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¡Joder! —La doctora Rubio dio una serie de instrucciones que el equipo se apresuró a cumplir.

—¿Qué pasa? —Gabriel agarró la mano de Julia con más fuerza.

La mujer lo señaló con la cabeza, sin mirarlo.

—Sacad al marido de aquí.

—¿Cómo? —Gabriel se puso de pie de un salto—. ¿Qué está pasando?

—He dicho que lo saquéis de aquí —le gritó la doctora Rubio a una de las enfermeras—. Y que baje el cirujano de guardia. Inmediatamente.

Ésta se lo llevó hacia la puerta.

—¿Qué está pasando? ¡Díganme que está pasando! —exclamó con impotencia.

Nadie le respondió.

La enfermera le tiró del brazo.

Gabriel volvió a mirar a Julia. Tenía los ojos cerrados, la cara muy pálida, el cuerpo inmóvil.

Parecía que estuviera muerta.

—¿Se pondrá bien?

La enfermera lo llevó hasta la sala de espera de la zona quirúrgica.

—Alguien saldrá pronto a hablar con usted. —Asintiendo con la cabeza para darle ánimos, volvió al quirófano.

Él se dejó caer en una silla, con la mente funcionándole a toda velocidad. No encontraba respuestas. Habían estado preparándose para hacer la cesárea cuando de pronto…

Se quitó la mascarilla de la cara.

Sintió que el pánico le recorría las venas. Sólo veía el rostro de Julia y sus brazos extendidos, como si estuviera en una cruz.

***

Gabriel soñó que iba caminando por el bosque de detrás de la casa de Selinsgrove. Había recorrido ese camino mil veces. Podía recorrerlo de noche sin perderse, pero era de día.

Al acercarse al bosque, oyó que una voz lo llamaba. Se volvió y vio a Grace llamándolo desde el porche.

—Vuelve.

Él negó con la cabeza y señaló hacia el huerto de manzanos.

—Tengo que ir a buscarla. La he perdido.

—No la has perdido —replicó Grace, con una sonrisa paciente.

—Sí. Se ha ido. —El corazón de Gabriel se aceleró.

—No, no se ha ido. Vuelve a casa.

—Luego volveré, pero tengo que encontrarla. —Gabriel examinó los árboles antes de entrar en el bosque por si la veía, pero no había ni rastro de ella.

Aceleró el paso hasta echarse a correr. Las ramas se rompían tras arañarle la cara o la ropa. Al llegar al claro se dejó caer de rodillas y apoyó las manos en el suelo. Examinó el claro rápidamente y soltó un grito angustiado al darse cuenta de que Julianne no estaba allí.