—¿Qué? El asesino no había raptado a un varón antes
—No, no, no se trata de eso —protestó Rina—. Solo se ha marchado en coche a Big Sur con otro par de jóvenes y no consigo contactar con ellos. Creo que Nico y Sarah le acompañan.
—¿Cuándo se marcharon?
A primera hora de la mañana había entrado en vigor la prohibición de viajes no autorizados.
—Antes —respondió Rina mirando a Sascha.
Normalmente la ausencia de los tres muchachos no habría sido un motivo de preocupación. Los jóvenes eran considerablemente díscolos, pero Lucas sospechaba que el repentino viaje de Kit estaba relacionado con haber presenciado la crisis de Dorian. El chico idolatraba al centinela latente como a un héroe.
—Los encontraré.
Los tenientes de los SnowDancer que controlaban esas áreas eran generalmente razonables, pero aquellos no eran tiempos normales.
—Gracias, Lucas.
—Tamsyn, me marcho con Rina. —Se levantó y miró a Sascha—. ¿Te quedas?
No estaba convencido de hasta qué punto era seguro lo que ella planeaba hacer, pero tal y como le había recordado Rina, sobre sus hombros recaía mucho más que su deseo de mantener a salvo a Sascha. Eso no hacía que le resultara más fácil dejarla; comenzaba a entender el lugar que ocupaba en su vida a pesar de las barreras que erigiera el día en que lo había perdido todo.
—Sí. —Sus ojos estrellados se enfrentaron a los de él sin inmutarse, pero se negaba a mirar a Rina.
Aquello le hizo sonreír a Lucas a pesar de la desalentadora situación.
—Me encontraré de nuevo contigo si regreso antes de las seis. Si no, déjale un mensaje a Tammy.
—De acuerdo. Espero que encontréis a Kit y a los demás.
—Lo haremos.
Había perdido a uno de sus jóvenes y eso era más que suficiente.
Sascha estaba de pie en el cuarto de invitados intentando concentrarse, pero lo único que podía ver era a Lucas con Rina. Esa mujer rezumaba sensualidad por todos los poros de su piel, intensa, embriagadora y casi tangible. Había tenido la sensación de ahogarse en ella mientras estaba sentada frente a los dos.
Entonces Lucas la había besado y ella había recibido otra sorpresa. Entre ellos se notaba afecto, no pasión, hambre o deseo. Su mente estaba teniendo dificultades con la idea de que el beso de Lucas no hubiera hecho arder de deseo a Rina.
Se sobresaltó cuando llamaron a la puerta, dejando escapar un grito ahogado.
—¿Sí?
Tamsyn apareció en la entrada con una sonrisa en los labios.
—Te traigo una taza de chocolate caliente. Si necesitas cualquier cosa, avísame. —Dejó el recipiente sobre la mesilla—. Te dejo tranquila.
—¿Tamsyn?
—¿Sí? —se detuvo con la mano en el pomo.
—¿Puedes explicarme una cosa?
Sascha no podía preguntárselo a Lucas. Eso revelaría demasiadas cosas a las que no estaba preparada para enfrentarse. Sin embargo, Tamsyn le había dicho que era sanadora.
Quizá eso supusiera que lo que hablaran entre ellas sería confidencial.
—¿El beso? —Tamsyn enarcó una ceja.
Sascha creía que había disimulado bien su sorpresa.
—Sí.
—Es lo mismo que cuando me besó a mí el día en que tú y yo nos conocimos. Es el alfa y cada vez que nos toca refuerza los vínculos del clan. Normalmente es más afectuoso con las mujeres. —Puso los ojos en blanco—. Son unos cerdos chovinistas, pero los queremos. De todos modos, como digo siempre, ese beso no fue sexual en ningún sentido. Representa… la unión.
—¿Y con los hombres? —preguntó Sascha, las semillas del entendimiento germinaban en su mente.
—Van a correr por la noche, luchan entre sí para poner a prueba su destreza y de vez en cuando se juntan para jugar al póquer o ver un partido. Funciona. —Se encogió de hombros con perplejidad.
—Así que, ¿un beso no es algo especial para Lucas?
Su estupidez con respecto a aquel hombre continuaba sorprendiéndola e hiriéndola. Él le había dicho que se trataba de un experimento. Quizá habría querido saber lo que era besar a un «bloque de hormigón».
Tamsyn ladeó la cabeza y la escrutó con la mirada.
—Dentro del clan, es especial porque con ello nos dice que se preocupa por nosotros, que dará su vida por nosotros.
Sascha asintió sintiéndose cada vez peor.
—Pero ¿fuera del clan? Las únicas mujeres ajenas al clan que he visto a Lucas besar son aquellas a las que quiere en su cama.
La sonriente sanadora cerró la puerta al salir.
Sascha se puso roja como un tomate. Lucas la quería en su cama. A pesar de su promesa de no dejar que él le afectara, se encontraba en un estado de excitación extrema.
La concentración salió volando por la ventana. Los sueños se entrelazaron con la realidad y recordó su beso en el bosque al tiempo que rememoraba aquellos mucho más íntimos de sus fantasías.
El prosaico sonido de un motor acercándose la llevó de vuelta a la realidad e hizo que se acordara de lo que pretendía llevar a cabo. Respiró hondo, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y comenzó a recitar un ejercicio mental tan exigente que expulsó de su mente todo lo demás. Preparada, dio el primer paso hacia la red.
El mundo se abrió.
Ante ella se extendía un infinito cielo estrellado. Cada uno de aquellos astros era una mente, algunas fuertes, otras débiles. La suya estaba en el centro de aquel universo porque era el punto de entrada. La PsiNet se extendía por el mundo, pero si deseaba encontrar una mente en particular, lo único que tenía que hacer era pensar en ella y aparecería en su campo de visión, algo parecido a un enlace en el Internet de humanos y cambiantes. Sin embargo, al igual que un enlace, tenía que tener un punto de partida… un conocimiento de cómo era la mente.
Ahí estaba la centelleante estrella de su madre: un brillo frío y puro. Allá había algunas de otros psi que trabajaban en el imperio Duncan. Pero hoy no quería hablar con nadie. Lo que le interesaba eran los espacios oscuros entre las mentes, los espacios donde flotaba la información controlada por la MentalNet.
Dejó vagar su conciencia dejando que los datos pasaran a través de ella como si no estuviera haciendo otra cosa que ponerse al día de las noticias. La MentalNet la rozó al pasar por su lado y prosiguió su camino; ni viva ni muerta, solo un ente con una consciencia como no había conocido el mundo. Todavía joven, era la bibliotecaria de aquel vasto archivo.
Habría sido fácil dejar que los infinitos flujos de datos la desviasen de su propósito, pero a pesar de las apariencias, estaba siendo muy selectiva, y sus sentidos estaban agudizados al máximo. Se trataba del asesino… y de la mayor mentira jamás perpetrada por una raza contra su propia gente.
Lucas regresó cuando quedaban unos minutos para las cinco y encontró a Sascha y a Tamsyn de pie en el patio.
—¿Y los jóvenes? —preguntó la sanadora en cuanto él estuvo lo bastante cerca como para oírla.
Sascha alzó la vista con el rostro demacrado.
—¿Están todos bien?
—Ya venían de regreso cuando los localicé.
—¿Se enteraron? —el alivio que sentía Tamsyn era evidente.
Lucas vio que Sascha fruncía el ceño al percatarse de que había algo más. Había sido inevitable, pues era demasiado lista como para que las cosas se le escaparan.
—Les detuvo una patrulla de SnowDancer y les dijo que arrastraran el culo de regreso a casa.
—¿Ha sufrido algún daño tu gente?
Él negó con la cabeza.
—Trataron a los chicos como si fueran lobeznos. —Eso era muy atípico. Cuando decidieron establecer una tregua, Hawke había hecho correr la voz de que los leopardos eran aliados, pero una cosa era permitirles el paso sin problemas y otra muy distinta hacer lo que habían hecho los soldados. Lucas llevaba demasiado tiempo siendo alfa como para no comprender el mensaje implícito, pero no era una oferta que pudiera aceptar sin pensarlo detenidamente—. Estarán en casa al anochecer.
Tammy sonrió.
—Os dejo para que habléis.
Lucas esperó a que Sascha le preguntase qué sucedía, pero ella sacudió la cabeza.
—No confíes en mí. —Se frotó los ojos—. Mi mente es vulnerable mientras esté conectada a la red.
Tenía más fe él en sus habilidades que la propia Sascha, pensó.
—¿Qué has encontrado?
Ya hablarían en otro momento acerca de su conexión a la PsiNet.
—Nada. —Su voz sonaba apagada a causa de la fatiga.
Lucas se acercó lo suficiente para poder acariciarle la mejilla con los nudillos.
—Te ha dejado exhausta.
Ella no se apartó, y cuando bajó la mano para tomar una de las suyas, se asió a él.
Lucas se vio obligado a sofocar el gruñido complacido de la pantera.
—No había nada útil en los archivos públicos.
—¿Pero?
Podía leer la confusión y el desconcierto que se reflejaba en su semblante. Fuera lo que fuese que hubiera descubierto, la había perturbado tanto como para no ser capaz de mantener su habitual máscara.
Aquellos ojos negros como el ébano levantaron la mirada hacia él antes de apartarla de nuevo.
—He percibido las sombras de la violencia —susurró—. Como si alguien hubiera dejado una huella mental a su paso por ciertos sitios.
—¿Podrías utilizarlo para localizarle?
—No. —Sacudió la cabeza—. La huella es débil. La mayoría de los psi ni siquiera serían capaces de detectarla.
Pero ella lo había hecho, pensó Lucas, porque era capaz de sentir. En vez de hacer que afrontara algo de lo que él estaba convencido, pero de lo que ella se estaba escondiendo obviamente, utilizó la mano libre para retirarle un mechón errante detrás de la oreja.
—Así que la información ha sido enterrada profundamente.
Ella asintió.
—Esta noche voy a intentar algunas otras cosas.
Lucas olió el miedo en el aire.
—¿Será peligroso?
—Soy un cardinal.
—Eso no es una respuesta.
—Es la única que puedo darte.
Sascha apartó la mano de la de él.
Un rato después, Lucas estaba sentado en la enorme cocina de la gran casa franca hablando con Tamsyn y con dos de los machos más peligrosos de su clan. Dorian había combatido su inexplicable hándicap convirtiéndose en experto en artes marciales, hasta el punto de que podía derribar a un leopardo adulto solo con las manos. Nate era quizá más letal incluso, pues tenía cachorros a los que proteger.
—¿Cuántos hay aquí? —preguntó Lucas.
—Catorce madres, veinte cachorros, ocho menores y otros seis soldados aparte de los que te acompañan —respondió Tamsyn desde la encimera donde estaba organizando los suministros médicos.
Lucas se volvió hacia Dorian.
—¿Conocemos el paradero de todos?
—Sí. Algo más de la mitad de los niños ya están de camino a un lugar seguro.
—Comenzaremos a trasladar a los cachorros y a las mujeres vulnerables que quedan mañana por la mañana. —Las mujeres soldado como Rina se quedarían. La mayoría eran mucho más letales que los machos beta—. Continúa diseminando a los ancianos entre los evacuados.
Sus mayores se asegurarían de que las tradiciones de los DarkRiver se transmitieran de unos a otros pasara lo que pasase.
—¿Por qué esperar hasta mañana? —Nate se inclinó hacia delante.
—Si los trasladamos en masa podríamos alertar a los psi de que algo pasa.
—¿Y qué hay de Sascha? —inquirió Dorian—. ¿Va a ayudarnos?
Lucas miró al centinela tratando de juzgar si estaba en realidad tan sereno como parecía. Solo unos días antes había estado dispuesto a destripar a Sascha sin pensarlo dos veces.
—Lo está intentando, pero tenemos que hacer planes poniéndonos en lo peor.
—Que ella fracase y aparezca el cadáver de Brenna. —Nate se mesó el cabello, que comenzaba a mostrar algunas canas—. Si eso sucede, nada de lo que Sascha pueda haber encontrado servirá.
Tamsyn se aproximó y posó la mano en el hombro de su compañero para darle su apoyo en silencio.
—Yo no quiero eso. —El tono de Dorian era cortante como el filo de una espada—. Quiero la cabeza del asesino. No bastará con arrancarles la cabeza a algunos psi al azar.
—No —convino Lucas.
—He hablado con Riley y con Andrew. —Los ojos de Dorian se llenaron repentinamente de una angustia tal, que dolía físicamente—. Les he convencido para que se mantengan lejos de los psi y nos den tiempo para encontrar a su hermana. Me han hecho caso.
La terrible razón quedó sin expresar.
Lucas no comentó nada al respecto de que Dorian hubiera entrado él solo en territorio SnowDancer.
—Entonces nos quedan unos días de gracia. Pongamos a salvo a nuestra gente y esperemos que Sascha pueda encontrar lo que necesitamos.
Su preocupación por ella pugnaba con su necesidad de proteger a su clan, pero sabía que la decisión no estaba en sus manos: Sascha no era una mujer que aceptara órdenes suyas.
—¿Confías en ella? —preguntó Nate.
—Sí. —Ya no había dudas. Lo sabía.
El centinela le miró fijamente y acto seguido colocó la mano sobre la mesa, con la palma hacia arriba.
—Entonces estoy contigo. Por el clan.
Tamsyn se abrazó al cuello de su compañero, expresando con los ojos su consenso.
Dorian colocó la mano sobre la de Nate en la misma posición.
—Por el clan.
Lucas puso la suya sobre las de los centinelas, con la palma hacia abajo, y todos se estrecharon las manos.
—Por el clan.
A Sascha le temblaban los dedos. Metió discretamente la mano izquierda en el bolsillo y se enfrentó a la mirada de Enrique por encima de la mesa que los separaba. El consejero la había estado esperando, acechando.
En cuanto entró en el edificio Duncan, los ordenadores le habían informado de que solicitaban su presencia en el despacho de Nikita.
Aterrada de que alguien se hubiera percatado del verdadero propósito de su búsqueda en la red, se había encontrado con Enrique al entrar, sentado en la silla de su madre, con Nikita de pie a su lado. Que sus escudos no hubieran dejado traslucir su miedo era una prueba de su fuerza. No obstante, el temblor de sus manos se negaba a remitir.
—Nikita me ha dicho que apenas has realizado progresos obteniendo información sobre los cambiantes.
Una reprimenda sutil. Enrique no estaba acostumbrado a esperar por nada ni por nadie.
—Nada significativo —respondió Sascha.
Esa tarde le había preguntado a Lucas qué podía contarle al consejero sin que representara un peligro para ellos, revelando así que la intención del Consejo había sido que actuase como espía para ellos. Aunque ella sabía que Lucas ya debía de haberlo supuesto.
Tal y como le había dicho a Enrique, los cambiantes no eran estúpidos. Lucas no la había reprendido, sino que se había limitado a darle lo que necesitaba.
—He descubierto que tienen la habilidad de transformarse desde la infancia. —Eso no era ningún secreto, lo que sucedía era que la mayoría de los psi no se había molestado en observar.
Enrique se inclinó hacia delante.
—Cualquier cosa es útil.
—Aparte de eso, lo único que podría resultarle útil es que los distintos clanes cambiantes no están tan aislados como creemos. —Aquella información era también de dominio público—. Cuando los jóvenes alfas abandonan un clan establecido para formar uno propio, normalmente mantienen los lazos de amistad con su grupo madre.
—Excelente, Sascha. Eres la primera psi que ha logrado acercarse tanto a los cambiantes desde hace más de un siglo. Tu cooperación nos ayudará sustancialmente a modificar información obsoleta.
De no conocerle bien, habría jurado que Enrique intentaba convertirse en su mentor.
Al menos no trataba ya de hacerle creer que podría haber un lugar para ella entre las filas del Consejo.
—Si es todo, señor, tengo asuntos que atender —dijo plenamente consciente de que al temblor en la mano izquierda se le habían sumado los espasmos en la derecha.
Si no salía pronto de allí, su agitación física acabaría siendo imposible de ocultar.
—Puedo ir a visitarte esta noche… en caso de que recuerdes algo nuevo. —Enrique se puso en pie cuando lo hizo ella.
Sascha miró a Nikita
—Por supuesto, señor. Madre.
Mientras se dirigía a la salida su mirada recayó sobre su pie y vio que, con la confusión de aquella mañana, se había puesto las botas que Julian había mordisqueado. El miedo se apoderó de ella.
—Sascha.
Dando media vuelta, se tiró de la solapa de la chaqueta en un intento por disimular el leve temblor de su mano derecha.
—¿Sí?
—Tu trabajo honrará el apellido Duncan. —El hombro de Enrique prácticamente rozaba el de Nikita cuando se colocaron uno al lado del otro.
—Lo estás haciendo bien —convino Nikita.
Sascha se preguntó de pronto cuánto de lo que su madre le había contado antes era cierto. ¿De verdad Enrique era un aliado al que tenía que mantener contento o los dos estaban confabulados para conseguir un objetivo más oscuro?
—Gracias.
Esta vez dejaron que se fuera sin entretenerla de nuevo. En cuanto salió del despacho metió también la otra mano en el bolsillo de los pantalones. Quería dirigirse a su apartamento, pero sabía que no podía… Era poco probable que Enrique cambiara de opinión en cuanto a buscarla más tarde. Y si la veía en ese estado, era mujer muerta.
Las manos le temblaban de forma descontrolada y ya no podía ignorar los espasmos musculares de las piernas. Algo había ido muy mal desde que había hablado con Lucas.
Apenas capaz de pensar a causa del pánico que la dominaba, se montó en el ascensor y, sin saber muy bien cómo, se las arregló para llegar hasta su coche sin encontrarse con nadie.
Llegado a ese punto, su visión comenzaba a tornarse borrosa y podía sentir que su corazón palpitaba de un modo tan irregular que la asustó.
Casi tropezó mientras trataba de abrir la puerta de su vehículo. Parecía que su cuerpo estuviera dejando de funcionar, órgano a órgano. El miedo hizo surgir un sabor metálico en su garganta. Luego todo cambió de un modo extraño y sintió unas ganas locas de echarse a reír. Unos segundos después de cerrar la puerta del coche y presionar el botón para tintar las ventanas, la invadió la tristeza.
Mientras lloraba descontroladamente supo que estaba a punto de sufrir un colapso.
Las lágrimas desaparecieron tal y como habían aparecido y de pronto una oleada de placer sensual asaltó su cuerpo. Entonces ¡zas! Se sintió abrumada por un intenso sentimiento de culpa, por una perturbadora sensación de pérdida que le oprimió la garganta hasta que creyó que iba a ahogarse. Todo pasó al cabo de un segundo.
Nada ocupó su lugar.
Sascha se obligó a pensar en aquel efímero momento de claridad. Primero reforzó sus escudos psíquicos. Se mantendrían erguidos hasta que muriera, ocultándola de la PsiNet. De su propia gente. El pesar se mezcló con el miedo y la combinación estableció una conexión entre las neuronas fragmentadas de su cerebro.
Se inclinó hacia delante y programó un destino en el ordenador, un destino al que ningún psi iría jamás. Luego dejó un mensaje para su madre explicándole su ausencia. No podía arriesgarse a que alguien comenzara a buscarla. ¿Quién sabía en qué condiciones la encontrarían?
Cuando condujo el coche fuera del garaje, su visión se redujo a un simple puntito en cada ojo. Estaba prácticamente paralizada por el terror, pero se las arregló para llegar con el vehículo hasta la calle, donde el sistema de navegación automático podría asumir el control.
En cuanto lo hizo, se rodeó con los brazos y se acurrucó en el asiento.
Comenzó a reír, pero no se sentía feliz. Tampoco triste. Se sentía ambas cosas y mucho más. Estaba furiosa. Loca. Satisfecha. Hambrienta. Dolida. Alegre. Divertida. Excitada. Su cuerpo entero comenzó a temblar y el corazón le aporreaba fuertemente contra las costillas.
—Lucas —susurró sin ser consciente de que estaba hablando.
Su imagen surgió súbitamente contra su visión oscurecida, pero de inmediato fue engullida por la vorágine de emociones que estalló en su mente a la velocidad de la luz, destruyendo su capacidad para pensar. El dolor provocó un cortocircuito en sus terminaciones nerviosas. Su cuerpo se arqueaba mientras gritaba en el interior de los aislados confines del coche. Sus gritos reverberaban aún dentro del vehículo cuando perdió la consciencia mientras el coche recorría las calles.
La tensión se palpaba en la casa franca. Únicamente los cachorros dormían.
Todas las madres estaban en alerta y la adrenalina corría por las venas de soldados y centinelas. Lucas no había tenido noticias de Sascha desde que se había marchado aquella tarde y estaba preocupado. Su bestia se paseaba por los rincones de su mente urgiéndola a buscarla. Algo había salido mal en su segundo intento de explorar la PsiNet.
Se encontraba fuera de la puerta trasera pensando en cómo llegar hasta Sascha sin que nadie se enterase cuando un enorme lobo blanco salió del bosque de detrás de la aislada propiedad. Rina, que estaba junto a él, se puso tensa.
—¿Amigo o enemigo? —susurró.
Se enfrentó a la gélida mirada azul del lobo.
—Ve adentro.
—Lucas.
—¡Adentro! —aquella era la orden de un alfa.
Rina hizo lo que le ordenaba, aunque Lucas percibió su frustración y el miedo que sentía por él. Después de cerciorarse de que estaba a salvo se adentró en el bosque en pos del lobo, que pasó por delante de él como una exhalación. Le dejó ir siguiéndole más despacio hasta que perdió de vista la casa. Al cabo de unos segundos, un hombre vestido con unos vaqueros desgastados regresó caminando hacia él.
Hawke era musculoso y letal. Un depredador hasta la médula. Sus ojos eran del mismo azul glacial tanto en forma humana como animal; su cabello, una densa mata rubio platino que nada tenía que ver con la edad, sino que recordaba a su pelaje. De todos los cambiantes que Lucas conocía, era Hawke quien más semejanzas guardaba con su bestia en su condición humana.
—¿Qué sucede?
Tenía que ser algo gravísimo para que el alfa de los SnowDancer hubiera dejado sola a su gente en el estado de nerviosismo en el que se encontraba. No solo eso, sino que además se había adentrado en el corazón del territorio DarkRiver y aproximado a una casa franca, quebrantando de ese modo una de las reglas establecidas de forma tácita.
—Hemos encontrado algo en nuestras tierras —repuso con voz grave—. Lo primero que pensamos fue en matarla, pero dado que lleva impreso tu olor, pensé que podrías estar interesado.
—Sascha. —Lucas miró fijamente a Hawke—. ¿Una psi cardinal?
—Sí.
—¿Dónde está?
Un sudor frío amenazaba con bañar su cuerpo. No había sentido semejante terror desde que era un niño y vio morir a sus padres. Dado el actual estado de ánimo de los lobos, era probable que la destriparan mientras él hablaba con Hawke.
—No está lejos. —El lobo no se movía—. ¿Quién es?
Hawke no tenía por qué saber que Sascha había sido el posible topo sobre el que le había advertido.
—Es quien puede meternos en la PsiNet. —Su bestia arremetía contra las paredes de su mente desesperada por llegar a ella.
Hawke observaba a Lucas sin pestañear.
—Si descubro que me has mentido, gato, la suerte estará echada.
Lucas dejó que un gruñido emergiera de su garganta.
—No me amenaces en mis propias tierras, lobo. —Sabía que Hawke era peligroso, pero también lo era él, y no podía permitir que el otro alfa lo olvidase—. ¿Dónde está?
—Sígueme.
Hawke echó a correr. Después de varios minutos de intensa carrera, que habría dejado sin aliento incluso a otros cambiantes, se detuvieron junto a un coche aparcado al final de un sendero escondido.
Lucas podía olerla incluso a aquella distancia.
—¿La has dejado sola?
—¿Preferirías que la hubiera dejado con mi clan? —Hawke abrió la puerta trasera del lado del pasajero—. Ha tenido mucha suerte de que fuera Indigo quien la encontrara… los demás la habrían ejecutado nada más verla.
Lucas vio el cuerpo desplomado de Sascha en el asiento y sintió que le invadía la furia.
—¿Qué le has hecho?
Introdujo medio cuerpo dentro del vehículo y la tomó en sus brazos. Sascha estaba laxa, pero respiraba. El alivio que sintió casi le desgarró en dos y fue entonces cuando todo encajó en su mente consciente. Por supuesto que olía a él; era suya.
—Nada. La encontramos así dentro de su coche. —Hawke cerró la puerta—. Pirateamos el ordenador de a bordo para abrir… estaba programado para dirigirse a tus bosques, hasta que el motor se quedó sin combustible. Debió de errar en los cálculos. Cruzó la frontera entre tus tierras y las mías antes de pararse.
—Gracias.
—No me des las gracias. La mataré como a cualquier otro psi si Brenna muere. —La promesa estaba impresa en los ojos de Hawke.
Lucas retrocedió con Sascha en sus brazos, admitiendo ante sí mismo que su lealtad le pertenecía ahora a ella.
—Ella no nos ha traicionado. Lucharemos para mantenerla a salvo. —Era una declaración de intenciones. Si tocaban a Sascha, todos los DarkRiver se levantarían contra los SnowDancer destruyendo la paz que tanto se habían esforzado por alcanzar.
Hawke se quedó inmóvil.
—¿Emparejado con una psi, pantera?
Lucas acababa de reconocer esa verdad y no estaba dispuesto a compartirla con un lobo.
—No hagas nada contra los psi sin hablar antes con nosotros.
Hawke le miró fijamente durante un prolongado y gélido momento.
—No me falles. Brenna lleva ya treinta y seis horas desaparecida. La única razón de que te deje dirigir esto es que tienes ventaja. Si los DarkRiver fracasan, nosotros tomaremos el mando.
—Los DarkRiver no tenemos por costumbre fracasar.
En cuanto entró en la casa con Sascha en brazos, las cosas fueron de mal en peor. Rina bufó y sacó las uñas. Nate se movió para cubrir de forma protectora a Tamsyn, que era obvio que no deseaba que la protegieran.
Por extraño que pareciera, fue Dorian quien se acercó.
—¿Qué ha pasado? ¿Está herida? —Su preocupación era tan evidente como inesperada.
—¿Le han hecho daño los psi? —preguntó Tamsyn desde detrás de Nate, que se negaba a dejarla pasar. Y tampoco se movió cuando ella le propinó un puntapié—. Suéltame, es mi amiga.
—Ha sido hallada inconsciente en tierras de los SnowDancer. —Lucas la llevó hasta la enorme mesa de madera situada en mitad de la cocina y la tendió sobre ella.
—¿Y está viva? —preguntó Kit, incrédulo—. ¿Por qué no la han hecho pedazos?
—Les dije que podría ser nuestra única forma de acceder a la PsiNet.
Lucas se preguntó si, a pesar del juramento que Nate y Dorian habían realizado hacía solo unas horas, iba a tener que luchar contra su propio clan para protegerla. Eso le desgarraría por dentro. Su lealtad siempre había sido para el clan. Total y absolutamente para el clan… hasta el momento.
—¿Qué le ha pasado a su bota? —Nate frunció el ceño—. Se parece a la mayoría de las mías.
—Eso es porque Julian decidió que estaba rica. —Tamsyn logró al fin salir de detrás de él, pero fue porque Nate se lo permitió. La sanadora se acercó a la mesa y colocó las manos sobre el cuerpo de Sascha antes de cerrar los ojos y no los abrió durante varios minutos—. Nunca he tenido un paciente psi, así que no sé muy bien cómo leer sus patrones.Por lo que puedo ver se encuentra profundamente dormida. Casi como si estuviera en coma.
—¿Va a despertar?
La desesperación de la pantera se estaba convirtiendo en una especie de dolor paralizador. Si hubiera entendido antes lo que Sascha era para él, tal vez no habría recibido daño alguno.
—No lo sé.
—¿Puede haber sido un ataque perpetrado contra ella por los psi?
Lucas la vio ahí tendida y de pronto se dio cuenta de lo frágil que era. Los psi eran mucho más delicados físicamente que los cambiantes, pero lo compensaban con los poderes de sus mentes. Si se les quitaba eso, eran unos seres extremadamente frágiles.
—Es posible, pero es demasiado diferente para que pueda hacer un diagnóstico preciso. —Tamsyn retiró las guedejas que habían escapado de la trenza de Sascha y miró a Lucas—. ¿Por qué iban a atacarla y a dejarla con vida?
—¿Por qué un psi programaría su coche para que entrara en el territorio más peligroso del estado?
Nadie tenía respuestas.