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¿No regresarían a casa jamás? La caravana le resultaba cada día más pequeña y pronto habría escudriñado todos los rincones del camping. En casa, quizá volverían a prestarle atención. Allí, en cambio, era como si no existiera.

Su padre hacía crucigramas y su madre estaba enferma. O, al menos, esa era la explicación que le daban cuando intentaba entrar a verla en la caravana, donde se pasaba los días tumbada en el catre. No había vuelto a bañarse con él. Pese a que recordaba el miedo y aquello que se le había enroscado en las piernas cuando se adentró en las aguas, lo habría preferido a aquel destierro permanente.

—Tu madre está enferma. Ve a jugar.

De modo que él se iba y llenaba los días por su cuenta y riesgo. Al principio, los demás niños del camping intentaron jugar con él, pero a él no le interesaba. Si no podía estar con su madre, no quería estar con nadie.

Como su madre no se curaba, empezó a preocuparse cada vez más. A veces la oía vomitar. Y estaba tan pálida… ¿Y si tenía algo peligroso? ¿Y si se le moría? Igual que le había pasado a su mamá.

La sola idea lo impulsaba a esconderse en un rincón. A cerrar los ojos fuertemente, tanto que lo oscuro no hallase anclaje dentro de él. No podía permitirse pensar de aquel modo. Su madre, tan hermosa, no podía morir. Ella también, no.

Había encontrado un lugar propio. En la cumbre de la colina, con vistas al camping y al mar. Incluso podía ver el techo de la caravana si se empinaba un poco. Allí pasaba los días ahora, allí lo dejaban en paz. Cuando se hallaba allí arriba, podía hacer que volasen las horas.

Su padre también quería volver a casa. Se lo había oído decir. Pero su madre no quería. No pensaba darle a La bruja aquella satisfacción, decía su madre tumbada en la camilla, pálida y más delgada que de costumbre. La bruja tenía que saber que ellos pasaban allí todo el verano, como siempre, tan cerca, y sin ir a visitarla. No, no volverían a casa. Antes prefería morirse allí mismo.

Y no había más que hablar. Se hacía lo que su madre decía. De modo que él continuó visitando su lugar secreto. Continuó pasando los días allí sentado, rodeándose las rodillas con los brazos, con la cabeza llena de ideas y fantasías.

En cuanto llegaran a casa, todo volvería a ser como antes. Así sería, sí.