15

La ponencia de Paul fue bien recibida, aunque en opinión de Gabriel resultó un poco corta. Aunque no lo demostró, sintió una gran satisfacción al ver que Julia y él parecían incómodos al volver de la comida, como si las cosas no hubieran salido como esperaban.

Aunque le habría gustado preguntarle a ella por los detalles, se contuvo. La saludó calurosamente y se sentó a su lado durante la presentación de Paul.

Pronto llegó el turno de Julia. El profesor Patel, uno de los organizadores del simposio, la presentó como una prometedora estrella de Harvard. La sonrisa de Gabriel se hizo aún más amplia cuando vio a Christa removerse rabiosa en el asiento.

El público estaba compuesto por unos cincuenta académicos en distintas fases de su carrera. La profesora Picton y la profesora Marinelli estaban sentadas en la primera fila, cerca de Gabriel. Los tres sonreían para darle ánimos a Julia.

Con las manos temblorosas, ella colocó los papeles sobre el atril. Sobre el estrado, su menudo cuerpo parecía aún más pequeño. El profesor Patel tuvo que bajar el micrófono para que le quedara ante la boca y se la oyera.

Se la veía muy joven, pálida y nerviosa. Gabriel se dio cuenta de que se estaba mordiendo los labios y le ordenó mentalmente que dejara de hacerlo. Cuando lo hizo, se alegró.

Con la mirada fija en los ojos de él, Julia respiró hondo y empezó a hablar:

—El título de la conferencia es «El silencio de san Francisco: testigo de un fraude».

»En el canto veintisiete del Infierno de Dante, Guido da Montefeltro cuenta lo que sucedió tras su muerte:

Luego cuando morí, vino Francisco,

mas uno de los negros querubines

le dijo: «No lo lleves: no me enfades.

»Ha de venirse con mis condenados,

puesto que dio un consejo fraudulento,

y le agarro del pelo desde entonces;

que a quien no se arrepiente no se absuelve,

ni se puede querer y arrepentirse,

pues la contradicción no lo consiente».

¡Oh, miserable!, cómo me aterraba

al agarrarme diciéndome: «¿Acaso

no pensabas que lógico yo fuese?».

—Guido vivió en Italia desde 1220 hasta 1298 aproximadamente. Fue un destacado gibelino y estratega militar antes de entrar a formar parte de la orden de los franciscanos hacia 1296. Más tarde, el papa Bonifacio VIII lo convenció para que asesorara de manera fraudulenta a la familia Colonna, con la que había tenido problemas.

»Le pidió a Guido que prometiera amnistía a la familia si ésta abandonaba su fortaleza. Él así lo hizo, pero sólo después de que el Papa le asegurara que recibiría la absolución por su mentira. Como resultado de la intervención de Guido, la familia Colonna abandonó su seguro refugio para caer en manos de Bonifacio, que los castigó. Más adelante, Guido murió en el monasterio franciscano de Asís.

»El relato de lo que sucedió tras su muerte es épico. Nos imaginamos a san Francisco enfrentándose valerosamente a un demonio para rescatar el alma de su hermano franciscano.

Julia buscó con la vista los expresivos ojos azules de Gabriel. Cuando sus miradas se cruzaron, ella supo que ambos estaban pensando cómo se habían salvado mutuamente.

—Pero como es habitual en los escritos de Dante, las apariencias pueden ser engañosas. En la vida real, Guido tenía un discurso convincente, pero embaucador. Cuando muere, va a parar al círculo de los fraudulentos. Por esa razón hay que tomarse sus palabras con escepticismo. Por ejemplo, la afirmación de que san Francisco fue en busca de su alma. Si llevarse su alma era el propósito de san Francisco, está claro que fracasó.

»Y en ninguna otra parte de La Divina Comedia vemos que el mal venza sobre el bien. Si la obra recibe el nombre de “Comedia” es porque la narración pasa del caos del Infierno al orden del Paraíso y se garantiza un final feliz para las almas en el Paraíso. Si una sola alma fuera castigada injustamente, la historia entera resultaría perjudicada. Así que lo que está en juego en este párrafo no es poca cosa. La interpretación que hagamos de este fragmento variará el sentido de la obra completa.

Julia hizo una pausa y bebió un poco de agua con mano temblorosa.

—Según Dante, Dios creó el infierno movido por la justicia. Virgilio lo menciona cuando explica que las almas de los fallecidos cruzan el río Aquerón para entrar en el Infierno empujados por la justicia. Dante parece opinar que los que habitan ahí lo hacen justamente; se merecen ese destino final. Las almas no están en el Infierno por accidente ni por capricho divino.

»Y en ese caso, ¿cómo interpretar las palabras de Guido?

Katherine asintió, con los ojos brillantes de orgullo. El movimiento captó la atención de Julia. Al volverse hacia la profesora, las dos mujeres se miraron.

—Teniendo en cuenta que Dante está convencido de que las almas que están en el Infierno, están allí porque se lo merecen, retomemos la historia de Guido. El demonio ve a san Francisco y le grita, diciéndole que el alma de Guido debe estar en el Infierno y que si se la lleva estará cometiendo un robo. Y si es así, ¿para qué fue san Francisco a buscar su alma?

Julia hizo una pausa, para que los asistentes reflexionaran sobre el tema.

—Si repasamos los estudios que se han hecho sobre la obra de Dante durante los últimos cincuenta años, encontramos al menos dos interpretaciones de este pasaje. La primera considera que Guido es sincero y que san Francisco va a buscar su alma. La segunda cree que Guido miente y que se inventó la aparición del santo.

»Yo considero que ambas opciones son muy extremas. Para aceptar que la primera interpretación es correcta tendríamos que asumir que san Francisco era ignorante o injusto. Y ninguna de estas dos cosas sería razonable.

»La segunda interpretación sostiene que san Francisco no apareció por el Infierno pero, en ese caso, el discurso del demonio no tiene sentido ya que Guido no puede robar su propia alma.

»Eso nos deja ante el sorprendente anuncio de una aparición de san Francisco, acompañado por una explicación que suscita incredulidad. Una explicación ofrecida por Guido y un demonio, ninguno de los cuales es de fiar.

»Creo que para resolver el rompecabezas de la aparición de san Francisco, debemos rechazar la explicación de Guido y sustituirla por otra más acorde con la vida y el modo de actuar de san Francisco. Según mi teoría, éste apareció y el demonio lo vio, pero malinterpretó el motivo de su presencia.

Julia se agarró al atril con más fuerza al ver que los asistentes empezaban a murmurar. Tenía la boca seca como un desierto, pero siguió hablando con la vista clavada en Gabriel.

—Por mucho que pueda resultarnos reconfortante pensar que san Francisco bajó del cielo como si fuera un arcángel para luchar por el alma de Guido, no puede ser cierto.

Los Emerson se miraron.

—Guido pretendía aprovecharse del compromiso de san Francisco con sus hermanos, un compromiso conocido por todos, pensando que la gente razonable creería que el santo había ido a buscarlo tras su muerte. Guido quería que Dante propagara sus mentiras para que los demás creyeran que había sido merecedor de la atención del fundador de su orden, o que su condena había sido un error.

»El demonio, para persuadir a san Francisco de que no robe el alma de Guido, le cuenta por qué éste se merece estar en el Infierno. Guido buscó la absolución para su pecado antes de cometerlo. Creyó que la absolución lo libraría de las consecuencias de su acto y con ese convencimiento engañó con consejos fraudulentos a la familia Colonna.

»El demonio señala que la absolución sólo puede llevarse a cabo con el arrepentimiento sincero del ser humano. No es posible pecar intencionadamente y arrepentirse a la vez. —Julia sonrió a la audiencia con timidez—. La absolución no funciona como un seguro contra incendios.

(En este punto, algunos de los asistentes, entre ellos Paul, se echaron a reír).

—Guido se disfraza con el hábito de los franciscanos y se protege con una absolución preventiva, pero es un farsante. San Francisco tenía que saberlo. En realidad, la conducta de Guido fue una vergüenza para los franciscanos.

»Aunque san Francisco podría haber condenado el pecado de Guido, permanece en silencio. Él no puede salvar a Guido. Sólo puede mirar mientras el demonio lo agarra por el pelo y lo arrastra al Infierno.

»La fealdad de los gritos del demonio y el falso franciscanismo de Guido contrastan poderosamente con la callada y piadosa presencia de san Francisco. Su silencio y quietud se oponen a la suposición del demonio de que ha ido hasta allí para robar. Es también su silencio lo que nos obliga a reformularnos el relato de Guido.

»¿Se habría mostrado tan pasivo san Francisco ante una alma injustamente condenada? Por supuesto que no. Pero como Guido no se ha arrepentido de su pecado, lo único que el santo puede ofrecerle es su compasión silenciosa y, probablemente, sus plegarias.

Julia hizo una pausa, durante la cual buscó a Christa con la mirada.

»San Francisco podría haber discutido con el demonio. Podría haberlo llamado mentiroso por haberlo acusado falsamente de querer robar. Podría haberlo acusado de ir difundiendo rumores sobre él. Pero en vez de luchar para proteger su buen nombre, guarda silencio para que podamos oír cómo es el demonio.

Al apartar la mirada de Christa y pasearla sobre los asistentes, Julia vio que varios de ellos asentían y que Paul sonreía entusiasmado.

»Guido quería que pensáramos que san Francisco era tan ingenuo que creía que él debía ir al cielo, o tan arrogante como para pensar que sabía más que Dios. Quería que creyéramos que el santo se enfrentó a un demonio pero perdió porque no pudo ganarlo en un combate de lógica.

»Pero tanto la vida como los actos de san Francisco desmienten esas posibilidades. En mi opinión, acude a la tumba de Guido da Montefeltro para llorar por él y por su vida llena de engaño, no para rescatarlo. Al hacerlo, demuestra ser una persona compasiva y misericordiosa. San Francisco no era un ladrón. No usaba engaños ni mentiras, ni necesitaba de halagos para hacerse valer. De hecho, la naturaleza del santo queda perfectamente descrita cuando Guido dice que está presente pero callado.

»Puede resultar sorprendente tal vez que alguien tan acostumbrado a engañar presente una imagen de virtud tan convincente. Pero si recordamos las historias que nos han llegado a través de los relatos de los seguidores de san Francisco, vemos que eso era precisamente lo que Guido hacía siempre: ocultar sus defectos tras su hábil uso de la retórica.

»En conclusión, creo que las dos interpretaciones canónicas de este pasaje están equivocadas. San Francisco se apareció en la tumba de Guido, pero no para robar su alma.

»Su aparición muestra el contraste entre el franciscanismo auténtico y el falso franciscanismo de Guido da Montefeltro. En todo caso, Dante usa a Guido como contraste para que la piedad de san Francisco destaque aún más.

»Gracias.

Julia saludó con una inclinación de cabeza a los asistentes, que estaban aplaudiendo con un nivel de entusiasmo respetable. Se fijó en que varios académicos intercambiaban opiniones entre sí antes de encontrarse con las caras de los profesores Picton, Marinelli y Emerson.

Gabriel le guiñó un ojo y ella sonrió aliviada.

—¿Hay alguna pregunta? —preguntó, recorriendo el público con la vista.

Durante un momento que a Julia se le hizo eterno, nadie dijo nada. Al llegar a Christa, vio que ésta parecía confusa y creyó que había salido bien parada.

Pero entonces, como a cámara lenta, la expresión de la joven cambió y se endureció. Mientras se ponía de pie, el profesor Pacciani la tomó del codo de un modo brusco, tratando de que volviera a sentarse, pero Christa se soltó.

—Yo tengo una pregunta.

A Julia le dio un vuelco el corazón y se mordió el labio sin darse cuenta.

Como si se tratara de una coreografía, todos los miembros del público se volvieron a mirar a Christa. Varios conferenciantes le susurraron algo a sus vecinos, con los ojos brillantes. El conflicto de Christa con los Emerson había llegado ya a oídos de casi todos los presentes. La sala empezó a vibrar con una especie de energía nerviosa mientras todos se preguntaban qué iba a pasar.

—Su trabajo tiene tantas lagunas que no sé ni por dónde empezar. Pero empecemos por su «investigación», por llamarla de alguna manera —dijo Christa, en tono despectivo antes de continuar—. Casi todos los libros y artículos que tratan sobre este pasaje aceptan el hecho de que san Francisco fue a buscar a Guido. Algún artículo reciente apunta la posibilidad de que no se presentara. Pero nadie —Christa hizo una pausa para dar más énfasis a sus palabras—, nadie cree que san Francisco se presentara en la tumba pero no para buscar el alma de Guido. O éste está mintiendo o dice la verdad. No puede ser que una parte sea cierta y otra falsa. La verdad no es como la leche semidesnatada.

Varios asistentes se echaron a reír y la joven sonrió con suficiencia.

Tragando saliva, Julia miró a los asistentes, tratando de leer sus reacciones antes de volverse hacia Christa.

—Además —siguió diciendo ésta— ni siquiera menciona el principio del canto veintisiete, en el que Guido le dice a Dante que está diciendo la verdad porque cree que Dante pasará la eternidad en el Infierno y, por lo tanto, no podrá contarle a nadie lo que sucedió. Ese pasaje demuestra que Guido cuenta la verdad sobre la aparición de san Francisco.

»Para acabar, si se hubiera molestado en leer la obra capital del profesor Hutton sobre la organización del Infierno, sabría que él pensaba que el discurso del demonio era fiable, porque sus palabras eran históricamente correctas. Hutton también opinaba que san Francisco se había aparecido en busca del alma de Guido.

Christa se sentó con una sonrisa orgullosa, esperando la respuesta de Julia. Estaba tan orgullosa de sí misma que no se dio cuenta de la mirada que la profesora Picton dirigió al profesor Pacciani. Indicaba claramente que Katherine consideraba al profesor responsable del comportamiento de su acompañante, y que no estaba nada satisfecha. Como respuesta, él susurró algo al oído de Christa gesticulando exageradamente.

Durante unos instantes Julia se quedó pestañeando, mientras el resto de los asistentes la miraban, aguardando su respuesta.

Gabriel se echó hacia adelante en la silla, como si quisiera levantarse, pero lo repensó al ver la mirada de advertencia que le dirigía la profesora Picton. Se volvió hacia Christa y la fulminó con la mirada.

Murmurando una maldición, Paul se cruzó de brazos.

La profesora Picton se limitó a asentir. Su cara era la viva imagen de la confianza.

Julia se retiró el pelo de la cara con mano temblorosa. Los diamantes de su anillo de compromiso reflejaron la luz con el movimiento.

—Ejem, muy bien, en primer lugar, empecemos por la afirmación de que algunos estudiosos creen que san Francisco fue a buscar el alma de Guido, basándose en las primeras palabras que le dirige a Dante.

Julia leyó los versos en italiano, con buena pronunciación y voz musical:

S’I credesse che mia risposta fosse

a persona che mai tornasse al mondo,

questa fiamma staria stanza più scosse;

ma però che già mai di questo fondo

non torno vivo alcun, s’I’ odo il vero,

sanza tema d’infamia ti rispondo.

Enderezó un poco la espalda.

—En este párrafo, Guido dice que está dispuesto a contar la verdad porque está convencido de que Dante es un alma condenada que no podrá repetirle su historia a nadie. Pero la historia de Guido es interesada. Le echa las culpas a todo el mundo. Culpa al Papa, al demonio e implícitamente también a san Francisco de su destino. No hay nada en su historia de lo que deba sentirse avergonzado. La versión que cuenta es tan favorable a sus intereses que sin duda quería que la gente la fuera repitiendo. Lo que no quiere es que se note. Por eso pronuncia las palabras que acabo de citar.

»Se olvida también de este otro verso:

Ora chi se’, ti priego che ne conte;

non esser duro più ch’altri sia stato,

se ‘l nome tuo nel mondo tegna fronte.

Sintiéndose cada vez más segura, Julia reprimió las ganas de sonreír y miró a Christa con seriedad.

—Dante le advierte a Guido que piensa contar su historia cuando vuelva al mundo. Y éste se la cuenta después de esta advertencia. Además, sabemos que el aspecto de Dante es físicamente distinto del de las almas que habitan el Infierno, así que lo más probable es que Guido supiera que no estaba muerto.

Christa empezó a hablar, pero Julia alzó la mano para indicar que no había terminado.

—Hay varias pruebas documentales que respaldan mi interpretación. Hay un pasaje paralelo en el canto quinto del Purgatorio, en el que el hijo de Guido cuenta cómo un ángel fue a buscar su alma a su muerte. Tal vez la responsabilidad de acompañar las almas hasta el paraíso corresponda a los ángeles y no a los santos. En ese caso, la aparición de san Francisco junto a la tumba se debió a otro motivo.

»Y por lo que se refiere al último punto, el trabajo del profesor Hutton, si se refiere a Fuego y hielo: el deseo y el pecado en el Infierno de Dante, su referencia a su opinión es errónea. Aunque no tengo aquí un ejemplar de su libro, en el capítulo diez hay una nota al pie en la que afirma que cree que san Francisco se apareció, porque cree que las palabras del demonio no van dirigidas a Guido, sino a otra persona. Pero el profesor Hutton admite que tiene dudas sobre si san Francisco fue en busca del alma de Guido o por alguna otra razón. Eso es todo lo que dice sobre el tema.

Christa se levantó como si quisiera discutir con ella, pero antes de que pudiera decir nada, un anciano profesor vestido de tweed de arriba abajo se volvió hacia ella y la miró despectivamente a través de los cristales de sus gafas de concha.

—¿Cree que podemos seguir adelante? Ha hecho su pregunta y la oradora le ha respondido. De un modo adecuado, me gustaría añadir.

Christa se quedó descolocada unos instantes, pero en seguida se recuperó y protestó, exigiendo su derecho a repreguntar.

Los asistentes volvieron a murmurar entre ellos, pero Julia se fijó en que sus expresiones habían cambiado. Ahora miraban a Julia con una especie de admiración muda.

—¿Podemos continuar? Me gustaría hacer una pregunta —insistió el anciano profesor, fijando la mirada en el moderador, que dio un paso al frente y se aclaró la garganta.

—Ejem, si queda tiempo, le daré la palabra más adelante, señorita. Pero creo que ahora es el turno del profesor Wodehouse.

El anciano del traje de tweed murmuró unas palabras de agradecimiento y se levantó. Tras quitarse las gafas, las sacudió en dirección a Julia.

—Donald Wodehouse, del Magdalen College —se presentó.

Julia palideció, ya que el profesor Wodehouse era un especialista en Dante con una reputación que rivalizaba con la de Katherine Picton.

—Conozco la nota al pie del libro del viejo Hut a la que ha hecho referencia. La ha citado correctamente. Un enfoque totalmente distinto al que plantea Emerson en su libro —añadió, señalando a Gabriel—, pero veo que no se ha dejado influenciar por él, a pesar de que comparten apellido.

Los asistentes se echaron a reír y Gabriel le guiñó el ojo a su esposa.

—Como ha señalado, resulta asombroso que san Francisco se presente ante la tumba de un falso franciscano, pero debemos dar por sentado que es cierta o las palabras del demonio dejan de tener sentido. Lo que nos deja frente a una situación a medias, como la mujer sentada a mi espalda comentaba.

»Personalmente, no veo el problema. Todas las palabras que salen de la boca de Guido parecen verdades a medias. La ambigüedad y la sofisticación retórica forman parte de lo que uno espera al escuchar el discurso de una persona culpable de dar consejos fraudulentos. Así que estoy de acuerdo con casi todo lo que ha dicho y, aunque no puedo hablar por él, creo que el viejo Hut también lo estaría si siguiera entre nosotros.

Julia suspiró aliviada y soltó el atril que había estado agarrando con fuerza. Aunque se estaba preparando mentalmente para lo que pudiera decir, sus palabras hasta el momento la motivaron mucho.

El profesor Wodehouse echó un vistazo a sus notas antes de seguir hablando.

—Ha propuesto una interpretación tan válida como cualquier otra y, desde luego, mucho mejor que las teorías que acusan a san Francisco de ignorancia o injusticia. Pero seamos claros: todo es especulación.

—Estoy de acuerdo —admitió ella en voz baja pero segura—. Y estoy abierta a sugerencias o a interpretaciones alternativas.

El hombre se encogió de hombros.

—¿Quién sabe por qué san Francisco hizo lo que hizo? Tal vez fue a buscar otra alma a Asís y un oportunista fraudulento lo distrajo.

Los asistentes se echaron a reír.

—Sin embargo, tengo una pregunta. —El profesor volvió a ponerse las gafas y bajó la vista hacia sus notas—. Me gustaría que ampliara un poco el tema del acuerdo entre Bonifacio y Guido. Creo que lo toca muy por encima y es un asunto que merece más atención.

Con esas palabras, se sentó.

Julia asintió, buscando frenéticamente una respuesta adecuada.

—Me he centrado en la aparición de san Francisco, no en el pecado de Guido. Sin embargo, estaré encantada de ampliar la información sobre ese aspecto.

Julia hizo un resumen breve pero fluido sobre el encuentro de Guido con el papa Bonifacio VIII y sus consecuencias, que pareció dejar satisfecho al profesor Wodehouse. Mentalmente, tomó nota de que a éste le había parecido pobre el tratamiento del tema. Lo ampliaría cuando revisara el artículo para su publicación.

Tras responder a varias preguntas más, el moderador le dio las gracias a Julia. Unos aplausos que podrían definirse como entusiastas llenaron la sala. Varios de los profesores asentían en su dirección. Cuando el moderador invitó a todos a hacer una pausa, Julia vio sorprendida cómo el profesor Pacciani agarraba a Christa por la muñeca y se la llevaba de la sala.

Julia se acercó a Gabriel, tratando de leer su reacción en la mirada.

Él sonrió y unió sus meñiques sin que nadie se diera cuenta.

—¡Qué lista es mi chica! —susurró.