A principios de 1944 el Servicio de Inteligencia alemán estaba acumulando pruebas sobre la existencia de un ingente ejército en el sudeste de Inglaterra. Las tácticas de reconocimiento aportaban fotografías de trincheras, campos de aterrizaje y cuadrillas de aviones en el Wash. Se veía al general George S. Patton con su inconfundible jodhpurs rojo caminando al lado de su bulldog blanco. De pronto se producía un frenético intercambio de cables que iban y venían con órdenes y señales entre los regimientos de la zona. Algunos datos habían sido confirmados por espías alemanes en Inglaterra.
Naturalmente no había tal ejército. Los barcos eran de goma y madera, las trincheras no más reales que las de un estudio de filmación. Patton no tenía ni un solo hombre bajo sus órdenes. Los cables intercambiados no llevaban mensaje alguno y los espías alemanes trabajaban para Inglaterra.
El objeto era engañar al enemigo para que se preparara a se invadido en el Paso de Calais, de modo que el ataque a Normandía tuviera el día D la ventaja de la sorpresa.
Era un enorme, casi imposible engaño. Literalmente miles de personas estaban implicadas en la perpetración del episodio. Habría sido un milagro que alguno de los espías de Hitler se enterara jamás.
¿Había espías en realidad? Por aquel entonces se pensaba que los llamados quintacolumnistas se encontraban por todas partes. Después de la guerra se difundió el mito de que los MI5 los había capturado a todos en la navidad de 1939. En realidad, parece que había pocos y que los MI5 los apresaron casi a todos.
Pero es suficiente que haya uno…
Se sabe que los alemanes vieron las señales que debían ver en East Anglia. También se sabe que sospechaban la existencia de una trampa, y en consecuencia se esforzaban por descubrir la verdad.
Hasta aquí los hechos verídicos. Lo demás es ficción.
Pese a todo, sospechamos que debió suceder algo parecido.
Camberley, Surrey
Junio de 1977