Capítulo 19

—Tienes privilegios de piel —dijo contra su pulso, mordisqueándola muy suavemente—. Eres del clan.

Eso era lo último que Sascha había esperado oír.

Mercy asió el puño apretado de Sascha.

—Nosotros no dejamos que los miembros del clan mueran sin antes luchar.

Sascha sintió que las lágrimas le escocían en los ojos.

—¡No lo entendéis!

Vaughn le acarició el cuello con la nariz y le mordió suavemente la oreja antes de erguirse en toda su altura poniéndole las manos sobre los hombros.

—Entendemos que tú crees que la PsiNet es omnipotente. Es porque así te lo han enseñado. —Rodeó la silla para apoyarse contra la mesa al lado de ella—. Pero las reglas han cambiado.

—¿Qué reglas? —dijo sintiéndose vencida por su negativa a ver la verdad—. Siguen siendo igual de poderosos y letales.

—Pero tú eres diferente a cuanto han visto —apostilló Mercy.

Sascha levantó la vista hacia el rostro de la mujer.

—No soy más que un psi roto.

—¿De veras? —Vaughn le acarició la mejilla con el dorso de los dedos. Sobresaltada una vez más, Sascha no sabía cómo reaccionar. Había visto el modo en que los leopardos se tocaban unos a otros, pero nunca esperó ser la receptora de un afecto tan natural. Mucho menos por parte del centinela más mortífero—. ¿O eres algo completamente distinto?

Sascha tenía una respuesta en la punta de la lengua cuando, de pronto, frunció el ceño y recordó los archivos secretos de su familia que había cogido pero nunca examinado.

—Tengo que pensar —dijo entre dientes al tiempo que se retraía dentro de su mente.

Ninguno de los centinelas dijo una sola palabra, sino que se limitaron a asegurar su protección mientras ella se quedaba allí sentada hojeando las páginas y más páginas de datos mentales. En algún momento, Tamsyn entró en la cocina y se puso a hornear galletas.

Con una pequeña parte de su mente, Sascha sintió la pena que embargaba a la sanadora por haber tenido que enviar a Julian y Roman lejos. Lucas le había contado la verdad sobre su ausencia la noche anterior, demostrando más confianza en ella de la que la propia Sascha tenía. Tamsyn no podía ni quería irse con sus hijos; era la sanadora, y si se derramaba sangre, la necesitarían.

Sin casi pensar en ello, Sascha tomó la mayor parte de la tristeza de Tamsyn y la acogió en su interior. Como siempre, las emociones de los demás se asentaron como rocas contra su corazón, pero sabía que podía con ello. Ignoraba cómo, pero tenía el poder de neutralizar aquellos sentimientos negativos.

No sabía cuánto tiempo había estado allí sentada cuando salió del trance sobresaltada al sentir que le daban un beso en la nuca. Solo había un hombre que tenía el poder de afectarla hasta ese punto. Parpadeó y se volvió para encontrarse con Lucas detrás de ella. Hizo que se levantara con una expresión severa.

—¿Qué estabas haciendo? —La furia candente de Lucas era visible en sus ojos.

—Examinando algo de información que sustraje cuando me colé ilegalmente en la red.

¿Por qué estaba furioso?

—Te dije que no te movieras. —Las marcas de Lucas se marcaban nítidamente.

—Y estoy aquí. —Su propio enfado fue en aumento—. ¿Qué problema tienes?

Su respuesta fue un gruñido grave que hizo que se le pusiera de punta el vello de todo el cuerpo.

De pronto fue consciente de que no estaban solos. A Vaughn, Mercy y Tamsyn se habían unido Dorian y Clay. Silenciosos como eran los depredadores, los centinelas y la sanadora continuaron con lo que estaban haciendo, pero Sascha sabía que estaban escuchando.

—Lucas —dijo con intención de pedirle que siguieran la discusión en un lugar privado.

—Te dije expresamente que te mantuvieras lejos de la PsiNet. —Cada una de aquellas serenas palabras estaba envuelta en un manto de furia.

—¡No he entrado! No soy tan descerebrada. —Ya se había hartado—. ¿Esperabas que me quedara aquí… cocinando galletas en tu ausencia? —Una punzada de diversión procedente de alguna parte de la estancia hizo que se diera la vuelta y dijera—: No pretendía ofender, Tamsyn.

—Lo sé, cielo. No eres la clase de mujer que prepara galletas. —La sanadora puso algunas pastas de chocolate en una bandeja.

—Se suponía que debías descansar la mente. Y no me vengas con que fuera lo que fuese que estuvieras haciendo no estabas consumiendo la energía mental que no tienes.

Lucas le asió de la nuca y la acercó a él. Sabía medir bien su fuerza, pero aquel gesto de dominación no le pasó desapercibido a Sascha.

—Basta. —Puede que fuera el alfa, pero ella era un cardinal.

Él no se tomó la molestia de responderle, sino que se puso a hablar con los centinelas.

—¿Por qué coño habéis dejado que desobedezca mis órdenes?

Sascha le propinó una patada en la espinilla a Lucas, pero él ni se inmutó.

—Pagaréis por ello —les advirtió con voz sedosa.

Y aquello fue lo que le hizo explotar. Tal vez hubiera sido un fracaso como cardinal, pero contaba con alguna que otra especialidad que la mayoría de la gente desconocía. Abrió la mente y empujó con tal fuerza a Lucas Hunter, que antes siquiera de que pudiera pestañear se encontró a unos sesenta centímetros de distancia de ella.

Todos los presentes se quedaron petrificados.

Sascha se dio cuenta de que acababa de atacar al alfa de los DarkRiver. ¡Qué lástima! Lucas había estado comportándose como un auténtico neandertal.

Enfrentándose a su mirada, que se había vuelto más felina que humana, plantó las manos en las caderas e intentó fingir que el esfuerzo psíquico no la había dejado agotada.

—¿Todavía quieres jugar? —Era una provocación que jamás se le habría ocurrido hacer antes de empezar a pasar tanto tiempo con los cambiantes.

—Ah, sí, gatita, quiero jugar. —Lucas se acercó a la velocidad del rayo con una mezcla de regocijo y desafío.

Sascha estaba preparada. Utilizó la fuerza que le quedaba para saltar de espaldas sobre la mesa casi como si fuera un gato. Su mente psi había visto el modo en que se movían los leopardos y ahora imitaba aquellos movimientos de extrema belleza y gracilidad. Lucas abrió los ojos sorprendido cuando la vio subida en medio de la mesa.

—Has estado guardando secretos.

—Pobrecito —se mofó.

Lucas esbozó una sonrisa.

—Ven aquí.

—¿Vas a comportarte?

—No.

Los labios de Sascha se movieron nerviosamente. Se sentía ridícula acuclillada sobre la mesa ahora que él ya no la perseguía, de modo que se bajó de un salto y aterrizó delante de él. Lucas le asió de nuevo la nuca de manera posesiva. Salvo que esta vez era sensualidad y no ira lo que transmitía su contacto. El beso que le dio la hizo arder de la cabeza a los pies.

Cuando él levantó la cabeza, Sascha se tomó unos momentos para recobrar el aliento.

—¿No sabes lo que es la intimidad? —preguntó consciente de que se había puesto colorada. Ya no podía dominar las reacciones de su cuerpo. Ese escudo había quedado reducido a cenizas la noche anterior.

Tamsyn se echó a reír.

—Lo siento, no he podido evitar oíros.

Sascha forcejeó con Lucas hasta que él la soltó conformándose con rondar detrás de ella cuando se acercó a Tamsyn y se detuvo al otro lado de la encimera.

La mujer puso los ojos en blanco.

—Los machos de DarkRiver son condenadamente posesivos y unos auténticos exhibicionistas durante la danza de apareamiento.

Sascha hojeó su diccionario de terminología cambiante y no encontró ninguna entrada.

—¿Danza de apareamiento?

Mercy silbó y Dorian hizo una mueca. Tamsyn se sintió de pronto muy interesada en la masa que estaba preparando. Clay y Vaughn desaparecieron misteriosamente. A su espalda, el cuerpo de Lucas era un sólido muro de calor.

—Me parece que tenemos que discutir esto arriba.

—Ah, ¿así que ahora quieres que estemos a solas? —murmuró.

Sascha se quedó paralizada por la sorpresa cuando Lucas la tomó en brazos, y antes de que pudiera ser capaz de quejarse, echó a correr escaleras arriba. Un minuto más tarde la depositó sobre la cama y se tumbó a su lado.

—No-no.

Sascha sacudió la cabeza e intentó alejarse, pero se lo impidió echando una pierna encima de las de ella.

—No intentes más trucos, gatita.

Solo por eso conjuró una última ráfaga de energía y le apartó la pierna de encima.

Al cabo de un segundo, Lucas había puesto de nuevo la pierna sobre las suyas.

—Vamos a tener que hablar sobre este truquito tuyo —dijo más divertido que preocupado.

Sascha entornó los ojos.

—Podría convertirte el cerebro en papilla si quisiera.

—Y entonces, ¿quién te lamería hasta llevarte al orgasmo?

Todo su cuerpo se convirtió en fuego.

—¡No puedes decir esas cosas!

—¿Por qué no?

Las manos de Lucas le separaron los bordes de la camisa blanca que llevaba y entonces se percató de que él se la había desabrochado. Aquellos dedos largos se posaron acto seguido sobre el sujetador y le pellizcaron el pezón.

—Lucas… —Fue más un gemido que otra cosa.

—La danza de apareamiento es lo que realizan dos leopardos para emparejarse de por vida. —Cerró la mano sobre aquel seno y apretó.

Sascha abrió los ojos y un miedo frío sofocó el fuego que él había avivado.

—¿Qué sucede si uno de la pareja muere?

—El superviviente no vuelve a emparejarse jamás.

Aquella mano posesiva comenzó a tirar de la copa del sostén para frotar perezosamente la carne excitada.

—No, Lucas. —Intentó salir de debajo de él, pero Lucas no la dejó—. No puedes. Es posible que no sobreviva a esta semana.

—No vas a ir a ninguna parte. —Jamás le había oído hablar de forma tan dominante y sus ojos eran los de la pantera—. Me perteneces.

Aquellas eran las palabras que había esperado escuchar toda su vida, pero no podía aceptarlas.

—¿Y yo no puedo decir nada al respecto?

—Tomaste tu decisión cuando me metiste en tus sueños, en tu mente. —Le mordisqueó suavemente el labio inferior—. Y una vez más cuando me dejaste entrar en tu cuerpo.

Bajo ningún concepto tenía intención de dejar a Lucas sin una compañera durante el resto de sus días.

—No voy a cooperar.

—Claro que lo harás. —Movió la cabeza y se introdujo el pezón en la boca.

Sascha le hundió los dedos en la sedosa mata de cabello.

—Para.

Pero Lucas murmuró de placer y deslizó la otra mano para ahuecarla entre sus piernas. La tela de los pantalones no impidió que Sascha sintiera el intenso calor de su piel.

Ella le tiró de la cabeza y Lucas la levantó lo suficiente a fin de tener espacio para desplazarse al otro pecho. En vez de bajarle la copa, la lamió a través de la tela al tiempo que amoldaba una mano sobre su abdomen. Resultaba imposible pensar con tantas sensaciones embargándola. Pero tenía que hablar, tenía que hacer que él comprendiera.

—No me conoces —susurró.

Lucas levantó la cabeza.

—Te conozco por dentro y por fuera.

—No, Lucas, yo no soy una cambiante; soy una psi. Mi mente es lo que soy.

—Mentirosa. —Le pellizcó un pezón mojado.

El cuerpo de Sascha se estremeció por entero y por un instante no fue más que una criatura carnal.

—Eres tan animal como yo —le susurró roncamente al oído—. Tan sexual, hambrienta y necesitada.

Sascha sacudió la cabeza conmocionada por el poder de sus palabras, así como por su contacto.

—Podría matarte solo con pensarlo.

Lucas frotó la mandíbula sobre la piel de la parte superior de sus pechos.

—¿Podrías, gatita?

Así de fácil, él ganó su guerra personal. Lucas era más importante para ella que su propia vida.

—No lo hagas —dijo—. Detén esto antes de que sea demasiado tarde.

—Nadie puede impedirlo. Mataré a cualquiera que lo intente.

Mirando aquellos ojos felinos supo que Lucas decía en serio cada una de sus palabras. Estaba convencida de que tenía que detenerle antes de que se atara a una mujer tan quebrada que ni siquiera estaba ya segura de ser una psi.

Un día después, Sascha estaba sentada en el salón de la casa franca intentando encontrar argumentos para convencer a Lucas de la solidez de su plan. El problema era que no había descubierto cómo crear una maniobra de distracción que le proporcionara la ventaja al asesino para percibir su olor. Se había pasado el día entero pensando en algo y lo único que se le ocurría era una bomba casera.

Si no se le ocurría nada más para el día siguiente, tendría que usar eso… Brenna ya había sufrido bastante. Al menos ni Enrique ni Nikita habían intentado ponerse en contacto con ella hasta el momento. Suponía que estaban absortos con su propio plan para atrapar al asesino en serie.

Lucas había estado yendo y viniendo durante toda la jornada, organizando los preparativos en caso de que no pudieran salvar a la joven SnowDancer. En ese preciso momento, estaba junto a la ventana contemplando la noche. Su piel resplandecía como si fuera oro bruñido a la luz de las lámparas repartidas por la estancia.

—¿Qué información sustrajiste? —preguntó volviendo la cabeza para mirarla por encima del hombro. Apenas le había dirigido la palabra en todo el día, pero la había tocado a la menor oportunidad.

Sascha permaneció acurrucada en el rincón del sofá, observándole con la misma desconfianza con la que una gacela miraría a un león. Lucas no era humano, no era psi. Era un depredador y había decidido que ella era suya. Iba a ser necesaria toda su fortaleza para alejarse de él antes de que los destruyera a ambos.

Aunque Lucas no le permitiera ejecutar su plan, los mercenarios del Consejo la perseguirían en la PsiNet en cuanto sus escudos se desmoronasen dejando al descubierto su defecto. Sus cortafuegos ya comenzaban a mostrar pequeñísimas fisuras. Tal vez no fuera capaz de salvarse a sí misma, pero salvaría a Lucas. No le sentenciaría a vivir sin una compañera por mucho que ansiara pertenecerle.

—La historia de mi familia.

Alguien entró en la habitación procedente de la cocina. La esbelta figura de Tamsyn fue seguida por el cuerpo grande de Nate.

—Esperamos no interrumpir.

—No hay nada que interrumpir —dijo Sascha agradecida por su presencia. Necesitaba un parachoques entre las demandas de Lucas y el deseo abrasador de ceder a ellas—. Le estaba contando a Lucas que he robado información de la PsiNet acerca de mi familia.

Lucas se apartó de la ventana y se encaminó hacia el sofá. Sus ojos no perdieron en ningún momento de vista a Nate, y Sascha sintió que una enorme ráfaga de posesión casi peligrosa le golpeaba. En un momento de quietud, mientras Lucas había salido, Tamsyn le había contado que los leopardos eran muy inestables en esa fase de la danza de apareamiento y propensos a atacar a cualquiera que vieran como a una amenaza.

Le había pedido a Sascha que no opusiera resistencia al reclamo de Lucas y le había advertido que luchar contra un macho alfa durante el apareamiento era algo que no se hacía.

Sascha comprendía por qué Tamsyn le había hecho aquella advertencia, pero sabía que no podía seguir el consejo de la sanadora, no si eso significaba una vida entera de soledad para el hombre al que adoraba. No obstante dejó que se sentara a su lado en el sofá, permitió que él le apoyara los pies sobre sus muslos y que le masajeara las pantorrillas.

—¿Por qué necesitarías tú robar información?

Nate frunció el ceño y tomó asiento tan lejos de Sascha como le fue posible.

Tamsyn se acomodó sobre su regazo con el brazo alrededor de su cuello.

—Los historiales médicos de nuestra familia fueron destruidos durante un incendio en algún momento del pasado. —Aquello siempre le había frustrado, siempre había sentido que había muchas cosas que desconocía—. Los archivos de la PsiNet deberían haber sido nuestra copia de seguridad, pero nos dijeron que la información de la red se había corrompido de forma inexplicable.

Lucas tensó la mano sobre su pantorrilla indicándole en silencio que le prestara atención a él.

—¿Era cierto?

—No. —Le miró a los ojos—. Está todo allí, siglos de historia.

Un extenso archivo que se le había ocultado a la gente que debería tener acceso a él. ¿Qué otras cosas le ocultaba a su gente el Consejo? ¿Qué más estaba clasificado como de acceso restringido?

—¿Qué has descubierto? —preguntó Tamsyn acurrucándose en el regazo de Nate de un modo tan felino, tan sensual, que Sascha se quedó momentáneamente sorprendida. La naturaleza práctica de la mujer casi le había impedido ver que también ella era un leopardo.

—No había nada realmente inusual hasta que me remonté a mi bisabuela Ai. —Sin pretenderlo de forma consciente, se percató de que se había acercado a Lucas hasta casi estar subida en su regazo. Él tenía uno de sus brazos estirado sobre el respaldo del sofá en tanto que con la otra mano continuaba acariciándole las piernas flexionadas—. Su archivo estaba marcado con un símbolo rojo.

—¿Es algún tipo de sistema de clasificación? —Nate frotaba la nuca de Tamsyn y la relajación del cuerpo de esta era tal, que prácticamente estaba laxo contra el de su compañero.

A Sascha le llamaba la atención la confianza que se evidenciaba entre los dos.

Ningún psi se permitiría jamás colocarse en una posición vulnerable frente a un hombre de mayor corpulencia. Sin embargo Tamsyn lo hacía sin vacilar. Y también lo había hecho Sascha cuando dejó que Lucas la amara como gustase. Tal vez aquellos hombres tenían el potencial de albergar las emociones negativas que habían llevado a su raza a mutilar a sus propios hijos, pero también poseían la capacidad para preocuparse a un nivel que los psi no experimentarían jamás.

—No que yo sepa. —Apartó la mirada de la pareja para encontrarse con los ojos de Lucas observándola con tal intensidad, que tuvo la sensación de que él sabía qué había estado pensando exactamente—. Sospecho que es algo que Henry y Shoshanna Scott están haciendo por su cuenta. No me imagino a mi madre dejándoles revisar la historia de nuestra familia.

La rama de un árbol se agitaba frente a la ventana desprovista de cortinas proyectando sombras sobre la pared. Y Sascha fue consciente de que estaba sentada en el regazo de Lucas, que con un brazo la apretaba contra él mientras movía el otro rítmicamente por la parte externa de su muslo. Debería haberle asustado la necesidad que sentía de él, una necesidad tan profunda que anulaba los bloqueos que había creado para obligarse a mantener las distancias. Por el contrario, deseaba frotarse contra su masculinidad hasta que todo su ser fuera puro fuego y sensaciones.

—Gatita. —El tono posesivo había desaparecido de aquel ronco murmullo al oído. Parecía que su pausada capitulación le había calmado—. ¿Por qué un símbolo rojo?

—No estoy segura, pero pensé que tenía algo que ver con sus habilidades como psi. —Apoyó la cabeza sobre Lucas y compartió lo más aterrador—: Después de ver ese símbolo rojo revisé de nuevo algunos historiales más. Había un segundo símbolo rojo. —Todos guardaron silencio—. Se encontraba en mi historial.

Su mente retornó de golpe al modo en que Enrique le había estado siguiendo.

Alguien conocía, o había adivinado, su defecto. Esa persona la vigilaba esperando cualquier desliz por su parte. Era muy posible que Enrique estuviera jugando a dos bandas, utilizando a Nikita y a Henry en su provecho.

—¿Tienes idea de por qué podrían haberos señalado a Ai y a ti? —La voz de Lucas volvía a ser áspera.

Sascha le desabrochó los botones superiores de la camisa y deslizó la mano dentro para posarla sobre su furioso corazón. Casi de inmediato sintió que su agresividad volvía a estar bajo control. Ya no le asustaba desconocer cómo sabía qué debía de hacer para tranquilizar a su compañero; aquello formaba parte de la magia.

—La terminología empleada por aquel entonces era diferente. Ai estaba catalogada como una psi-e. Ese término ya no forma parte de nuestro léxico.

Tamsyn frunció el ceño.

—¿Había alguna otra información?

—Ai nació en 1973. El Silencio entró en vigor en 1979, cuando tenía unos seis años. Todos los menores de siete años fueron inscritos automáticamente en el Protocolo.

Sascha no podía imaginar cómo debió de sentirse esa niñita cuando le enseñaron a erradicar todo cuanto había aprendido a valorar.

—¿A cuántos perdieron? —preguntó Tamsyn con voz queda; su mente de sanadora comprendía el problema.

—No lo sé. Las cifras están bien escondidas, pero todos saben que fue devastador.

El índice de supervivencia de los niños de la transición era muy bajo.

Los dedos de Lucas le acariciaron el cabello, que le había soltado de la trenza mientras ella hablaba.

—Pero Ai sobrevivió.

—Sí. En su historial se refleja que su madre, Mika, fue una de las mayores opositoras del Silencio. Al principio pensé que ese era el motivo de que el historial de Ai hubiera sido marcado, pero contenía algunas otras cosas extrañas. Su designación era la de una psi-e de 8,3 al nacer, pero quedó relegada a la categoría de psi no especializado de 6,2 en el gradiente después de completar el protocolo del Silencio. —Habían destruido mucho más que el alma de Ai.

Sascha lloraba en su fuero interno a las dos mujeres que jamás había tenido la oportunidad de conocer. ¿Cómo debió de afectar a Mika el ver que a la hija a quien había llamado Ai (que en su idioma significaba «amor») le enseñaban a despreciar esa misma emoción?

—Me he perdido. —Tamsyn se irguió en brazos de Nate.

Sascha dejó a un lado los horrores del pasado.

—Los psi estamos clasificados de acuerdo a nuestra fuerza psíquica y especialización. Por ejemplo, mi madre es una psi-tp de 9,1 en el gradiente, lo que significa que su mayor habilidad radica en el campo de la telepatía. Como la mayoría de los psi, posee otras habilidades, pero en términos de potencia, todas están por debajo de 2 en el gradiente… nuestro sistema métrico.

—Continúa —dijo Tamsyn.

—También están los psi-tq.

—Telequinesia —aventuró Nate.

—Sí. También tenemos una categoría «m»: correspondiente al campo de la medicina. Los psi-m pueden mirar dentro de un cuerpo y encontrar las causas físicas de la enfermedad. Es con ellos con quienes otras razas tienen contacto con mayor frecuencia. Existen habilidades que abarcan otros campos. Los telépatas son relativamente comunes y suelen tener otras especialidades dentro de su don.

Como su madre, con sus venenos virales, y la genialidad de Ming LeBon para el combate mental.

—La designación médica es de rango medio. Entre las especialidades más raras se incluye la psicometría, la telequinesia con capacidad de teletransportarse y la transmutación… o la habilidad de hacer que un objeto físico cambie de forma. Los más raros son los psi-c.

Lucas deslizó la mano bajo su camisa para colocarla sobre la piel de su espalda, excitante y cálida, como una marca de la Sascha que no tenía deseos de escapar. Estaba teniendo que luchar contra él tanto como contra sí misma con respecto a aquella decisión devastadoramente crucial. Por no hablar del resto del clan.

Los leopardos habían cerrado filas. Ninguno le contaba cuáles eran los pasos finales de la danza de apareamiento para que pudiera evitar darlos. Ella era la compañera elegida por su alfa y no tenían intención de darle oportunidad de escapar.

Incluso Vaughn se había negado, aunque había intentado convencerle de que eso le salvaría la vida a Lucas. Ninguno de ellos comprendía el poder de la PsiNet. No se podía luchar contra ella.