CAPITULO
13

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LA GUERRA DE LOS CIEN AÑOS

LA muerte de Artur Hawkwing dejó un gran vacío. Sin descendientes vivos que heredaran su imperio —al menos ninguno que osara presentarse como tal— cualquier líder fuerte tenía una opción válida para gobernar los territorios. Los nobles más poderosos empezaron de inmediato a disputarse el control del imperio, mientras que otros aprovechaban la oportunidad para intentar hacerse con dominios más pequeños. La guerra estalló casi al punto por los despojos del legado del Rey Supremo. Esta contienda, que despobló grandes extensiones del continente entre el Océano Aricio y el Yermo de Aiel y desde el Mar de las Tormentas hasta la Llaga, duró más de un siglo y se conocería más tarde como la Guerra de los Cien Años. Cuando acabó, el imperio de Artur Hawkwing se había hecho añicos, y las naciones de hoy en día habían surgido de los escombros junto con otras ya desaparecidas.

La Torre Blanca sobrevivió al caos, aunque esta vez sólo por medio de una intervención exterior. A pesar de la muerte de Hawkwing, Souran Maravaile, un general del fallecido monarca, siguió con el asedio a la Torre Blanca, decidido a terminar lo que el Rey Supremo había empezado. Con buena parte de la fuerza militar de Hawkwing a su disposición es posible que Souran hubiera conseguido la capitulación de la Torre, pero muchas crónicas acreditan el mérito de salvar la Torre a Deane Aryman, ascendida a Sede Amyrlin cuando Bonwhin fue depuesta, al convencer a Souran de que levantase el sitio.

Es indiscutible que Deane se reunió con él y trató en serio de remediar el daño causado por Bonwhin con sus intentos de controlar a Artur Hawkwing, pero nuevas pruebas demuestran ahora que de hecho fue Ishara, su amante e hija de la gobernadora provincial de Andor, quien convenció a Souran de alzar el cerco de la Torre. Sin embargo, Deane se las arregló para restablecer el prestigio de la Torre, y se cree que estaba intentando convencer a los nobles contendientes para que aceptaran el liderazgo de Tar Valon, y en consecuencia restaurar la unidad de las tierras, cuando murió al caer de su caballo. Las contiendas entre nobles y facciones continuaron hasta que hubo naciones lo bastante fuertes para hacerles frente.

Algunas provincias consiguieron constituirse en naciones relativamente intactas siempre que la familia gobernante fuera lo bastante poderosa para conservarlas y defenderlas. Andor fue una de ellas: Ishara declaró Andor nación soberana y asumió el título de reina, pero la realeza no era algo nuevo para ella; la anterior gobernadora, la madre de Ishara, era hija del último rey de Aldeshar antes de que Hawkwing la conquistara.

Después de retirar su ejército de Tar Valon, Souran se reunió con Ishara en Caemlyn, capital de Andor. Muchos creen que Ishara lo convenció de que levantara el sitio porque sabía que necesitaría el apoyo de la Torre para conservar Andor a lo largo de las guerras que se avecinaban. Esta idea queda reforzada por el hecho de que prometiera enviar a su primera hija a Tar Valon para instruirse, pudiera o no encauzar. A fin de cimentar el apoyo de la Torre, legisló que las primogénitas de los soberanos de Andor harían lo mismo. Por aquel entonces aún no se había establecido que Andor tendría siempre una mujer como dirigente.

A Souran lo mataron unos asesinos a los veintitrés años de iniciarse la guerra, e Ishara habría hecho su heredero a un hijo varón de no ser porque todos ellos habían muerto también. Para que el linaje siguiera teniendo el control de Andor, su hija Alesinde ocupó el trono. Igualmente, los hijos varones de Alesinde murieron en batalla, de modo que fue una hija la que ascendió al trono del León. A lo largo de la Guerra de los Cien Años, nueve reinas gobernaron y expansionaron Andor. Para el final de la guerra, la tradición de que sólo una mujer reinaría el país, que los hijos varones serían soldados y que el mayor dirigiría el ejército estaba firmemente establecida.

Merced a la prudencia de Ishara, Andor fue una de las primeras naciones surgidas del destrozado imperio de Hawkwing, así como una de las más poderosas.

Andor fue una de las pocas naciones que consiguió conservar tanto la soberanía como la estabilidad a todo lo largo de la Guerra de los Cien Años. Gran parte de mérito es de las nueve primeras reinas de Andor, las que mantuvieron unida la nación durante el largo conflicto armado (las fechas dadas se consideran las más fiables):

1. Ishara; reinó entre 994 AL y 1020 AL

2. Alesinde; reinó entre 1020 AL y 1035 AL

3. Melasune; reinó entre 1035 AL y 1046 AL

4. Termylle; reinó entre 1046 AL y 1054 AL

5. Maragaine; reinó entre 1054 AL y 1073 AL

6. Astara; reinó entre 1073 AL y 1085 AL

7. Telaisien; reinó entre 1085 AL y 1103 AL

8. Morrigan reinó entre 1103 AL y 1114 AL

9. Lyndelle ascendió al trono el 1114 AL y reinó durante cincuenta y un años.

En el transcurso de la guerra muchas naciones se crearon, se reformaron, se destruyeron y volvieron a crearse. Finalmente, tras más de un siglo de conflicto, la lucha se fue extinguiendo hasta cesar por complete alrededor del año 1117 AL.

No sólo surgieron naciones del caos. También aparecieron los Hijos de la Luz, institución fundada en el 1021 AL por Lothair Mantelar para predicar contra los Amigos Siniestros. También ellos sufrieron los cambios de la violencia de la época. En los siguientes noventa años, más o menos, pasaron de ser predicadores ascetas que luchaban cuando era preciso a ser una organización militar bien armada y disciplinada, dedicada a la erradicación de los Amigos Siniestros en todo el mundo. Nadie sabe cuándo se les empezó a llamar Capas Blancas, pero es dudoso que alguien haya utilizado ese nombre nunca so no es de manera despectiva, y los Hijos lo saben de sobra.

De los años de la guerra en conjunto sólo se conservan documentos fragmentados. Sin duración se calcula entre 994 y 1117 AL, aunque ningún historiador competente menciona esas fechas sin ponerlas en tela de juicio. El calendario actual se adoptó en gran parte porque era tanto lo que se había perdido que al final de la guerra se planteó un gran debate sobre qué año era realmente.

Mientras los registros marcan el comienzo de la guerra rotundamente, el año real de finalización podría haber sido cualquiera entre 1115 AL y 1119 AL. Y ese intervalo depende de la creencia de que algunos escritores registraron de hecho el auténtico año.

Respecto a cuando empezaron los errores, nadie está seguro. Ya en la tercera década de la guerra, distintas fuentes daban fechas diferentes para el mismo acontecimiento, aunque probablemente sean simples equivocaciones al informar o al copiar. Sin embargo, hacia el final de la guerra, escritores del mismo país reflejaban fechas muy dispares en las sucesiones reales de su patria. Historiadores moderados han aprobado un protocolo, reconocidamente arbitrario, de que las fechas de primer tercio de la guerra son razonablemente exactas, que las del segundo tercio son objeto de duda, y que las del último tercio deben basarse en los mejores cálculos. Es debido a estas discrepancias por lo que el calendario Farede se presentó y adoptó tras la guerra, pasando el 1135 AL (como creemos) a ser el año 1 de la Nueva Era.

Veinticuatro naciones surgieron durante y justo al final de la guerra, entre ellas las catorce que existen actualmente. Esas naciones fueron Almoth, Altara, Amadicia, Andor, Arad Doman, Arafel, Cairhien, Caralain, Ghealdan, Goaban, Hardan, Illian, Irenvelle, Kandor, Kintara, Mar Haddon, Maredo, Malkier, Mosara, Murandy, Saldaea, Shienar, Tear y Tarabon.

Malkier, cuya enseña era una grulla dorada en vuelo, fue arrasada por los trollocs en el otoño de 955 NE, y para el 957 NE, La Llaga había cubierto completamente le territorio al que se conocía antaño como el Reino de las Siete Torres.

Aunque Malkier fue la única nación que sucumbió a La Llaga en ese periodo, por supuesto no fue la única que desapareció. Almoth, Caralain, Goaban, Hardan, Irenvelle, Kintara, Mar Haddon, Maredo y Mosara simplemente fueron declinando, hasta que para el 600 NE sólo unos pocos restos de su población sobrevivían reivindicando lo que obviamente ya no existía. Algunas partes de estos territorios fueron ocupadas por otras naciones en distintos momentos, y para el 800 NE hasta los fantasmas de las naciones desaparecidas se habían disipado, quizá dejando un nombre para señalar las praderas donde sus gentes prosperaban antaño. Far Madding fue el único asentamiento mayor que una pequeña ciudad o un pueblo que quedó de aquellas naciones perdidas.