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La profesora de lingüística soltó finalmente la muñeca de la actriz norteamericana. En ese momento la llamó el cantante alemán con la barba negra y la bandera blanca.

La actriz norteamericana nunca había oído hablar de él, pero en un momento de humillación era mucho más sensible que nunca a las manifestaciones de simpatía y echó a correr hacia él. El cantante cogió con la mano izquierda el mástil de la bandera y apoyó el brazo derecho sobre el hombro de la actriz.

Alrededor de la actriz y el cantante seguían saltando los fotógrafos y las cámaras. Un famoso fotógrafo norteamericano quería captar con su objetivo las caras de los dos con bandera y todo, lo cual era complicado porque el mástil era largo. Por eso corrió hacia el arrozal que tenía detrás. Así fue cómo pisó una mina. Se oyó una explosión y su cuerpo, deshecho en pedazos, voló por los aires, salpicando con una ducha de sangre a los intelectuales europeos.

El cantante y la actriz estaban aterrorizados y no podían moverse. Después levantaron la vista hacia la bandera. Estaba salpicada de sangre. Al ver aquello volvieron a sentirse aterrados. Después miraron nuevamente unas cuantas veces, tímidamente, hacia arriba y empezaron a sonreír. Sentían un orgullo extraño y hasta entonces desconocido al ver que la bandera que llevaban estaba manchada de sangre. Se pusieron nuevamente en marcha.