma quería alistarse para combatir en Hispania, tal era el terror que la fama de los pertinaces e invencibles numantinos había generado. Fue entonces cuando, al igual que ya hiciera su abuelo por adopción, se presentó ante el Senado y ante el pueblo un ya muy veterano Escipión Emiliano para resolver el asunto. Así, Escipión Emiliano, tratando a los numantinos de tú a tú, sin menospreciar en absoluto su capacidad guerrera, como había hecho el resto de generales romanos que le habían precedido, planteó un largo conflicto de acoso total a Numantia y sus aliados que concluyó en uno de los más largos y terribles asedios de la historia.
Los Escipiones pues, ya por la rama de Cornelia menor, como por la rama adoptiva de Escipión hijo que conducía hasta Escipión Emiliano, se mantuvieron en el centro de la política de Roma durante dos generaciones más, sin que Catón pudiera hacer nada por evitarlo. En este contexto, Marco Porcio Catón, hastiado de la política de una Roma en la que la riqueza, la opulencia y el lujo crecía sin límites ni control, se retiró de la vida pública. Había conseguido que se pusiera en marcha una vez más la maquinaria de guerra romana para aniquilar Cartago, aunque él no llegara a ver en vida el último ataque sobre la ciudad que tuvo lugar poco después de su muerte, pero no había logrado borrar de la historia a los Escipiones. Se dedicó entonces, durante los últimos años de su vida, a una intensa labor literaria centrada especialmente en ensayos, muchos de los cuales nos han llegado hasta nuestra época suponiendo una enorme y muy rica fuente de conocimiento sobre la forma de vida de la Roma de aquella época. De entre ellos, por ejemplo, destaca su tratado sobre agricultura, De Agri Cultura o De Re Rustica, del que se extrae la cita sobre los puerros de principio del «Libro VI» de esta novela. Según parece, Catón escribió muchos de estos textos para educar a su hijo mayor de la forma más recta posible, evitando así que tuviera que leer textos de perniciosa influencia extranjerizante. Catón, no obstante, no supo o no pudo estar a la altura de la moralidad sin tacha que predicaba y exigía a todos en la vida pública y privada y en los últimos años de vida no sólo tuvo devaneos con esclavas jóvenes y hermosas sino que, para escándalo de su hijo primogénito, Marco Porcio Catón Liciniano, así denominado ya que su padre se había casado con una mujer de la gens Licinia, Catón ya anciano tomó por esposa a la más joven y bella de sus esclavas, llamada Salonia, con la que tuvo un hijo que da nombre a la rama saloniana de la familia. Este último desliz, desde el punto de vista moral, le valió que su hijo legítimo y primogénito le negara la palabra para el resto de su vida. Sin embargo, esta relación del viejo Catón con su bella esclava dio sus frutos a largo plazo, pues así como de la rama de su hijo legítimo no hubo descendencia que destacara en la vida pública y militar de Roma, de su hijo ilegítimo desciende directamente Catón el Joven, bisnieto de Catón el Viejo, y que será uno de los grandes enemigos políticos de Julio César, repitiéndose así el enfrentamiento entre un Catón y alguien que destacaba por encima de todos los demás senadores, sólo que esta reedición de la historia tuvo un final diferente al enfrentamiento entre Catón el Viejo y Escipión.
No es ésta la única conexión entre César y los Escipiones, pues Escipión Emiliano, antes de partir para combatir en Numantia, eligió con esmero sus tribunos y oficiales, conocedor de que iba a enfrentarse con un pueblo de tremenda astucia y capacidad militar. Y entre esos tribunos, Escipión Emiliano seleccionó a un tal Cayo Mario, que no es otro sino que el famoso Mario que a su regreso de Hispania iniciaría una fructífera carrera política hasta conseguir el consulado en numerosas ocasiones y reorganizar las legiones hasta transformarlas en las legiones que luego mantendrían al Imperio de Roma en la cima de su poder durante siglos. Fue, de hecho, el propio Escipión Emiliano quien animó a Cayo Mario a que hiciese carrera en política. Y, como es bien conocido, Cayo Mario no es otro sino que el tío de Julio César. O, dicho de otro modo, el tío de Julio César, que tanto influyó en quien debía acabar con la República y abrir las puertas del principado como nueva forma de gobierno en Roma fue, a su vez, tribuno militar a las órdenes del nieto adoptivo de Africanus. Después de todo, al final, se cumplió el peor de los presagios de Catón el Viejo y un hombre se erigió por encima de todos los demás, sólo que unos doscientos años después de lo que él había previsto. Acertó en lo que iba a ocurrir, pero se equivocó en quién iba a ejecutar ese cambio en el gobierno de Roma.
El resto del mundo fue evolucionando a la par que Roma crecía en poder: Egipto prosiguió en su imparable declive que, eso sí, como no podía ser de otra forma para una civilización de más de tres mil años, tuvo término de la forma más épica posible con los amores de su última reina, Cleopatra VII con el propio Julio César y con Marco Antonio. Por otro lado, Siria y el resto del Imperio seléucida continuó desintegrándose hasta quedar todos sus territorios en pequeños reinos independientes o absorbidos primero por Pérgamo y luego por los partos y los propios romanos. Eumenes II de Pérgamo, sin embargo, supuso una breve pero intensa revitalización del mundo helenístico en Asia y bajo su reinado la ciudad se constituyó en uno de los enclaves más importantes del mundo con un teatro y, sobre todo, un impresionante altar en honor a Zeus erigido por orden de Eumenes II pocos años después de la muerte de Escipión y Aníbal, altar que puede admirarse en el Museo de Pérgamo en la isla de los museos en el centro de Berlín.
Tito Maccio Plauto falleció el mismo año o en fechas muy próximas a la muerte de Escipión. Su vida fue azarosa, su intromisión en política sólo intermitente, pero su legado a la literatura es sublime. Nadie después de él consiguió un éxito similar en el teatro en Roma y sólo después de muchos siglos, el teatro recuperó su posición relevante en el mundo de la literatura. Pero más allá de las palabras están los hechos: las obras de Plauto siguen representándose, año tras año, en múltiples escenarios del mundo y tan recientemente como en 2008 su obra Miles Gloriosus, recreada en Las legiones malditas, volvía a representarse en el teatro de Mérida, más de 2200 años después de su estreno. Eso es una capacidad de prevalencia en la historia de la literatura que muy pocos han conseguido o conseguirán jamás.
Cayo Lelio regresó a Roma y se mantuvo como fiel servidor del Estado durante varios años más, asumiendo los cargos de procónsul en la Galia Cisalpina y embajador ante el rey Perseo de Macedonia, puestos que ejerció, según los datos que nos han llegado, con su habitual eficacia y austeridad. En torno a 160 a. C., como he mencionado antes, más allá de otros posibles encuentros anteriores, proporcionó mucha información al historiador Polibio. Lelio educó a su hijo próximo al círculo de los Escipiones; y Escipión Emiliano, reproduciendo la vieja amistad entre su abuelo adoptivo y Cayo Lelio, encontró en el hijo de Cayo Lelio otro gran apoyo y confidente que le acompañó con lealtad en numerosas de sus campañas militares hasta el punto que Cicerón escribió su tratado sobre la amistad, De Amicitia, tomando como modelo la estrecha relación entre Cayo Lelio hijo y Escipión Emiliano.
Netikerty es un personaje de ficción, al igual que su hijo Jepri, si bien los acontecimientos en los que se ven envueltos durante Las legiones malditas o La traición de Roma son hechos completamente históricos, como la enfermedad de Escipión, las redes de espionaje e información y desinformación entre las diferentes facciones senatoriales de la época, los informes que Escipión enviara al Senado desde África, el reinado del faraón niño y su famoso edicto en griego, demótico y jeroglífico que ha quedado recogido para la posteridad en la hoy denominada «piedra Roseta» exhibida en el Museo Británico de Londres, o las patrullas en el Nilo, entre otros acontecimientos sobresalientes. Por otro lado, el que un general poderoso de Roma, como Lelio, tuviera devaneos con esclavas hermosas y hasta hijos ilegítimos (si hasta el propio Catón los tuvo y hay constancia de ello), es más probable que improbable. Me gusta pensar que fue con alguien como Netikerty. Y ¿pudo una esclava tener en sus manos la vida de Escipión? Lo que es seguro es que Escipión estuvo gravemente enfermo en Cartago Nova, a punto de morir, de hecho el rumor de su muerte propició la rebelión de las tropas de Suero, y tampoco sería descartable que sus enemigos políticos fraguaran algún intento de asesinato específico, aunque de eso no hay constancia, al contrario de lo que sucede con las redes de espionaje y contraespionaje que sí están referidas por la historiografía clásica.
Areté tiene nombre ficticio, pero Escipión, según el historiador Valerio Máximo del siglo I d. C., tuvo una amante entre una de sus esclavas y, sin duda, ese hecho afectó a la vida con su esposa. Su relación con esta amante se inició, siempre según Valerio Máximo, en torno a 191 a. C. y se mantuvo hasta la muerte del propio Escipión, tal y como se cuenta en la novela. Se desconoce el origen o la historia de esta esclava, pero, siempre según esta versión de la historiografía clásica, Emilia Tercia, en una muestra de suprema generosidad, liberó a esta esclava tras la muerte de su esposo y permitió que contrajera matrimonio con otro de sus esclavos manumitidos.
Sofonisba, otro de los grandes personajes de esta trilogía (en Las legiones malditas), es un personaje plenamente histórico, hija del general púnico Giscón, y todas las relaciones de la hermosa cartaginesa con los reyes númidas también son auténticas al igual que las implicaciones que dichas relaciones tuvieron durante la segunda guerra púnica.
Emilia Tercia sobrevivió veinte años a su marido, regresó a Roma y quién sabe si por despecho hacia Catón, se dedicó a vivir en medio de un gran lujo como muestra del poder de la familia de los Escipiones en su gran domus en el corazón de Roma. Lamentablemente, sobrevivió también a su hijo, pero vio compensada esta pérdida viendo cómo con la adopción de Escipión Emiliano, el poder de la familia seguía presente en Roma más allá de todas las maquinaciones de los viejos enemigos de su esposo.
¿Cayó preso el hijo de Escipión en la campaña de Magnesia? La respuesta es sí: fue hecho prisionero y Antíoco negoció, o, mejor dicho, intentó negociar con su padre y su tío. Los historiadores son rotundos en dos cuestiones: estuvo preso, en manos del ejército de Antíoco, y Aníbal era uno de sus máximos consejeros, pero, a partir de ahí, no se sabe bien cómo o por qué, pero el hijo de Escipión fue liberado y devuelto a su padre. Luego vino la batalla de Magnesia y el resto de la historia. Catón empleó con habilidad la confusión sobre este episodio para atacar a Escipión públicamente en combinación con la petición de los famosos 500 talentos de oro.
¿Hablaron realmente Escipión y Aníbal? Nuevamente la respuesta es que sí: la conversación previa a la batalla de Zama está recogida por varios historiadores, mientras que para otros el segundo encuentro en Éfeso está entre la historia y la leyenda, pero es cierto que Aníbal era, como hemos dicho, consejero de Antíoco y es cierto también que Escipión fue enviado a una embajada de negociación a Asia antes de la batalla final de Magnesia.
Finalmente, el cuerpo de Aníbal nunca fue llevado a Roma. El historiador Sexto Aurelio Víctor, del siglo IV d. C., identifica una tumba en Asia, que fue restaurada en el año 200 d. C. por el emperador romano Septimio Severo, de origen libio, pues nació en Leptis Magna, y sobre la que en su tiempo se podía leer la inscripción: «Aquí se esconde Aníbal». Este punto parece ser una colina rodeada de cipreses en las ruinas de Diliskilesi, próxima a la ciudad industrial de Libisa, hoy denominada Gebze. Ahora bien, los historiadores actuales, en función de las excavaciones arqueológicas recientes, se muestran muy escépticos sobre la veracidad de todos estos datos hasta el punto de que en la actualidad se considera que se desconoce el emplazamiento exacto de la tumba del gran general de Cartago. Este pequeño gran secreto sea quizá la última de sus victorias. Descanse en paz. Curiosamente, lo mismo ocurre con la tumba de Publio Cornelio Escipión, Africanus: tampoco se conoce su emplazamiento preciso. Livio nos habla de una tumba de Publio y Lucio Cornelio Escipión, con estatuas suyas y de su poeta amigo Ennio en algún lugar de Roma. Si esto es cierto significaría que en algún momento se trasladaron los restos de Escipión de Literno hasta Roma, pero ningún hallazgo arqueológico hasta la fecha ha podido certificar la localización de esta tumba de la que nos habla Tito Livio. En suma, podemos afirmar que hoy día una densa nube de misterio envuelve por completo dónde puedan estar enterrados Escipión o Aníbal. Hasta en eso les sigue uniendo el destino.