«¡Una piñata! —gritó—. ¡Y de las meras genuinas! Seguro que alguien la llenó de dulces y golosinas». Le dieron con tabla gruesa hasta ver que el cráneo abierto no tenía ni una sorpresa. El chico momia había muerto.
«¡Una piñata! —gritó—.
¡Y de las meras genuinas!
Seguro que alguien la llenó
de dulces y golosinas».
Le dieron con tabla gruesa
hasta ver que el cráneo abierto
no tenía ni una sorpresa.
El chico momia había muerto.