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La frontera estaba formada por un pequeño riachuelo que no se veía porque a lo largo de él se extendía un muro de un metro y medio de alto sobre el cual había sacos con arena para los tiradores tailandeses. La pared sólo se interrumpía en un punto. Allí un puente atravesaba el riachuelo. Nadie podía llegar hasta él. Al otro lado del río estaba el ejército de ocupación vietnamita, pero no se veía. Sus posiciones estaban perfectamente camufladas. Pero era evidente que, si alguien llegase hasta el puente, los invisibles vietnamitas empezarían a disparar.

Los miembros de la marcha llegaron hasta la pared y se pusieron de puntillas. Franz se apoyó en la ranura entre dos sacos y trató de ver algo. No vio nada porque le empujó uno de los fotógrafos que se consideraba autorizado a ocupar su sitio.

Franz miró hacia atrás. En la poderosa corona de un árbol solitario, como una bandada de grandes cuervos, estaban sentados ocho fotógrafos con los ojos puestos en la otra orilla.

En ese momento la traductora que encabezaba la marcha se llevó a la boca un tubo ancho y llamó en Kmer hacia el otro lado del río: Aquí están unos médicos que piden que se les permita entrar en territorio camboyano para llevar ayuda sanitaria; esta acción nada tiene que ver con intervención política alguna; lo único que les preocupa es la vida de la gente.

La respuesta del otro lado fue un silencio increíble. Un silencio tan completo que todos se sintieron angustiados. Lo único que se oía en aquel silencio era el sonido de las cámaras fotográficas, como el canto de una especie de insectos exóticos.

Franz tuvo de pronto la impresión de que la Gran Marcha había llegado a su fin. Alrededor de Europa se cierran las fronteras del silencio y el espacio por el que transcurre la Gran Marcha no es más que un pequeño podio en medio del planeta. Las masas que antes se apretujaban alrededor del podio hace tiempo ya que se han vuelto de espaldas, y la Gran Marcha continúa a solas y sin espectadores. Sí, piensa Franz, la Gran Marcha continúa, a pesar del desinterés del mundo, pero se vuelve nerviosa y febril, ayer contra los norteamericanos que ocupaban Vietnam, hoy contra Vietnam que ocupa Camboya, ayer a favor de Israel, hoy a favor de los palestinos, ayer a favor de Cuba, mañana contra Cuba y siempre contra Norteamérica, siempre contra las masacres y siempre en apoyo de otras masacres, Europa marcha para no perder el ritmo de los acontecimientos y que ninguno se le escape, su paso se hace cada vez más rápido, de modo que la Gran Marcha es una marcha de gentes que dan saltos, que tienen prisa y el escenario es cada vez menor, hasta que un día se convierta en un mero punto sin dimensiones.