CAPITULO
14

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LA NUEVA ERA Y LA GUERRA DE AIEL

CON el fin de la Guerra de los Cien Años llegó una relativa paz que se prolongó durante casi un milenio. Siguió habiendo contiendas entre naciones, pero los índices de población habían descendido tanto que esas disputas rara vez guardaban relación con la expansión nacional. La Mayoría de los dirigentes tenían de sobra con intentar conservar todo el territorio que reclamaban como suyo. La sociedad en general empezó a reconstruirse de nuevo de las cenizas de la guerra. El comercio y los tratos reemplazaron a las conquistas.

En el 509 NE, los Aiel, conocidos únicamente como un pueblo misterioso e implacable que se mantenía aislado del resto del mundo, concedieron el derecho a cruzar el Yermo de Aiel a la nación de Cairhien, un derecho anteriormente negado a todos, salvo gitanos y buhoneros. Regalaron a Cairhien un retoño llamado Avendoraldera, un vástago del legendario Avendesora (que descendía de los árboles sora, como se ha sabido desde entonces), para sellar la concesión. Los Aiel dijeron a los cairhieninos que llevaran un estandarte con la hoja trifoliada de Avendesora y sólo las armas imprescindibles para defenderse; el libre tránsito por el Yermo dio acceso a los mercaderes cairhieninos a las sedas y otras mercancías poco comunes que sólo podían obtenerse en las tierras situadas al otro lado del Yermo.

En los últimos años se ha descubierto que los Aiel tenían una razón muy concreta para regalarles Avendoraldera. Durante el Desmembramiento del Mundo, los antepasados de los cairhieninos ayudaron a los de los Aiel al permitirles coger agua; cuando supieron quiénes eran los cairhieninos saldaron la deuda de honor. Sencillamente, los Aiel no creyeron necesario explicar a los "habitantes de las tierras húmedas" que les pagaban un antiguo favor.

La entrada de mercancías de Shara no sólo hizo de Cairhien una nación próspera, sino que también enriqueció a los países vecinos. Por primera vez, el continente tenía una fuente de abastecimiento de mercancías que competirían con las de los mercaderes Marinos. Una suerte semejante parecía presagiar, al menos para los cairhieninos, una nueva era de prosperidad. Nadie sabía que el regalo Aiel llevaba la semilla de otra guerra sangrienta.

Los países entablaban guerras, pero pocas duraban más de uno o dos años. Las naciones vecinas a la Frontera de La Llaga rara vez participaban en esas contiendas; tenían bastante con luchar contra La Llaga y los trollocs. Por el contrario, otros países tenían largos historiales de esas "pendencias" entre ellos, en especial Andor y Cairhien, Tear e Illian, Tear y Cairhien, y Arad Doman y Tarabon.

Con el paso de los años, los Hijos de la Luz ganaron poder en Amadicia, dirigiéndola a todos los efectos; en el trono seguían sentándose reyes y reinas, pero no hacían nada sin la aprobación del capitán general de los Hijos de la Luz. En el 957, los Hijos pusieron sus ojos en Altara, y tanto si miraron o no más allá, a Murandy e Illian, estas dos naciones dieron por sentado que sí. El conflicto resultante se conoce entre los Hijos como "los Disturbios", y para el resto del mundo como "la Guerra de los Capas Blancas". El capitán Pedron Niall (que más adelante sería elegido capitán general) se puso al mando de los Hijos de la Luz mientras Mattin Stepaneos, rey de Illian, lideraba la oposición. Si bien es cierto que Niall ganó la gran mayoría de las batallas y se capture a Mattin Stepaneos en la Batalla de Soremaine (en la que sólo la bravura de los Compañeros Illianos hizo posible que el grueso de su ejército acorralado consiguiera escapar), al final los Hijos no pudieron engullir tanto de una sentada. Mattin Stepaneos, a quien el Consejo de los Nueve había recuperado pagando rescate, obligó finalmente a los Hijos a aceptar un tratado que ratificaba las fronteras previas a la guerra entre Amadicia y Altara.

En el año 965 NE, Laman Damodred subió al trono de Cairhien. Se reanudó la guerra entre Andor y Cairhien y continúo hasta el 968 con sólo una breve interrupción.

También otras naciones tenían problemas mientras el milenio llegaba a su fin. Illian y Tear entraron en guerra de nuevo en el 970, y las hostilidades duraron casi seis años, aunque algunos historiadores dividen la intermitente lucha en tres guerras diferentes; además, la enemistad entre Cairhien y Andor se había vuelto constante. Incluso el matrimonio de Taringail Damodred de Cairhien, sobrino del rey Laman, con Tigraine, heredera de Andor, sólo procuró un paz temporal. Se dice que el matrimonio político no fue una unión feliz, en especial para Tigraine, que en el 972 desapareció, y la soberana reinante, Mordellen, murió sin heredera. Esto desencadenó una lucha interna por la sucesión que acabó con la ascensión al trono de Morgase Trakand. En un intento de evitar otra guerra con Cairhien, Morgase se casó con el viudo de Tigraine, Taringail, pero a diferencia de Tigraine ella no tuvo el menor reparo en recordarle a Taringail que no era y nunca sería co-soberano de Andor.

Una piedrecilla rodando desde la cima de una montaña puede iniciar un alud, aunque para ello la piedrecilla debe rodar. El hecho de que Morgase no apaciguara el ego de Taringail fue esa piedrecilla. En Cairhien, el deseo de Laman de ver a su sobrino no ya compartiendo el trono, sino como único monarca de Andor, era de sobra conocido; cosas así son difíciles de mantener en secreto en Cairhien, donde los niños juegan con sus muñecas y soldaditos al Juego de las Casas. Enseguida fue de dominio público en Cairhien que Taringail no era el igual de Morgase en el gobierno de Andor, y entre quienes juegan el Juego de las Casas como hacen los cairhieninos, un error tan pequeño, puede que incluso temporal, se entiende como una debilidad. Se gestaron conspiraciones para destronar a Laman, quien a su vez tramó sus propias intrigas para contrarrestarlas. Como parte secundaria de una de esas intrigas, Laman ordenó cortar Avendoraldera para —se cree— hacerse un trono del que nunca podría haber un duplicado. Se taló el árbol, y el alud empezó.

LA GUERRA DE AIEL

La destrucción de Avendoraldera desencadenó una guerra que nadie habría imaginado ni en sus peores pesadillas. A finales de la primavera de 976, decenas de miles de Aiel cruzaron la Pared del Dragón para atacar Cairhien. A los habitantes de ese país debió de parecerles que toda la nación Aiel había caído sobre ellos. En realidad eran sólo cuatro clanes: el Nakai, el Reyn, el Taardad y el Shaarad. Los dirigía Janduin, un Taardad del septiar Montaña de Hierro y jefe de clan de los Taardad Aiel. Se habían enterado de la hazaña de Laman y querían castigar al "Asesino del Árbol" por su crimen, aunque esto no se supo hasta muchos años después. La "invasión Aiel" cruzó Cairhien como una oleada y tomó y prendió fuego a la capital a los pocos meses de haber cruzado la Pared del Dragón. Lo único que se salvó de la ciudad fue la biblioteca. La Guerra de Aiel, como empezó a llamarse enseguida, se extendió desde Cairhien a través de Tear, de vuelta corriente arriba del río Erinin a Andor y, finalmente, tres años después de que los Aiel cruzaran la Pared del Dragón, a la propia Tar Valon. Para entonces, casi todas las naciones habían enviado solados contra los invasores para que el sangriento conflicto no alcanzara sus tierras. Sólo mucho después se descubrió que los Aiel se limitaban a seguir a Laman "Asesino del Árbol", pero a las gentes y los gobernantes de las tierras húmedas debió de parecerles que el único propósito de los Aiel era el pillaje. Es indiscutible que muchos pueblos y ciudades fueron saqueados, aunque sólo se tomó un quinto de todo, conforme a la ley Aiel. Quienes perdieron mercancías o seres queridos sólo sabían que eran víctimas de sanguinarios salvajes, por supuesto; no pensaron cuánto más podrían haber tomado los vencedores de haber querido.

La Batalla de Tar Valon, también llamada la Batalla de las Murallas Resplandecientes, la Batalla de las Naciones, la Batalla de las Nieves Rojas y la Batalla de las Nieves Sangrientas, empezó la mañana de la víspera de Danshu, en el Año de Gracia 978 de la Nueva Era, cuando los Aiel entraron en batalla contra una especie de confederación que comúnmente se llamó "la Gran Coalición" o "la Gran Alianza", aunque unos pocos lo han denominado "el Tercer Pacto", un término que no tiene hecho en los que basarse.

NACIONES Y GENERALES DE LA GRAN ALIANZA

DURANTE LA BATALLA DE LAS MURALLAS RESPLANDECIENTES:

Participando en la Gran alianza temporal estaban: Shienar, con veintinueve mil hombres; Andor, con veintiocho mil; Illian, con veintiséis mil; Tear, con veinticuatro mil; Cairhien, con seis o siete mil; Ghealdan, con cinco mil; Amadicia, con cuatro mil; Murandy, con tres o cuatro mil; y Altara, con unos tres mil quinientos. Tar Valon contribuyó con doce mil hombres, mientras que los Hijos de la Luz eran cuatro mil. Las tropas de cada nación tenían su propio líder, ya fuera su dirigente o un lord considerado como el mejor general de su país.

Al principio, algunas naciones habrían estado dispuestas a aceptar un capitán general —Agelmar de Shienar— pero el rey Laman de Cairhien insistió en ostentar el mando, como si los desastres sufridos por las tropas cairhieninas fueran una recomendación. La Sede Amyrlin, Tamra Ospenya, quería que la Torre Blanca llevara las riendas. Los tearianos (entre otros) se opusieron tan vehementemente como los Hijos de la Luz, que se mostraron inflexibles. Mattin Stepaneos se ofreció, y Pedron Niall hizo otro tanto. A no tardar, otros países empezaron a reclamar el puesto como una cuestión de orgullo nacional, hasta que quedó claro que no se elegiría a ningún líder. Se creó un consejo decisorio en el que cada nación tenía un miembro, fuera cual fuese el número de su contingente. También había uno de los Hijos de la Luz. Marya Somares, una hermana Gris de gran experiencia en negociaciones, representaba a la Torre, aconsejada por Azil Mareed, un capitán domani que llevaba largos años al servicio de Tar Valon y que comandaba La Guardia de la Torre. El puesto de comandante de campo de los ejércitos debía rotar diariamente entre los miembros del consejo, salvo Marya Sedai, y por supuesto Mareed, que no era uno de ellos. El consejo celebró su primera sesión doce días antes de Danshu, en el 978 NE.

Quizás el consejo tuvo suerte con el orden en que se decidió rotar el mando; o puede que dieran a propósito la primera oportunidad a los mejores generales, lo admitiesen o no en voz alta. El orden de rotación era: 1. Lord Agelmar Jagad de Shienar. 2. Pedron Niall, capitán general de los Hijos de la Luz. 3. Lord Aranvor Naldwinn, capitán general de la Guardia Real de Andor (muerto al tercer día de combate). 4. Lord Hirare Nachiman de Arafel (muerto en una refriega durante la persecución habida tras la batalla). 5. El rey Mattin Stepaneos de Illian. 6. El Gran Señor Astoril de Tear. 7, Lord Aleshin Talvaen of Ghealdan. 8. Lord Aeman Senhold de Amadicia, 9. El rey Laman Damodred de Cairhien (muerto al tercer día). 10. Un altaranes por designar. 11. Un murandiano por designar.

Ningún altaranes ni murandiano llegó a tener el mando. Altara y Murandy proporcionaron una pandilla de lores —y a veces de ladys— al mando de sus propios soldados personales; ninguna de las dos naciones tenía un líder absoluto. Estos nobles habían organizado su propia rotación entre ellos para que cada día uno se reuniera en consejo con plena autoridad para hablar por los demás. En realidad, se presentaban hasta nueve o diez nobles de cada nación a diario, todos reclamando que era su turno. Ninguno contribuyó con nada importante en esas reuniones, ya que los que acudían se pasaban el rato peleando entre sí. Varios murieron en duelos originados por esas discusiones; se rumoreó que se disputaron duelos entre nobles altaranesas, de los que al menos uno acabó con una víctima mortal.

Altaraneses y murandianos no servían de mucho en la batalla, ya que cada noble elegía dónde y cuándo luchar. Tal es la razón de que sus bajas fueran tan altas, y no, como ellos afirman, porque siempre se encontraban en lo más reñido de la lucha.

Además de las fuerzas supervivientes de Cairhien, la temporal Alianza consistía en un ejército reclutado por Tar Valon y otras diez naciones, así como los Hijos de la Luz. Aunque descontentos porque la guerra para salvar a la civilización se había convertido en una batalla para proteger a las "brujas" de Tar Valon, los Hijos lucharon junto a los demás. Las Aes Sedai tomaron parte en la batalla, pero sujetas a los Tres Juramentos, se vieron muy limitadas incluso para rechazar una ofensiva contra la Torre; después de todo, los Aiel no eran ni Engendros de la Sombra ni Amigos Siniestros, aunque por supuesto, se hizo tal afirmación. Ésta fue, con mucho, la cooperación más estrecha entre naciones desde que el imperio de Artur Hawkwing se derrumbó, pero se deshizo con el final de la Guerra Aiel.

La Alianza había agrupado un inmenso ejército, alrededor de ciento cincuenta mil hombres, algo no visto desde los tiempos Artur Hawkwing. A menudo se afirmaba que la fuerza Aiel era el doble de grande que el ejército de la Alianza, pero otros cálculos más fiables estiman su número en cien mil, y posiblemente menos. Recientemente, se ha podido preguntar a los Aiel, que afirman que en ningún momento los cuatro clanes contaron con cien mil lanzas al oeste de la Pared del Dragón. Según ellos, el número de Aiel frente a Tar Valon era entre setenta y ochenta mil, más o menos la mitad del número de soldados de la Alianza. Dada su reputación como guerreros y que los cuatro clanes estuvieran al mando de Janduin, el porcentaje de dos a uno en favor de la Alianza no se contradice con el resultado de la batalla.

La duración de la misma ha sido tema de controversia. En primer lugar ha de tenerse en cuenta que batallas de tal magnitud inevitablemente pueden dividirse en varias más pequeñas, cada una de ellas más semejante en tamaño a las disputadas en el curso normal de una guerra. Cada uno de estos enfrentamientos, a menudo coincidiendo en el tiempo, incide en el resultado de los otros.

La víspera de Danshu (el vigésimo séptimo día de Nesan) fue el primero de tres días de intensa lucha a ambas márgenes del Erinin para impedir que los Aiel invadieran Tar Valon. Algunos combates tuvieron lugar alrededor de los puentes que cruzan el Alindrelle Erinin, y hubo feroces refriegas durante las dos primeras noches. Hacía tiempo que habían caído las primeras nevadas, y ambos bandos se vieron obstaculizados no sólo por la espesa capa que cubría el suelo, sino por varias celliscas breves a lo largo de los dos primeros días de combate. Los Aiel nunca habían visto la nieve antes de cruzar la Pared del Dragón, pero aun así ello no causó merma en la ferocidad con la que luchaban. Sus ataques por los flancos y sus arremetidas intermitentes y decididas mantuvieron a la Alianza a la defensiva. Las nevadas fueron muy fuertes la mañana del segundo día, pero a última hora de la tarde aclaró, y el resto de la batalla tuvo lugar sobre un profundo manto blanco pero bajo un cielo luminoso y despejado.

Al tercer día, ya tarde, los Aiel consiguieron su propósito de matar a Laman de Cairhien, y durante esa noche se las ingeniaron para concentrar sus fuerzas en la orilla oriental del Erinin. De haber sido una batalla entre ejércitos de dos naciones, las embarcaciones que trataran de navegar a través del área de combate sin duda habrían sido atacadas por catapultas y flechas incendiarias. Por esa razón los barcos de los mercaderes siempre se mantenían alejados de las batallas, y un gran número de embarcaciones se había agrupado al norte y al sur de la isla de Tar Valon esperando a que la batalla terminara. Valiéndose de botes cogidos en la orilla, e incluso de troncos, los Aiel se las ingeniaron para llegar a esas embarcaciones y capturarlas sin levantar alarma en la orilla. A base de cuerdas de las que tiraban enormes grupos de hombres, halaron las embarcaciones entre las márgenes de uno y otro sentido, como si fuesen transbordadores, cada viaje cargadas hasta casi hundirse. Una hazaña notable, más aun si se tiene en cuenta la absoluta falta de experiencia de los Aiel con los ríos, y mucho menos con los barcos. Al amanecer del cuarto día, los Aiel marchaban ya hacia el este.

Este movimiento cogió por sorpresa al ejército aliado, pero al dar por sentado que los Aiel se retiraban vencidos, enseguida se inició una persecución a caballo. Hubo varias escaramuzas con los soldados de retaguardia Aiel a última hora del segundo día después de Danshu. Algunas de esas refriegas fueron en verdad grandes, y se repitieron a intervalos irregulares durante veinte días, hasta seis días antes de la Festividad de las Luces, cuando los Aiel se retiraron a la Daga del Verdugo de la Humanidad y las fuerzas de la Alianza abandonaron la persecución, aunque varias y numerosas tropas se dirigieron a Cairhien, al sur de la Daga del Verdugo de la Humanidad, por si los Aiel volvían allí.

Casi todos los historiadores establecen que la Batalla de las Murallas Resplandecientes duró tres días, pero alguno incluye el primer día de persecución, lo que hace un total de cuatro. Unos pocos (escritores sin conocimientos de guerra ni de las batallas) de hecho afirman que la batalla duró hasta empujar al último Aiel a la Daga del Verdugo de la Humanidad. La validez de estos historiadores se puede medir por el hecho de que también afirman que los Aiel consiguieron escapar poco antes de que un ataque a gran escala de la Alianza los aniquilara. Cualquier historiador militar competente vería de inmediato que si la Alianza hubiese lanzado un ataque así, lo habrían hecho durante el primer día de la persecución, antes de que su infantería hubiese sido dejada atrás tanto por su caballería como por los Aiel. Refriegas en las que participaban mil hombres o más de cada bando, y a veces diez veces más, tuvieron lugar durante toda la persecución, y hay que suponer que lo que los mandos de la Alianza querían era empujar a los Aiel de vuelta al Yermo a través de la Columna Vertebral del Mundo.

En la primavera del 979, Cairhien, que había perdido a su rey y gran parte de su fuerza militar en la Guerra de Aiel, pasó por un reajuste político de las casas, también conocido como la Cuarta Guerra de Sucesión de Cairhien, que tuvo como resultado que la casa Damodred perdiera el trono a favor de la casa Riatin El conflicto se desarrolló principalmente a través del Juego de las Casas y nunca llegó a desembocar en una guerra civil, lo que no quiere decir, por supuesto, que no hubiese derramamiento de sangre, pero en ninguna de las numerosas batallas participaron más que unos pocos cientos de hombres por cada bando. Esta reorganización política parece que trajo consigo el fin de las hostilidades con Andor, pero también significaba que Taringail Damodred ya no podría ver cumplido su sueño de tener un hijo en el trono de Cairhien y una hija en el de Andor. Los cercanos a él dijeron que aquello lo amargó, y algunos creen que podría haber planeado tomar el Trono del León para sí. Fue asesinado en el 984, quedando así sin cumplirse sus planes. Casi todas las fuentes creen que el asesinato lo ordenó la casa Riatin de Cairhien como medida para evitar un golpe de estado por parte del heredero de la casa Damodred, pero corrieron rumores de que fue obra de alguien leal a Morgase, para protegerla de la ambición de Taringail.

En el otoño del 997, un hombre llamado Logain Ablar se proclamó el Dragón Renacido en Ghealdan. Podía encauzar, y las historias de Guaire Amalasan despertaron inquietud en la población a medida que la noticia sobre este nuevo "Dragón" se propagaba. Había hecho falta la táctica brillante de Artur Hawkwing para frenar a Amalasan. ¿Quién iba a parar o a capturar a ese nuevo falso Dragón? No obstante, después de desencadenar la guerra en Ghealdan, Altara y Murandy, Hablar fue capturado por una alianza eventual de las naciones sureñas y se le llevó a la Torre Blanca, donde lo amansaron.

Los crédulos vieron en la aparición de un falso Dragón capaz de encauzar un anuncio de cosas extrañas por venir, pues en el 998, los trollocs —a los que no se había visto fuera de las Tierras Fronterizas desde la Guerra de los Trollocs— aparecieron de repente en Campo de Emond, un pequeño pueblo agrícola de Andor y antaño parte de la nación de Manetheren. En palabras de una analista: "Todo lo ocurrido hasta entonces era polvo deslizándose por la pendiente. El alud estaba a punto de precipitarse montaña abajo".