Ya se habían acostado

una noche, y ella dijo:

«Cariño, huele a pescado

y yo creo que es nuestro hijo.

Y aunque dicen que una dama

debe callarse estas cosas,

me parece que le endosas

tus problemas en la cama».

Él probó cuanta loción

pudo hallar en el mercado.

Tenía el cuerpo colorado

y comezón, comezón.

Y de rascar y rascar

la piel le empezó a sangrar.