Pues a decir verdad sólo cobraba cierto
ánimo, cierto aliento y aspecto saludable
si se enchufaba a la pared con un largo cable.
Don Bastida, enojado, le reclamó al doctor:
«¿Qué le ha hecho a mi niño? ¡Dígame, por favor!
No es de carne ni hueso ni tiene corazón.
¡Lámina de aluminio! ¡Una simple aleación!».
Dijo el doctor: «Lo que ahora mi boca le dirá
le podrá parecer sin duda un gran descaro,
pero aún así yo debo decirle la verdad:
y es que, señor, usted no puede ser el padre
de este niño (quizá niña) tan, tan, tan raro.
Nos falta aún poner dos, tres o cuatro sondas
en las venas y arterias de la sufrida madre,
pero el papá es un horno… horno de microondas».