CAPITULO
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AUGE Y DECADENCIA DE LAS DIEZ NACIONES

Tuvieron que transcurrir casi doscientos años tras el Desmembramiento, pero finalmente surgieron naciones. Por desgracia, muchos partidarios del Oscuro, así como muchas de sus criaturas de la Guerra de la Sombra, sobrevivieron para hacer presa en las gentes de esas naciones. Los Engendros de la Sombra se habían retirado a La Llaga, pero la amenaza de su presencia y la de los Amigos Siniestros era muy fuerte. Enseguida resultó obvio que ninguna nación podría resistir sola contra tal amenaza, y que era necesaria una unificación, pero que no requiriese que ninguna de las partes renunciara a su soberanía.

En el 209 DD (Después del Desmembramiento; el calendario Tomano se había adoptado universalmente unos diez años antes), se firmó el Pacto de las Diez Naciones. Llamado también Segundo Pacto, se debió en Buena parte a la labor de la reina Mabriam de Aramaelle, de la que se dice que era Aes Sedai (al igual que lo fueron, aparentemente, otras reinas entre el Desmembramiento y el final de la Guerra de los Trollocs), de modo que la Torre Blanca seguramente desempeñó un papel importante.

Aunque se ha perdido mucha información sobre las Diez Naciones, sabemos el nombre de todas y de los dirigentes que firmaron el pacto: Aelgar, gobernada por el rey Remedan Pico de Oro; Almoren, gobernada por el rey Coerid Nosar; Aramaelle, gobernada por la reina Mabriam en Shareed; Aridhol, gobernada por la reina Doreille Torghin; Coremanda, gobernada por el rey Ladoman; Eharon, gobernada por el rey Temanin; Essenia, gobernada por el Supremo Señor Cristol; Jaramide, gobernada por la Reina Suprema Egoridin; Manetheren, gobernada por la reina Sorelle ay Marena; y Safer, gobernada por el rey Eawynd.

Todas y cada una de las Diez Naciones contaban con varias ciudades construidas por Ogier, y si bien ninguna de las Diez originales existe en la actualidad, sus vestigios fueron los cimientos de varias urbes modernas.

A continuación se relaciona cada nación con su capital, sus ciudades de construcción Ogier y, cuando se da el caso, el nombre de la ciudad moderna que ocupa su lugar:

Aelgar

Capital: Ancohima.

Otras construcciones Ogier: Condaris, Mainelle (emplazamiento de Tanchico), Shar Honelle.

Almoren

Capital: Al’cair’rahienallen (que se convirtió en Cairhien), y también Jennshain

Aramaelle

Capital: Mafal Dadaranell.

Otras: Anolle’sanna, Cuebiyarsande, Rhahime Naille.

Aridhol

Capital: Aridhol (Shadar Logoth).

Otras: Abor’maseleine, Cyrendemar’naille.

Coremanda

Capital: Shaemal.

Otras: Braem (emplazamiento aproximado de Nueva Braem), Hai Caemlyn (su centro conforma la Ciudad Interior de Caemlyn), Nailine Samfara.

Eharon

Capital: Londaren Cor.

Otras: Barashta (pasó a ser Ebou Dar), Dorelle Caromon (pasó a ser Illian).

Essenia

Capital: Aren Mador (emplazamiento de Far Madding).

Otras: Dalsande, Tear.

Jaramide

Capital: Deranbar (pasó a ser Maradon).

Otras: Barsine, Allorallen (emplazamiento de Bandar Eban), Canaire’somelle, Nashebar.

Manetheren

Capital: Manetheren.

Otras: Corartheren; Jara’copan, Shanaine (emplazamiento de Jehannah).

Safer

Capital: Iman (emplazamiento de Katar).

Otras: Miereallen (emplazamiento de Falme), Shainrahien.

El Pacto de las Diez Naciones duró alrededor de ochocientos años, protegiendo a todos sus miembros contra las criaturas de la Sombra.

Durante ese largo periodo de tiempo empezaron a florecer la cultura y los modales, pues el recuerdo de la Era de Leyenda no se había perdido completamente. Aún había esperanzas de que la Gloria de esa pasada era pudiera recobrarse.

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Mapa 1 Notas. En aquel tiempo La Llaga no sobrepasaba las Montañas Funestas. Las que entonces eran Tierras Fronterizas (por aquellos años no se llamaban así), Jaramide and Aramaelle, tenían fronteras al norte que se internaban en esa cordillera.

El área en forma de rombo, centrada alrededor de Tar Valon, era territorio gobernado por la Torre Blanca. Dicha región ganó en extensión después de la Guerra de los Trollocs y menguó hasta reducirse a la propia isla durante el reinado de Hawkwing.

La mayoría de dichas expectativas se vinieron abajo cuando, alrededor del 1000 DD, de repente una ingente oleada de trollocs salió de La Llaga hacia el sur para iniciar una serie de guerras que harían pedazos el Pacto. Estos conflictos, conocidos como la Guerra de los Trollocs, se prolongaron trescientos cincuenta años aproximadamente y sembraron la destrucción en casi todo el continente.

Se desconoce el motivo que originó la invasión trolloc. En la mayoría de los casos estos ejércitos estaban al mando de los Señores del Espanto —Juramentados de la Sombra capaces de encauzar— que eran mujeres las más de las veces, a muchas de las cuales se las supone Aes Sedai renegadas (casi con certeza del Ajah Negro, por pura lógica), si bien no eran pocos los Señores del Espanto varones. No cabe ninguna duda de que algunos de ellos eran Amigos Siniestros, pero cabe que otros se pasaran a la Sombra con tal de no afrontar la muerte o ser amansados.

Los soldados de infantería trollocs generalmente iban armadas con lanzas y hachas de pala curva con puntas ganchudas. Casi nunca usaban armas arrojadizas, aunque había —entonces como ahora— algunos arqueros trollocs cuyos arcos disparaban flechas del diámetro de un pulgar humano. Los oficiales Myrddraal conducían a los trollocs al combate hasta que el ansia de matar se apoderaba de ellos. Otro tipo de Engendros de la Sombra actuaban como refuerzo o tropas de atentados.

A los ejércitos de trollocs y Señores del Espanto se les unían a menudo amigos Siniestros humanos que, aunque no tan feroces y fuertes como los trollocs, eran mucho más hábiles y astutos.

El Pacto funcionaba en cuanto a que todas y cada una de las naciones acudían en apoyo de las demás en sus campañas de guerra, pero flaqueaba por el hecho de que cada cual se empeñaba en tener su propio ejército. La Torre Blanca proporcionaba Aes Sedai para ayudar a las fuerzas del Pacto contra los Señores del Espanto, pero también ellas estaban exclusivamente a las órdenes de la Torre.

Por entonces el ejército se dividía en "estandartes", batallones compuestos por unos mil quinientos hombres a caballo, principalmente arqueros, o tres mil soldados de infantería. Estos "estandartes" se agrupaban en ejércitos al mando de un general, a menudo un noble, y solía acompañarlos una pequeña dotación de Aes Sedai.

ORGANIZACIÓN MILITAR

Hubo numerosas variantes en la organización militar durante la Guerra de los Trollocs, pero básicamente un número mayor o menor de estandartes se agrupaba en una "legión", que por lo general se componía de infantería y caballería, aunque también podía ser sólo de uno u otro cuerpo.

Los estandartes podían ser "pesados" o "ligeros", dependiendo del tipo de armas y armaduras, y cabía la posibilidad de que una legión fuera pesada o ligera en su totalidad, pero lo más habitual era que estuvieran integradas por ambas. Un estandarte de artillería (con menos efectivos que un estandarte de caballería, aunque al parecer sin un número exacto establecido) consistía en catapultas y enormes ballestas que disparaban lanzas, y a menudo también formaba parte de la legión.

A lo lago de la Guerra de los Trollocs y hasta la primera parte de la Guerra de los Cien Años, cuando las artes militares habían alcanzado lo que muchos consideran su pináculo, las legiones se agrupaban en "legiones mayores". Un ejército se componía normalmente de cuatro legiones mayores, a una de las cuales se la solía asignar como reserve.

Entre otros grupos relacionados con los ejércitos durante esa época estaban los músicos de cada estandarte (siempre tambores, aunque el tipo de estos instrumentos variaba, además de pífanos, flautas y/o trompetas), los cuales actuaban tras la batalla como camilleros que llevaban heridos a las Aes Sedai para la Curación, o en ausencia de éstas prestaban toda la ayuda posible, a menudo con la colaboración de cualquier curandero o Zahorí que hubiera a mano.

El ejército incluía siempre un estandarte de suministros y un cuerpo logístico, a menudo con tantos efectivos como una legión mayor, así como un estandarte de zapadores. Este último era responsable, ya en la Guerra de los Cien Años, de todo este tiempo de operaciones, desde la construcción de puentes hasta hacer túneles bajo las fortificaciones enemigas. Con frecuencia, a los zapadores se les asignaba a distintas legiones con funciones específicas. Ocurría otro tanto con el estandarte de comunicaciones, que con banderas, señales ópticas desde torres, palomas mensajeras y heliógrafos transmitía mensajes.

La estructura estandarte-legión desapareció durante la última parte de la Guerra de los Cien Años.

Los ejércitos trollocs simplemente caían sobre su objetivo con efectivos tan ingentes que por fuerza éste sucumbía, ya que en casi todos los enfrentamientos los defensores se veían superados. Muy al principio de la guerra resultó evidente que ningún ejército humano podía aguantar mucho con las ingentes masas lanzadas contra él. Había que desarrollar una nueva táctica, una que atacara los puntos flacos de los trollocs: sus naturalezas bestiales e incapacidad de razonar en una situación difícil.

Básicamente, después de prolongadas acciones de hostigamiento por la caballería, la infantería humana ocupaba una posición defensiva delante de la oleada, conteniéndola el tiempo suficiente para que los arqueros montados entraran por los flancos y fueran reduciendo el número de enemigos desde una distancia segura. Los trollocs que no eran aniquilados en la maniobra de tenaza se venían abajo y huían. Tanto la caballería como la infantería tenían que ser rápidas, y esta última debía tener el valor de aguantar firme contra un ataque de monstruos. Si la fuerza era demasiado numerosa para que la frenara la infantería, el ejército humano retrocedía para dejarla pasar y después atacaba por los flancos y la retaguardia.

Tales tácticas solían funcionar, aunque no sin numerosas bajas en la infantería. Cuando tenían éxito, el resultado era una matanza de trollocs; cuando fallaban, entonces eran los humanos los que sufrían una masacre.

Las incursión trollocs se las arreglaron para llegar en varias ocasiones muy al sur, hasta las zonas que hoy son Illian y Tear, donde tuvieron lugar varios asedios famosos a la Ciudadela. Tear nunca cayó, pero muchas otras ciudades no fueron tan afortunadas.

Todas las naciones del Pacto dependían de sus aliados para tener apoyo contra la amenaza. Algunas cumplían honorablemente con esa responsabilidad, como por ejemplo los arrojados guerreros de Manetheren, que combatieron bajo la bandera del Águila Roja con tal ardor durante más de doscientos años que se les llegó a conocer como la espina en el pie del Oscuro y la zarza en su mano, y a la propia Manetheren como la espada inquebrantable. Pero cuando por fin la Sombra envío una gran concentración de fuerzas para destruir su lugar de origen, el Hogar de la Montaña de Manetheren, nadie acudió en su ayuda.

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El rey Aemon y sus hombres, tras una marcha forzada desde su victoriosa batalla en Campo de Bekkar, también conocido como Campo Ensangrentado, resistieron el ataque de un abrumador número de trollocs y Engendros de la Sombra durante más de diez días, mientras aguardaban los prometidos refuerzos que nunca llegaron. Se cuenta que el grito de guerra del rey, "¡Carai an Ellisande!, ¡Por el honor de la Rosa del Sol!", resonó en la distancia hasta que la propia Rosa del Sol, la reina Eldrene, lo oyó desde la ciudad. Finalmente la espada inquebrantable se hizo añicos a manos de las fuerzas del Oscuro, ayudadas por la deslealtad de los aliados. Cuenta la historia que a la reina Eldrene se le rompió el corazón en el momento de la muerte de Aemon. Era Aes Sedai y absorbió de la Fuente Verdadera, sin duda ayudada por un sa’angreal, para dar caza a los vencedores y supuestamente, lanzó fuego compacto para consumir a Señores del Espanto, Myrddraal y Amigos Siniestros en el acto. Pero el esfuerzo requería más Poder del que cualquiera podría manejar sin ayuda, y ella y la ciudad de Manetheren perecieron envueltas en llamas. Aquellos que traicionaron al Hogar de la Montaña al dejar que la nación se enfrentara sola al enemigo, quedaron sin castigo.

La decadencia de otras naciones fue interna, como en el caso de Aridhol, en otros tiempo fiel aliada de Manetheren.

Su capital, también llamada Aridhol, cayó presa de algo oscuro que no era de la Sombra. El rey Balwen Mayel, conocido como Balwen Mano de Hierro, sumido en la desesperación por la marcha de la guerra, acogió de Buena gana en su corte a un hombre llamado Mordeth. Mordeth no solo se ganó la confianza de Balwen, sino que ofuscó su mente; Aridhol utilizaría tácticas de la Sombra contra la Sombra. Se dice que Aridhol se infectó con el veneno esparcido por Mordeth, encerrándose en sí misma y volviéndose dura y cruel. Sus gentes hablaban de la Luz al tiempo que la abandonaban. Finamente, su desconfianza y su odio algo terriblemente maligno que empezó a alimentarse de lo que había engendrado. En la actualidad no queda nada de la nación de Aridhol ni de sus gentes. La ciudad en ruinas que ataño se llamó Aridhol sigue en pie, pero lleva un nuevo nombre: Shadar Logoth, "Donde acecha la Sombra". El mal que nació allí sigue vivo, atrapado en el lecho de roca que sustenta la ciudad, hambriento de almas descarriadas. A este mal se le ha dado el nombre de Mashadar. A finales de la Guerra de los Trollocs, un ejército de trollocs, Myrddraal, Señores del Espanto y Amigos Siniestros acamparon en sus ruinas. Nunca salieron de allí. Desde aquel día, ningún trolloc ni Engendro de la Sombra pisará por propia voluntad Shadar Logoth.

Ya fuera arrasada en la batalla, consumida interiormente o simplemente debilitada por la presión de la guerra, ninguna nación se libro de la devastación de la Guerra de los Trollocs. Los cortos periodos de paz jamás dieron tiempo para que las naciones reconstruyeran gran cosa de lo que se había perdido, y finalmente las guerras destruyeron la mayor parte de la civilización que tanto trabajo había costado restablecer después del Desmembramiento.

Tras casi trescientos años de lucha, los trollocs sufrieron una sonada derrota en la Batalla de Maighande. La victoria cambió el curso del conflicto y dio paso a la ofensiva que finalmente hizo retroceder a los trollocs de vuelta a La Llaga, poniendo fin a la Guerra de los Trollocs.

Muchas naciones fueron destruidas en ese conflicto, y los desplazamientos de la población fueron masivos. El nivel demográfico global cayó drásticamente, tanto por causa de la guerra como por el decreciente índice de natalidad. Aelgar, Eharon, Essenia, Jaramide, y Safer sobrevivieron, por mucho más debilitadas y empobrecidas. No habían pasado cincuenta años desde la Guerra de los Trollocs cuando aparecieron nuevas naciones, forjadas a golpe de martillo de los despojos de los reinos destruidos.

El siglo inmediatamente posterior a la guerra fue de gran agitación. Las cinco naciones que sobrevivieron al conflicto cayeron en sus propias debilidades internas mientras que las nuevas naciones luchaban por establecer fronteras consolidadas. Sólo Tar Valon y la Torre Blanca de las Aes Sedai salieron indemnes. De hecho, la Torre Blanca ganó territorios e influencia.