Y acontecerá en el mundo que la prisión del Altísimo se debilitará, y flojearán las extremidades de aquellos que la crearon. Y, de nuevo, Su glorioso manto extinguirá el Entramado de todas las cosas y el Gran Señor abatirá Su mano para reclamar lo que es Suyo. Las naciones rebeldes serán arrasadas y sus hijos llorarán. No habrá nadie salvo El y aquellos que han vuelto los ojos hacia Su majestad.

Y el día en que el Bufón Tuerto viaje a los salones de duelo y que el Primero entre los Indeseables alce la mano para liberar a Aquel que Destruirá, los últimos días del orgullo del Herrero Caído llegarán. Que el Lobo Roto, aquel a quien la muerte ha conocido, caiga y sea consumido por las Torres de Medianoche, que su destrucción infunda miedo y tristeza en el corazón de los hombres y haga flaquear su voluntad.

Y entonces llegará el Señor del Ocaso. Tomará nuestros ojos, pues nuestras almas se postrarán ante El. Tomará nuestra piel, pues se servirá de nuestra carne. Tomará nuestros labios, pues sólo a Él loaremos. El Señor del Ocaso se enfrentará al Paladín Quebrantado y derramará su sangre para traernos la tan hermosa oscuridad. Que empiecen los lamentos, oh, seguidores de la Sombra. ¡Suplicad vuestra destrucción!

de Las Profecías de la Sombra

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Final

del Décimotercer Libro de

La Rueda del Tiempo