CAPITULO
19

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LAS ISLAS DE LOS MARINOS

"Un barco está vivo… Trátalo bien y cuídalo como es debido y él

luchará por ti contra el mar más turbulento".

Proverbio de los Marinos

Casi todas las islas del Océano Aricio y del Mar de las Tormentas son territorio de las bases portuarias de los Atha’an Miere, conocidos mayoritariamente como los Marinos. Los forasteros sólo conocen algunos de estos archipiélagos, ya que generalmente los Atha’an Miere no dejan acercarse a viajeros o comerciantes, aunque por supuesto no son tan crueles con los intrusos como los sharaníes o los seanchan. Los Marinos realizan la mayor parte del comercio marítimo y casi todo el comercio de seda y marfil de Shara; aun así, hay poca gente que los conoce salvo por historias y leyendas.

De las Islas de los Marinos la más grande y conocida es Tremalking, situada al suroeste de Tarabon y Amadicia. Mucho más pequeñas son las del archipiélago de Aile Jafar, situado casi justo al oeste de Tarabon, así como las de Aile Somera, en línea recta al oeste de la Punta de Toman. Sigue habiendo muchas otras islas pequeñas o medianas esparcidas por el océano que sólo conocen los propios Marinos.

Para entender a los Atha’an Miere no hay que estudiar sus islas, sino sus barcos y las aguas por las que navegan, ya que el Pueblo del Mar prefiere pasar casi toda la vida a bordo de sus naves. Nacen en el mar —aunque la madre tenga que remar desde la costa en un bote prestado para dar a luz a su hijo— y mueren en el mar si es posible. El tiempo que pasan en tierra siempre es a la espera de otro barco, de otro viaje.

En el Desmembramiento del Mundo, cuando sus antepasados huyeron de la tierra sacudida por convulsiones hacia la seguridad del mar, los Atha’an Miere lo ignoraban todo sobre los barcos que tomaron y las aguas por las que viajaban sin rumbo, sólo sabían que ningún sitio en tierra firme era seguro. En el transcurso de largos años aprendieron las particularidades de las tormentas y corrientes hasta ser uno con sus barcos. La Profecía Sendai, dada a conocer en aquellos primeros años, sostenía que el destino del Pueblo del Mar era vagar por las aguas hasta el regreso del Coramoor. Indiscutiblemente, las vastas extensiones del mar abierto son su verdadero reino.

LOS ATHA’AN MIERE

Con llamativos tatuajes en las manos, algunos de los cuales indican el clan al que pertenecen, los fajines igualmente llamativos que ciñen sus cinturas, las joyas de oro y plata con que se adornan y un diferenciado estilo de vestir, los Atha’an Miere son tan exóticos en su aspecto como misteriosos son ellos. Por todo el mundo corren historias que hablan del atractivo casi irresistible de las mujeres del Pueblo del Mar, el epítome de la belleza y la tentación. El tono achocolatado de su piel y su inigualable donaire, producto de años balanceándose en aparejos sacudidos por el viento en alta mar, contribuyen a ese encanto personal. La costumbre del Pueblo del Mar de no llevar nada encima de cintura para arriba, salvo las joyas, una vez que han perdido de vista la costa, ha aumentado la leyenda. A los hombres, musculosos, bien afeitados y con el pecho al descubierto, también se los considera peligrosamente atractivos.

Hombres y mujeres por igual llevan pantalones amplios sujetos a la cintura con fajines de vivos colores, multitud de pendientes, cadenas y brazaletes, y los pies descalzos, si bien la calidad de la tela de pantalones y fajines está directamente relacionada con la posición social y la situación económica del portador. Las mujeres llevan también blusas sueltas de intensos colores, aunque sólo cuando están en puerto, seguramente para no escandalizar a los vecinos del lugar. A menudo las mujeres llevan también un aro en la aleta izquierda de la nariz. Las que tienen rango lucen una fina cadena con colgantes que une el aro de la nariz con uno de los pendientes. La cantidad de colgantes está directamente relacionada con la jerarquía, de manera que las mujeres de posición alta lucen más que las que son de menor rango. Los hombres no llevan cadena ni aro en la nariz.

LA CADENA DE MANDO

La Navegante es la capitana del barco y de la tripulación. Ella decide dónde y cuando viaja la nave, así como quién puede subir a bordo. También se la considera la cabeza de la familia que es la tripulación, tanto si existen lazos de sangre como si no. La Navegante luce siempre una cadena de la nariz a la oreja y los colgantes que lleva indican su clan, septiar y rango.

Para ayudarla en su cometido cuenta con una Detectora de Vientos, que es segundo oficial y jefe de derrota. El gran secreto de los Atha’an Miere es que las Detectoras de Vientos a menudo son mujeres que pueden encauzar. Todas las encauzadoras del Pueblo del Mar, excepto las contadas jóvenes que envían a la Torre Blanca para salvar las apariencias y disipar sospechas, se convierten en Detectoras de Vientos, aunque no todas las Detectoras encauzan. La Detectora usa sus dotes y habilidades para ayudar al barco, y, si encauza, para defenderlo de tormentas y fuerzas hostiles.

La defensa, al igual que los tratos comerciales, es prerrogativa del Maestre del Cargamento. Con frecuencia casado con la Navegante, es el que dice la primera y la última palabra en todas las negociaciones mercantiles y en asuntos de defensa. Ni él puede ordenar a la Navegante adónde viajar ni ésta puede ordenarle a él qué mercancías hay que comerciar. Huelga decir, sin embargo, que la rentabilidad del barco y por supuesto su supervivencia dependen de una buena colaboración entre la Navegante y el Maestre del Cargamento.

Los Marinos se dividen en clanes y septiares, y cada clan o septiar tiene su propia dársena en la mayoría de los puertos de las islas. Estos fondeaderos son lo más parecido a un hogar en tierra firme que se permiten los Atha’an Miere. Cada clan está dirigido por una Señora de las Olas, el equivalente a un jefe de clan, elegida de por vida por las Navegantes del clan entre una de ellas mismas. A su vez, la Señora de las Olas nombra a un Maestro de Espadas, por lo general el que era su Maestre del Cargamento, y a menudo su esposo. El Maestro de Espadas tiene autoridad sobre los demás Maestres del Cargamento del clan, y puede dirigirlos en asuntos de comercio y de defensa en beneficio del clan en su conjunto. La Señora de las Olas también tiene una Detectora de Vientos como consejera, por lo general la misma mujer que le sirvió en ese puesto antes de su promoción. Su Detectora tiene autoridad sobre las otras Detectoras de Vientos del clan. La tripulación de una Navegante suele mantenerse intacta al ser nombrada Señora de las Olas (aumentando el personal necesario de acuerdo con el incremento de sus cometidos), aunque a veces tiene que entregar el barco temporalmente a otra mientras se ocupa de asuntos del clan en otra parte. A una Señora de las Olas se la puede reconocer por el mayor número de colgantes en su cadena de nariz —por lo general casi se tocan unos con otros formando una línea continua desde la nariz hasta la oreja— y por un quitasol doble de color rojo, con orla dorada, que portan sus ayudantes.

Todos los clanes y septiares, al igual que las propias islas, están gobernados por una mujer conocida como la Señora de los Barcos. Tiene la misma autoridad que cualquier reina de tierra firme, pero no se la elige por nacimiento o linaje, sino mediante una selección entre las Señoras de las Olas. A su vez, ella nombra un Maestro de Armas, por lo general su anterior Maestro de Espadas, y una Detectora de Vientos consejera que tiene autoridad sobre todas las Detectoras de Vientos, del miso modo que el Maestro de Armas la tiene sobre todos los Maestros de Espadas, y es responsable de la defensa y seguridad de los Atha’an Miere. A la Señora de los Barcos se la reconoce por el quitasol triple de color azul, bordeado con flecos dorados, así como por una cadena de nariz tan atestada de colgantes que se montan unos sobre otros. Su Maestro de Armas tiene un quitasol doble con los mismos colores. Aunque su corazón y su alma están con su barco, la Señora de las Olas se ve obligada frecuentemente a pasar mucho tiempo en tierra firme para que su pueblo tenga fácil acceso a ella. No obstante, su principal residencia es siempre su barco.

LOS BARCOS

Para los Atha’an Miere, cada barco es un ser vivo, dotado del corazón y el valor de un hombre. Estos son un miembro de la familia del Pueblo del Mar tanto como las propias personas. Las nuevas tripulaciones supervisan personalmente la construcción de su barco y realizan la mayoría de las tareas especializadas. El resultado es que cada barco que sale de los astilleros de los Atha’an Miere ha sido construido amorosamente, desde la asentadura de la quilla hasta el último aparejo y el calafateado, por los mismos que navegarán en él.

Generalmente el barco es propiedad del clan de la Navegante que lo capitanea, si es que no pertenece a la propia Navegante, aunque de vez en cuando un barco pertenece a un clan diferente del que lo tripula. Esto sólo ocurre si un barco contrae deudas que ni su tripulación ni su clan pueden pagar. Entonces barco y tripulación navegan para sus benefactores hasta que deuda e intereses han sido saldados.

Los barcos Atha’an Miere se agrupan en cuatro clases, que son, de menor a mayor tamaño, los centellas, los remontadores, los rasadores y los surcadores. Cualquier embarcación más pequeña que un centella se considera un bote, no un barco. Los más rápidos son los surcadores. Esbeltos, largos e increíblemente veloces sobre el agua, los surcadores siempre tienen tres mástiles y velas cuadradas. Los rasadores también tienen tres palos y son tan largos como los surcadores, pero más anchos de manga y con mayor desplazamiento, lo que los hace más lentos que los surcadores, aunque aun así más rápidos que las embarcaciones del continente de desplazamiento parecido. Los remontadores, unos navíos de dos palos, aunque más pequeños que los rasadores son más rápidos y generalmente muy maniobrables. El tipo más pequeño de los barcos Atha’an Miere es el centella, que puede tener uno o dos mástiles.

Los barcos varían en el aparejo. "Aparejado mayor" significa que las velas mayores de todos los mástiles son cuadradas. "Aparejado medio" indica que no todos, pero al menos uno de los palos, en lugar de vela mayor cuadrada lleva cangreja. "Aparejado menor" significa que todas las velas mayores son cangrejas, cuando no el velamen completo. En consecuencia, un "rasador aparejado medio" es un barco rasador en el que al menos un palo, pero no todos, tiene velas mayores cuadradas. Un deslizador es siempre de aparejado mayor, y se da por sentado.

Estos barcos, muy superiores en velocidad y maniobrabilidad a cualesquiera otras naves que surcan los mares, son la clave del dominio incuestionable de los Atha’an Miere en el comercio marítimo. Al ahorrarse los estragos de la Guerra de los Trollocs y la Guerra de los Cien Años, pudieron desarrollar su tecnología naval sin interrupción. Actualmente, esa tecnología, unida al paralizador conservadurismo de los habitantes del continente, los mantiene en vanguardia.

LOS AMAYARES

Desconocidos para la mayoría de los continentales, hay personas que habitan y prosperan en las islas que se sienten tan incómodas lejos de tierra firme como los Marinos estando en ella. De esta gente casi desconocida proceden mercancías tan afamadas como la "porcelana de los Marinos" y la fina cristalería. Estos habitantes de tierra firme de las islas se llaman Amayares.

Físicamente son más bajos y de piel mucho más clara que los Atha’an Miere, con un gran porcentaje de cabello rubio o castaño claro y ojos azules o color avellana. Aunque de estatura baja, de media igual a la de los cairhieninos, hombres y mujeres por igual tienen una constitución robusta. Siguen lo que llaman la Filosofía del Agua que, si bien no tan pacifista como la Filosofía de la Hoja, valora la aceptación de lo que es en vez del deseo de lo que podría ser. Entre ellos existe la firme creencia de que lo que nosotros llamamos "realidad" no es real, sino sólo una parada de postas en el camino hacia otra existencia. Desaprueban la violencia, y cuando algunos jóvenes se enzarzan a puñetazos en una pelea, se les reconviene públicamente para su vergüenza. El asesinato y otros crímenes violentos son sumamente raros; un asesinato es algo que se recuerda durante generaciones y se considera ignominioso.

No hay matrimonios mixtos entre los Amayares y los Atha’an Miere. A decir verdad, la mera idea los conmocionaría; cada uno de estos pueblos considera las costumbres del otro un tanto desagradables. La opinión general del más pobre de uno hacia el más rico del otro es "gracias a la Luz no soy él". A pesar de esto se llevan bien, en parte por la benevolencia del gobierno y la justicia en los tratos comerciales de los Marinos, y en parte porque, además de los productos con los que comercian, ninguno tiene una sola cosa que el otro desee.

Los Amayares crían ovejas, cabras y ganado pequeño, que es negro o con manchas blancas y negras. Sus caballos son de baja alzada, del tamaño de los ponis de continente. Generalmente son los Marinos los que se llevan la fama por la artesanía de los Amayares, pero a éstos no les importa. Están al corriente de lo que pasa en el continente, saben los precios que cobran los Atha’an Miere, y están satisfechos con lo que les pagan a ellos, que es lo único que les importa. No desean viajar a través de los mares para vender personalmente esas cosas ni quieren que haya extranjeros alterando la tranquilidad de sus vidas. No tienen motivos para temer a los continentales ni para que sean de su desagrado; simplemente no quieren forasteros cerca, inmiscuyéndose. Conocen y, en su mayor parte, confían en los Marinos.

Según la ley de los Atha’an Miere, a cualquier Amayar que lo desee ha de concedérsele el regalo del pasaje, sin aceptar nada a cambio. Empero, rara vez viajan, ni siquiera entre las Islas de los Marinos, y jamás al continente. Los únicos botes que poseen son muy pequeños, y los utilizan para pescar en aguas de las islas. Incluso entre los pescadores Amayares hay pocos que sepan nadar. Algunos Amayares trabajan en los astilleros, los diques y las cordelerías de los Marinos, pero se quedan el tiempo justo para ganar la suma que necesitan y después se van.

Aun cuando la mayoría de la población asentada en las islas es Amayar, los gobernadores se nombran entre los Atha’an Miere, nunca entre los Amayares. Los Marinos consideran oneroso este puesto alejado de los barcos, pero opinan que una isla debe llevarse como un barco: atender la "nave" y cuidar a la "tripulación". Debido a que los Marinos desean permanecer con sus barcos, los gobernadores rara vez se alejan de los puertos y de las instalaciones de construcción naval, salvo en visitas de recorrido para comprobar que todo va bien. El resultado es un cierto abandono benéfico: se deja que los Amayares se gobiernen en sus pueblos. No hay constancia, ni siquiera rumores, de ningún tipo de rebeliones ni protestas contra sus dirigentes.