La hora de la muerte
Bremen fue atacada al alba.
Los habitantes de la pequeña y desprotegida ciudad habían optado por no quedarse a luchar cuando la oleada de monstruos atravesó el río Shaengarne. Decidieron oponer una mínima resistencia a la horda, lanzando algunas lluvias de flechas a los goblins que iban en cabeza, con el único fin de atrasar el ataque lo suficiente para que los barcos más pesados y más lentos tuvieran tiempo de abandonar la bahía y alcanzar la relativa seguridad de Maer Dualdon. A continuación, los arqueros se precipitaron sobre el muelle y siguieron a sus compañeros.
Cuando los goblins llegaron por fin a la ciudad, la encontraron completamente desierta, y tuvieron que contentarse con mirar enfurecidos cómo los barcos se alejaban hacia el este para unirse a la flota de Targos y Termalaine. Como Bremen estaba demasiado apartada para que pudiese ser de utilidad a Akar Kessell, a diferencia de Termalaine, que había sido convertida en campamento, la ciudad fue incendiada hasta los cimientos.
Desde el lago, los últimos incorporados a la larga lista de víctimas sin hogar de la devastación de Kessell, observaron impotentes cómo sus casas caían envueltas en nubes de humo.
Desde la muralla de Bryn Shander, Cassius y Regis observaban de lejos la humareda.
—Ha vuelto a cometer una equivocación —aseguró Cassius al halfling.
—¿Por qué?
—Kessell ha acorralado a la gente de Targos y Termalaine, Caer-Konig y Caer-Dineval, y ahora a los de Bremen. Ahora, todas esas personas no tienen lugar alguno adonde ir y su única esperanza radica en la victoria.
—No es una gran esperanza —señaló Regis—. Ya has visto lo que es capaz de hacer la torre. E, incluso sin ella, el ejército de Kessell nos podría destruir con facilidad a todos. Como ya ha dicho, tiene todas las ventajas a su favor.
—Tal vez —admitió Cassius—. Es evidente que el brujo cree que es invencible, y eso es una equivocación, amigo mío. El animal más insignificante puede luchar con gran bravura si se lo acorrala contra una pared, porque nada tiene que perder. Un hombre pobre es mucho más mortífero que uno rico porque valora en mucho menos su propia vida. ¡Y un hombre arrancado de su hogar, en las aguas heladas y con los primeros vientos del invierno que empiezan a soplar, es un formidable enemigo!
»No tengas miedo, amigo —prosiguió Cassius—. ¡En el consejo de esta mañana encontraremos el modo de explotar al máximo los puntos débiles del brujo!
Regis asintió, incapaz de discutir la simple lógica del portavoz y sin atreverse a contradecir sus optimistas palabras. Sin embargo, después de examinar las filas de goblins y orcos que rodeaban la ciudad, el halfling mantenía pocas esperanzas.
Desvió la vista hacia el norte, donde el polvo parecía haberse posado ya sobre el valle de los enanos. La Escalada de Bruenor había desaparecido, derrumbada junto con el resto del acantilado cuando los enanos habían obstruido los accesos a sus cuevas.
—Abre una puerta para mí, Bruenor —murmuró Regis, distraído—. Por favor, déjame entrar.
Por pura coincidencia, Bruenor y su clan estaban discutiendo en aquel preciso momento la posibilidad de abrir una puerta en sus túneles, aunque no para dejar entrar a nadie. Después de su aplastante victoria sobre los ogros y goblins en las plataformas del exterior de las minas, los barbudos luchadores se habían dado cuenta de que no les agradaba la idea de permanecer sentados como inútiles mientras los orcos y los goblins, junto con monstruos todavía peores, destruían el mundo a su alrededor. Estaban ansiosos por darle un segundo golpe a Kessell. En su mundo subterráneo, no sabían si Bryn Shander aún permanecía en pie, o de si el ejército de Kessell había arrasado por completo Diez Ciudades, pero hasta ellos llegaban los sonidos propios de un campamento por encima de los sectores meridionales de su extenso complejo minero.
Bruenor era quien había propuesto la idea de una segunda batalla, principalmente por la rabia que le producía la inminente pérdida de sus amigos no enanos. Poco después de acabar con los goblins que habían conseguido escapar del derrumbamiento, el jefe del clan de Mithril Hall reunió a todo su pueblo.
—Enviad a alguien a los extremos más alejados de los túneles —ordenó—, y averiguad dónde descansan esos perros.
Aquella noche, los sonidos de los monstruos en movimiento se percibieron con toda claridad en la zona de más al sur, bajo la colina que rodeaba a Bryn Shander. Los trabajadores enanos se apresuraron a acondicionar de nuevo los túneles poco utilizados que llegaban hasta aquel extremo y, una vez que consiguieron situarse bajo el ejército, excavaron diez pozos separados, deteniéndose a pocos metros de la superficie.
Un brillo especial parecía haber vuelto a sus ojos: el júbilo de un enano que sabe que está a punto de machacar unas cuantas cabezas de goblins. El taimado plan de Bruenor tenía un potencial de venganza muy elevado a cambio de riesgos mínimos. En menos de cinco minutos, podían completar los pozos que habían hecho y, un minuto después, la fuerza de los enanos al completo se encontraría en el centro del campamento dormido de Kessell.
La reunión que Cassius había titulado consejo tenía en realidad como finalidad el que el portavoz de Bryn Shander pudiera exponer sus primeras estrategias de contraataque. Sin embargo, ninguno de los jefes allí reunidos, incluido Glensather, el segundo y único portavoz que se encontraba presente, esbozó la más mínima protesta. Cassius parecía haber estudiado con gran meticulosidad y detalle todos los aspectos del ejército de goblins apostado en el exterior, así como del brujo. El portavoz había esbozado una completa descripción de la fuerza, detallando las rivalidades potencialmente más explosivas entre las filas de goblins y orcos y sus estimaciones de cuánto tiempo haría falta para que las luchas internas llegaran a debilitar el ejército.
Aun así, todos los presentes estuvieron de acuerdo en que la piedra angular que mantenía el asedio era Cryshal-Tirith. El poder sobrenatural de aquella estructura de cristal convencería incluso a los orcos más reacios a obedecer sin rechistar. Tal como Cassius veía la situación, los límites de aquel poder eran el tema central de aquel asunto.
—¿Por qué insistió tanto Kessell en conseguir una rendición inmediata? —razonaba el portavoz—. Habría podido dejarnos bajo la tensión del asedio durante unos días para suavizar nuestra resistencia.
Los demás estuvieron de acuerdo con su línea de razonamiento, pero no tenían respuestas para darle.
—Tal vez Kessell no ejerza un control tan absoluto como pensamos sobre sus fuerzas —sugirió el mismo Cassius—. ¿Será que el brujo teme que su ejército se desintegre a su alrededor si pierde mucho tiempo?
—Tal vez —respondió Glensather, de Cielo Oriental—. O quizás Akar Kessell vea tan sólo que ostenta la fuerza de la ventaja y sabe que nosotros no tenemos otra alternativa que ceder. ¿No estarás confundiendo confianza con preocupación?
Cassius se detuvo un momento para reflexionar sobre la pregunta.
—Es una buena pregunta —admitió al final—. Pero no nos ayuda en absoluto en nuestros planes.
Glensather y varios hombres más se volvieron a observar al portavoz con curiosidad.
—Tenemos que suponer lo segundo —explicó Cassius—. Si resulta que el brujo ejerce un control total sobre su variopinto ejército, entonces cualquier intento que hagamos será inútil. Por lo tanto, tenemos que actuar suponiendo que la impaciencia de Kessell demuestra una preocupación bien fundamentada.
»No creo que sea un estratega excepcional. Ha emprendido el camino de la destrucción suponiendo que eso nos obligaría a someternos, pero, al final, ha resultado que esa política puede provocar que nuestra gente se lance a la batalla sin condiciones. Las eternas rivalidades entre varias de las ciudades que cualquier jefe inteligente de una fuerza invasora hubiera utilizado como una ventaja excelente, han desaparecido ante la total falta de sutileza de Kessell y sus exhibiciones de brutalidad ultrajante.
Cassius era consciente de que estaba captando la atención de todos los asistentes, a juzgar por las miradas que le dirigían. En aquella reunión, intentaba cumplir dos objetivos: en primer lugar, convencer a los demás de que participaran en la jugada que estaba tramando, y en segundo lugar, levantarles el ánimo y devolverles un poco de esperanza.
—Nuestra gente está ahí afuera —declaró, acompañando las palabras con un movimiento circular del brazo—. En Maer Dualdon y el lago Dinneshere se han reunido las flotas y esperan algún tipo de señal de parte de Bryn Shander que les indique que las apoyamos. La gente de Good Mead y Dougan’s Hole han hecho lo mismo en el lago del sur: se han armado al completo y saben bien que en esta batalla no habrá nada que dejar a los supervivientes si no salimos victoriosos. —Se inclinó hacia adelante y fue observando uno a uno a todos los presentes, para concluir con pesar—: Ni hogares, ni esperanza para nuestras viudas e hijos, ni siquiera un lugar adonde huir.
Cassius continuó reanimando a los que lo rodeaban y pronto recibió el apoyo de Glensather, que había adivinado el objetivo del portavoz de levantarles la moral y sabía la importancia que eso tenía. Cassius esperó hasta el momento oportuno y, cuando la mayoría de la asamblea había sustituido sus entrecejos fruncidos en señal de desesperación por un resuelto gesto de supervivencia, les soltó su arriesgado plan.
—Kessell ha pedido un emisario —dijo—, así que debemos enviarle uno.
—Tú o yo somos los más apropiados, ¿no? —intervino Glensather—. ¿Quién de nosotros irá?
Una astuta sonrisa se dibujó en el rostro de Cassius.
—Ninguno —replicó—. Uno de nosotros sería la opción evidente si lo que queremos es seguir las órdenes de Kessell, pero todavía nos queda una posibilidad. —Se volvió a observar a Regis, que desvió la vista, incómodo, adivinando a medias lo que el portavoz tenía en mente—. Hay alguien entre nosotros que se ha ganado una fama legendaria por su considerable habilidad para persuadir a los demás. Tal vez su atracción carismática nos hará ganar un tiempo valioso en nuestros tratos con el brujo.
Regis se sintió enfermo. Muy a menudo se había preguntado cuándo llegaría el día en que la piedra lo metiese en un problema demasiado profundo para salirse.
Varios de los demás asistentes observaban ahora al halfling, al parecer intrigados por la sugerencia de Cassius. Las historias del encanto del halfling y de su habilidad persuasoria, así como la acusación que le había formulado Kemp en el consejo, varias semanas antes, habían corrido de boca en boca en todas las ciudades, con los toques personales y exageraciones que cada narrador había querido añadirle para darse importancia. Aunque a Regis no le había preocupado la pérdida de su poder secreto, ya que ahora poca gente lo observaba directamente a los ojos, había llegado a forjarse cierta fama y, en realidad, nunca había considerado los posibles efectos negativos que pudiera tener el que la gente lo observara.
—Dejemos que sea el halfling, antiguo portavoz de Bosque Solitario, quien nos represente en la corte de Akar Kessell —declaró Cassius ante la aprobación casi unánime del resto de la asamblea—. ¡Tal vez nuestro pequeño amigo sea capaz de convencer al brujo del error de sus planes diabólicos!
—¡Estáis equivocados! —protestó Regis—. Son sólo rumores…
—La humildad es una virtud, querido amigo —lo interrumpió Cassius—. Y todos los que estamos aquí apreciamos la sinceridad de tus dudas sobre ti mismo y apreciamos todavía más tu disponibilidad a oponer tu talento contra Kessell a pesar de esas dudas.
Regis cerró los ojos y no respondió, consciente de que la moción sería aprobada con su consentimiento o sin él.
En efecto, la decisión fue tomada por unanimidad. La gente acorralada estaba dispuesta a asirse a cualquier esperanza que pudiese hallar.
Cassius actuó con rapidez para dar por finalizado el consejo, ya que creía que todas las demás cuestiones, como el problema de la superpoblación o la necesidad de provisiones, tenían poca importancia dada la situación actual. Si Regis fracasaba, todos los demás inconvenientes serían insignificantes.
Regis permanecía en silencio. Había acudido al consejo sólo para dar su apoyo a sus amigos portavoces y, al sentarse junto a la mesa, no había tenido la más mínima intención de participar activamente en las discusiones, pero ahora resultaba que se había convertido en el punto central del plan de defensa.
Cassius indicó con un gesto a Regis que se quedara cuando los demás empezaron a abandonar la sala. El portavoz de Bryn Shander cerró la puerta cuando salió el último, ya que deseaba mantener una entrevista en privado con el personaje principal de la primera parte de su plan de defensa.
—¡Podías haberme consultado sobre todo esto antes! —se quejó Regis en cuanto Cassius hubo cerrado la puerta—. ¡Me parece que al menos tenía derecho a dar mi opinión sobre una decisión de este tipo!
Cassius lo observó con pesar.
—¿Y qué oportunidades tenemos los demás? —inquirió—. ¡Al menos esto les ha devuelto la esperanza!
—Me sobreestimas —protestó Regis.
—Tal vez seas tú quien te subestimes.
Aunque el halfling se daba cuenta de que Cassius no se echaría atrás en el plan que había trazado y que había expuesto en la reunión, la confianza del portavoz en sus posibilidades era también agradable.
—Roguemos, por la salud de ambos, que sea en realidad esto último —prosiguió Cassius mientras se sentaba en una silla—. Aunque yo, en realidad, estoy convencido de ello. Tengo fe en ti, aunque tú no la tengas. Recuerdo bien cómo le hablaste al portavoz Kemp en el consejo de hace cinco años, aunque no me di cuenta de lo sucedido hasta que él te acusó de haberlo engañado. Un ejemplo de persuasión increíble, Regis de Bosque Solitario, y más aun porque permaneció en secreto durante tantos años.
Regis se sonrojó, pero nada dijo.
—¡Y si puedes convencer a los tipos tozudos como Kemp de Targos, Akar Kessell será una presa fácil para ti!
—Estoy de acuerdo contigo en considerar que Kessell no es un hombre de voluntad de hierro, pero los brujos son capaces de detectar los trucos de magia con gran facilidad. Y, además, olvidas al demonio. ¡No quiero ni siquiera intentar convencer a una criatura como ésa!
—Esperemos que no tengas que tratar con él —admitió Cassius con un estremecimiento—. Sin embargo, estoy convencido de que debes ir a la torre a intentar convencer al brujo. Si no podemos mantener inactivo a tan poderoso ejército hasta que los conflictos internos lo conviertan en nuestro aliado, estamos vencidos. Créeme, como amigo, que no te involucraría en una situación tan peligrosa si viera otra posibilidad. —Una mirada de total impotencia había sustituido la expresión optimista del rostro del portavoz y aquella genuina preocupación impresionó a Regis, como si fuera un hombre hambriento reclamando a gritos algo de comer.
A pesar del sentimiento que le producía ver al portavoz tan acorralado, Regis se veía obligado a admitir la lógica del plan así como la ausencia de otras posibilidades. Kessell no les había dejado mucho tiempo para reagruparse después del ataque inicial y, con el incendio de Targos, el brujo había demostrado su capacidad para destruir del mismo modo Bryn Shander. Por otro lado, al halfling no le cabía duda de que Kessell llevaría a cabo su vil amenaza.
Así que no le quedó otro remedio que aceptar su papel como la única opción. Por regla general, el halfling no tenía excesiva iniciativa, pero, cuando se comprometía con algo, procuraba hacerlo lo mejor posible.
—En primer lugar —empezó—, tengo que decirte, de modo estrictamente confidencial, que en realidad tengo una ayuda mágica. —Un brillo de esperanza cruzó por los ojos de Cassius, que se inclinó hacia adelante ansioso por conocer más detalles, pero Regis lo calmó con un gesto—. Sin embargo, debes comprender que, a diferencia de lo que cuentan algunas historias, no tengo poder para cambiar lo que hay en el corazón de una persona. No puedo convencer a Kessell de abandonar su diabólico camino al igual que no puedo convencer al portavoz Kemp de hacer las paces con Termalaine. —Se levantó de su butaca de piel y empezó a andar alrededor de la mesa con las manos entrelazadas en la espalda. Cassius lo observaba con impaciencia, incapaz de adivinar con exactitud lo que intentaba demostrar tras admitir y luego desacreditar su poder—. Pero a veces tengo el modo de hacer que la gente vea lo que la rodea desde una perspectiva diferente —admitió Regis—. Como el incidente que has mencionado, cuando convencí a Kemp de que seguir preferentemente una línea de acción podría ayudarlo a la larga a conseguir sus propias aspiraciones. Así que vuelve a explicarme, amigo Cassius, todo lo que hayas aprendido sobre el brujo y su ejército. Veamos si podemos descubrir el modo de que Kessell dude de las cosas en las que ha puesto su confianza.
La elocuencia del halfling dejó boquiabierto al portavoz. Aunque no se había atrevido a mirar a Regis a los ojos, tenía que admitir que había algo de cierto en los rumores que corrían y que él siempre había considerado exagerados.
—Mediante los transmisores de noticias nos han informado que Kemp se ha puesto al mando de las fuerzas sobrevivientes de las cuatro ciudades de Maer Dualdon —explicó Cassius—. Del mismo modo, Jensin, Brent y Schermont dirigen a los demás en el lago Dinneshere y, junto con las flotas de Aguas Rojizas, constituyen una fuerza poderosa. Kemp ha jurado venganza y dudo que ninguno de los demás refugiados tenga el más mínimo deseo de rendirse o huir.
—¿Adónde podrían ir? —murmuró Regis, antes de observar con expresión pesarosa a su interlocutor, que tampoco tenía palabras de consuelo. Cassius había montado un espectáculo de confianza y esperanza para los demás durante el consejo y para la gente de la ciudad, pero ahora era incapaz de mirar a Regis y hacerle promesas.
Glensather se introdujo de improviso en la estancia.
—¡El brujo ha vuelto al campo de batalla! —gritó—. Ha solicitado la presencia de nuestro emisario… ¡Y las luces de la torre han empezado de nuevo!
Los tres salieron corriendo del edificio mientras Cassius aprovechaba para repetir toda la información de que disponía.
Regis se apresuró a silenciarlo.
—Estoy preparado —aseguró—. No tengo la más mínima idea de si este plan tuyo va a funcionar, pero tienes mi promesa de que al menos voy a intentarlo.
Llegaron a la puerta.
—Tiene que funcionar —aseguró Cassius, mientras le daba unos golpecitos en la espalda a Regis—. No nos queda otra esperanza. —Dio media vuelta para alejarse, pero Regis tenía aún una última pregunta que hacer.
—¿Y si Kessell está más allá de mis posibilidades? ¿Qué debo hacer si falla el plan?
Cassius observó a los miles de mujeres y niños que se apretujaban para protegerse del viento helado en las calles de la ciudad.
—Si fracasa… —empezó despacio—, si no puedes disuadir a Kessell de que utilice el poder de la torre contra Bryn Shander… —volvió a callar, como si no quisiera oír cómo las palabras salían de sus labios—, te doy la orden de que sometas la ciudad entera a Kessell.
El portavoz dio media vuelta y se alejó en dirección a la muralla, para presenciar de cerca el crítico encuentro. Regis no titubeó un solo instante, porque era consciente de que, si se detenía aunque fuera un momento, cambiaría de opinión y correría en busca de un rincón oscuro donde esconderse en la ciudad. Antes de tener la oportunidad de reconsiderarlo, atravesó la puerta principal y se alejó con paso firme en dirección a la colina donde lo esperaba la proyección de Akar Kessell.
El brujo había vuelto a aparecer en medio de dos espejos sostenidos por trolls y permanecía con los brazos cruzados mientras daba impacientes golpes con el pie en el suelo. Al ver su entrecejo fruncido, Regis tuvo la impresión de que el hombre iba a matarlo de un solo golpe antes de que llegara al pie de la colina. Pero tenía que mantener la vista fija en Kessell a medida que se acercaba. Los trolls eran las criaturas que más asco y repulsa le daban, por lo que tuvo que valerse de toda su fuerza de voluntad para seguir adelante. Incluso desde la puerta percibía su fuerte hedor a podrido.
Sin embargo, consiguió seguir hacia adelante, con la vista fija en el diabólico brujo.
Kessell examinó al emisario durante largo rato. En realidad, no había esperado encontrarse con un halfling como representante de la ciudad y no pudo dejar de preguntarse por qué Cassius no había querido acudir personalmente a una reunión tan importante.
—¿Vienes a mí como el representante oficial de Bryn Shander y de todos los que en la actualidad residen dentro de esas murallas?
El halfling asintió.
—Soy Regis, de Bosque Solitario —respondió—, amigo de Cassius y antiguo miembro del Consejo de los Diez. Me han nombrado portavoz de la gente que hay en el interior de la ciudad.
Kessell entrecerró los ojos como anticipándose a la victoria.
—¿Y me traes su rendición incondicional?
Regis empezó a andar arrastrando los pies y balanceándose de forma que el rubí hiciese otro tanto sobre su pecho.
—Desearía mantener una entrevista privada con usted, poderoso mago, para discutir los términos del acuerdo.
Kessell abrió los ojos de par en par y enseguida desvió la vista hacia Cassius, que permanecía junto a la muralla.
—¡Dije incondicional! —aulló mientras a sus espaldas las luces de Cryshal-Tirith empezaban su danza cada vez más rápida—. ¡Ahora seréis testigos de las consecuencias de vuestra insolencia!
—¡Espera! —suplicó Regis, dando saltos a su alrededor para captar de nuevo la atención del brujo—. Hay varias cosas que debes saber antes de decidirte.
Kessell sentía poco interés por los movimientos del halfling, pero, de pronto, el colgante de rubí captó su atención y, a pesar de la protección que le ofrecía la distancia entre su cuerpo físico y la ventana de su imagen proyectada, se quedó fascinado ante la gema.
Regis no pudo resistir el esbozar una sonrisa, aunque muy discreta, al ver que los ojos del brujo ya no parpadeaban.
—Poseo cierta información que estoy convencido de que considerarás valiosa —dijo con calma.
Kessell le indicó con un gesto que continuara.
—Aquí no —susurró Regis—. Hay demasiados oídos curiosos a nuestro alrededor y no todos los goblins aquí reunidos estarán contentos de escuchar lo que vengo a deciros.
Kessell consideró las palabras del halfling durante un instante. Por algún motivo que no podía comprender, sentía una súbita curiosidad.
—Muy bien, halfling —accedió—. Escucharé tus palabras.
De pronto, se produjo un estallido y el brujo desapareció en una nube de humo.
Regis observó por encima del hombro a la gente de la muralla y asintió.
Siguiendo las órdenes telepáticas que recibían desde la torre, los trolls cambiaron la posición de los espejos para captar el reflejo de Regis y, tras un segundo estallido, el halfling desapareció también entre una nube de humo.
Desde la muralla, Cassius le devolvió el gesto a Regis, aunque el halfling ya había desaparecido, y luego respiró con más calma, aliviado por la mirada que le había dirigido el emisario y por el hecho de que se acercaba la puesta de sol y Bryn Shander todavía aguantaba en pie. Si su suposición, basada en la observación de las acciones del brujo, era correcta, Cryshal-Tirith extraía la mayor parte de su energía de la luz solar.
Parecía que su plan les había proporcionado, al menos, una noche más de plazo.
A pesar de tener los ojos legañosos, Drizzt reconoció la oscura silueta que tenía frente a él. El drow se había dado un golpe en la cabeza al caer tras la embestida con la cimitarra, y Guenhwyvar, su leal compañera, había permanecido en vela silenciosa durante las largas horas en que su amo había estado inconsciente, a pesar de que también ella había recibido heridas en su lucha con Errtu.
Drizzt consiguió incorporarse hasta quedar sentado e intentó orientarse de nuevo observando los alrededores. Al principio, pensó que había llegado el alba, pero luego se dio cuenta de que el pálido reflejo de luz provenía del oeste. Había permanecido inconsciente durante la mayor parte del día, totalmente exhausto ya que la cimitarra le había extraído su energía vital en la pelea con el demonio.
Guenhwyvar parecía mucho más agotada. Llevaba el lomo pelado a raíz de su choque con el muro de piedra y Errtu le había hecho un profundo corte en una de las patas delanteras.
Pero, más que las heridas, la pantera mágica acusaba un gran cansancio. Había sobrepasado con creces su tiempo habitual de permanencia en el mundo material. El paso entre su mundo y el del drow se mantenía intacto gracias a la energía mágica propia del felino, pero cada minuto que pasaba lejos de su hogar iba perdiendo parte de esa fuerza.
Drizzt le dio unos ligeros golpecitos en el lomo. Comprendía el sacrificio que Guenhwyvar había hecho por él y deseó poder cumplir con las necesidades del felino y enviarlo de regreso a su propio mundo.
Sin embargo, no podía hacerlo. Si la pantera regresaba a su hogar, pasarían horas antes de que pudiera recobrar la fuerza necesaria para restablecer el puente de conexión con su mundo, y necesitaba al animal ahora.
—Un poco más —suplicó, y la fiel bestia se tendió a su lado sin soltar un solo gruñido de protesta. Drizzt la observó con pesar y volvió a acariciarle el cuello. ¡Cómo deseaba poder librar al felino de su servicio! Aun así, no podía.
A juzgar por lo que Errtu le había contado, la puerta de Cryshal-Tirith era invisible a los seres del Mundo Material.
Necesitaba la vista de Guenhwyvar.