Epílogo

Mantuvieron una reunión con Tamsyn y los centinelas a finales de esa semana. Los leopardos se acomodaron en el salón de su guarida, algunos tomaron asiento y otros se quedaron de pie.

—Así que, ¿puedes entrar en nuestras mentes? —preguntó Mercy.

—Solo si me dejáis. Nunca entraría sin que me invitaseis… no puedo.

Sascha sabía que estaba hablándole a los miembros más independientes de los DarkRiver. Odiarían ser vulnerables a cualquier nivel.

—Pero yo sé que me estás haciendo algo —repuso Dorian con voz suave—. Me preguntaba qué era. Es la misma sensación que aquella vez… cuando quería lanzarme a tu cuello.

—Lo siento, Dorian. Es algo que no puedo evitar.

Por sorprendente que fuera, el centinela le brindó una sonrisa perezosa.

—Puedo soportar que me beses.

Sacha quiso ruborizarse.

—No es eso.

—Un abrazo, entonces. —Se encogió de hombros—. Hace que me sienta bien.

Los demás fruncieron el ceño.

—Yo no me siento diferente —intervino Clay.

Sascha se preguntó cómo decir aquello, pero Dorian se le adelantó.

—Porque tú no necesitas que te arreglen, ¿verdad, Sascha?

Ella exhaló un suspiro.

—Creo que eres una amenaza, pero sí, Dorian está algo más maltrecho que el resto de vosotros. Una vez esté recuperado, mi don empático no le afectará realmente, del mismo modo que no os afecta a vosotros.

Las chispas sanaban, pero a un nivel más subconsciente. Dorian solo las sentía porque estaba muy herido.

Lucas, que se encontraba detrás de ella junto al corto pasillo que conducía a la cocina, le apretó los hombros.

—Os estamos dando una opción. Sascha dice que puede liberaros de la red sin causaros daño alguno.

—Dime, Sascha —dijo Tamsyn—, ¿es fácil entrar y salir de nuestras mentes?

—No. Toda mente tiene un escudo natural. En la PsiNet, las únicas mentes desprotegidas son las de los exhibicionistas. Todos vosotros estáis cerrados a cal y canto. Para entrar sin vuestro consentimiento tendría que destrozaros.

—Y matarnos. —Los ojos de Vaughn casi refulgían.

—Sí. —No iba a mentirles ni a decirles que no eran vulnerables a ella—. Recordad que soy una empática. Si os infligiera dolor yo lo recibiría por duplicado.

—Cuando hice el juramento de sangre —repuso Vaughn—, juré dar la vida por Lucas. Como su compañera, te hago esa misma promesa.

Sascha había esperado que el solitario jaguar se echara atrás.

—¿Estás seguro?

—Sí, querida Sascha. —Se acercó hasta quedar frente a ella, alto, hermoso y peligroso. Sascha se quedó boquiabierta cuando él le rozó los labios con los suyos—. Mi vida es tuya. —A continuación se marchó, como un borrón dorado cuando saltó del porche.

Impresionada por el compromiso, Sascha se apoyó contra Lucas. Sus ojos siguieron a Dorian cuando se puso en pie y se aproximó a ella.

—He sido tuyo desde el día en que te llevaste mi dolor.

Dorian le alzó la mano y le besó las yemas de los dedos antes de marcharse tal y como había hecho Vaughn.

Mercy se levantó del sofá donde estaba acurrucada y se detuvo frente a Sascha. Su deslumbrante rostro mostraba una expresión seria, pero sus ojos dejaban entrever una sonrisa.

—¿Crees que puedes descubrir algunos secretos de hombres para mí?

Sascha sonrió.

—El único hombre que conozco de un modo íntimo es a este de aquí. —Se volvió para robarle un beso a Lucas—. Y sus secretos son míos.

Riendo, Mercy la estrechó en un abrazo.

—Soy una centinela. Juré ser leal a Lucas hasta la muerte. Si él confía en ti, yo también. Hasta luego… voy a ver si alcanzo a Dorian.

Clay, el más distante de los centinelas, el único que nunca la había tocado, era el que Sascha más se temía que prefiriera ser liberado de la red. No sabía qué efecto tendría en él, y lo habría discutido con Lucas. Ambos habían decidido esperar su decisión antes de hacer nada que pudiera causar algún trastorno.

Ahora el hombre de piel morena se detuvo frente a ella.

—Mi mente no es un lugar en el que te gustaría estar —dijo con voz queda.

Sascha sintió su frialdad, sintió su control, y se preguntó qué había detrás de todo ello.

—Solo entraré si tú me invitas.

El centinela le acarició la mejilla y Sascha supo que la había aceptado. Momentos después, se había marchado. Nate y Tamsyn eran los únicos que quedaban. La sanadora tenía una amplia sonrisa en los labios.

—Ya sabes que nunca diría que no, y la devoción de Nate es tanta que creo que ama a su alfa más que a mí.

—Eso me ha dolido —murmuró Nate—. Podría amar a un jugador de fútbol más que a ti, pero nunca al feo y tontorrón de Lucas.

Sascha rió la broma, plenamente consciente de que estaban locos el uno por el otro. La red hablaba por sí misma. Era un derroche de luz, de arco iris y de amor.

—Una red de estrellas —susurró.

—¿Es ese su aspecto? —le susurró roncamente Lucas al oído.

—Sí. —El plano estrellado de la PsiNet era un espacio yermo comparado con la Red Estelar, un universo vibrante de color y emociones, una red creada no por necesidad, sino por elección. Elecciones de lealtad, amor y emociones—. Me queda mucho por aprender.

Sus poderes estaban creciendo, consolidándose.

—Tenemos toda la vida por delante.

Sascha se dio la vuelta, le rodeó con los brazos e inclinó la cabeza hacia atrás cuando la levantó para girar y girar con ella. Su risa chispeaba igual que la Red Estelar, una dicha titilante que afectaba a todas las mentes que la componían. Era pequeña y apenas poseía conciencia, pero en aquel momento, la red era mucho, pero mucho más fuerte de lo que la PsiNet podría llegar a ser.