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Volvemos a un instante que ya conocemos. Tomás estaba desesperado y le dolía el estómago. No se durmió hasta muy entrada la noche.

Poco después se despertó Teresa. (Los aviones rusos sobrevolaban Praga y con ese ruido no se podía dormir). Su primer pensamiento fue: Ha vuelto por culpa de ella. Por su culpa cambió su destino. Ahora no tendrá él que hacerse responsable de ella, ahora tiene ella que hacerse responsable de él.

Aquella responsabilidad le parecía superior a sus fuerzas.

Pero luego se acordó de que ayer, poco después de aparecer él en la puerta de la casa, sonaron en una iglesia de Praga las seis de la tarde. La primera vez que se vieron, ella terminaba de trabajar a las seis. Lo había visto sentado en el banco amarillo y había oído sonar las campanas de la torre.

No, no fue la superstición, fue su sentido de la belleza el que la liberó de la angustia y la llenó de ganas de vivir. Los pájaros de la casualidad volvían a posarse en su hombro. Tenía lágrimas en los ojos y estaba inmensamente feliz de oírle respirar a su lado.