—Estabas soñando con Cery otra vez, ¿verdad?
Sonea alzó la vista hacia Regin, que le tendió una taza de raka humeante. Ella se incorporó en la cama y la cogió. El sabor de la buena raka sachakana inundó sus sentidos y ella notó que los últimos retazos del sueño se desvanecían.
—Lo echo de menos. —Suspiró y se enjugó los ojos. Saber que jamás volvería a ver a Cery era como descubrir que alguien le había robado una parte esencial de su ser—. Aunque no lo veía muy a menudo antes de que asesinaran a su familia. Desearía haber podido hacer algo. —Al ver que él abría la boca, sacudió la cabeza—. No, no hace falta que me lo recuerdes. No fue culpa mía. Puede que las cosas no hubieran sido distintas aunque yo hubiera estado aquí…
—… y no podías estar en dos lugares a la vez —terminó la frase Regin—. Al menos no es algo que el Gremio haya aprendido a hacer por el momento.
—Me temo que el objetivo de hallar una cura para la adicción a la craña y encontrar un método para elaborar piedras sin cuevas de gemas es más importante. —Tomó un sorbo de raka y se volvió hacia las cortinas—. ¿Qué hora es? Apenas está amaneciendo. ¿Por qué te has levantado?
—Ha llegado un mensaje. El rey ha convocado a los magos superiores a palacio.
Ella bajó los pies al suelo y se levantó.
—¿A qué hora?
—No tan temprano que yo no tenga tiempo para esto. —La atrajo hacia sí y la besó.
—Hum. —Lo abrazó cuando él hizo ademán de separarse de ella—. ¿Tienes tiempo para algo más?
—Ahora no. El rey me hizo un favor, y no debería pagárselo haciéndote llegar tarde. —La empujó hacia el armario ropero y se metió de nuevo en la cama.
Sonea se vistió a toda prisa y tomó con rapidez unos tragos más de raka antes de salir de los aposentos de Regin. Irse a vivir con él había sido la manera de atajar el rumor de que eran amantes. Al convertirse en un hecho evidente, había dejado de ser un rumor. A Sonea no le cabía la menor duda de que Lilia estaba encantada ahora que tenía sus aposentos para ella sola. Anyi la visitaba de vez en cuando con la ayuda de Jonna, disfrazada de sirvienta. El Gremio había solventado por fin el problema de los pasadizos subterráneos cegándolos. Aunque Sonea iba a ver a Lilia con regularidad y se mantenía al tanto de sus progresos, era más que nada porque le preocupaba que la chica no se hubiera recuperado de cuanto le había ocurrido.
«Después de todo, mató a alguien con magia negra. No es tan fácil sobrellevar eso como la mayoría cree, ni siquiera cuando la víctima era una mala persona».
Una puerta se abrió más atrás, en el pasillo. Sonea reconoció a lady Indria, la sustituta de lord Telano, y aguardó a que la mujer llegara junto a ella.
—¿Tienes alguna idea de a qué viene esto? —preguntó la mujer.
—Aún no —respondió Sonea con una sonrisa—. ¿Qué tal te desenvuelves en tu nuevo cargo?
Indria se encogió de hombros.
—En cierto sentido es más difícil de lo que imaginaba, y en cierto sentido más fácil. Doy clases desde hace años, así que entiendo las quejas y necesidades de los profesores. Pero hay una gran cantidad de papeleo del que antes no tenía que ocuparme.
Sonea soltó una risita.
—Ya. El único consejo que puedo darte es que te consigas un ayudante. O tres.
—Lo haré. —Cuando salieron del alojamiento de los magos, Indria echó un vistazo alrededor—. No ayuda mucho que Telano lo haya dejado todo patas arriba —añadió por lo bajo—. Supongo que al final ya no le importaba. ¿Estáis más cerca de encontrar un remedio contra la craña?
Sonea meneó la cabeza.
—No.
Indria suspiró.
—Estas cosas llevan su tiempo. ¿Cómo van los hospitales?
—Están llenos de adictos con alteraciones por abstinencia. Algunos responden a la magia sanadora, otros no. Por fortuna, los magos resistentes a la craña han sanado de forma automática, así que solo tenemos que atender a los cerca de cuarenta que no lo son.
Siguieron conversando sobre el problema persistente de la craña mientras atravesaban el jardín. Cuando llegaron frente a la universidad, vieron a Osen, Balkan y Kallen de pie junto a un carruaje, detrás del cual aguardaba otro. Osen levantó la mirada, las avistó y les hizo señas.
—Hay sitio para usted aquí, lady Indria —dijo Osen—. Los demás se han adelantado. Nosotros iremos en el siguiente.
Mientras Indria subía al vehículo, Osen guió a los demás al segundo. Una vez que estaban todos dentro y el coche se puso en marcha, Sonea miró a Osen y arqueó las cejas. Él le devolvió la mirada e hizo un gesto de negación.
—No, no sé exactamente por qué nos han convocado, pero el consejero real me asegura que no se ha producido una invasión y que Lorkin está bien.
Sonea sonrió. «Temen que me vaya corriendo a Sachaka si tengo la más mínima sospecha de que mi hijo esté en apuros. Aun así, me alegra saber que esto no tiene nada que ver con él».
—¿Ha leído ya las notas de investigación de Dannyl? —preguntó Kallen al administrador.
—A medias. —Osen enarcó las cejas—. De hecho, son fascinantes, sobre todo las historias de los dúneos. Estoy deseando leer el libro completo en cuanto lo termine y lo publique.
—Antes tendrá que escribir un capítulo sobre la guerra civil sachakana y las gemas mágicas —observó Kallen.
—Y yo tengo la sensación de que habrá otro capítulo que añadir después de eso —terció Balkan.
Osen miró al Gran Lord con los ojos entornados.
—¿Seguís preocupado por el azote de mina y ese artilugio que según el espía del rey tienen en Igra?
—El lanzabolas —asintió Balkan—. Dargin cree que es lo que permitió a los sacerdotes igreses conquistar todos los países vecinos.
—Yo más bien creo que los magos igreses no eran muy poderosos o hábiles —replicó Osen—. No entiendo que una bola disparada por un tubo suponga un peligro para un mago, si este se escuda como es debido.
—Intuyo que funciona de forma parecida a la innovadora idea de Lilia de practicar los cortes con magia en vez de con un cuchillo cuando se hace magia negra. Una fuerza concentrada y proyectada con rapidez suficiente puede atravesarlo todo menos el escudo más resistente.
—El espía dice que un ejército igrés tendría muy pocas posibilidades de sobrevivir a una travesía del desierto —le recordó Kallen—. Y sabemos que ellos no poseen conocimientos de magia negra ni piedras mágicas.
Mientras Balkan sacudía la cabeza, Osen se volvió hacia la ventanilla con cara de impaciencia.
—No son los igreses los que me preocupan —dijo Balkan—. El fuego de mina que utilizó Cery el ladrón era distinto del que suelen…
—Tendremos que dejar la discusión para otro día —dijo Osen, apartando la vista de la ventanilla—. Hemos llegado.
El carruaje aminoró la velocidad hasta detenerse, y la portezuela se abrió. Osen exhaló un pequeño suspiro de alivio cuando Balkan se apeó. Kallen, Sonea y él lo siguieron. Se encontraban en un pequeño patio interior del palacio adonde llevaban a los magos cuando el rey no deseaba perder el tiempo con recibimientos formales. El otro carruaje ya se alejaba, y sus ocupantes habían entrado en el edificio.
Un ujier del palacio los hizo pasar por una puerta a una sala suntuosamente decorada, y luego los guió por un pasillo hasta un comedor. Sonea ya había comido allí en varias ocasiones, con otros magos superiores, unas veces como invitada del rey, otras para reunirse con visitas extranjeras importantes. Hoy no había otros comensales más que los magos superiores y cuatro de los consejeros no-magos del rey. Rothen sonrió e inclinó la cabeza cuando ella lo vio sentado en un extremo de la mesa. Mientras Osen, Balkan, Kallen y ella ocupaban las cuatro sillas libres, un hombre entró en la estancia con paso decidido, y todos se pusieron en pie.
—Majestad —empezó a decir Osen.
El rey agitó la mano.
—Siéntense. Tienen decisiones importantes que tomar, y considerando la rapidez con que deliberan los magos, será mejor que empiecen sin más demora.
Sonea reprimió una sonrisa al oír su tono cáustico. El monarca se dirigió a la cabecera de la mesa y apoyó las palmas de las manos en su superficie.
—Ayer llegó la nueva embajadora sachakana. Como bien saben, es una maga negra… o, como dice ella, una maga «superior». Saben también que el hecho de que ella no sea miembro del Gremio la convierte en maga renegada. Así pues, su mera presencia infringe dos de nuestras leyes más serias sobre la magia.
»Por lo tanto, o la envío de vuelta a Sachaka, o modificamos nuestras leyes.
Hizo una pausa para pasear la vista en torno a la mesa, mirando a cada mago a los ojos.
—Como no tengo la intención de expulsarla, será mejor que cambiemos nuestras leyes. Por eso están ustedes aquí. Llevan meses discutiendo sobre esto, y es hora de que lleguen a un acuerdo. Antes de que termine el día, entre ustedes y mis consejeros elaborarán nuevas leyes que permitan que magos extranjeros y ajenos al Gremio vivan y comercien aquí de forma legal pero con restricciones eficaces y viables. Dichas restricciones deben regular tanto el uso de la magia negra como la posesión de gemas mágicas. Sus antecesores tenían buenas razones para temer la magia negra, pero nosotros necesitamos un método de control mejor que la prohibición.
»Por otro lado, algunos me han recalcado que las gemas ponen la magia al alcance de los no-magos, y que no queremos que estos sigan el ejemplo de los igreses y decidan erradicar a los magos de las Tierras Aliadas. Aunque creo que sería improbable que lo lograran, no quiero tener que enfrentarme a un levantamiento civil. Por eso debemos instaurar algunas normas relativas a las gemas, aunque solo sea para evitar que los ladrones las consigan. Que la historia del renegado Skellin les sirva de advertencia: debemos mantener la magia alejada de los bajos fondos.
»También confío en que estas leyes contribuyan a mejorar el comportamiento de los magos del Gremio. La corrupción entre las filas del Gremio que la craña ha destapado pone de manifiesto que algunos magos no son inmunes al vicio o a enriquecerse a costa de otros. Ha llegado el momento de poner coto a sus excesos y actividades. —El rey irguió la espalda—. Tienen mucho que discutir, así que los dejo. Preséntenme un resumen de sus avances al mediodía. —Tras echar una última ojeada en torno a la mesa, dio media vuelta y salió del comedor con grandes zancadas.
Todos se quedaron callados, escuchando los pasos del rey apagarse en la distancia, hasta que Osen carraspeó y miró a los consejeros.
—Si les parece aceptable, yo presidiré las conversaciones.
Los consejeros asintieron. Cuando Osen comenzó a hablar, una tristeza inesperada invadió a Sonea. «Todo vuelve a cambiar, como sucedió tras la Invasión ichani, cuando sabíamos que debíamos aceptar la magia negra como nuestro único medio de defensa, y renovar el Gremio admitiendo a aprendices de clase baja. Esto tuvo muchas consecuencias imprevistas, como las luchas entre ladrones o la de las barriadas por la ciudad. Podemos intentar dictar leyes que controlen los cambios que traerán consigo las gemas mágicas y la alianza con Sachaka, pero tendrán efectos que no somos capaces de predecir».
Lo único que podían hacer era intentarlo. Y, en su caso, tratar de asegurarse de que, cuando Lorkin regresara a Kyralia, aunque solo fuera de visita, él y la familia que quizá tendría algún día estuvieran a salvo y fueran bien recibidos.