Capítulo 23

Dannyl caminaba de un lado a otro de sus aposentos, nervioso.

«Debe de haber alguna manera de advertir a Achati sin revelar cómo sabemos que los Traidores se aproximan. —Tardarían unos días en llegar, y ellos tenían que comportarse con normalidad, así que Tayend se había ido a ver a un mercader ashaki, y Merria estaba pasando la tarde en el mercado con una amiga que no se había marchado aún de la ciudad, dejando a Dannyl cavilando sobre su dilema a solas—. Podría asegurarle que uno de los esclavos me ha dicho que los Traidores vienen hacia aquí. O que me ha entregado un mensaje. Pero ¿y si eso lleva a los ashakis a torturar a más esclavos?».

Un movimiento en la puerta captó su atención. Al volverse, vio a Kai postrarse en el suelo.

—El ashaki Achati ha venido a verle.

«¡Está aquí! —Dannyl se animó por un instante, pero enseguida se desmoralizó de nuevo—. Y todavía no he encontrado una solución. —Sacudió la cabeza—. Bueno, solo ha pasado medio día. Aunque se me ocurriera algo, tendría que exponérselo a Tayend primero, así que por el momento debo actuar como si no supiera nada, de todas maneras».

—Que traigan vino y algo de comida.

El esclavo se levantó y se alejó a toda prisa. Dannyl enfiló el pasillo y avanzó con paso decidido hacia la sala maestra. Una oleada de afecto lo recorrió cuando Achati se volvió y le sonrió.

—Embajador Dannyl.

—Ashaki Achati —saludó Dannyl con una inclinación de cabeza—. Es un placer volver a verte.

La sonrisa del sachakano se desvaneció.

—Ah, espero que no deje de serlo. —Suspiró—. Traigo noticias.

—¿Buenas o malas? —Dannyl lo guió hasta un taburete y se sentó en su sitio habitual.

Achati reflexionó.

—No son buenas. Ni muy malas. Podrían reportar alguna ventaja.

—Ahora te pones misterioso.

—Solo respondo a tu pregunta. —A Achati se le arrugaron las comisuras de los ojos, y se le alisaron cuando adoptó un aire grave. Aparecieron dos esclavos con el vino y la comida. Achati esperó a que se marcharan antes de hablar de nuevo.

—Los Traidores se han atrevido a bajar de las montañas y han comenzado a atacar fincas de todo el país —dijo en voz baja—. Han matado a todos los magos con los que se han encontrado y se dirigen hacia Arvice. Por lo visto, están decididos a hacerse con el control de Sachaka.

Dannyl sintió un gran alivio que esperó que no se le notara mucho. «¡Lo sabe! No tengo que advertírselo. Pero no puedo reconocer que ya lo sabíamos. —Tomó un buen trago de vino, pensando qué responder—. Al menos, no puedo fingir sorpresa. Él ha mencionado alguna vez la posibilidad de que los Traidores se rebelaran».

—Suponías que esto podía suceder —dijo—, pero dudabas que fueran lo bastante fuertes para representar una amenaza.

—Sigo dudándolo. —Achati se encogió de hombros—. Por eso la noticia no es buena, pero puede llegar a jugar a nuestro favor. Es poco probable que los Traidores sobrevivan, así que por fin nos libraremos de ellos. Por desgracia, nos costará la vida de muchos hombres valiosos. El rey no quiere enviar tropas a reducirlos. Están atacando desde todas direcciones, por lo que intentar enfrentarnos a todos a la vez diezmaría nuestras filas. Ha enviado mensajes ordenando a los ashakis que se retiren a la ciudad con sus familias.

—¿Lo obedecerán?

Achati asintió.

—La mayoría, pero que lo hagan a tiempo es otra cuestión. Y ha surgido un contratiempo que no habíamos previsto. —Hizo una pausa para recorrer la habitación con la mirada—. Los esclavos han aprovechado la ocasión para rebelarse. La mayoría se ha fugado de las fincas justo antes de que llegaran los Traidores, pero unos cuantos han agredido a sus amos.

—¿Y se han salido con la suya?

—Solo en unos pocos casos, envenenándolos. Es una de las razones por las que te cuento esto. Ten cuidado con tus esclavos, embajador Dannyl.

El kyraliano contempló la copa que sostenía Achati. El hombre no había tomado ni un sorbo aún. ¿Temía a los esclavos de la Casa del Gremio? Aunque pertenecían al rey, eso no había impedido que espías Traidores se infiltraran entre ellos. Dannyl solo había bebido un poco de vino y no había probado bocado. Proyectó su mente hacia su interior pero no percibió señales de indisposición.

—Seguramente podría contrarrestar los efectos del veneno con magia sanadora —informó a Achati.

Éste rió por lo bajo y se llevó la copa a los labios.

—Una habilidad muy útil, esa que tienes.

Dannyl asintió.

—¿Tenemos algo que temer de los Traidores el embajador Tayend, lady Merria y yo?

Achati negó con la cabeza.

—No creo que tengan motivos para atacaros, mientras no os interpongáis en su camino. Si, por alguna desgraciada coincidencia, la cosa saliera mal y los Traidores llegaran a la ciudad… —Hizo una pausa y suspiró, dejando caer los hombros—. Confieso que temo que mi gente sea un peligro mayor para vosotros que ellos. El rey os ha tratado como si fuerais cómplices de los Traidores. Si los rebeldes causan muchos destrozos, algunos ashakis podrían venir aquí a tomar represalias. O, si la batalla se pone fea, tal vez intenten reponer sus reservas de energía.

Dannyl contempló a Achati con fijeza. Si el hombre admitía que su gente era capaz de eso…, el peligro debía de ser muy real.

—¿Qué podemos hacer?

Achati le sostuvo la mirada.

—Hay un buque amarrado en el puerto, el Kala. El capitán tiene instrucciones de admitiros a bordo a ti, al embajador Tayend y a lady Merria si así lo solicitáis. Os llevaría de vuelta a Kyralia.

«Pero Osen nos ha indicado que nos quedemos… Ah, no puedo decírselo sin revelarle que ya estábamos avisados sobre el ataque. Por otro lado, es posible que Osen cambie de idea cuando le hable de los temores de Achati».

—Gracias. Tendré que preguntar al Gremio qué quieren que hagamos. ¿Tú…? —Dannyl titubeó, preguntándose qué pensaría Osen de su propuesta. «Si fuera garantía de nuestra seguridad, la aprobaría»—. ¿Nos acompañarías?

Los ojos del sachakano se desorbitaron ligeramente. Sonrió y extendió la mano para tocar el brazo de Dannyl en un gesto tranquilizador y de afecto.

—Mi lugar está aquí, con mi rey y mi pueblo. —Agitó la otra mano, en la que sujetaba la copa—. Además, es muy poco probable que los Traidores lleguen a la ciudad, de todos modos. Lo del barco es solo una precaución. —Dio un apretón leve al brazo de Dannyl antes de soltarlo—. Y una excusa estupenda para visitarte.

—Te agradezco la advertencia. Y la visita. —Dannyl dejó su copa a un lado—. Pero no has podido ver a Tayend. Ni a Merria.

—Es una pena. Tal vez no disponga de mucho tiempo libre para venir de nuevo hasta que finalice esta pequeña crisis.

El corazón le dio un vuelco a Dannyl. «Si se equivoca respecto a los Traidores, quizá sea la última vez que estemos juntos».

—Pero tendré la Casa para mí solo durante toda la tarde. ¿Puedes quedarte un rato más?

Achati arqueó las cejas y sonrió.

—Tal vez un par de horas.

La habitación parecía oscilar a la luz de las velas. Aunque este efecto parecía deberse al parpadeo de las llamas, Cery sabía que el movimiento era en parte consecuencia del temblor de su mano. Notó que le caía cera caliente sobre los nudillos y bajó la vista. Tenía la sensación de llevar una hora ahí de pie, pero la vela no se había acortado visiblemente.

Miró a Gol, que estaba en el otro extremo de la habitación, también con una vela lista. Cery frunció el entrecejo cuando el hombretón cambió su peso de una pierna a otra y la llama se acercó peligrosamente a una de las tiras retardadoras. Alcanzaba a oír la respiración agitada de Gol. La suya propia le parecía demasiado fuerte. Intentó respirar de forma más profunda y silenciosa, obligar a su corazón desbocado a latir más despacio, pues le preocupaba que uno u otro sonido le impidiera percibir los pasos de alguien que se acercara.

«Skellin, si de verdad se trata de él, nos oirá y sabrá que lo esperamos. No hay ningún motivo para que sigamos aquí salvo que le hayamos tendido una trampa. Yo lo deduciría. Seguramente él también».

Le vinieron a la mente varias razones por las que su plan podía fallar. Sabía que la trampa no era perfecta. El fuego de mina podía estallar antes de que Gol y él tuvieran la oportunidad de situarse a una distancia segura. Podía estallar demasiado tarde para hacer daño a Skellin. Aunque esperaban que la explosión lo matara, su objetivo principal era abrir un socavón en los jardines que estaban encima para dejar al ladrón renegado a merced del Gremio. Pero ¿y si esto no ocurría? ¿Y si no se abría un socavón, y Skellin sobrevivía?

¿Y si Skellin no acudía en persona a encargarse de Cery? ¿Y si Cery y Gol destrozaban parte de los jardines, y tal vez a sí mismos, solo para exponer a los esbirros de Skellin a ojos del Gremio?

Gol observaba a Cery, sacudiendo la cabeza. Sus ojos reflejaban una pregunta. ¿Cuánto rato pasarían allí antes de concluir que Anyi se había equivocado y que no había ningún intruso en los pasadizos? Cery posó la vista en su vela. ¿Deberían turnarse, tal vez? ¿Deberían…?

Se oyó una inspiración brusca en algún lugar del corredor. Cery se volvió hacia Gol y siguió la dirección de la mirada sorprendida de su amigo hacia la puerta.

Alguien estaba allí de pie. «No —advirtió Cery—. Alguien está allí flotando en el aire. Alguien que me resulta demasiado familiar».

—Así que es aquí donde has estado durante todo este tiempo —dijo Skellin y emitió un silbido. Una respuesta estridente llegó desde los túneles.

Cery movió la mano hacia donde unos momentos antes temía acercarse, y oyó un chisporroteo cuando la tira retardadora se encendió. En cuanto vio un centelleo cerca de donde se encontraba Gol, giró sobre los talones y arrancó a correr hacia la puerta que comunicaba con la otra habitación.

Chocó contra una pared.

«No, no es la pared. Es una barrera de magia. —Cery soltó una palabrota cuando se percató de que Gol había topado con el mismo obstáculo invisible. Una luz inundó la cámara; el resplandor característico de un globo mágico. Su amigo lo miró y torció el gesto—. Así que aquí acaba todo. Tal vez habríamos tenido tiempo para huir si hubiéramos oído a Skellin acercarse… —Pero Skellin había levitado para evitar que percibieran sus pisadas. Cuando Cery se volvió para encararse con su enemigo, vio que la llama en la mecha que Gol había prendido se adentraba en el agujero. Cerró los ojos y contuvo la respiración—. Al menos Anyi se salvará».

—Vamos, vamos. No tienes por qué prepararte todavía para el fin. Sería una descortesía por mi parte matarte sin charlar un poco primero. Hum. Tu guarida deja bastante que desear.

Cery abrió los ojos para ver que el mago ladrón, ahora con los zapatos en el suelo, caminaba hacia él. Dos hombres aparecieron en la puerta tras él. Eran jóvenes y musculosos. Skellin echó un vistazo alrededor y miró por encima del hombro de Cery hacia la habitación contigua.

—Por lo que me ha contado mi madre, no es tan agradable como la anterior, aunque tal vez era por el buen gusto que tenía tu esposa para la decoración, y tras su muerte has retomado los hábitos de la alimaña a la que debes tu nombre.

«Mi esposa… la guarida… —Cery sintió una conmoción fría, seguida de odio—. O sea que Lorandra sí asesinó a mi familia. Pero ¿por qué, si Skellin y yo aún no éramos enemigos?».

—Aunque tal vez fue un alivio para ti librarte de ella. El plan era que te enfadaras tanto que establecieras una alianza conmigo para que yo localizara al Cazaladrones —dijo Skellin.

Cery contempló a Skellin. «Mató a mi familia para impulsarme a unir mis fuerzas a las suyas. Cuando él encontrara al Cazaladrones, o algún pobre chivo expiatorio, yo quedaría en deuda con él». Dirigió la vista hacia la otra pared, buscando la tira que él había encendido. No vio la llama. Sin duda también había penetrado en el muro, y ardía cada vez más cerca de los tubos con fuego de mina. Pronto Skellin volaría en…

Gol profirió una maldición y agachó la cabeza.

—Lo siento, Cery —masculló—. Tendría que haber estallado ya.

Cery maldijo también cuando comprendió que la trampa se había ido al garete. Gol le había demostrado que el fuego de mina funcionaba. ¿Por qué había fallado ahora?

—¿Qué murmuráis? —Skellin se acercó, entornando sus extraños ojos. Se inclinó hacia Cery, y sus labios se desplegaron en una sonrisa forzada—. Falta alguien, ¿verdad? ¿Dónde está tu hija, Ceryni?

Cery notó que el corazón le daba un vuelco en el pecho, pero se obligó a reír.

—¿De verdad esperas que te lo diga?

Skellin se encogió de hombros, se enderezó y miró en torno a sí.

—No, pero mis informadores del Gremio me dicen que vive aquí abajo, contigo. Me pregunto dónde estará.

—En un sitio donde está a salvo de ti —le dijo Cery. «¿Sus informadores del Gremio? O sea que los rumores son ciertos. Pero ¿cómo saben que Anyi está aquí?».

—¿Ah, sí? —Skellin debía de haber desactivado la barrera, pues pasó junto a Cery hacia la habitación contigua, con el globo de luz flotando ante sí—. Entonces, ¿quién duerme en la tercera cama?

—Alguien a quien no te gustaría conocer.

Skellin no respondió. Tenía los ojos fijos en la puerta del pasadizo que conducía al alojamiento de los magos. Aunque estaba de espaldas a Cery, la posición de sus hombros parecía indicar que había oído algo.

«¿Anyi y Lilia? —Una oleada de esperanza cedió el paso al temor—. Espero que Lilia esté preparada para esto, y que Anyi tenga la sensatez de mantenerse al margen».

Skellin dio un paso hacia la puerta, y luego otro. A Cery le pareció que Gol se había puesto en cuclillas. Apartó la mirada y advirtió que su guardaespaldas había recogido una vela aún encendida. Sin embargo, los dos esbirros de Skellin habían entrado en la habitación. Podrían impedir que Gol se acercara a cualquiera de los tubos de fuego de mina embutidos en las paredes.

Una carcajada atrajo de nuevo la atención de Cery hacia Skellin. El renegado, que había enfilado el pasadizo, extendió la mano hacia algo que estaba fuera del alcance de la vista de Cery. Una voz que conocía bien soltó una palabrota. Anyi apareció, resistiéndose contra una fuerza invisible que la empujaba hacia Skellin.

Al verla, Cery sintió que su corazón saltaba y se retorcía como un animal que pugnaba por escapar. Dolía. Apretó los puños, luchando contra el dolor, y se encaminó hacia allí, pero algo lo asió de las piernas. Gol también se detuvo con un traspié.

«¿Dónde está Lilia? —Cuando Skellin alargó la mano para agarrar a Anyi, ella dejó de forcejear y se abalanzó hacia delante—. Dudo mucho que Anyi haya regresado sin Lilia. —Sin embargo, la mano que intentó apuñalar a Skellin se torció contra su torso, y ella lanzó una exclamación de dolor. Skellin la aferró por la muñeca y le arrancó el cuchillo de entre los dedos—. Pero si no ha encontrado a Lilia…».

El ladrón levantó la mirada hacia él con una sonrisa de oreja a oreja.

—Conque a salvo de mí, ¿eh? Por lo visto has vuelto a fracasar en tu intento de proteger a tu familia, Ceryni.

Cery apretó los dientes. «¿Al menos ha enviado Anyi un mensaje a Lilia? ¿Se habrá puesto en camino? —Tenía ganas de preguntárselo a su hija, pero le costaba respirar a causa del dolor en el pecho, y no quería poner a Skellin sobre aviso de que Lilia se dirigía hacia allí—. Tenemos que entretenerlo, darle tiempo a Lilia para que llegue».

Anyi seguía resistiéndose, pero no conseguía lastimar ni hacer perder el equilibrio a Skellin. Cery se tambaleó, presa del mareo, y la habitación se sumió en sombras. Cuando se le aclaró la vista, vio que Skellin había empujado a Anyi contra una pared. Ella permaneció allí, sujeta por medio de magia. A un silbido de Skellin, los hombres pasaron junto a Cery, apartándolo de un empujón.

—Registradla y atadla.

La mandíbula de Anyi se tensó mientras los hombres la despojaban del abrigo y la palpaban en busca de armas. Cery se rodeó el pecho con brazos doloridos y, con dificultad, tomó aire para hablar.

—Me quieres a mí, no a ella —consiguió murmurar.

Skellin se rió.

—Os quiero a los tres. Pero tenéis que morir en el orden correcto. Y… —Skellin dirigió la mirada hacia arriba y alrededor, como si pudiera ver a los magos que estaban encima de ellos—. Aquí no. —Se volvió hacia ellos y desplazó la vista de Cery a Gol. Arrugó la nariz y sacudió la cabeza—. No vale la pena perder más tiempo contigo. —Achicó los ojos, y Cery oyó un chasquido escalofriante. Tras proferir un alarido de dolor y sorpresa, Gol cayó al suelo.

«¡No! Tengo que impedir que mate a Gol. Frenarlo de alguna manera». Pese al ardor que le abrasaba el pecho, Cery intentó pensar algún modo de distraer a Skellin durante unos instantes más. Abrió la boca para hablar, pero de ella solo salió un jadeo. La negrura lo envolvió de nuevo, y él notó que le fallaban las rodillas. Suponía que solo la magia de Skellin lo mantenía en pie. «¿Qué me ha hecho?».

—Espera un momento —oyó decir al renegado—. Le pasa algo.

Un temor creciente asaltó a Cery cuando se percató de que Skellin tenía razón. «No es él. Soy yo. Mi cuerpo… Mi corazón… —Aunque tenía los ojos abiertos, la oscuridad aún le nublaba la vista. Lo invadió una ligera sensación de triunfo—. Al menos Skellin no tendrá la satisfacción de matarme. Pero… Anyi…».

La magia que sujetaba a Cery se evaporó, y él cayó con fuerza sobre el duro suelo. Skellin dijo algo, pero su voz sonaba tan distante que Cery no alcanzó a entender sus palabras. Tras un momento de silencio, notó el frío de unas manos contra su cara y oyó que Gol hablaba muy, muy lejos.

—Tranquilo. No matará a Anyi. Quiere llevar a cabo un intercambio. Se la entregará a Lilia, si Anyi no lo mata antes. Siempre cuidarán la una de la otra. Lo sabes. No te preocupes. Todo saldrá bien. Anyi saldrá de esta. Nos aseguraremos de ello.

Lilia caminaba a toda prisa por el pasadizo, con un globo de luz diminuto flotando ante sí.

«¿Debería apagarlo? El intruso podría ver la luz y darse cuenta de que me estoy acercando. Pero si la apago, tendré que avanzar a oscuras, lo que me obligará a aminorar la marcha. ¿Qué es más importante? ¿La velocidad, o pasar inadvertida?».

Sus pasos resonaban con intensidad en aquel espacio reducido. Delatarían su presencia de todos modos. Decidió mantener la luz encendida.

No oía sonido alguno, aparte de sus pisadas. La entrada secreta a los pasadizos que Anyi había despejado estaba en el extremo más alejado de la universidad, por lo que Lilia tenía que rodear los cimientos del edificio. Por fortuna, los túneles no formaban allí un laberinto. Eran rectos y torcían en ángulo de noventa grados hasta alejarse de la universidad, por debajo de los jardines. El corazón le golpeaba con fuerza en el pecho cuando llegó ante la primera pared curva.

«Creo que en toda mi vida jamás he estado tan asustada —pensó—. Si alguien me ofreciera un poco de craña, incluso me lo plantearía».

El intruso podía ser una persona inofensiva; un aprendiz o un criado que se había adentrado donde no debía. Tal vez Anyi estaba equivocada, y no había ningún intruso. O quizá se trataba de la gente de Skellin, que había bajado allí a husmear o a buscar a Cery. En este caso, Lilia esperaba que, si daban con el escondite de Cery, este consiguiera permanecer oculto junto con Gol y Anyi hasta que ella llegara.

Pero si se trataba de Skellin o Lorandra, o de ambos…

«Si los dos están aquí, más vale que yo haya adquirido suficiente energía adicional para luchar contra ellos. Y suficiente destreza».

Había meditado sobre ello muchas veces. Era improbable que Skellin o Lorandra estuvieran bien entrenados en combate. Tal vez esta había aprendido algo antes de partir de su país, pero ni Skellin ni ella podían haber recibido entrenamiento en Imardin. A lo sumo, habían practicado el uno con el otro.

Ya no se encontraba lejos de las cámaras. Cuando enfiló el último tramo del pasadizo, aflojó el paso y escrutó la oscuridad que tenía ante sí.

«¿Doy un silbido para avisarles de que soy yo? Esto alertaría a Skellin si ya está allí. Pero, de ser así, ¿no vería alguna luz u oiría voces?».

Añadió un poco de magia a su escudo y avanzó muy despacio. Percibió un sonido leve. Una voz que murmuraba. Aunque la entrada estaba oscura, cuando se acercó vislumbró un brillo mortecino y parpadeante. Al llegar a la puerta, se asomó y vio una vela solitaria encendida, sujeta entre dos piedras, y a una figura encorvada sentada en el suelo. Al mismo tiempo oyó un estertor.

Algo en este sonido hizo que se le cayera el alma a los pies.

El hombre alzó la cabeza, y las sombras que le cubrían el rostro retrocedieron ante el globo mágico de Lilia, que hizo relucir las mejillas de Gol.

—Lilia —dijo este.

Ella aumentó la intensidad de la luz y vio junto a qué estaba sentado.

—Oh, no. —Se acercó a toda prisa y se arrodilló en el suelo. Cery tenía el rostro pálido y los ojos cerrados. No presentaba heridas visibles. Lilia le posó la mano en la frente, proyectó sus sentidos… y los retrajo de inmediato—. Oh, no.

—Es demasiado tarde, ¿verdad? —preguntó Gol, en un tono tenso.

Con el corazón en un puño, ella recorrió la habitación con la vista. «¿Dónde está Anyi?».

—Sí. ¿Qué ha pasado?

—No lo sé. Skellin no le ha hecho nada. Iba a llevárselo, pero él… se ha desplomado sin más.

De mala gana, ella extendió el brazo para tocar el cuerpo de Cery y examinarlo de nuevo. Nunca había utilizado antes sus conocimientos de sanación con un muerto. La falta de una presencia, el silencio mental que imperaba en su interior y la inexistencia de una barrera natural que repeliera su voluntad la horrorizaban. Pero si Skellin había hecho esto…

«No. —La causa de la muerte le quedó clara en cuanto la encontró. El corazón de Cery había fallado—. Claro que Skellin lo ocasionó indirectamente, al obligarlo a vivir aquí, temiendo en todo momento por su seguridad. Y la de Anyi».

Anyi. Lilia retiró sus sentidos, abrió los ojos y miró a Gol. Se había inclinado hacia delante y respiraba de forma anhelosa. Tenía la cara crispada de dolor, pero ella se percató de pronto de que no era solo el dolor de la pérdida.

—¿Qué…? ¿Estás herido? —Alargó la mano, lo cogió del brazo y se sobresaltó cuando sus sentidos se abrieron a un torrente de sufrimiento. Procedía de algún punto situado más abajo. Las piernas. Lilia le soltó el brazo, gateó hacia él y lo aferró por los hombros—. Túmbate.

Él obedeció, jadeando con brusquedad al moverse. Una vez que se encontraba tendido, ella acercó el globo de luz a sus piernas.

—No —dijo él—. Vete. Búscala. Encuentra a… Anyi.

Ella se quedó paralizada. Un temor terrible la atenazó.

—¿Dónde está?

—Skellin… se la ha llevado.

—¿Cuándo? —Los pensamientos se le agolparon en la cabeza. Se puso de pie. Cery no había muerto hacía mucho. Era posible que Skellin aún estuviera en los pasadizos. Si ella iba en su busca ahora, tal vez lo alcanzaría y podría salvar a Anyi—. Pero ¿por qué se la ha llevado, en vez de matarla?

—Por ti. —Gol jadeó, inspiró entre dientes y contuvo el aliento—. Te quiere a ti. Enviará… un mensaje. Para decirte… dónde encontraros.

Ella se imaginó que daba alcance a Skellin y se enfrentaba a él. Sacudió la cabeza. «No me plantará cara. Le pondrá un cuchillo al cuello a Anyi. O hará algo con magia. La utilizará para salir de aquí y llevarme consigo. Me obligará a enseñarle magia negra».

¿Sería distinto el resultado si ella esperaba a que llegara su mensaje? Tal vez torturaría a Anyi mientras tanto.

«No. No le hará daño, si quiere que yo lo instruya».

Tal vez la lastimaría sin querer si Lilia lo perseguía ahora.

Si aguardaba a que él enviara el mensaje y a reunirse con él, tendría tiempo para discurrir una manera de rescatar a Anyi sin enseñar magia negra a Skellin; tiempo para fortalecerse. «Tiempo para decidir cómo comunicar a Anyi que su padre ha muerto.

»Tal vez ya lo sepa. Oh, Anyi. Siento no haber llegado antes».

Tuvo que hacer más acopio de voluntad que en toda su vida para no salir corriendo tras ella. Se obligó a ponerse de rodillas junto a Gol y, haciendo caso omiso de las protestas, comenzó a arreglar sus huesos destrozados. Esperaba con toda su alma haber tomado la decisión correcta.