A medida que noviembre iba avanzando, Tom y Diane recibieron varios informes positivos sobre la salud de su hijo. Habría que operarlo, pero crecía con normalidad y Diane estaba bien.
Julia recibió las noticias sobre la salud de su hermano con alivio y un prudente optimismo.
No le había contado a su familia lo de sus fibromas ni la reversión de la vasectomía de Gabriel. No tenía sentido, ya que no sabían que él se la había hecho años atrás. Y no quería que nadie se preocupara por la salud de ella, sobre todo teniendo en cuenta que la doctora Rubio afirmaba que los fibromas eran muy comunes y, al menos de momento, nada serio.
Gabriel y Julia se ayudaban el uno al otro a llevar sus cargas de salud, hablando de ello sólo con Rebecca. Sin embargo, la carga del doctorado Julia la llevaba sola.
(O eso le parecía).
Una noche de noviembre, Gabriel se despertó sobresaltado. Se espabiló de golpe y aguzó el oído porque le parecía que oía algo. En la distancia, distinguió el llanto de una mujer.
Alargó la mano hacia Julia en la oscuridad, pero no estaba.
Sin molestarse en encender la luz ni en coger la bata, se puso en pie de un salto y salió de la habitación desnudo.
Una rendija de luz salía de debajo de la puerta del estudio.
Se dirigió hacia allí rápidamente, mientras el llanto arreciaba.
Dentro encontró a Julia con la cabeza apoyada en el escritorio. Los hombros le temblaban, tenía las gafas encima del portátil y un gran montón de libros esparcidos por la mesa y el suelo.
—Cariño —le apoyó la mano en la cabeza—, ¿qué te pasa?
—No puedo hacerlo.
—¿No puedes hacer qué? —Gabriel se agachó a su lado.
—No puedo seguir el ritmo de las clases. Voy retrasada en todas las lecturas. Tendría que estar escribiendo trabajos, pero no lo he hecho porque estaba leyendo. Y tendría que estar haciendo las revisiones de la conferencia, pero no he tenido tiempo. Y estoy tan cansada… —La voz se le quebró.
Él le dirigió una mirada de comprensión.
—Ven a la cama.
—¡No puedo! —gritó ella, levantando los brazos—. Tengo que quedarme y acabar de leer. Y mañana iré a la biblioteca para avanzar en los trabajos. Las revisiones de la conferencia las haré, pero no sé cuándo.
—Esta noche no vas a hacer nada más. Por mucho que te quedes despierta, estás demasiado cansada para concentrarte. Ven a la cama ahora y mañana te levantas temprano. Durante el desayuno hablaremos sobre las lecturas. Quizá pueda darte mi opinión. No sería trampa, sería como consultar las CliffNotes —dijo él, con un gesto tranquilizador.
Ella negó con la cabeza. Ni las CliffNotes ni el Rincón del Vago podían ayudarla. Tenía que hacerlo por su cuenta.
—Julianne, son las dos de la mañana. Ven a la cama. —El tono de Gabriel se había vuelto autoritario.
—Tengo que leer.
—Si duermes ahora, luego te echaré una mano. Te acompañaré a la biblioteca y te ayudaré a buscar información. Eso te haría ganar tiempo.
—¿De verdad harías eso? —Julia se sonó la nariz.
Él frunció el cejo.
—Por supuesto. Llevo todo el semestre ofreciéndome a ayudarte. Eres tú la que no me dejas.
—Ya tienes bastante con tu trabajo. Y con la operación y todo lo demás. —Julia bostezó y se frotó los ojos.
—Si no te cuidas, vas a acabar enferma. Venga. —Agarrándola por el codo, la ayudó a levantarse antes de cerrar el portátil con firmeza.
La siguió por el pasillo.
—Estoy tan cansada… —admitió ella, sorbiendo por la nariz al apoyar la cabeza en la almohada.
Estaba demasiado cansada hasta para dormir.
—Sólo tienes que pedírmelo. Haría cualquier cosa por ti. Ya lo sabes —le dijo Gabriel.
—Se supone que tengo que hacerlo sola.
—Tonterías. —La abrazó por la cintura—. El programa de estudios es extenuante. Seguro que los demás aprovechan toda la ayuda que pueden conseguir.
—A ti no te ayudó nadie.
—¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? Precisamente por eso acabé recurriendo a la coca. Además, tenía a Paulin… tenía a alguien que se ocupaba de mí.
Gabriel suspiró y bajó el tono de voz.
—Tú me cuidaste cuando volví a casa del hospital. Probablemente por eso te has retrasado en las lecturas. Déjame ayudarte hasta que te pongas al día. Pero lo más importante ahora es que duermas un rato. Mañana hablamos.
Julia estaba demasiado cansada para discutir. Poco después, su respiración profunda le dijo a Gabriel que se había dormido.