Capítulo 31

«Ésa expresión atormentada vuelve a reflejarse en la mirada de Anyi», advirtió Lilia cuando salió de su dormitorio. Se arrodilló junto a la silla y abrazó a su amiga. Ésta se sorbió y se volvió hacia ella.

—Sé que lo enterrasteis en el bosque, pero eso no está bien. Sus restos tienen que reposar con los de su familia.

—¿Dónde están enterrados?

—No estoy segura. Gol debe de saberlo.

Lilia la besó. Cuando los brazos de Anyi empezaban a rodearla, unos golpes en la puerta las dejaron paralizadas. Lilia se apartó con un suspiro. Se puso de pie y proyectó un poco de magia hacia la puerta para abrirla.

—Gol —dijo Anyi con evidente alivio cuando el hombretón entró seguido de lord Rothen—. ¿Cómo te ha ido?

Gol se sentó.

—Las cosas están volviendo a la normalidad rápidamente. Los ladrones, que ya no se hacen llamar «príncipes», están recuperando lo que controlaban antes… y apoderándose de todo lo que pueden. Si quieres hacerte con el territorio de Cery, tienes que espabilarte.

Anyi frunció el ceño.

—¿Trabajará para mí su gente?

Gol asintió.

—Aquellos a los que se lo he preguntado se han mostrado muy interesados. Te prefieren a ti antes que a cualquiera de los vecinos. El hecho de que seas hija de Cery ayuda, pero en algunos sentidos dificultará las cosas. A Cery ya no le quedaban favores que cobrarse, y debía muchos, pero tenía dinero guardado y era respetado por cumplir su palabra.

Lilia se fijó en la cara de Anyi, y se le hizo un nudo en el estómago al ver que la expresión de su amiga se endurecía.

—Lo haré. —Alzó la vista hacia Gol—. Pero solo si me echas una mano.

Gol sonrió.

—Esperaba que me lo pidieras. Aunque no es que no tenga ganas de jubilarme.

—Te estoy jubilando —repuso Anyi—. No serás mi guardaespaldas, sino mi segundo. Como lo eras para mi padre. No sé por qué no acababa con esa farsa y simplemente te llamaba así.

—Para no convertirme en un objetivo prioritario de sus enemigos —le explicó Gol.

—Pues ya no puedes seguir fingiendo que eres un guardaespaldas. No colará que haya elegido a uno que me dobla la edad.

Gol cruzó los brazos.

—Todavía puedo batirte cuando quieras.

Anyi se puso de pie.

—¿Ah, sí? Comprobémoslo…

—Siento interrumpir —terció Rothen—, pero ¿puedo sugerir que pongáis a prueba esa teoría en algún sitio que no sean los aposentos de Sonea? Además, los magos superiores no verían con buenos ojos que llegáramos tarde, sobre todo después de que insistiéramos en celebrar esta reunión lo antes posible.

Anyi posó la mirada en él con aire pensativo, y luego en Lilia. Tenía una expresión de disculpa.

—Lo siento, Lilia, pero si he de ocupar el lugar de mi padre, no puedo asistir a esa reunión.

Lilia la miró con fijeza.

—Pero… necesitamos que cuentes tu versión.

—No, no es verdad. Dará lo mismo si la contáis lord Rothen o tú —aseveró Anyi, muy seria—. Sabemos que Skellin tenía aliados en el Gremio. ¿Quién sabe qué ladrón ha adoptado o heredado esos aliados? Si esos espías no saben qué aspecto tengo, más vale que sigan sin saberlo. Y si lo saben, será mejor que no se lo recuerde.

A Lilia se le había acelerado el pulso.

—Pero… ¿cómo nos veremos? Se supone que no debo salir del recinto del Gremio. En cuanto el Gremio se entere de que había un ladrón viviendo en los túneles y de que Skellin estuvo allí, cegarán todos los pasadizos.

Anyi se acercó a Lilia y la abrazó.

—Ya encontraremos otras maneras. No habrás creído que podríamos vivir juntas aquí, ¿verdad?

—Supongo que no.

—Pronto te graduarás. Entonces te dejarán salir de los terrenos del Gremio. Quizá incluso te permitan vivir en la ciudad, como otros magos. Pase lo que pase, seguiremos viéndonos. Nadie impedirá que estemos juntas. —Anyi se apartó y se volvió hacia Gol—. Me iré por la otra salida. Tú no cabes allí, y puede que alguien te haya visto entrar, así que más vale que salgas con Rothen. Nos vemos en el local de Donia.

—¿Seguro que quieres salir por allí? —preguntó Gol.

Anyi asintió.

—No me pasará nada.

—Bueno, pero… no olvides mantener tapada la llama del farol. No sé cuánto polvo de mina se derramó.

Anyi hizo un gesto afirmativo y miró a Lilia con expectación. Ésta captó la indirecta, se encaminó hacia la puerta y salió, con Rothen y Gol a la zaga. Al volverse, vio que Anyi se despedía con la mano antes de cerrar la puerta. «Espero que consiga regresar a la ciudad sin sufrir ningún percance».

No dejó de preocuparse por todo ello durante el camino al despacho del administrador. Dieron un rodeo para pasar por delante de la universidad, donde Rothen pidió un carruaje para Gol. Cuando llegaron frente a la puerta del despacho de Osen, se encontraron con Jonna, que los esperaba. Aunque la sirvienta estaba un poco pálida, sonrió y le estrechó la mano a Lilia con suavidad mientras Rothen llamaba a la puerta.

—Ya he hecho esto antes —le recordó Lilia a Jonna en un susurro.

—Pues yo no —replicó Jonna.

La puerta se abrió hacia dentro, y los tres entraron en una habitación repleta de magos superiores.

—Ah, bien —dijo Osen mientras Lilia y Jonna le dedicaban una reverencia. Arrugó el entrecejo—. ¿No hay más personas que quieran presentar testimonio, lord Rothen?

—No, administrador —respondió Rothen—. Quizá desee usted interrogar más tarde a la tripulación que permanece detenida desde hace dos días, pero por el momento creo que lady Lilia, Jonna, la criada de Sonea, y yo podemos referir los acontecimientos y tratar todas las cuestiones relacionadas sin repeticiones innecesarias.

—De acuerdo. ¿Quién empieza?

—Me parece que lady Lilia es la más indicada para explicar cómo comenzó todo —dijo Rothen, volviéndose hacia ella.

Lilia respiró hondo.

—Desde hace algún tiempo, Anyi, mi amiga y guardaespaldas de Cery el ladrón, me visita en el Gremio a través de los pasadizos subterráneos… —Al observar los rostros de los magos superiores, Lilia vio que entornaban los ojos y tensaban la mandíbula, pero cuando les habló de la llegada de Cery y de su guardaespaldas herido, algunas expresiones se ablandaron y se tornaron comprensivas. Kallen frunció el ceño, pero ella no supo si era un gesto de desaprobación por haberle ocultado este secreto, o de culpabilidad por haber ocasionado aquella situación con su incapacidad de encontrar a Skellin.

Algunos sonrieron al escuchar el plan que Cery había urdido para entregarles a Skellin en bandeja. Pero todo rastro de diversión desapareció de su semblante cuando Lilia les relató el fracaso de la trampa, la muerte de Cery y el secuestro de Anyi, y para su satisfacción, percibió desagrado en todas las caras cuando repitió la afirmación de Skellin de que tenía informadores en el Gremio.

Después cedió la palabra a Rothen, que les reveló sus planes para rescatar a Anyi sin la ayuda o el visto bueno del Gremio por temor a alertar al contacto de Skellin. Se interrumpió al llegar al punto en que Lilia subía a bordo del barco y posó la vista en ella para invitarla a narrar el final de la historia.

Le resultó más duro de lo que esperaba describir el modo en que había vencido a Skellin y a Lorandra. «Maté a alguien con magia negra. Por otra parte, el fin de Skellin no fue tan horrible como el de Lorandra». De vez en cuando le venían a la memoria los alaridos de la mujer. Lo que había olvidado con facilidad en su día se había convertido en un recuerdo que se negaba a desvanecerse.

Cuando terminó, surgieron las cuestiones inevitables.

—Saliste del recinto y utilizaste magia negra sin permiso —la acusó lady Vinara.

Lilia asintió y agachó la cabeza.

—De hecho, no fue así —repuso Rothen—. Yo le di permiso para hacer ambas cosas.

—Debería haber obtenido la autorización de todos los magos superiores, o al menos del Gran Lord —dijo Osen, pero entonces sonrió y extendió las manos a los costados—. Por otro lado, existían razones para sospechar que había personas corrompidas entre nosotros. Lo mejor era obrar con prudencia en este caso.

—Si Lilia va a desempeñar las funciones de maga negra en el futuro, no debe depositar una confianza ciega en nosotros —convino Kallen.

Balkan asintió.

—Estoy de acuerdo. Es más importante que descubramos quién es el informador de Skellin.

—Disponemos de una nueva pista: el mago que entretuvo a Jonna cuando ella estaba buscando a Lilia —señaló Vinara. Se dirigió a la sirvienta—. ¿Quién era?

Los ojos de Jonna se desorbitaron cuando todas las miradas se centraron en ella. Entonces miró hacia el otro extremo de la habitación.

—Lord Telano.

Todos se volvieron hacia el director de estudios de sanación. Tras recorrer la habitación con la vista, él alzó las manos en un ademán de exasperación.

—Fue una casualidad —protestó—. Sí, la ayudé a encontrar a lady Lilia y me equivoqué al indicarle el aula. Eso no demuestra nada.

—Pero es interesante, sobre todo a la luz de su comportamiento reciente —dijo Vinara—. Eso explicaría por qué…

—Un momento —la cortó Osen—. Lady Lilia, Jonna, ¿tienen algo más que declarar? —Como ellas sacudieron la cabeza, él asintió—. Esperen fuera, por favor.

—Lilia debería quedarse —dijo Kallen—. Podríamos necesitarla.

Lilia clavó los ojos en él, sorprendida. «Está claro que si fuera un espía de Skellin, no querría que me quedara». Osen escrutó a los otros magos, y a ella la asombró aún más comprobar que la mayoría asentía. Todos menos Telano. ¿Qué había dicho Vinara? «… a la luz de su comportamiento reciente…». ¿Qué había hecho él?

—Muy bien —dijo Osen—. Quédate, Lilia.

Jonna interpretó esto como su señal para marcharse. Rothen se acercó a una silla vacía y se sentó, de modo que ya nadie estaba de pie salvo Lilia. Todos habían devuelto su atención a Telano.

—Lord Telano —dijo Vinara—. ¿Era usted el informador de Skellin en el Gremio?

—No —contestó él con firmeza.

—Entonces, ¿por qué casi toda la craña que han adquirido los magos y aprendices tenía su origen en usted?

—¿Por qué le han visto mis ayudantes visitar a miembros de los bajos fondos y volver con paquetes? —inquirió Kallen.

—Me gusta fumar craña —dijo Telano, alzando las manos de nuevo—. Como a otros. Ninguna ley lo prohíbe.

—Eso pronto cambiará —aseveró Vinara en voz baja.

—Pero sí que hay una ley que prohíbe colaborar con delincuentes —señaló Osen.

—Yo no he colaborado con nadie. Resulta que solo he comprado sus productos. Muchos magos lo hacen, a menudo sin saberlo. —Hizo un gesto hacia Lilia—. Ella ha trabajado conscientemente para un ladrón, y nadie se lo recrimina.

—Ya llegaremos a eso —le aseguró Vinara—. Ya lleva un tiempo defendiéndose con este argumento, lord Telano, pero esto no justifica su intento de destruir nuestra cosecha de craña. Para ser alguien a quien le gusta consumirla, resulta… extraño.

Él sacudió la cabeza.

—Creía que los ladrones se habían infiltrado aquí.

—¿En serio? No fue esa su excusa cuando le pillamos la primera vez.

—No sabía en quién confiar. Cualquiera podía ser su cómplice. Después de todo, ahora se ha confirmado que hay un espía en el Gremio.

—Una sencilla lectura mental demostrará su inocencia —dijo lord Peakin.

Se hizo el silencio. Al echar un vistazo alrededor, Lilia vio expresiones tanto de renuencia como de esperanza. «Ya hace tiempo que desean que esto ocurra, pero les preocupan las consecuencias si se descubre que es inocente. Como mínimo les guardará rencor por haber desconfiado de él».

Pero ¿y si era culpable? Las consecuencias serían aún peores.

—¿Acepta usted…? —empezó a preguntar Osen.

—No —respondió Telano, y la palabra resonó en la habitación.

—Su negativa a cooperar no despeja nuestras dudas —señaló Osen.

—Entonces degrádenme. —El tono de Telano estaba cargado de aspereza.

—No. —Todas las miradas se posaron en Balkan. El Gran Lord estaba sentado con los codos sobre los brazos de su sillón, y tenía juntas las yemas de los dedos—. Ahora que Sachaka está en poder de los Traidores y se requiere nuestra atención fuera de nuestras fronteras, necesitamos zanjar este asunto. Kallen, léale la mente.

La sorpresa se apoderó del ambiente. Telano había abierto mucho los ojos, pero recuperó la compostura enseguida. Cuando Kallen se levantó, el director de estudios de sanación se puso de pie lentamente.

—Bien, si insiste en ello… Al menos tenemos algo en común —farfulló.

Lilia inspiró bruscamente.

—No… no estoy segura de que sea una buena idea —se obligó a decir, bajando la vista mientras todos centraban su atención en ella—. En algunas ocasiones me ha asaltado la sospecha de que el Mago Negro Kallen es… el contacto.

Esto suscitó un murmullo de asombro y frustración.

—Podríamos esperar a que vuelva Sonea —sugirió alguien.

Lilia se obligó a mirar a Kallen a los ojos. Éste sonrió.

—Como ya he dicho, necesitaremos a Lilia. Recelar de mí pronto figurará entre sus responsabilidades. Propongo que me lea la mente también, para tranquilizar a todos.

Lilia lo contempló, presa de la duda y de un ligero sentimiento de culpa. «Si es inocente, me sentiré fatal por haber dado a entender que es el informador de Skellin, después de todo lo que me ha enseñado. Pero, si no lo es…, ¿aprovechará esta oportunidad para extorsionarme en secreto?».

Osen movía la cabeza afirmativamente, al igual que Balkan. Kallen le hizo señas de que se acercara. Ya no había manera de evitarlo. Si esta había sido la intención del mago negro desde el principio, ella había caído de lleno en su trampa. Con la boca seca, Lilia se aproximó a él. Kallen la tomó de las manos y, sin dejar de sonreír, las alzó hacia su cabeza.

—¿Te acuerdas de lo que tienes que hacer?

Ella asintió. Luego cerró los ojos.

Cuando finalmente se apartó de él, le resultó imposible saber cuánto tiempo había transcurrido. Se sentía culpable por haber desconfiado de él, pero sobre todo se sentía aliviada. «Ahora entiendo por qué el Gremio lo eligió a él. Se odia a sí mismo por no haber podido evitar volverse adicto a la craña…, y yo no tenía idea de que el ansia por fumarla fuera tan terrible. Tengo mucha suerte de no haberme enganchado». Él había expresado su admiración por el hecho de que Lilia se hubiera jugado la vida para salvar a Anyi, y ella había percibido la desesperación y la vergüenza que sentía por no haber sido capaz de encontrar a Skellin ni de ocuparse de él. «Se esforzó mucho por conseguirlo. Ahora lo sé. Puedo perdonarlo por haber fracasado».

También le había advertido que, si lord Telano era culpable, ella lo pasaría mal cuando le leyera la mente. Lilia se volvió hacia el mago. Éste paseó la mirada por el despacho y se puso de pie con expresión ceñuda. Se puso rígido cuando ella extendió los brazos para tocarle las sienes.

No fue agradable. Él intentó bloquearla. Intentó pensar únicamente en otras cosas, cosas que la horrorizaran para que desviara su atención. Intentó mostrarle mentiras. Pero ella no se dejó engañar. Vio dónde se había iniciado todo, en las casas de braseros. Vio que los proveedores le habían aconsejado que evitara adquirir la craña a través de las Casas y que la comprara directamente en los bajos fondos. Vio que había comenzado a preocuparle que el Gremio adoptara una posición contraria a la droga, así que había empezado a incitar a cada vez más magos a consumirla para que se opusieran a una posible prohibición. Todos sus pensamientos estaban impregnados de una dolorosa ansia de craña. Telano temía no poder comprarla ahora que Lilia había matado a Skellin. La detestaba por ello. Su único consuelo era que muchos otros magos tendrían que sobrellevar el mismo sufrimiento.

Fue un alivio para Lilia retirarse de la mente del hombre y volver a la habitación. Cuando comunicó lo que había descubierto a los magos superiores, se preguntó cómo era posible que la craña hubiera tenido ese efecto en Telano, que sin duda había sido una persona de integridad intachable, pues lo habían nombrado mago superior —además de sanador—, y que en cambio Kallen no se hubiera corrompido y ella no se hubiera vuelto adicta. «Habría sido más fácil para el Gremio tomar una decisión respecto a la craña si los resultados hubieran sido siempre los mismos».

—Miente —declaró Telano—. Es su palabra contra la mía, y ella ya ha reconocido haber colaborado con un ladrón.

—Le hemos dado la oportunidad de someterse a una lectura mental sencilla —replicó Osen—. ¿Ha cambiado de idea?

Telano fijó la vista en él y enderezó la espalda.

—No. Demostraré mi inocencia de formas más convincentes.

—Ya tendrá la ocasión, cuando celebremos una Vista para juzgarle —dijo Osen. Se volvió hacia Kallen—. Llévenselo.

Con semblante huraño, Telano salió escoltado del despacho. Lilia aguardó incómoda mientras los magos superiores intercambiaban miradas.

—¿Has visto indicios de que haya otros espías en el Gremio, Lilia? —le preguntó Osen en voz baja.

Ella negó con la cabeza.

—Menos mal. —El administrador se dirigió a los demás—. Debemos esperar a que regrese Sonea para convocar la Vista, pero también anunciar la ilegalización de la craña y nuestra intención de hallar una cura lo antes posible. —Miró a Vinara—. Quiero que implique usted a Sonea en la búsqueda de ese remedio. —La mujer arrugó el entrecejo y abrió la boca para objetar, pero Osen la acalló levantando la mano—. Fue la primera en identificar el problema, y ya es hora de que ustedes dos empiecen a trabajar juntas. También es la mejor manera que se me ocurre de mantenerla ocupada para que no interfiera en los asuntos de Sachaka.

Lilia frunció el ceño. «¿Por qué habrían de…?». Vio que Vinara la señalaba con un movimiento de la cabeza, y Osen le dirigió su atención.

—Gracias, Lilia. Necesitaremos que declares en la Vista, pero por ahora, puedes marcharte.

Lilia le dedicó una reverencia y se encaminó hacia la puerta. Cuando pasó junto a Rothen, este le sonrió e inclinó la cabeza.

«Todo ha terminado —pensó ella—, dentro de lo que cabe. Anyi está tan a salvo como puede estarlo un ladrón, que no es mucho, pero la situación es mejor que cuando Skellin andaba suelto. Ahora podré finalizar mis estudios. Aunque no puedo elegir lo que haré después, ya no me importa tanto, siempre y cuando pueda seguir viéndola».

No sabía cómo lo conseguirían, pero de una cosa estaba segura: Anyi encontraría la manera.

Sonea se quitó del dedo el anillo de Osen y lo guardó.

—Vaya, eso ha sido interesante.

Regin, que miraba al exterior a través de la ventanilla del carruaje, se volvió hacia ella.

—¿Ah, sí? ¿Qué noticias tienes del Gremio?

—El mago renegado Skellin ha muerto, al igual que Lorandra, su madre. Aún no conozco los detalles. Osen dice que ya me los contará cuando llegue.

—Son buenas noticias.

—Sí, pero también hay una mala. Lord Telano estaba trabajando como espía de Skellin y se había convertido en el proveedor principal de craña para el Gremio. Han bloqueado sus poderes y lo han instalado en la atalaya.

Regin arqueó las cejas.

—¿Telano? ¿El director de estudios de sanación?

—El mismo. ¿Quién lo iba a decir? —Sacudió la cabeza—. La única consecuencia positiva de esto es que por fin han prohibido la craña.

—¿Y los magos que son adictos a ella?

—Vinara ha conseguido semillas de la planta, para que el Gremio pueda ayudar a los magos a dejarla poco a poco. Además, está buscando un remedio. Osen quiere que le eche una mano. —Sonea contempló el páramo por la ventanilla—. Ahora entiendo por qué ha insistido tanto en que yo regresara a Imardin.

Regin sonrió.

—Estoy seguro de que no es la única razón.

—¿Por qué? ¿Qué otra razón puede tener?

Él se encogió de hombros y desvió la mirada.

—Lilia aún no es tan poderosa como Kallen. Tú eres la única que puede mantenerlo controlado.

—Ah. Kallen. —Sonea torció el gesto—. Hasta que lo has mencionado, yo estaba deseando llegar al Gremio.

Regin se giró apoyando el codo encima del respaldo.

—Tenía la impresión de que querías hacerte cargo de la sanación en Sachaka. Fundar un hospital, tal vez.

Sonea sacudió la cabeza.

—No, en realidad, no. Me gustaría que las cosas cambiaran para mejor en Sachaka, pero no creo que me necesiten para ello. Lo que pasa es que… no quiero estar tan lejos de Lorkin. —Suspiró—. ¿Estás ilusionado por ver a tus hijas?

Él se encogió de hombros.

—Sí, pero tampoco me necesitan. Para serte sincero, no me hace ninguna ilusión volver.

—¿No? ¿Quieres quedarte aquí?

—No exactamente, pero… —Entornó los ojos—. No estoy seguro de si lo he descubierto todo sobre ti.

Sonea lo contempló, parpadeando.

—¿Sobre mí? ¿Qué se puede descubrir sobre mí?

Regin enarcó las cejas.

—Oh, muchas cosas.

Ella se volvió hacia él con los brazos cruzados.

—¿En serio? ¿Qué has descubierto hasta ahora?

Él sonrió.

—Que te sientes atraída por mí.

Sonea clavó la vista en él y de pronto notó que el corazón se le aceleraba. «Maldito sea. ¿Cómo se ha enterado?». Respiró hondo, exhaló despacio y repasó mentalmente todas las maneras de rechazarlo con delicadeza que había pensado.

—Lord Regin, yo…

—También sé que tú te has dado cuenta de que yo me siento atraído por ti —la interrumpió Regin—. Eso te llevó un tiempo, aunque supongo que primero tuviste que perdonarme por haberme comportado como un canalla cruel e intolerante cuando era un aprendiz.

Esto no iba a resultar fácil. «Para ninguno de los dos», tuvo que reconocer ella.

—Regin, no me siento…

—¿Atraída por mí? —Alzó las cejas de nuevo—. Entonces, ¿lo niegas?

Tras vacilar por un momento, ella se obligó a ponerse derecha y a mirarlo directamente a los ojos.

—Sí, lo niego.

Él entornó los párpados.

—Mentirosa.

«¿Qué estoy haciendo mal?». Tras descruzar los brazos, ella intentó ponerlos en jarras, pero era demasiado complicado hacer eso en un coche en movimiento, así que se conformó con agitar un dedo frente a su cara.

—No te atrevas a llamarme mentirosa cuando…

Él soltó una carcajada.

—Ah, Sonea. De haber sabido que era tan divertido tomarte el pelo, habría empezado a hacerlo antes.

La sensación de pánico que había estado creciendo en el interior de Sonea remitió. «Solo está jugando conmigo. No habla en serio. —El alivio dio paso a la desilusión—. Oh, no seas tonta», se reprendió. Suspiró, se enderezó en el asiento y se reclinó en el respaldo.

—Puede que ya no seas un canalla cruel e intolerante, pero sigues siendo igual de manipulador, lord Regin.

Él se encogió de hombros.

—Bueno, vaya novedad. Espero que estés de acuerdo en que lo hago por una buena causa. —Se inclinó hacia ella—. Pero me gustaría saber qué tienes en contra de la posibilidad de que tú y yo seamos una pareja.

Ella hizo una pausa antes de responder. «Al menos quiere discutirlo de forma razonable. Tal vez deberíamos. Ventilar la idea y desterrarla de nuestras mentes».

—Sería… En fin, a muchas personas les parecería mal. Soy una maga negra, y tú… estás casado.

—¿Eso es todo? —Meneó la cabeza—. No esperaba que fueras tan tradicional. Sonea, la mujer que lo cambió todo; el Gremio, la sociedad kyraliana, nuestra perspectiva sobre la magia negra…, ¿se preocupa por los cotilleos?

—Por supuesto. Tardé años en ganarme la confianza de la gente. No puedo arriesgarme a perderla.

—No la perderás. Les complacerá más verte sentar la cabeza con otro mago.

Ella apartó la vista.

—Eso no lo sabes.

—Conozco los chismorreos de Kyralia mejor que tú —replicó él—. Tengo el dudoso honor de haberlos padecido en mi propia piel. —Exhaló un suspiro.

Al observarlo, Sonea notó que el corazón se le encogía ligeramente. Parecía desencantado. «Tal vez tenga razón. No, no sabe lo que los últimos veinte años han sido para mí, lo que es tener que soportar que la gente juzgue todos mis actos, a todos mis amigos o amantes. —Sin embargo, cuando le lanzó furtivamente otra mirada, advirtió que él estaba en lo cierto respecto a una cosa. Sí que lo encontraba atractivo—. Por absurdo que parezca».

—Bueno —dijo él en voz baja—. ¿La idea sería aceptable si me divorciara?

—¡No! —protestó ella, aunque no estaba segura de si era una reacción a su pregunta o a su insistencia en el tema.

—Tal vez debería expresarlo de otra manera. ¿Te parecería aceptable a ti si me divorciara? —Se inclinó hacia Sonea, que se volvió hacia él—. Si no importara la opinión de los demás, ¿me aceptarías?

Tenía los ojos fijos en los suyos. A ella no le sería fácil mentirle. Titubeó y abrió la boca para intentarlo.

Pero las palabras no salieron, porque de pronto él la estaba besando. Mientras Sonea se quedaba helada, él la rodeó con los brazos para atraerla hacia sí y ella se percató de que en aquel momento le fallaba demasiado la coordinación para impedirlo. Su cuerpo, como si tuviera voluntad propia, se relajó ante la calidez de Regin.

Ella tuvo que reconocer que era un beso muy bueno. Se sintió decepcionada cuando se acabó, aunque estaba un poco sofocada. Él la miró, pero no con la confianza en sí mismo que había mostrado unos momentos antes. «Me soltará ahora mismo si se lo pido.

»No quiero pedírselo».

Intentó pensar alguna otra cosa que decir.

—Aún no te has divorciado —le recordó.

—En eso te equivocas —repuso él con una sonrisa—. El rey me concedió el divorcio antes de la partida.

—¿Qué? ¡No me lo habías dicho!

—Claro que no. Te conozco demasiado bien. Habrías adivinado mis intenciones y habrías guardado las distancias —alegó él—. Bueno, más de lo habitual.

—Lo tenías planeado desde un principio. Serás intrigante, manipulador…

—Siempre por una buena razón —dijo él antes de besarla de nuevo.

Cuando Lorkin llegó a la entrada de los aposentos de Savara, la reina alzó la vista de los papeles que estaba leyendo y sonrió. Lorkin se detuvo y se llevó la mano al corazón, pero ella hizo una mueca y agitó la mano para instarlo a pasar.

—No hagas eso. Nadie te mira. Y Tyvara te está esperando —dijo.

Él se dirigió hacia la habitación que compartía con Tyvara. Llamó con suavidad a la puerta y, al oír una respuesta débil, la abrió. La joven yacía en la estrecha cama leyendo otros documentos y vestida únicamente con un corto camisón. Lorkin cerró la puerta, apoyó la espalda en ella y esperó no tener que moverse de allí durante un buen rato.

Ella levantó la mirada y puso cara de exasperación.

—Deja de hacer el tonto.

—No puedo —dijo él.

—Muy bien. Quédate ahí. Ya te aburrirás tarde o temprano.

—Lo dudo.

Ella intentó ignorarlo, pero él se percató de que movía los ojos de un lado a otro sin posarlos en la hoja. Al final, los cerró, suspiró y lo miró de nuevo.

—Supongo que existirá un modo de conseguir que dejes de hacer el tonto que resulte placentero para ambos.

Él abrió mucho los ojos con inocencia fingida.

—¿Placentero para ambos?

—Y tanto. Ven aquí, que experimentaremos un poco con tu nuevo don. Sospecho que puede tener aplicaciones que resulten placenteras para los dos.

Al cabo de un rato, Lorkin estaba tendido en el suelo, junto a ella, utilizando la ropa de cama a modo de colchón, lo que no era muy cómodo. Si ya estaba cansado antes, ahora lo estaba mucho más, pero se trataba de un cansancio agradable, por lo que resistió el impulso de mitigarlo valiéndose de la magia.

—Definitivamente necesitamos una cama más grande —comentó Tyvara.

—Sí.

—¿Cómo están nuestros embajadores?

Lorkin contuvo una sonrisa. Savara había empezado a referirse a Dannyl y a Tayend como «nuestros» embajadores al día siguiente de conocerlos.

—Bien. Estaban en la biblioteca, contentos como niños con zapatos nuevos. Creo que acababan de encontrar algo que servirá para el libro de Dannyl.

—¿Esos dos son lo que yo creo? ¿Son pareja?

—Lo fueron. Durante mucho tiempo, de hecho. Hasta que Dannyl vino aquí. Rompieron, pero no sé por qué.

—¿Y ahora?

Lorkin se encogió de hombros.

—No lo sé. Vuelven a parecer muy unidos, aunque también lo parecían justo antes de que Dannyl viajara hasta aquí, así que no confío mucho en mi juicio sobre ellos. —Frunció el ceño—. Por otro lado, antes se palpaba una tensión entre ellos de la que ya no queda rastro.

Ella se volvió hacia él.

—¿No vas a preguntarme de qué quería hablar Savara?

Él se tendió de costado.

—¿De qué quería hablar Savara?

—Hemos hablado de sus planes para Sachaka.

—Menuda sorpresa.

Tyvara le propinó un codazo suave en las costillas.

—Escúchame. Según nuestros cálculos, las fincas de campo por el momento subsistirán valiéndose de sus propios recursos, casi sin ayuda exterior. Todavía nos quedan algunas por liberar. Estaban demasiado lejos de nuestro camino para que nos ocupáramos de ellas durante nuestro avance hacia Arvice. Cuando lo hayamos hecho, nuestro principal desafío será recuperar el páramo.

»Pero antes tenemos que arreglar la ciudad. No está preparada estructuralmente para los cambios que hay que introducir. Está formada casi íntegramente por mansiones, porque los ashakis eran autosuficientes en general. Aunque en cada mansión caben muchos ex esclavos, tarde o temprano querrán tener sus propios hogares. También nos interesa que las personas que ejercen el mismo oficio trabajen juntas. Eso significa que habrá que derribar muchos edificios y construir otros.

—Eso nos llevará años.

Ella asintió.

—Mientras tanto, tenemos que entablar buenas relaciones con las Tierras Aliadas. A Savara le preocupa que otros países se enteren de la agitación que reina aquí e intenten aprovecharse de ella. Tal vez no inicien una invasión, pues cabe esperar que las piedras los disuadan de intentarlo, pero hay otras formas, por medio del comercio y la política, de entorpecer el progreso de un país nuevo que se recupera de una guerra.

Lorkin contuvo la respiración. Ésa era la misión que la reina anterior le había encomendado. Era aquello para lo que estaba mejor preparado. Conocía las costumbres y la mentalidad tanto de los Traidores como de las Tierras Aliadas.

—Savara ha decidido enviarme a Kyralia para que siga explorando las opciones comerciales y la posibilidad de establecer una alianza —anunció Tyvara.

Él se quedó mirándola con una confusión que dejó paso a la desilusión y luego a la consternación.

—¿Me estás diciendo que…?

—Sí. —Tyvara sonrió—. Nos vamos a Kyralia. Serás mi ayudante y mi guía.

Él suspiró. «Bueno, no es lo que esperaba, pero supongo que no está mal».

—Ah, Lorkin. —Alargó el brazo para acariciarle la mejilla—. A ti jamás te habrían elegido para desempeñar ese papel. No has sido Traidor durante el tiempo suficiente para negociar en nombre de los Traidores.

—Y soy un hombre.

Ella asintió.

—Sí, eso también.

—Sin duda eres consciente de que ningún otro país funciona así. Las cosas que vosotros creéis que los hombres no somos capaces de hacer son las mismas que el resto del mundo cree que las mujeres no pueden hacer.

—Lo sé. Tendrán que acostumbrarse a nosotros, y nosotros a ellos. —Se rió—. Además, si algún día he de ser reina, como pretende Savara, no puedo dejar que me vean en público cediendo ante un hombre. Y menos aún si es kyraliano.

A Lorkin el estómago le dio un vuelco.

—¿Estás… estás planeando convertirte en reina?

—Es Savara quien planea convertirme en reina. —Levantó y bajó los hombros—. No estoy segura de que quiera serlo. Pero pueden cambiar muchas cosas. Si eso llega a ocurrir, será dentro de mucho, mucho tiempo, espero. Confío en que ella viva tantos años como Zarala. Ser reina implica una gran responsabilidad, y hay muchas cosas que quiero hacer antes. Tener hijos, por ejemplo. —Ladeó la cabeza ligeramente—. ¿Te parece un proyecto de vida atractivo?

Él sintió vértigo al plantearse las posibilidades. «Todo esto parece un poco irreal. Yo solo quiero estar con Tyvara. Y…, sí, tener hijos algún día sería estupendo». Posó la vista en ella y una sensación reconfortante lo invadió de nuevo.

—Me parece maravilloso. Bueno, salvo el detalle de que tú y yo vamos a estar al mando de un país entero. Pero supongo que si los Traidores toleran la idea de tener un rey kyraliano…, no hay problema, lo soportaré si eso significa que pasaré el resto de mi vida contigo.

Ella puso los ojos en blanco.

—Tú no serás rey. Nosotros no tenemos reyes.

—¿Ni siquiera reyes consortes?

—No. ¿De verdad albergabas la esperanza de ser rey?

—Claro que no. No se me ocurre nada peor. —Sonrió de oreja a oreja—. Aunque la verdad es que me parece injusto. Apuesto a que el esposo de la reina tiene que trabajar sin descanso sabiendo que nunca se jubilará, entrevistarse con personas fastidiosas, asistir a ceremonias y actos aburridos y escuchar las quejas de su mujer sobre lo dura que es la vida y a la vez obedecer hasta su último capricho y cuidar de sus hijos mientras ella hace cosas de reina. Y además sin que nadie reconozca su mérito. —Seguramente lo mismo que tenía que soportar la reina de Kyralia, pensó de pronto.

Tyvara hizo un gesto despreocupado.

—Ninguno de ellos se ha quejado.

Lorkin soltó un resoplido.

—Los Traidores no sois tan igualitarios como presumís. Pero, como tú dices, pueden cambiar muchas cosas.

Ella le asestó otro codazo en las costillas, esta vez con fuerza.

—No tantas. Y ahora, adecentemos la cama y durmamos un poco, que mañana tenemos mucho que hacer.