CAPITULO
7

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LOS ENGENDROS DE LA SOMBRA

LA Guerra de la Sombra se inició como conflicto de hombres contra hombres, pero Lews Therin y sus partidarios no tardaron en descubrir que el Oscuro estaba más que dispuesto a utilizar soldados no humanos para librar sus batallas. Casi en los primeros compases de la Guerra los que se oponían a la Sombra se encontraron de repente enfrentándose no sólo a hombres, sino a hordas de horribles criaturas salidas de una pesadilla, y su número se fue incrementando conforme avanzaba la contienda. Estos Engendros de la Sombra a menudo tenían una vaga apariencia humana, pero con las diferencias engendradas en la oscuridad que los situaba por debajo del hombre, aunque bastante más mortíferos.

Muchas de estas criaturas fueron obra del Renegado Aginor, y otras se crearon con material genético existente. Se diseñaron para reproducirse por sí mismas siempre que ello era posible, ya que la procreación natural era un modo más seguro y menos costoso para producir grandes poblaciones que los tanques de laboratorio.

LOS TROLLOCS

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Lo que más necesitaba el Oscuro eran soldados. Antes de la guerra, sus científicos acometieron la tarea de combinar material genético de humanos y animales vivos para crear el guerrero supremo, un ser que fuera feroz y poderoso en la batalla, veloz, difícil de matar y lo bastante inteligente para luchar bien y obedecer órdenes. Utilizaron animales innatamente agresivos, tales como jabalíes, osos, lobos, machos cabríos, gatos monteses, carneros y águilas, en combinación con humanos. A los hombres-bestias resultantes, cada cual con la cara y las características del animal en particular del que se había creado, se los llamó trollocs.

Los trollocs eran —y son— grandes y poderosos, indudablemente. Con dos metros y medio de estatura y el cuerpo de un hombre extremadamente desarrollado y musculoso, eran más fuertes que cualquiera de las dos partes, humana y animal, de su ascendencia, y casi tan rápidos como un caballo.

Sanguinarios por naturaleza, manifestaban gran ferocidad y mataban sin más razón que el puro placer. Y su tamaño y fortaleza los hacía muy difíciles de matar.

Sin embargo, este tipo de criaturas fue un fracaso inicialmente como máquinas de matar. A los trollocs les faltaba algo tan crucial como la disciplina o la habilidad de obedecer órdenes que caracterizan a un soldado competente. Por el contrario, tenían los instintos e impulses de los animales combinados con las peores características humanas, y un nivel de inteligencia muy limitado en comparación con los parámetros humanos. Sólo podían realizar tareas relativamente sencillas, y tenían una personalidad extremadamente inestable y eran dados a la duplicidad. Como soldados generalmente eran incapaces o se mostraban poco dispuestos a seguir órdenes a menos que los empujara el miedo. Incluso entonces, si los trollocs tenían más miedo del enemigo que de los mandos que los dirigían, a menudo se daban media vuelta y huían, a veces pisoteando o matando a sus mandos.

Los hombres y mujeres que se enfrentaron por primera vez a esas deformes criaturas se quedaron horrorizados. Sus enormes corpachones cubiertos de pelambre superaban, imponentes, a cualquier persona, mientras que los ojos humanos e inteligentes miraban malignamente en unos rostros que frecuentemente tenían cuernos o colmillos, así como hocicos repletos de terribles dientes o chasqueantes picos afilados. Algunos incluso se sostenían sobre las patas de los animales a los que se asemejaban, en lugar de piernas, con cascos o garras en vez de pies, aunque casi todos tenían manos humanas con uñas gruesas y fuertes, de manera que asían las mortíferas armas sin ninguna dificultad. Y si carecían de la disciplina de un verdadero soldado, su ingente número lo compensaba.

Su ansia de matar dificultaba mucho a sus mandos capturar prisioneros o utilizarlos en situaciones que requerían que distinguiesen entre amigo y enemigo. Era más fácil dejar que los hombres-bestia fueran a su aire, matando —y a menudo devorando— a cualquiera que encontraran, que usarlos donde se necesitaba cierto control y hacer diferenciaciones. Los trollocs eran omnívoros, pero preferían la carne, tanto daba si era animal, humana o incluso de trolloc.

Los investigadores Juramentados de la Sombra se afanaron en hallar un modo de sacar partido de las contadas cualidades de los trollocs. Tenía que haber una forma de motivar y controla a aquellas máquinas asesinas en beneficio del Gran Señor. Irónicamente, fueron los propios trollocs los que dieron la solución con sus vástagos regresivos: los Myrddraal.

LOS MYRDDRAAL

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Los trollocs no siempre engendraban descendientes a su semejanza, sino que en ocasiones producían seres con características genéticas regresivas, ya fuera hacia su parte humana o animal. Los que salían a la parte animal morían, pero los que sacaban la parte humana sobrevivían generalmente, aunque corrompidos por la maldad de sus creadores originales, y se los llamó Myrddraal.

También conocidos como Hombres de la Sombra, Semihombres, Acechantes, Perseguidores, Fados y Nonacidos, los Myrddraal tienen mucho más parecido con los hombres que con sus progenitores trollocs en cuanto a talla, apariencia y grado de inteligencia, aunque sus nombres son siempre en lengua trolloc. Sin embargo, guardan mucha diferencia tanto con humanos como con trollocs, ya que le mal los ha alterado. De constitución alta, musculosa y fríamente atractiva, los Myrddraal se parecen entre sí como si hubiesen salido del mismo molde. Se mueven con una sinuosa gracilidad que supera la capacidad de cualquier humano, y atacan con la velocidad de una serpiente. Su piel, en lugar de ser rosada, morena, negra o incluso dorada, tiene el tono blanquecino de una babosa encontrada debajo de una piedra, mientras que la sangre que corre bajo ella es corrosiva y negra como el Señor a quien sirven. Pelo negro, carente de todo indicio de lustre o textura humanos, cubre sus cabezas, pero no sus pálidas caras.

La diferencia más espeluznante entre humanos y Myrddraal se encuentra en sus rostros, tan semejantes al humano pero sin ojos. Ni siquiera una ligera hendidura rompe la cruel lisura de las zonas donde deberían estar los ojos, y sin embargo estas criaturas tienen vista de águila tanto si luce un brillante sol como en las más oscuras sombras. En consecuencia también llevan el nombre de "Seres de Cuencas Vacías".

Ver sin ojos no es su única facultad inhumana; también pueden desaparecer cuando hay sombras, y desplazarse a grandes distancias al entrar en una zona de oscuridad, pues reaparecen en otro lejano lugar sombrío. Incluso Aginor, que creó los trollocs, y, por ende, indirectamente a los Myrddraal, fue incapaz de descubrir cómo podían valerse de las sombras para transportarse.

Posiblemente el modo en que se crean hace que existan en este mundo solo de forma parcial, ya que los espejos no reflejan nada, salvo una forma borrosa, cuando hay delante un Myrddraal, y sus capas cuelgan inmóviles de sus hombres, aunque sople un vendaval a su alrededor, como si el viento de este mundo no osara tocarlos. El único punto débil que se les conoce es su miedo a las corrientes de agua. Siempre que sea posible, evitan cruzar o viajar por un arroyo, río o canal. Sólo una extrema necesidad puede obligarlos a superar tal reticencia. Ese miedo no salvará a quien sea el objetivo directo de un Myrddraal, pero frena las persecuciones fortuitas.

Quizá su mejor arma sea su Mirada sin ojos; la Mirada fija de uno de esos rostros fríos e implacables provoca un miedo paralizador. Se sabe que incluso el guerrero más valiente se acobarda ante la mirada de un Hombre de las Sombras.

Fue la habilidad del los Myrddraals de causar miedo lo que ayudó a resolver el problema de los trollocs. Incluso a ellos los aterrorizaban (y los aterrorizan) los Myrddraal, y los Semihombres estaban muy bien capacitados para seguir órdenes. Así se salvaron como soldados los trollocs, teniendo a los Myrddraal como mandos. Los Semihombres los empujaban a la batalla y los controlaban con el miedo.

Con el tiempo se descubrió que un Myrddraal podía vincularse con varios trollocs, anulando completamente su naturaleza brutal y tomando control de sus mentes y su voluntad para crear una fuerza de combate mortífera y bien disciplinada, casi tan eficiente como era el propósito origina. Por desgracia, entonces el eslabón débil era el Myrddraal, ya que si moría los trollocs que compartían el vínculo con él perecían también.

Juntos, trollocs y Myrddraal resultaban un temible enemigo. Organizados en unidades de combate, llamadas "puños", de entre cien y doscientos trollocs y por lo general al mando de un Myrddraal, destruyeron muchas regiones a las que pillaron desprevenidas, arrasando cuanto encontraban a su paso. Para una población que desconocía la guerra, los ejércitos trollocs debieron de ser la personificación del Oscuro.

Si bien es cierto que durante la Era del Leyenda manejaban armas más mortíferas, en la actualidad los trollocs fabrican sus propias armas y armaduras, toscas y rudimentarias comparadas con las que hacen armeros humanos, pero muy letales. No llevan cascos por la dificultad que entraña elaborar una protección adecuada para la amplia variedad de inhumanas cabezas deformes. Algunos trollocs demuestran gustos personales con tatuajes, adornos tallados en hueso y formas de llevar el pelo.

Aparte de la unidad militar del puño, los trollocs se dividen en grupos tribales. Los clanes conocidos son Ahf’frait, Al’ghoi Bhansheen, Dhjin’nen, Ghar’ghael, Ghob’hlin, Gho’hlem, Ghraem’lan, Ko’bal, Kno’mon, Dha’vol, y Dhai’mon. Que se sepa, son las únicas criaturas de la Guerra de la Sombra que han desarrollado una estructura social y un sistema tribal.

En la Era de Leyenda, sólo los trollocs machos lucharon o cazaron. Las hembras están enclaustradas, y son poco más que máquinas reproductoras. Por suerte, a las hembras trollocs les gusta estar preñadas. Los trollocs pueden reproducirse con humanos, pero al parecer los prefieren como comida. Sea como sea, aun en el caso de que la madre humana sobreviva al parto, por lo general son vástagos mortinatos, y los pocos que nacen vivos no sobreviven mucho tiempo.

Aunque los Myrddraal son descendientes de los Trollocs, guardan escaso parecido con ellos, aparte de los nombres en lengua trolloc. Que se sepa, todos los Myrddraal son varones, probablemente estériles debido a su naturaleza híbrida, y sin rasgos personales que los diferencien, como adornos o variantes en armaduras o ropas. Mientras que los trollocs tienen un sentido del humor perverso y violento, los Myrddraal carecen por completo de él. Los Hombres de la Sombra gustan de una vida relativamente solitaria y rara vez se los ve en grandes grupos, evitando toda relación puramente social. Normalmente mantienen cierta distancia con los trollocs a los que dirigen. A diferencia de éstos, pueden trabajar solos con gran sigilo y astucia para llevar a cabo un objetivo encomendado. También es más difícil matarlos que a los trollocs, e incluso estando heridos mortalmente no perecen del todo hasta la puesta de sol.

UN MYRDDRAAL DE OTRO CUÑO

Se ha dicho que todos los Myrddraal son prácticamente iguales, pero se ha visto al menos una variante, un Myrddraal distinto a todos los demás. Su propio nombre, Shaidar Haran, que significa "Mano de Oscuro" en la Antigua Lengua, en lugar de ser en el lenguaje trolloc como los de los otros Semihombres ya marca una diferencia. Mientras que la mayoría de Myrddraal tiene la talla de un hombre alto, Shaidar Haran supera a esa estatura en varios palmos, sacando la cabeza y los hombros tanto a hombres como a Semihombres. Su comportamiento es arrogante, en lugar de la habitual subordinación, hasta el punto de dar órdenes a los Renegados, y ha dado prueba de tener un innegable sentido del humor retorcido, algo desconocido entre los Myrddraal.

Sus armas, armaduras y estilo de lucha son mucho más sofisticados que los de sus progenitores. En lugar de un tosca cota de malla y prendas de cuero, llevan coraza negra articulada —diseñada con múltiples hileras de láminas imbricadas— encima de farseto y pantalones, consiguiendo así una protección máxima y libertad de movimientos, a la par que acentúa su porte serpentino. Sobre la armadura llevan una capa negra con amplia capucha, y a menudo les cubre también la espada, que es su arma principal.

Sus espadas son armas muy especiales. A diferencia de las toscas hojas de los trollocs, obtenidas de cualquier tipo de metal utilizable, estas cuchillas sólo se fabrican en un lugar del mundo, una forja de techo grisáceo que hay en la ladera de Shayol Ghul, en Thakan’dar, a escasos metros de la entrada de la Fosa de la Perdición. Estas espadas no son obra de ningún forjador humano; sólo los forjadores oscuros, entes animados con figura de hombre que parecen sacados a tajos de la piedra de la montaña, pueden trabajar el mortífero acero. Aunque no están realmente vivos, realizan su única labor con gran destreza. Cada espada oscura se produce meticulosamente, templada en los contaminados arroyos, negros como tinta, de Shayol Ghul, y acabada con el aditamento de un alma humana.

La más mínima herida de una de estas cuchillas corrompidas mata a la víctima; las heridas se infectan y no sanan sin la ayuda del Poder Único. Con semejante arma no se precisa gran destreza, pero aun así los Semihombres son hábiles espadachines y resultan unos formidables enemigos incluso con una espada normal. Los negros aceros los hacen (y los hacían) casi invencibles. No obstante, estas armas se desgastan al cabo del tiempo y deben reemplazarse, por lo que la disponibilidad de materiales o prisioneros vivos no siempre está (ni estaba) al nivel de la demanda de espadas de Myrddraal.

DRAGHKAR

Los Myrddraal fueron una rama accidental de los trollocs, pero otras criaturas, igualmente peligrosas, fueron el resultado de la corrupción deliberada de "material" humano. El más temible de estos últimos es el Draghkar, peligroso no porque tenga habilidad alguna en combate —estas criaturas no luchas bien, ya que sus manos son finas y débiles, al igual que sus brazos, inapropiados para manejar armas—, sino por su capacidad para atraer a su víctima hacia su abrazo letal. La principal arma del Draghkar es su canto, un suave e irresistible sonsonete que impele a sus víctimas a acercarse. Su contacto no es fatal instantáneamente, pero casi siempre quienes sobreviven a él quedan en un estado peor que la muerte.

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Cuando está inmóvil, es fácil confundir al Draghkar con un hombre alto, pálido, envuelto en una gran capa negra. El cabello, oscuro y largo hasta los hombros, habitualmente recogido en una cola de caballo, acentúa esa ilusión. En realidad, la capa son una par de grandes alas semejantes a las de un murciélago que pueden sustentar el peso de la criatura durante el vuelo. El esbelto cuerpo parece humano, salvo por la piel excesivamente pálida, casi blanca, y las afiladas garras que rematan sus manos de aspecto humano. El rostro tiene poco de humano. Las mejillas descarnadas realzan los grandes ojos oscuros —demasiado grandes para cualquier hombre normal— y una boca de labios intensamente rojos y fruncidos bajo los que se ocultan dientes afilados.

A pesar de esos dientes afilados, no es el mordisco del Draghkar lo que lo hace tan peligroso, sino su beso. Una vez que ha atraído a la presunta víctima a sus brazos, el Draghkar pega los deformes labios a su víctima en un "beso" que le extrae lentamente el alma. Cuando ha absorbido por completo el alma y la personalidad la criatura devora también la vida. A los que mata no les quedan marcas en el cuerpo, y sin embargo están helados cuando se desploman como si llevasen muertos varios días. Las infortunadas víctimas de su beso que se salvan antes del momento de la muerte se quedan como cáscaras vacías, sin espíritu, meras parodias de un ser vivo. Muchos consideran que es mejor no ser rescatados de un Draghkar que serlo demasiado tarde. Incluso los que sólo sufren un ligero roce de esos labios cambian para siempre al haberles sido arrancada parte de su alma.

Durante la Guerra de la Sombra, al igual que hoy en día, se utilizó a los Draghkar principalmente como asesinos al aire libre, a menudo de manera conjunta con un ataque de distracción de Myrddraal y trollocs. Se valen de las alas para caer sobre sus víctimas sin ser vistos, preferiblemente de noche y cuando su objetivo se encuentra solo, y entonces se posan en el suelo y utilizan el canto para atraer a la víctima hacia su muerte. Son menos eficaces como asesinos en interiores o durante el día, ya que tienen dificultades para accede a zonas cerradas o vérselas con grupos o la luz del sol.

LOS SABUESOS DEL OSCURO

No todos los Engendros de la Sombra fueron diseñados para parecer vagamente humanos. Los Sabuesos del Oscuro se formaron de material canino corrompido por la Sombra. Semejantes a sabuesos sólo en su forma básica, son más oscuros que la noche y tan grandes como ponis, sus aullidos suenan como los de un lobo, pero con un escalofriante tono gemebundo que evoca sangre y muerte y que jamás saldría de la garganta de un ser nacido.

El Oscuro no disponía únicamente de criaturas animalescas a su servicio. También utilizaba animales normales que tenían afinidad con la putrefacción, la carroña y la muerte. Al igual que en la actualidad, los cuervos y los grajos actuaban a menudo como espías y asesinos para el Oscuro, transmitiendo lo que habían visto a los Myrddraal, que podían extraer la información de sus mentes para llevársela a su Señor. En las ciudades, las ratas y otras alimañas realizaban la misma función. Tan pronto como se descubrió lo que ocurría, muchos territorios ofrecieron grandes recompensas por esas criaturas. Entonces como ahora, era cierto que no todas las ratas ni todos los cuervos servían a la Sombra, pero no había forma de discernir entre unos y otros, de modo que lo mejor era acabar con todos.

Fueron creados como bestias de guarda en tiempos de la Guerra del Poder, y en años posteriores se utilizaron para dar caza a enemigos del Oscuro. Pesan entre cien y ciento treinta kilos, y por lo general van en jaurías de diez o doce. Las jaurías se utilizan por separado, ya que lo más probable es que se revolvieran unas contra otras en lugar de ir contra la presa buscada.

Se ha especulado que durante su creación se desviaron levemente de la realidad, y ello explicaría el hecho de que no dejan huellas ni en el terreno más blando a pesar de su gran tamaño, y que por el contrario quedan impresas en la piedra más dura. Con frecuencia les acompaña un hedor a azufre ardiente.

Los Engendros de la Sombra podrían haber dado origen a la leyenda del Viejo Siniestro —el Oscuro— y su "Cacería Salvaje", según la cual en las noches despejadas con luna el Viejo Siniestro sale con sus "perros negros" a la caza de almas, dejando un rastro de olor a azufre y fuego infernal a su paso. Con ojos brillantes como plata y afilados dientes reluciendo cual metal bruñido, los perros negros persiguen a su presa hasta dar con ella. La lluvia puede impedir que salga la Cacería Salvaje una noche, pero una vez que están tras el rastro de alguien, hay que hacerles frente y derrotarlos o de lo contrario la muerte de la víctima es inevitable. Hay quien cree que el simple hecho de ver pasar la Cacería Salvaje significa la muerte inminente, ya sea la de quien la ha visto o la de alguno de sus seres queridos. Se creía que era particularmente peligroso encontrárselos en una encrucijada, nada más ponerse el sol o justo antes del amanecer. Es verdad que los Sabuesos del Oscuro no renuncian a la persecución con facilidad. No les gusta la lluvia ni las tormentas, y normalmente no se aventurarán en una de ellas, pero si ya siguen el rastro, a menudo la lluvia no basta para detenerlos. Son más rápidos y pueden correr más tiempo que cualquier caballo. Sin embargo, a veces es posible interrumpir la persecución poniendo una corriente de agua entre la presa y los sabuesos, ya que no la cruzarán. La otra opción es matarlos o que te maten, y no es tarea fácil acabar con ellos. Desde el Desmembramiento y la pérdida de la tecnología de la Era de Leyenda, sólo la mano más firme con el arco o la espada ha tenido alguna posibilidad, aunque tal vez esto ya no sea suficiente.

Si es difícil acabar con los Sabuesos del Oscuro, para ellos matar es fácil. El más leve mordisco de sus terrible fauces significa la muerte, tan seguro como si a la víctima le hubiesen clavado una daga en el corazón. Su sangre y su saliva son venenosas. Una gota en la piel puede matar, por lo general muy lenta y dolorosamente.

Recientemente se ha informado de la existencia de una nueva variedad de Sabuesos del Oscuro en el mundo, una que al parecer sólo la mata el Poder Único. Se habla de bestias cortadas en pedazos con armas forjadas con el Poder, y que esos trozos vuelven a unirse para formar de nuevo sabuesos vivos que se lanzan de nuevo al ataque. Si tales historias son ciertas, no pueden resultar más inquietantes.

LOS HOMBRES GRISES

No todos lo Engendros de la Sombra son criaturas creadas. Hay algunos seres, como los llamados Hombres Grises, que eran hombres y mujeres corrientes. No se limitaron a consagrar su alma a la Sombra, como hacían los Amigos Siniestros, sino que la vendían. A todos los efectos, aunque siguen moviéndose y pensando, en realidad están muertos. "Sin Alma" son asesinos extremadamente eficaces, porque carecer de alma les da un aspecto tan corriente que incluso los ojos más escrutadores pueden pasar sobre ellos sin verlos. Literalmente no se repara en ellos. Esto les permite infiltrarse fácilmente incluso en lugares públicos concurridos. En muchos casos, la víctima no los ve ni siquiera después del ataque, y ha habido ocasiones en las que los transeúntes que vieron desplomarse a la víctima no repararon en el asesino.

Los Hombres Grises son mayoritariamente varones, aunque entre ellos hay algunas mujeres. Que se sepa, ni siquiera durante la Guerra de la Sombra tuvieron otra utilidad aparte del asesinato. Se ignora que promesas les hace el Señor Oscuro para inducirlos a vender su alma, aunque por lo numerosos que son cabe imaginar que el motivo tiene que ser sumamente poderoso.