11

En el imperio del kitsch totalitario las respuestas están dadas de antemano y eliminan la posibilidad de cualquier pregunta. De ello se desprende que el verdadero enemigo del kitsch totalitario es el hombre que pregunta. La pregunta es como un cuchillo que rasga el lienzo de la decoración pintada, para que podamos ver lo que se oculta tras ella. Así fue, por lo demás, cómo Sabina le explicó una vez a Teresa el sentido de sus cuadros: delante hay una mentira comprensible y tras ella reluce una verdad incomprensible.

Sólo que quienes luchan contra los llamados regímenes totalitarios difícilmente pueden luchar con interrogantes y dudas. Ellos también necesitan su seguridad y sus verdades sencillas, comprensibles para la mayor cantidad posible de gente y capaces de provocar el llanto colectivo.

En cierta ocasión, una organización política le preparó a Sabina una exposición en Alemania. Sabina cogió el catálogo: se encontró con que encima de su fotografía habían dibujado alambres de espino. En el interior publicaban su biografía, que se parecía a las biografías de los mártires y los santos: padeció, luchó contra la injusticia, tuvo que abandonar la patria destrozada y sigue luchando, «Lucha con sus cuadros por la libertad», decía la última frase de aquel texto.

Protestó, pero no la comprendieron.

¿No es verdad que en el comunismo se persigue al arte moderno?

Dijo con rabia:

—¡Mi enemigo no es el comunismo sino el kitsch!

Desde entonces empezó a inventar su propia biografía y cuando, más tarde, llegó a Norteamérica, logró incluso ocultar que era checa. Aquello no era más que un desesperado intento por huir del kitsch en el que la gente quería convertir su vida.